Textos críticos - Fundación César Manrique
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104 • CÉSAR MANRIQUE • 1950 - 1957<br />
experiencia artística por René Huyghe y Jean Rudel en la conocida<br />
y enciclopédica síntesis de El arte y el mundo moderno. Y, en fin, las<br />
revistas francesas de la inmediata posguerra habían convertido a<br />
estos artistas en protagonistas de la última instancia de la modernidad,<br />
aunque bien es cierto que la rápida difusión del informalismo<br />
y el acrecentado dominio norteamericano modificaron<br />
sustancial e inesperadamente el rumbo de unas perspectivas en<br />
principio inmejorables. Es así que cuando <strong>Manrique</strong> llegó a París,<br />
este medio artístico, ya con una década de actuaciones a sus espaldas,<br />
vivía una singular paradoja: la presencia social de la tendencia<br />
estaba en su apogeo y, al mismo tiempo, la pertinencia histórica<br />
de su propuesta estaba empezando a agotarse y no señalaba con<br />
claridad premisas de porvenir 22 . <strong>Manrique</strong>, por tanto, conoció la<br />
herencia de lo que denominamos Escuela de París en un momento<br />
tan álgido como terminal. No debió, sin embargo, importarle<br />
mucho toda esta sociología del gusto. Bien es cierto que el propio<br />
artista, en torno a los años 1955 ó 1956, casi eliminó de su plural<br />
repertorio las asimilaciones de la Escuela de París. Pero el asunto<br />
—lo importante del asunto— es que, además de realizaciones concretas<br />
en las que notamos que se sentía muy a gusto, lo que al<br />
artista canario le interesaba de todo este entorno creador era otra<br />
cosa y logró obtenerla.<br />
A principios de los años ochenta, la mayor parte de la crítica, casi<br />
rozando la unanimidad, al recuperar todo este espacio histórico —el<br />
de los años cuarenta y cincuenta — y al constatar cómo los intereses<br />
de la pintura heredera de las primeras vanguardias fueron sustituidos<br />
por los del informalismo, no dejó de señalar el hueco de una<br />
pérdida. No me refiero meramente a las permutaciones sociales y<br />
culturales que implicaron el cambio de referencias de lo parisino a<br />
lo neoyorquino. La pérdida también fue de otro tipo. La práctica del<br />
informalismo y de la abstracción lírica, salvo en los casos en los que<br />
fue estimulada por el lirismo orientalista o por el panteísmo, estuvo<br />
teñida por la vecindad con el existencialismo y con algunas formas<br />
del pensamiento negativo. Por el contrario, entre los continuadores<br />
de la Escuela de París, desde el ejemplo explícito del Picasso de<br />
Antibes y del Matisse de Niza, la vinculación entre la práctica de la<br />
pintura y la afirmación de la joie o de la bonheur de vivre era completa.<br />
Esta afirmación fue la que debió interesar especialmente a<br />
<strong>Manrique</strong>, y debió interesarle por temperamento y por proyecto; es<br />
22 Precisamente, en 1955, fecha de la muerte de Nicolás de Staël, por un lado, y de la mejor divulgación<br />
de los escritos de Michel Tapié, por otro, suele situarse el giro, o mejor, la inclinación de la<br />
balanza de intereses entre los más audaces mentores de lo moderno, del epigonismo de la síntesis<br />
heredada del cubismo y del fauvismo, a la elección del arte matérico, del informalismo y de la abstracción<br />
lírica como mejor representante del arte de posguerra.<br />
decir, por carácter personal y por desiderátum para su obra artística.<br />
Un desiderátum que no fue otro que el de afirmar en positivo los<br />
valores plásticos y estéticos inmanentes de una isla entendida como<br />
auténtica patria de su existencia.<br />
Desde este primado del fluir vitalista y solar, no es sorprendente<br />
que <strong>Manrique</strong> adelantara su vinculación estética con los parámetros<br />
de la herencia de la Escuela de París en dos bodegones, dos<br />
monotipos, de 1952, cuyos títulos se desconocen, pero que podríamos<br />
denominar Bodegón de las sandías y las manzanas y Bodegón<br />
frutal canario. En ellos queda claro que <strong>Manrique</strong>, aun conocedor<br />
de los parámetros y las exégesis profundas del entorno plástico en<br />
el que se involucraba, no rehuía el encuentro con lo decorativo. O<br />
dicho de otro modo: en ambos monotipos parece claro que<br />
<strong>Manrique</strong>, al implicarse en una estética que más que vitalista parece<br />
en ocasiones hedonista, no tiene reparos en la inmediata correlación<br />
de sus producciones con espacios cercanos al de las artes<br />
aplicadas, pues todo hedonismo se resuelve al fin y al cabo en los<br />
hechos concretos de la vida diaria. De hecho, en 1953, el artista<br />
produjo sus primeros bocetos para ser estampados en tejidos producidos<br />
por Gastón y Daniela, y no fue <strong>Manrique</strong> el único artista de<br />
su contexto interesado en estas implicaciones inmediatas y prácticas<br />
de su experiencia plástica 23 .<br />
Teniendo esto en cuenta, si en Desnudo azul, y en alguna medida en<br />
Marinera roja, <strong>Manrique</strong> está cercano a la figuración lírica de los<br />
años veinte; si en Noche del Malpaís existe un encuentro de los<br />
principios de tal figuración lírica con el imperativo del paradigma de<br />
lo nativo; si en el Bodegón de las naranjas <strong>Manrique</strong> hace una clara<br />
cita del Bores de los años cincuenta y si, en fin, en estos dos monotipos<br />
de 1952 queda claro que uno de los intereses del artista al<br />
acercase a este tipo de pintura y a su herencia en la posguerra residía<br />
—también— en la posibilidad de utilizar sus recursos estéticos en<br />
el marco de las artes aplicadas, todo ello muestra cómo el imaginario<br />
plástico de <strong>Manrique</strong> podía moverse de un registro a otro de la<br />
tarea creativa, esto es de la concepción de la pintura como epítome<br />
de las Bellas Artes al marco más cotidiano de las artes decorativas<br />
sin dilaciones ni sobresaltos, con perfecta naturalidad, y siempre con<br />
23 Para Gastón y Daniela también diseñaron estampados, por ejemplo, Jesús de la Sota, Arcadio<br />
Blasco o Luis Feito. Los estampados de <strong>Manrique</strong> se extenderían al menos hasta 1955. Curiosamente,<br />
un estampado de esta fecha, el titulado Cerámica y gallo, muestra una clara sintonía con la obra de<br />
Bores en los mismos años. Fueron los arquitectos, quizás, los más preocupados por las aplicaciones<br />
de lo moderno al marco de la vida diaria, de los objetos de consumo y de los ambientes colectivos.<br />
En realidad, todo este aspecto de la creación española de los años cincuenta está aún por descubrir<br />
o por divulgar. A este respecto, las investigaciones y escritos de Patricia Molins y de Carlos Pérez han<br />
sido especialmente reveladores.