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Jünger, Ernst - la tertulia de la granja

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<strong>Ernst</strong> <strong>Jünger</strong> El bosquecillo 125<br />

furioso como un elemento <strong>de</strong> <strong>la</strong> Naturaleza, el Peligro está en todas partes. Abandonado e in<strong>de</strong>fenso se<br />

encuentra el individuo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ese espacio <strong>de</strong> fuego, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> esas re<strong>la</strong>mpagueantes tinieb<strong>la</strong>s. A esto se<br />

aña<strong>de</strong> que es preciso pensar y actuar, adoptar en unos segundos <strong>de</strong>cisiones irrevocables. Estas cosas son<br />

casi siempre muy simples, pero ¿<strong>de</strong> qué sirven cuando uno se encuentra en una situación anímica en <strong>la</strong><br />

que apenas logra recordar su propio nombre?<br />

Pero aquí <strong>la</strong>s cosas están c<strong>la</strong>ras: somos <strong>la</strong> compañía que <strong>de</strong>be acudir obligatoriamente en auxilio <strong>de</strong>l<br />

Bosquecillo 125, hemos visto <strong>la</strong> señal que anuncia el ataque enemigo y, en consecuencia, tenemos que<br />

salir hacia a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte. La tropa se encuentra ya en <strong>la</strong> trinchera, en <strong>la</strong> que se oyen innumerables gritos<br />

nerviosos; a veces quedan ahogados por un proyectil que explota en <strong>la</strong>s cercanías. Los cascos, los fusiles<br />

y <strong>la</strong>s granadas <strong>de</strong> mano producen un característico tintineo al chocar entre sí; los jefes <strong>de</strong> pelotón aúl<strong>la</strong>n<br />

los nombres <strong>de</strong> su gente; mucho más atrás se l<strong>la</strong>ma ya a gritos a los enfermeros. Y en medio <strong>de</strong> todo esto<br />

se acercan una y otra vez los silbidos <strong>de</strong> los proyectiles y <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> <strong>la</strong> trinchera cae como un aguacero <strong>la</strong><br />

tierra que ha sido <strong>la</strong>nzada a lo alto. Hay un <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n tan gran<strong>de</strong> que parece el incendio <strong>de</strong> un teatro.<br />

En el cruce <strong>de</strong> nuestra trinchera con el Camino <strong>de</strong> Puisieux tropiezo con el jefe <strong>de</strong> un pelotón; le<br />

encargo que permanezca allí y cui<strong>de</strong> <strong>de</strong> que nadie se escabul<strong>la</strong>. Luego se da <strong>la</strong> or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> avanzar, que<br />

lentamente va transmitiéndose a aquel<strong>la</strong> barahúnda <strong>de</strong> personas. Me pregunto si <strong>la</strong> or<strong>de</strong>n llegará<br />

correctamente, y aun si llegará siquiera, hasta el último hombre; pero ahora no queda tiempo para<br />

comprobarlo. Sentimos como un alivio el po<strong>de</strong>r echar a andar. Tan pronto como uno pue<strong>de</strong> moverse un<br />

poco, aunque sea en dirección a <strong>la</strong> más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong>sgracia, tiene ya una mayor sensación <strong>de</strong> que le es<br />

posible actuar sobre el Destino.<br />

En toda esta zona <strong>la</strong> única línea bien organizada que lleva hacia a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte es el Camino <strong>de</strong> Puisieux, y<br />

eso explica que se encuentre sometido a un fuego intenso. Como va directo hacia el enemigo y es visible<br />

en toda su longitud, resulta más fácil <strong>de</strong> batir que <strong>la</strong>s trincheras, cuyo trazado es transversal a <strong>la</strong> dirección<br />

<strong>de</strong>l fuego. Es importante, en consecuencia, <strong>de</strong>jar atrás ese trecho <strong>de</strong> terreno lo más rápidamente posible.<br />

Avanzamos a pequeños saltos y en los lugares que ofrecen una mediana cobertura interca<strong>la</strong>mos pausas<br />

para <strong>de</strong>scansar. Por eso, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo nuestra línea se subdivi<strong>de</strong> en pequeños grupos. Schüd<strong>de</strong>kopf<br />

me sigue <strong>de</strong> cerca, naturalmente, y lo mismo hace Schmidt; <strong>de</strong> <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s surge repentinamente también<br />

Otto, <strong>la</strong>nzando un grito incomprensible, aunque en realidad <strong>de</strong>bería estar con su pelotón.<br />

La trinchera ha sufrido ya un gran cambio en este breve espacio <strong>de</strong> tiempo. Nuestros pies se hun<strong>de</strong>n en<br />

<strong>la</strong> tierra b<strong>la</strong>nda que cubre su piso y tropiezan en <strong>la</strong>s gran<strong>de</strong>s pel<strong>la</strong>s <strong>de</strong> tierra que se han <strong>de</strong>sprendido <strong>de</strong> los<br />

talu<strong>de</strong>s. En muchos sitios los proyectiles certeros <strong>de</strong> grueso calibre que han explotado muy cerca <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

trinchera <strong>la</strong> han hundido; en otros, allí don<strong>de</strong> sus talu<strong>de</strong>s estaban reforzados con troncos redondos, se<br />

encuentra tan obstruida que durante algunos trechos cortos nos vemos obligados a correr al <strong>de</strong>scubierto. A<br />

menudo <strong>la</strong> llena una humareda <strong>de</strong>nsa, cuyas b<strong>la</strong>ncas nubes <strong>de</strong>stacan <strong>de</strong> <strong>la</strong> oscuridad produciendo<br />

confusión; el funesto y penetrante olor <strong>de</strong> <strong>la</strong>s explosiones nos oprime el pecho. Al igual que todos los<br />

olores, también éste <strong>de</strong>spierta recuerdos, pero ninguno agradable. En el enfebrecido cerebro bril<strong>la</strong>n <strong>de</strong><br />

repente innumerables momentos parecidos a éste, recuerdos que no afloran a <strong>la</strong> superficie, pero que hace<br />

que <strong>la</strong> noche se vuelva aún más oscura y se pueble <strong>de</strong> sombras inquietantes.<br />

De vez en cuando surge una l<strong>la</strong>marada próxima y <strong>de</strong>slumbradora, luego el Peligro engulle todo lo<br />

<strong>de</strong>más. En muchos sitios <strong>de</strong>l terreno re<strong>la</strong>mpaguean <strong>la</strong>s lenguas <strong>de</strong> fuego <strong>de</strong> los shrapnels, <strong>la</strong>s cuales se<br />

suce<strong>de</strong>n con celeridad; su luz <strong>de</strong> color rojo sangre arranca a <strong>la</strong> oscuridad bancos <strong>de</strong> osci<strong>la</strong>ntes bo<strong>la</strong>s <strong>de</strong><br />

vapor. Las granadas <strong>de</strong> pequeño calibre <strong>la</strong>nzan a lo alto conos <strong>de</strong> fuego parecidos a chorros llenos <strong>de</strong><br />

salpicaduras; por encima <strong>de</strong> ellos centellea, como sobre cálices letales, el hierro ardiente. Entre los<br />

compases rápidos y regu<strong>la</strong>res <strong>de</strong> estas explosiones se interca<strong>la</strong> el más lento y pesado <strong>de</strong> los proyectiles <strong>de</strong><br />

grueso calibre; sus conos <strong>de</strong> humo se extien<strong>de</strong>n como nubes volcánicas y dan lugar a unas formaciones<br />

enormes y sombrías.<br />

Cuando en los lugares intransitables abandonamos <strong>la</strong> trinchera, tenemos ante <strong>la</strong> vista el espectáculo <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> l<strong>la</strong>nura nocturna bombar<strong>de</strong>ada; casi parece <strong>de</strong>masiado formidable ese espectáculo como para que<br />

puedan producirlo seres humanos. Hemos ganado ya mucho terreno y por ello vemos ahora casi en<br />

círculo <strong>la</strong>s benga<strong>la</strong>s disparadas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> primera línea —ésta traza una curva en dirección al Bosquecillo-;<br />

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