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Estudios Revista Ecléctica. Número 114 - Christie Books

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Lo que decían antes de la Repúbl<br />

LOS DELITOS SOCIALES<br />

...«Encarcelando hombres, como yo fui<br />

uno de ellos, que me metieron en un calabozo,<br />

que más bien se puede llamar una<br />

«sajurda» de cerdos, con un retrete a la entrada,<br />

y estuve detenido diecinueve días sin<br />

darme socorro...» Así habla en carta que tengo<br />

a la vista, el presidente del Centro Obrero<br />

de un pueblo relativamente importante de la<br />

provincia de Córdoba.<br />

Cuenta, con su estilo expresivo y desordenado<br />

de campesino andaluz, las vejaciones<br />

sufridas, los insultos, las amenazas, la violación<br />

de su correspondencia, el sufrimiento<br />

de toda su familia. Hasta aquí es un caso<br />

típico, un caso como tantos otros centenares<br />

de casos, un ejemplo característico de la política<br />

social seguida durante los últimos meses<br />

en Andalucía. Ni siquiera falta en este<br />

relato la figura dolorosa de la pobre mujer<br />

que recorre también su Vía de la Amargura.<br />

«Suerte que mi esposa buscaba por la calle<br />

para llevarme comida...»<br />

¡ Ah ! Pero hay en esa carta dos líneas que<br />

no sé si harán en todos los hombres la misma<br />

impresión que a mí me han causado. Muy<br />

endurecida está la conciencia pública. En el<br />

Congreso se denunciaron horrores, sevicias,<br />

sucesos cruentos, verdaderos crímenes. Y no<br />

se produjo en el ánimo de la mayoría de los<br />

oyentes aquella reacción de protesta, o de<br />

indignación, o de asombro, o de ira santa,<br />

que habría que «aperar, no ya de varones<br />

justos, sino simplemente de seres humanos.<br />

¿A quién conmoverá ya un hecho, nimio<br />

(1) Abrimos, hoy esU «ecció», de cuyo interés no<br />

creemos necesario hablar «i lector.<br />

© faximil edicions digitals 2006<br />

en apariencia, donde ni siquiera se ha vertido<br />

una gota de sangre? Sin embargo, resume<br />

al espíritu de toda una política de persecución<br />

y de encono.<br />

«A los cuatro días (de encierro en el calabozo)<br />

—añade la carta—, me sacaron a la<br />

puerta... para que viera arder los cuadros y<br />

los papeles del Centro.»<br />

¿Carece de importancia esta quema?<br />

¡ Cuántas cosas, no obstante, se aclaran a la<br />

luz siniestra de esa hoguera de una nueva<br />

Inquisición !<br />

Sin esfuerzo se representa uno la bárbara<br />

escena. Ocurriría probablemente al caer la<br />

tarde, ya casi anochecido, durante uno de<br />

los melancólicos crepúsculos que en ese tiempo<br />

se prolongan sobre los olivares cordobeses.<br />

A la puerta de la prisión estaría, entre la<br />

fuerza pública, el presidente del Centro<br />

Obrero. Sería tal vez un muchacho enjuto,<br />

cetrino, terriblemente pálido. Los sayones<br />

ínfimos del caciquismo local atizarían el fuego<br />

entre risas brutales y echarían en él, uno<br />

a uno, esos «papeles», esos «cuadros», consagrados<br />

por la fe ingenua, ruda si se quiere,<br />

que un grupo humilde de trabajadores españoles<br />

había puesto en unos ideales que no<br />

por ello dejan de ser los más grandes de nuestro<br />

siglo.<br />

Arderían allí seguramente los documentos<br />

de la Asociación, las actas, esas actas en<br />

papel de barba amarillento, oliendo aún al<br />

tabaco del cajón del estanco, llenas acaso<br />

de faltas de ortografía y autorizadas con<br />

abundantes firmas y rúbricas. Debiéramos,<br />

sin embargo, pensar con íntima emoción en<br />

esas hojas que son como los primeros cartapacios<br />

de la escuela de la ciudadanía. Para<br />

aquellos obreros asociados eran todo lo respetable<br />

; eran la Ley, eran el Derecho. Una

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