05.06.2013 Views

Jünger, Ernst - la tertulia de la granja

Jünger, Ernst - la tertulia de la granja

Jünger, Ernst - la tertulia de la granja

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>Ernst</strong> <strong>Jünger</strong> El bosquecillo 125<br />

espacio. También Schüd<strong>de</strong>kopf ha tomado <strong>la</strong>s medidas necesarias por si se da <strong>la</strong> voz <strong>de</strong> alerta. Junto a mi<br />

camastro están preparados el guardamapas, <strong>la</strong> pisto<strong>la</strong>, <strong>la</strong> cantimplora y un morral atiborrado <strong>de</strong> cosas.<br />

Miro lo que hay <strong>de</strong>ntro: medio pan, una <strong>la</strong>ta <strong>de</strong> carne, un vaso <strong>de</strong> hoja<strong>la</strong>ta, una pipa, un paquete <strong>de</strong> tabaco,<br />

un cepillo <strong>de</strong> dientes y un <strong>de</strong>lgado volumen <strong>de</strong> <strong>la</strong> editorial Rec<strong>la</strong>m. En el bolsillo exterior metemos cuatro<br />

granadas <strong>de</strong> mano ovoi<strong>de</strong>s y también una pequeña y ap<strong>la</strong>nada botel<strong>la</strong> <strong>de</strong> metal que hace mucho tiempo<br />

arrebaté a un oficial inglés muerto. Siguiendo mi costumbre me siento en el camastro para quitarme <strong>la</strong>s<br />

botas, hasta que <strong>de</strong> pronto caigo en <strong>la</strong> cuenta <strong>de</strong> que nos encontramos en estado <strong>de</strong> alerta. En fin, también<br />

esta noche pasará como <strong>la</strong>s <strong>de</strong>más, estas situaciones se han dado ya muchas veces. Reduzco <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ma <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

lámpara <strong>de</strong> acetileno y, para protegerme <strong>de</strong> los ratones y <strong>de</strong> los pedazos <strong>de</strong> bario que se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l<br />

techo, me cubro <strong>la</strong> cabeza con <strong>la</strong> manta.<br />

Hace tanto calor que, embutido como estoy en el abotonado uniforme, siento que no me es posible<br />

conciliar el sueño. Los pensamientos comienzan a divagar. ¿Deberemos realmente intervenir hoy por <strong>la</strong><br />

noche? Bah, ¿por qué precisamente hoy? Ya otras muchas veces ha sido crítica <strong>la</strong> situación. Mañana<br />

vendrán a relevarnos y serán otros los que habrán <strong>de</strong> apurar esa sopa que ahí <strong>de</strong><strong>la</strong>nte se está cociendo al<br />

fuego; en <strong>de</strong>masiadas ocasiones nos ha tocado ya intervenir, es preciso que también <strong>de</strong>scansemos alguna<br />

vez. El <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong> heridos que hoy por <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> pasó a nuestro <strong>la</strong>do es el culpable <strong>de</strong> que se haya<br />

<strong>de</strong>spertado en nosotros este sentimiento <strong>de</strong> inquietud. Siempre que nos hemos encontrado con tal cantidad<br />

<strong>de</strong> hombres sangrando, echados en <strong>la</strong>s angaril<strong>la</strong>s con <strong>la</strong>s manos juntas, hemos tenido luego que creer en<br />

una intervención inmediata. Resulta extraño que los moribundos se <strong>de</strong>diquen a manipu<strong>la</strong>r sin <strong>de</strong>scanso en<br />

sus guerreras; los médicos l<strong>la</strong>man a esto «<strong>de</strong>shi<strong>la</strong>char <strong>la</strong>na» o «sacar hilos». ¿Qué c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> pensamientos<br />

le rondarán por <strong>la</strong> cabeza a un hombre cuando, tendido en una camil<strong>la</strong>, se pone a fantasear? ¿Acaso<br />

sueños extravagantes que nadie ha contado todavía? Pero hoy no están tan mal <strong>la</strong>s cosas. Lo único que<br />

ocurre es que hace un calor angustioso <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> este abrigo, tan estrecho y lóbrego como un ataúd.<br />

Produce una sensación tonta el estar así solo, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra, separado <strong>de</strong> todo otro ser vivo. ¿Qué<br />

pensarán los hombres cuando el óxido <strong>de</strong> carbono penetra como un río en los pasillos <strong>de</strong> <strong>la</strong>s galerías?<br />

Los pensamientos se <strong>de</strong>scarrían y empiezan a ocuparse con granadas, explosiones y sepultamientos por<br />

<strong>de</strong>rrumbamientos <strong>de</strong> tierra. ¿Por qué, <strong>de</strong> repente, se hace tan difícil el respirar? Ah, sí, es que estamos en<br />

pleno ataque a una pequeña al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> F<strong>la</strong>n<strong>de</strong>s; su incendiado campanario se yergue, como una l<strong>la</strong>ma<br />

espléndida, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> unos árboles ver<strong>de</strong>s y nuestro asalto ha sido tan salvaje que nos fal<strong>la</strong> <strong>la</strong> respiración.<br />

Pero hemos ido <strong>de</strong>masiado lejos; ahora nos encontramos cercados por <strong>la</strong> <strong>de</strong>recha y por <strong>la</strong> izquierda y el<br />

enemigo nos zurra con sus ametral<strong>la</strong>doras, cuyos proyectiles son c<strong>la</strong>ramente visibles como pequeñas<br />

bo<strong>la</strong>s b<strong>la</strong>ncas y rojas. Las b<strong>la</strong>ncas po<strong>de</strong>mos esquivar<strong>la</strong>s, pero no así <strong>la</strong>s rojas, que son mortales. Nos<br />

vemos forzados a replegarnos en medio <strong>de</strong>l tiroteo. Por fin nos <strong>de</strong>tenemos en una hondonada cubierta <strong>de</strong><br />

malezas. Nos persiguen unas granadas <strong>de</strong>moledoras que parecen estar dotadas <strong>de</strong> razón, pues revientan<br />

re<strong>la</strong>mpagueantes en todos los lugares a que nos dirigimos.<br />

—¡Pobre Hensch! —oigo que dice a mi <strong>la</strong>do una voz <strong>de</strong>sconocida-; también él ha caído. Ahí está todo<br />

su cerebro.<br />

Me vuelvo a mirar y encima <strong>de</strong> una p<strong>la</strong>nta parecida a un cardo diviso una masa gris <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> <strong>la</strong> cual se<br />

encuentra <strong>la</strong> b<strong>la</strong>nca espoleta <strong>de</strong> <strong>la</strong>tón <strong>de</strong> una granada. No, aquí no se pue<strong>de</strong> permanecer, ¡hay que irse!<br />

Mientras voy corriendo a toda velocidad noto un golpe en <strong>la</strong> cabeza y presiento que he sido alcanzado por<br />

un casco <strong>de</strong> metral<strong>la</strong> <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s dimensiones; lo advierto en que cada vez me resulta más difícil concebir<br />

un pensamiento. Ay, no sabía yo cuántas fatigas se encierran en los pensamientos; vivimos cual seres <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong>s profundida<strong>de</strong>s marinas, ignorantes <strong>de</strong> los enormes pesos que soportamos. Sigo corriendo, a pesar <strong>de</strong><br />

todo, hasta que me encuentro a salvo junto a una cocina <strong>de</strong> campaña. Allí se ha congregado ya un buen<br />

número <strong>de</strong> fugitivos; están hambrientos y aguardan a que se levante <strong>la</strong> tapa<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>l cal<strong>de</strong>ro. Me<br />

encomiendan que les llene <strong>de</strong> arroz los p<strong>la</strong>tos. Incapaz <strong>de</strong> pensar, coloco <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l cal<strong>de</strong>ro mi cabeza, en<br />

vez <strong>de</strong> los p<strong>la</strong>tos. Luego vuelvo a echar los granos <strong>de</strong> arroz en los p<strong>la</strong>tos y, horrorizado, me doy cuenta <strong>de</strong><br />

que en medio <strong>de</strong> los granos flotan pequeños grumos <strong>de</strong> sangre. Lleno <strong>de</strong> miedo, intento removerlos con<br />

<strong>la</strong>s manos, para que los <strong>de</strong>más no lo noten, pues tengo <strong>la</strong> sensación <strong>de</strong> estar a merced <strong>de</strong> su maldad, ya<br />

que, por mucho que me esfuerce, soy incapaz <strong>de</strong> concebir el más mínimo pensamiento, incapaz <strong>de</strong> buscar<br />

razones con que po<strong>de</strong>r disculparme y <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme.<br />

48

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!