Textos críticos - Fundación César Manrique
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<strong>César</strong> <strong>Manrique</strong><br />
pintando<br />
Alegoría<br />
de la isla,<br />
Parador de Turismo<br />
de Arrecife,<br />
Lanzarote, 1950.<br />
esquina, una lámpara de formas singulares, a la que añade varios<br />
faroles. Se trata de su primera intervención documentada, que<br />
pudo verse completada con un segundo mural, frente al anterior,<br />
según testimonios de la época, que no han podido verificarse gráficamente.<br />
A finales de 1950, pinta dos grandes murales para el Parador<br />
Nacional de Arrecife (Lanzarote) —uno emplazado en la cafetería y<br />
otro en el comedor—, construido en La Marina de la ciudad por el<br />
arquitecto José Enrique Marrero Regalado, e inaugurado oficialmente<br />
a mediados del año siguiente. En la pieza de la cafetería,<br />
Alegoría de la isla, <strong>Manrique</strong> plantea un “poema del tiempo” lanzaroteño,<br />
un relato de la evolución geológica y antrópica, paisajística,<br />
al fin y al cabo, de la isla. La secuencia incluye, cuidadosamente<br />
seleccionados, volcanes, erupciones, arqueología prehispánica<br />
—quesera, petroglifo, altar—, figuras humanas del lugar, cultivos<br />
17 En 1954, Sebastián Jiménez Sánchez publicó una reseña descriptiva sobre los murales que merece<br />
la pena reproducir: “Recientemente hemos estado en el magnífico y acogedor Parador Nacional de<br />
Arrecife de Lanzarote, modelo entre los de su clase, que une a su ejemplar organización la valoración<br />
artística que el distinguido pintor lanzarotense, <strong>César</strong> <strong>Manrique</strong>, ha sabido dar a los espléndidos y<br />
representativos murales del Bar y Comedor, que constituyen auténticas semblanzas cromáticas del paisaje<br />
y de la vida en la isla atormentada por los volcanes, en la antigua Titeroigatra o Torcusa.<br />
[…]<br />
El friso mural del Bar, perfectamente enmarcado por el arquitecto Marrero Regalado, es una pintura que<br />
representa certera y bellísimamente el poema del tiempo, tan interesante en la isla de Lanzarote, por<br />
representar precisamente, como un pasaje, primero: los volcanes en plena erupción con todo el clima<br />
trágico del momento en que los aborígenes desesperados derramaban leche en la ‘Quesera de los<br />
majos’, mesa–altar de las ofrendas, en honor de la Suprema Deidad, para aplacar la furia de los volcanes.<br />
Le siguen en primer plano dos toscos y discretos desnudos, acentuados por sus formas rotundas,<br />
debidas a la lucha constante de los volcanes y de los vientos; tras de ellas destaca el simbolismo litúrgico<br />
de un menhir, gris-verdiguinoso por la orchilla, ostentando el petroglifo de Zonzamas, que hemos<br />
descubierto totalmente, incorporándolo al acervo arqueológico de las islas, y estudiándolo y valorizándolo;<br />
luego se encuentra el volcán ya apagado, dejando en el paisaje una quietud y un reposo en los<br />
cultivos de enarenados, donde el hombre, después de las erupciones, empieza a investigar qué medios<br />
tiene que lograr para mejor obtener el dificilísimo y milagroso fruto de la tierra lanzaroteña. En primer<br />
plano se encuentra también la majestuosa figura de un camello tuchido, y junto a él un grupo muy<br />
La fábrica del artista moderno • Fernando Gómez Aguilera • 27<br />
enarenados, camello, asno, cerámica, pitera, frutos… Una especie de<br />
mapa simbólico que representa, sintéticamente, la faz física de<br />
Lanzarote contemplada en la perspectiva de su génesis, tierra adentro.<br />
El mural ubicado en el antiguo comedor, conocido como El viento,<br />
la pesca y la vendimia, se compone de tres escenas autónomas,<br />
de corte costumbrista. Recogen, fragmentariamente, pero con voluntad<br />
emblemática, aspectos de las labores agrícolas en lucha permanente<br />
con los alisios atlánticos; la actividad de un grupo de pescadores<br />
con sus capturas, ataviados al modo tradicional; y, por último,<br />
un episodio de recogida de la uva. De nuevo, aparece, bien escogido,<br />
un amplio repertorio iconográfico: campesinos y marineros vestidos<br />
con la indumentaria característica de sus labores, peces, barcas,<br />
lagar, tunera, hojas de parra, volcanes, palmas… 17 . Se trata de<br />
motivos insulares que ya habían tenido presencia reiterada tanto en<br />
el mural del Casino de Arrecife como en diversos dibujos y pinturas<br />
de los años anteriores, fruto de sus primeras incursiones plásticas.<br />
armonioso integrado por una mujer ataviada con sombrero de paja y sobre-todo negro con flecos al<br />
viento, y una niña con sombrero ‘quita-sol’ sobre un asno, en escorzo muy expresivo, que luce alforja<br />
colorinesca; cerámica pintada de los antiguos talleres alfareros de Muñique, frutos carnosos de la tierra<br />
y pita; y, luego, el volcán más antiguo, erosionado por el tiempo y por las manos del hombre para sacar<br />
las arenas mágicas o lapillis que sirven para los peculiarísimos y originales ‘enarenados’ de la isla.<br />
Este motivo mural es todo un poema del tiempo en la Isla de los Volcanes, representando cada<br />
momento de su estado eruptivo en armonía con las costumbres de cada fase volcánica.<br />
Completa la atractiva decoración del Parador Nacional de Arrecife, en su sala comedor, las pinturas<br />
murales, plenas de luz, colorido y simbolismo, que el autor llama ‘El viento, la pesca y la vendimia’.<br />
La primera sintetiza la original modalidad agrícola de los ‘enarenados’ en lucha constante con el<br />
viento, la desolación y el sacrificio de vivir en un ambiente inhóspito de sequedad, de brisote y de<br />
arenas voladoras; el esfuerzo de una campesina, en unión de dos pequeños hijos, en lucha titánica<br />
con el ambiente, da emoción a tan sugestivo paisaje. El segundo mural del comedor representa, con<br />
realismo extraordinario, las escenas de un grupo de pescadores que recogen de entre las mallas de<br />
sus trasmallos las especies merluza, mero, vieja, salmón, etc. En este mural destaca sobremanera el<br />
típico atuendo femenino y el peculiar sombrero de palma, afonilado, del hombre. El tercer mural es<br />
más barroco, jugoso y dulce; representa la vendimia con su lagar, con sus uvas, con sus hombres y<br />
mujeres. Es una pintura de colores verdes tiernos, negros y violáceos y de tonalidades encarnadas y<br />
áureas que atraen y sugestionan”. Sebastián Jiménez Sánchez, “Las pinturas murales del Parador<br />
Turístico de Arrecife”, Falange, Las Palmas de Gran Canaria, 19 de enero de 1954.<br />
<strong>César</strong> <strong>Manrique</strong><br />
pintando el mural<br />
El viento, la pesca y<br />
la vendimia en el<br />
Parador de Turismo<br />
de Arrecife,<br />
Lanzarote, 1950.