Estudios Revista Ecléctica. Número 114 - Christie Books
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La compulsión religiosa y el ins<br />
A despecho del semblante inmaterial que<br />
en todas las edades los sacerdotes quisieron<br />
infundir a la vida por medio de la religión,<br />
lo corpóreo reivindicó siempre sus derechos,<br />
ya de manera enérgica y avasalladora, ya<br />
insinuante y sutil. Ello se evidencia diáfanamente,<br />
más que en cualquier otro aspecto<br />
de la existencia, en el que se relaciona con<br />
los impulsos sexuales, que, por constituir la<br />
base del espontáneo equilibrio vital, no sólo<br />
resistieron los embates del misticismo enajenante<br />
y compresor de la libre eclosión de lo<br />
sensorio, sino que llegaron a dominarlo, constriñéndole<br />
a aceptar, aunque a condición de<br />
regularlas, aquellas mismas apetencias que<br />
intentara frenar, vencer y aun suprimir.<br />
Cuando la satisfacción del deseo genésico,<br />
otrora exento de trabas, chocó contra el valladar<br />
de la moral religiosa, es decir, en el<br />
mismo instante en que la religión —organizada<br />
ya, y convertido el «tótem» en divinidad—,<br />
favorecida por el legislador, quiso obligar al<br />
hombre a que se metiera el sexo a limitaciones<br />
por completo contrarias al íntegro desenvolvimiento<br />
de su personalidad, exigiendo,<br />
al propio tiempo, que la realización del acto<br />
carnal fuese precedida de ciertas ceremonias,<br />
al par que sujeta a prescripciones que restringían<br />
su tendencia a la mutabilidad, surgió la<br />
lucha entre el instinto soberano y el afán dominador<br />
del sacerdote; pugna que todavía<br />
perdura, después de tantos siglos de esfuerzos<br />
renovados para oscurecer con tupidos<br />
cendales de falsa ética los vivísimos resplandores<br />
de la ley natural.<br />
La empeñada contienda, en la que el fanatismo<br />
llevaba la peor parte, enseñó a los<br />
sacerdotes cuan infructuosos eran sus esfuerzos<br />
por contrariar la impetuosa corriente del<br />
aluvión sexual, y, entonces, idearon darle<br />
cauces artificiosos, controlarla y beneficiarse<br />
© faximil edicions digitals 2006<br />
S. Velasco<br />
con la celsitud de tan avasallador sentimiento.<br />
Así, al lado del matrimonio, y a fin de reparar,<br />
en parte, las monstruosas imperfecciones<br />
que afeaban —y afean todavía— a tal<br />
institución, surgió el fenómeno histórico que<br />
se ha dado en llamar «prostitución sagrada»,<br />
en los primordios de la cual, algunos autores<br />
han querido ver «tan sólo un mero resultado<br />
de la creencia en el misterioso poder de la<br />
actividad genésica humana, en tanto que<br />
otros aseveran tuvo por base el deseo de obtener<br />
de la divinidad la gracia fecundante (1).<br />
Ambas tesis tienen sólido fundamento, pero,<br />
a nuestro modesto entender, son ya la consecuencia<br />
evolucionada del concepto hierático<br />
de la prostitución sacra, cuyo* inicios han<br />
han de buscarse en la necesidad de compensar,<br />
por medio de una licencia periódica que<br />
beneficiara al sacerdocio, las restricciones inherentes<br />
a la unión monógama y monoándrica.<br />
Dicho en otros términos, la prostitución<br />
sagrada fue la válvula de seguridad de que<br />
hubieron de valerse los sacerdotes para sostener<br />
el vínculo matrimonial y sojuzgar, aparentemente,<br />
el afán sexual.<br />
De esta suerte, tomó cuerpo, en la antigüedad,<br />
el culto a la fuerza reproductora de la<br />
Naturaleza, representada, en religión, por dos<br />
entes divinos, símbolos de la dualidad sexual.<br />
En Egipto, la deidad, emblema de los atributos<br />
masculinos, llamábase Osiris, en tanto<br />
que Isis era el principio femenino. Aquél<br />
encarnaba la actividad creadora y la sabiduría,<br />
por lo que los sacerdotes a él dedicados<br />
no instituyeron festejos públicos de relajamiento<br />
de hábitos, limitándose tan sólo a trazar<br />
los contornos de la lucha entre el sexo y<br />
la espiritualidad en sus famosos misterio».<br />
El culto a Isis, en cambio, era el que en<br />
(1) Krauss : Beischalfsuebung ais Kulthandlung.