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Textos críticos - Fundación César Manrique

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primordial e irrenunciable, la tendencia hacia la abstracción de las<br />

figuras es mayor, como mayor es así mismo la renuncia a plantear<br />

la existencia de una escena vinculable al sistema representativo<br />

convencional o tradicional. <strong>Manrique</strong>, bien por coincidencia en una<br />

vía propia, bien por asimilación desde el conocimiento de obras<br />

concretas, posee en común con la figuración lírica el gusto por la<br />

tinta diluida y por el esbozado, los efectos de inmediatez y de transparencia<br />

y un latente sentido del goce en la realización que, transmitido<br />

al espectador, quiere inducir a la empatía en torno a un<br />

determinado élan vital: el bienestar de sentirse parte del fluir existencial,<br />

la fruición de lo descrito y el acuerdo con el ambiente evocado<br />

a través de los materiales plásticos. Pero, como siempre en<br />

<strong>Manrique</strong>, la exaltación de los rasgos vernaculares lanzaroteños es<br />

más poderosa que cualquier otra determinante. Es por ello que el<br />

énfasis figurativo y descriptivo de sus obras es mayor, pues sin duda<br />

el artista quiere que aquello que cita visualmente sea de inmediato<br />

reconocido por el espectador y no sea confundido con ninguna otra<br />

geografía ni con ningún otro escenario.<br />

Además, en realidad, y sin solución de continuidad entre unos trabajos<br />

y otros, como si todas las referencias que hoy consideramos<br />

diacrónicas se mostraran en simultaneidad o como si el artista<br />

tuviese la capacidad de ir muy rápido en lo que está experimentando<br />

y en los caminos que está recorriendo, <strong>Manrique</strong> se refiere de<br />

modo peculiar y muy personal a la figuración lírica de la segunda<br />

mitad de los años veinte para acercarse de inmediato al espacio<br />

creativo al que el entorno de los artistas promovidos por los Cahiers<br />

d’Art arribaron en la posguerra. Y si bien es cierto que algún monotipo<br />

de <strong>Manrique</strong> es claramente boresiano, si miramos con un sentido<br />

más amplio, lo que percibimos es que el artista se está<br />

acercando a todos aquellos creadores radicados en París que, aun<br />

asumiendo como primordial la herencia de Matisse, vinieron a<br />

situarse, no sin recovecos en la continuidad de algunas posiciones<br />

esenciales del cubismo: más que de el cubismo, de lo cubista;<br />

mejor que del cubismo de Picasso y Braque, del cubismo de la<br />

escuela cubista propiamente francesa. Estos pintores, ante la situación<br />

creada por la Segunda Guerra Mundial, realizaron una rápida<br />

toma de conciencia no exenta de prurito nacionalista y de afirmación<br />

de lo moderno en un momento sombrío: en 1941, en plena<br />

ocupación alemana, se presentaron al público en París, en la galería<br />

Braun, bajo el rótulo Veinte jóvenes pintores de la tradición<br />

francesa. Un rótulo, como ha señalado Bernard Ceysson, tan explícito<br />

como ambiguo, sobre todo por mezclar las nociones de juventud<br />

y tradición, y por afirmar como tradición francesa un cierto<br />

<strong>César</strong> <strong>Manrique</strong> en los años cincuenta • Eugenio Carmona • 103<br />

sentido de lo moderno 17 . Lo más interesante de esta muestra de<br />

1941 se volvió a reunir en 1943, esta vez en la Galerie de France, en<br />

la exposición Doce pintores de hoy. Allí estuvieron Bazaine, Bores,<br />

Estève, Fougueron, Gischia, Lapique, Le Moal, Manessier, Pingnon,<br />

Robin, Singier y Villon. Ellos en buena medida vinieron a constituir<br />

lo que aún en tiempos bélicos y a renglón seguido en la inmediata<br />

posguerra de la Segunda Guerra Mundial fue conocido como<br />

Escuela de París 18 . La denominación alcanzó entonces su pleno<br />

sentido o su sentido más auténtico, pues no hacía una vaga referencia<br />

a la concurrencia en un lugar sino que connotaba rasgos de<br />

estilo o de poética.<br />

Cuando <strong>Manrique</strong> viajó a París 19 , en 1953, conoció este mundo. El<br />

anuncio a la prensa de que preparaba una exposición para la galería<br />

Louis Carré 20 , aunque luego el proyecto no se llevara a cabo, así<br />

lo confirma, pues Louis Carré en los años cincuenta recogió el testigo<br />

de la Galerie de France en el interés y la promoción de este tipo<br />

de pintura y de pintores; pintura y pintores que, además, alcanzaron<br />

en este momento sus mejores estimaciones críticas y comerciales.<br />

Ceysson 21 ha recordado, por ejemplo, la importancia que estos<br />

artistas tuvieron en el pensamiento crítico de Pierre Francastel<br />

quien, tras mucho escribir sobre ellos, al cabo, años más tarde, en<br />

Pintura y sociedad, los situó, nada más y nada menos, como punto<br />

de llegada de la nueva concepción del espacio plástico surgida con<br />

el postimpresionismo. Dada la gran difusión internacional de la<br />

obra de Francastel la consideración no era pequeña. También<br />

merece la pena recordar ahora el espacio dedicado a este tipo de<br />

17 En “L’histoire et la mémoire: tradition et modernité“, L’Art en Europe. Les Années décisives.<br />

1945-1953, Saint-Étienne, Skira y Musée d’Art Moderne de Saint-Étienne, 1987, páginas 25 y<br />

siguientes.<br />

18 Evidentemente, a los nombres citados habría que añadir, en cierto sentido, y aunque ya no trabajen<br />

en la capital francesa, los de Picasso, Matisse y Braque, y muy especialmente en el elenco<br />

debería hacerse lugar especial para Nicolás de Staël. Por otro lado, es cierto que tanto el concepto<br />

como el rótulo Escuela de París son discutibles. El valor que aquí se otorga al término Escuela de<br />

París es ante todo instrumental, pero al mismo tiempo recoge, como ha quedado expuesto, el sentido<br />

formal y estilístico de una cierta tradición pictórica de lo moderno.<br />

19 De nuevo son pocos los datos de los que disponemos acerca de un acontecimiento importante<br />

en la vida del artista. Sería conveniente investigar más a fin de aclarar todas estas cuestiones tal<br />

como se hace, por parte de los historiadores, con cualquier otro creador de la relevancia de<br />

<strong>Manrique</strong>.<br />

20 Que sepamos, <strong>Manrique</strong> nunca llegó a exponer en la galería Carré. Quizás la primera noticia o<br />

el primer anuncio por boca del propio artista de que tal muestra se llevaría a cabo se ofreció en unas<br />

breves declaraciones concedidas al diario de Las Palmas de Gran Canaria, Falange, y publicadas el<br />

6 de octubre de 1953. En ellas el artista afirma que está preparando dicha exposición y comenta que<br />

ha estado en París “dos meses”. La estancia parisina de <strong>Manrique</strong>, por lo tanto, no fue larga. Se<br />

puede pensar que no fue lo suficientemente duradera como para proporcionar una impronta y, por<br />

tanto, toda la relación de <strong>Manrique</strong> con la nueva Escuela de París debió producirse por otras vías de<br />

información y captación, especialmente a través de revistas y publicaciones. A lo largo de este<br />

mismo año, y también al año siguiente, <strong>Manrique</strong> seguiría comentando en la prensa local su proyecto<br />

de exponer en la galería de Louis Carré. Por cierto que en la entrevista citada, <strong>Manrique</strong> muestra<br />

ya una preocupación por el urbanismo y la estética pública de Arrecife y de Lanzarote realmente<br />

fuera de lo común.<br />

21 En Ceysson, obra citada, nota 17.

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