Jünger, Ernst - la tertulia de la granja
Jünger, Ernst - la tertulia de la granja
Jünger, Ernst - la tertulia de la granja
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>Ernst</strong> <strong>Jünger</strong> Tempesta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> acero<br />
parecieron agradarle; con un movimiento <strong>de</strong> indiferencia se cubrió <strong>la</strong> cabeza con el capote y <strong>de</strong>jó <strong>de</strong><br />
moverse.<br />
Rompimos <strong>la</strong> formación <strong>de</strong> columna <strong>de</strong> marcha. En trayectorias <strong>la</strong>rgas, netas, se aproximaban<br />
constantemente hacia nosotros, siseando, <strong>la</strong>s ba<strong>la</strong>s; una especie <strong>de</strong> relámpagos <strong>la</strong>nzaba a lo alto, en<br />
remolinos, el suelo <strong>de</strong>l c<strong>la</strong>ro <strong>de</strong>l bosque. No pocas veces había oído yo <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> Orainville el chirriante<br />
sonido <strong>de</strong> f<strong>la</strong>uta que producen <strong>la</strong>s granadas <strong>de</strong> campaña; tampoco allí me pareció especialmente peligroso.<br />
El or<strong>de</strong>n en que nuestra compañía, con <strong>la</strong>s secciones <strong>de</strong>splegadas, se movía ahora sobre el terreno batido<br />
por los disparos producía, por el contrario, una sensación tranquilizadora; pensaba para mis a<strong>de</strong>ntros que<br />
aquel bautismo <strong>de</strong> fuego presentaba un aspecto más trivial <strong>de</strong>l que había esperado. Con un extraño<br />
<strong>de</strong>sconocimiento <strong>de</strong> los hechos volvía en redondo <strong>la</strong> cabeza para mirar con atención los b<strong>la</strong>ncos contra los<br />
que aquel<strong>la</strong>s granadas podían ir dirigidas; no adivinaba que nosotros mismos éramos los objetivos contra<br />
los que con tanto ahínco se disparaba.<br />
—¡Camilleros!<br />
Teníamos nuestro primer muerto. Un balín <strong>de</strong> un shrapnel había <strong>de</strong>sgarrado <strong>la</strong> carótida al fusilero<br />
Stölter. En un abrir y cerrar <strong>de</strong> ojos quedaron empapadas por completo <strong>la</strong>s vendas <strong>de</strong> tres paquetes. El<br />
herido se <strong>de</strong>sangró en pocos minutos. Cerca <strong>de</strong> nosotros estaban <strong>de</strong>senganchando en aquel momento dos<br />
cañones, que atraían hacia allí un fuego aún más nutrido. Un alférez <strong>de</strong> artillería andaba buscando heridos<br />
en el terreno situado <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> <strong>la</strong> trinchera; lo tiró al suelo una columna <strong>de</strong> vapor que se alzó ante él. Se<br />
levantó con lentitud y regresó hacia nosotros con una calma acentuada. Nuestros ojos bril<strong>la</strong>ban al mirarlo.<br />
Empezaba a oscurecer cuando recibimos <strong>la</strong> or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> seguir progresando. Nuestro camino atravesaba<br />
un terreno <strong>de</strong> sotobosque muy espeso, sobre el que llovían los disparos, e iba a dar a uno <strong>de</strong> los<br />
innumerables ramales <strong>de</strong> aproximación; los franceses, mientras huían, habían ido <strong>de</strong>jando esparcidos en él<br />
sus equipos. Cerca <strong>de</strong> <strong>la</strong> al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Les Eparges, sin tener ya <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> nosotros tropas <strong>de</strong> ninguna c<strong>la</strong>se,<br />
nos fue preciso cavar una posición en un duro terreno rocoso. Acabé <strong>de</strong>rrumbándome encima <strong>de</strong> un<br />
matorral y allí me quedé dormido. Medio en sueños, veía a veces cómo <strong>la</strong>s granadas disparadas por una u<br />
otra <strong>de</strong> <strong>la</strong>s dos artillerías enfrentadas trazaban, muy por encima <strong>de</strong> mí, este<strong>la</strong>s con sus espoletas<br />
encendidas.<br />
—¡Arriba, hombre, que nos marchamos!<br />
Me <strong>de</strong>sperté sobre una hierba que estaba húmeda <strong>de</strong>l rocío. Las ráfagas <strong>de</strong> una ametral<strong>la</strong>dora que<br />
pasaban zumbando por el aire nos obligaron a meternos precipitadamente otra vez en nuestro ramal <strong>de</strong><br />
aproximación; allí ocupamos una posición francesa que había sido abandonada y que se encontraba en <strong>la</strong><br />
lin<strong>de</strong> <strong>de</strong>l bosque. Un olor dulzón y un bulto que colgaba <strong>de</strong> <strong>la</strong> a<strong>la</strong>mbrada <strong>de</strong>spertaron mi curiosidad. En<br />
medio <strong>de</strong> <strong>la</strong> nieb<strong>la</strong> matinal salté fuera <strong>de</strong> <strong>la</strong> trinchera y me encontré ante el cadáver dob<strong>la</strong>do sobre sí<br />
mismo <strong>de</strong> un francés. La carne putrefacta, parecida a <strong>la</strong> <strong>de</strong>l pescado, bril<strong>la</strong>ba con un color verdib<strong>la</strong>nco en<br />
el <strong>de</strong>strozado uniforme. Al darme <strong>la</strong> vuelta, retrocedí espantado; junto a mí se hal<strong>la</strong>ba en cuclil<strong>la</strong>s una<br />
figura. Estaba apoyada en un árbol, llevaba puesto el reluciente correaje francés y aún tenía a <strong>la</strong> espalda <strong>la</strong><br />
mochi<strong>la</strong>; ésta se hal<strong>la</strong>ba cargada hasta arriba y una cazue<strong>la</strong> redonda le servía <strong>de</strong> coronamiento. Que no me<br />
<strong>la</strong>s había con una persona viva me lo reve<strong>la</strong>ron <strong>la</strong>s vacías cuencas <strong>de</strong> sus ojos, así como los escasos<br />
mechones <strong>de</strong> pelo <strong>de</strong> su cráneo, el cual era <strong>de</strong> un color gris negro. Había allí otra figura que se encontraba<br />
sentada; <strong>la</strong> parte superior <strong>de</strong> su cuerpo estaba dob<strong>la</strong>da hacia <strong>de</strong><strong>la</strong>nte, sobre <strong>la</strong>s piernas, y parecía como si<br />
acabara <strong>de</strong> <strong>de</strong>rrumbarse. Alre<strong>de</strong>dor yacían docenas <strong>de</strong> cadáveres putrefactos, calcificados, resecos como<br />
momias, petrificados en una siniestra danza macabra. Los franceses tuvieron que aguantar meses enteros<br />
junto a sus camaradas caídos, sin po<strong>de</strong>r enterrarlos.<br />
A lo <strong>la</strong>rgo <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana consiguió el sol atravesar <strong>la</strong> nieb<strong>la</strong>, enviándonos entonces un agradable<br />
calorcillo. Estuve durmiendo un rato sobre el suelo, pero luego <strong>la</strong> curiosidad me empujó a echar un<br />
vistazo a <strong>la</strong> <strong>de</strong>sierta trinchera que el día anterior había sido tomada al asalto. Su suelo estaba cubierto por<br />
montañas <strong>de</strong> víveres, municiones, pedazos <strong>de</strong> armamento, armas enteras, cartas y periódicos. Los abrigos<br />
tenían el aspecto <strong>de</strong> ropavejerías saqueadas. En medio <strong>de</strong> todo aquello yacían los cadáveres <strong>de</strong> valientes<br />
<strong>de</strong>fensores; sus fusiles estaban aún emp<strong>la</strong>zados en <strong>la</strong>s aspilleras. De entre unos ma<strong>de</strong>ros <strong>de</strong>strozados<br />
sobresalía un torso que había quedado aprisionado entre ellos. Cabeza y cuello habían sido arrancados; en<br />
18