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Jünger, Ernst - la tertulia de la granja

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<strong>Ernst</strong> <strong>Jünger</strong> El bosquecillo 125<br />

«rompedoras <strong>de</strong> galerías», como él <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>ma, y que allí yacen, tendidos <strong>de</strong> espaldas, numerosos hombres<br />

que han inha<strong>la</strong>do gas. Desaparece y media hora más tar<strong>de</strong> vuelve a pasar junto a nosotros; lo acompaña<br />

una unidad <strong>de</strong> camilleros que llevan a <strong>la</strong> espalda aparatos respiratorios.<br />

Los enfermeros regresan a última hora <strong>de</strong> <strong>la</strong> tar<strong>de</strong>. Arrastran angaril<strong>la</strong>s fabricadas con lonas, en <strong>la</strong>s que<br />

yacen hombres <strong>de</strong> mirada fija y rostros colorados como <strong>la</strong>s cerezas. De vez en cuando los <strong>de</strong>positan en el<br />

suelo y los alivian haciéndolos respirar <strong>de</strong> pequeñas bombonas <strong>de</strong> oxígeno. Este tras<strong>la</strong>do <strong>de</strong> los<br />

intoxicados tiene algo <strong>de</strong> angustioso y turbador; es como si uno estuviera viendo a unas hormigas<br />

ocupadas con sus crías; transportan a otro sitio <strong>la</strong>s <strong>la</strong>rvas. De <strong>la</strong>s gran<strong>de</strong>s granadas se han escapado gases<br />

<strong>de</strong> óxido <strong>de</strong> carbono; se han acumu<strong>la</strong>do en el sotobosque, don<strong>de</strong> no corre el aire, y han irrumpido luego<br />

en <strong>la</strong>s galerías como arroyos venenosos.<br />

También pasan <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> nosotros, caminando <strong>de</strong>spacio y sin ruido, soldados con heridas que<br />

sangran; como nieve se <strong>de</strong>stacan <strong>de</strong> los sucios uniformes <strong>la</strong>s vendas. Son pocos, <strong>de</strong> todas maneras, pues el<br />

número <strong>de</strong> heridos es escaso cuando caen esos proyectiles <strong>de</strong> grueso calibre. A quien ha sido alcanzado<br />

por alguno <strong>de</strong> sus gran<strong>de</strong>s cascos <strong>de</strong> metral<strong>la</strong> no se le pue<strong>de</strong> prestar ya, <strong>de</strong> ordinario, ninguna ayuda. Pero,<br />

acá y allá, <strong>la</strong> onda expansiva arroja a un hombre contra un árbol, o una rama <strong>de</strong>sgajada <strong>de</strong>rriba a un<br />

segundo, o astil<strong>la</strong>s <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra que vue<strong>la</strong>n <strong>de</strong> un <strong>la</strong>do para otro hieren a un tercero. Cuando uno mismo se<br />

encuentra en el lugar bombar<strong>de</strong>ado no ve muchas <strong>de</strong> estas cosas, pues allí cada cual procura ponerse a<br />

cubierto, en <strong>la</strong> medida en que le es posible. Don<strong>de</strong> <strong>de</strong> verdad se nota <strong>la</strong> eficacia <strong>de</strong>l bombar<strong>de</strong>o es aquí,<br />

don<strong>de</strong> se congregan <strong>la</strong>s víctimas. Los más <strong>de</strong> los heridos parecen tan turbados e idos que no oyen <strong>la</strong>s<br />

pa<strong>la</strong>bras que les gritamos. Otros se quedan parados y dan <strong>la</strong> impresión <strong>de</strong> estar borrachos, pues, nerviosos<br />

y riendo, cuentan multitud <strong>de</strong> cosas incoherentes. Conocemos bien ese estado <strong>de</strong> ánimo. Uno nos dice, al<br />

pasar, que un poco más allá hay un hombre tendido en <strong>la</strong> trinchera. Enviamos dos hombres a que le<br />

presten auxilio y traen a rastras una figura humana inerte en <strong>la</strong> que no po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>scubrir ninguna herida.<br />

Tal vez sea alguien intoxicado por el gas, o acaso un <strong>de</strong>sertor que ha sufrido un ataque al corazón;<br />

también es posible que <strong>la</strong> onda expansiva <strong>de</strong> una granada le haya roto algún vaso sanguíneo. Lo <strong>de</strong>jamos<br />

encima <strong>de</strong> un través.<br />

El tránsito <strong>de</strong> personas va disminuyendo poco a poco. Ha empezado a oscurecer y seguimos sentados<br />

en el cruce <strong>de</strong> trincheras formado por el Camino <strong>de</strong> Puisieux. La tar<strong>de</strong> ha pasado con una rapi<strong>de</strong>z notable.<br />

Los hombres tienen <strong>de</strong>primida <strong>la</strong> moral, pues en <strong>la</strong> oscuridad <strong>la</strong>s trincheras se pueb<strong>la</strong>n <strong>de</strong> misterios y los<br />

peligros parecen multiplicarse y acercarse más todavía. Cuántas veces hemos estado ya sentados como<br />

ahora en <strong>la</strong> oscuridad, unos junto a otros, antes <strong>de</strong> un asalto o <strong>de</strong> un ataque. Los hombres encargados <strong>de</strong>l<br />

rancho traen una or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> <strong>la</strong>s tropas combatientes: «¡Hasta <strong>la</strong>s seis <strong>de</strong> <strong>la</strong> madrugada <strong>de</strong> mañana,<br />

alerta reforzada!». Schüd<strong>de</strong>kopf lleva <strong>de</strong> un <strong>la</strong>do para otro el papel en que está escrita <strong>la</strong> or<strong>de</strong>n y lo trae<br />

luego, una vez que lo han firmado los jefes <strong>de</strong> sección y <strong>de</strong> pelotón. Probablemente no suce<strong>de</strong>rá nada; sin<br />

embargo, se generaliza un <strong>de</strong>sasosiego que, en el silencio <strong>de</strong>l atar<strong>de</strong>cer, se percibe casi como un roce<br />

corporal.<br />

A hora avanzada recorro una vez más <strong>la</strong> trinchera. De<strong>la</strong>nte <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los abrigos los hombres están<br />

<strong>de</strong>dicados a enrol<strong>la</strong>r los capotes, atarlos para formar así el equipaje y sujetar bien en ellos <strong>la</strong>s cacero<strong>la</strong>s.<br />

De<strong>la</strong>nte <strong>de</strong> otro,— un pelotón está <strong>de</strong> pie en <strong>la</strong> trinchera; alguien que se hal<strong>la</strong> en medio está diciendo en<br />

voz baja:<br />

—Así que todo el mundo se coloca el equipo <strong>de</strong> asalto <strong>de</strong> tal manera que pueda cogerlo con sólo<br />

a<strong>la</strong>rgar <strong>la</strong> mano. Tan pronto se dé <strong>la</strong> alerta, todo el mundo se carga el equipo a <strong>la</strong> espalda, se pone el casco<br />

<strong>de</strong> acero, coloca <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l cinturón unas granadas <strong>de</strong> mano y, al tocar yo el silbato, sale inmediatamente<br />

<strong>de</strong>l abrigo. Reparto <strong>de</strong> <strong>la</strong>s guardias: número uno...<br />

Todo parece estar en or<strong>de</strong>n. Me paro una vez más <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> mi abrigo y subo a lo alto <strong>de</strong> <strong>la</strong> trinchera<br />

para echar a cuerpo limpio una mirada al terreno. El silencio es tan profundo que se oye el susurro <strong>de</strong>l<br />

viento en <strong>la</strong> hierba. Resulta casi opresivo este silencio; sería mejor que sonasen al menos algunos<br />

disparos. Todavía intercambio algunas pa<strong>la</strong>bras con el centine<strong>la</strong> para asegurarme <strong>de</strong> que todo se hal<strong>la</strong> en<br />

or<strong>de</strong>n; luego bajo a mi abrigo.<br />

Abajo hay una atmósfera sofocante, el bochorno <strong>de</strong> <strong>la</strong> jornada se ha reconcentrado en este angosto<br />

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