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estable. En 1507, no había en la isla “ni iglesia<br />

ni clérigo” y, cuando a fines de este siglo,<br />

ya existía una iglesia provisional, de madera,<br />

continuaba sin tener un sacerdote. Contractualmente,<br />

era obligación del capitandenatário<br />

asegurar la presencia de un<br />

párroco permanente en la isla. Mientras tanto,<br />

los benefícios de la donación eran insuficientes<br />

para sufragar por sí mismos aquel<br />

encargo y la parroquia no disponía de rendimentos<br />

propios que estimulasen el desplazamiento<br />

de un sacerdote. Un padre agustino<br />

de principios del siglo XVIII apuntaba<br />

también, aunque disimuladamente, con el<br />

dedo al propio obispo de la diócesis y a la<br />

codicia de los clérigos: “No será grande la<br />

culpa de los obispos de São Tomé, de que<br />

siendo suyas las ovejas [de Annobón], no<br />

cuiden de su remedio, porque tal vez no habrá<br />

clérigo que quiera ir para allá a vivir degradado<br />

para siempre. Y como los intereses<br />

son pocos (que de haberlos no faltaría quien<br />

allá quisiese asistir) ni tampoco el espíritu<br />

es mucho para moverlos para ir con el celo<br />

del servicio de Dios y a encaminarlos para el<br />

Cielo y acudir a aquella gran necesidad en<br />

que los señores obispos pudieran también<br />

poner algún cuidado”. Obispos y denatários<br />

habían llegado, como todo, a una solución<br />

de compromiso. Teóricamente, una vez al<br />

año (aunque en la práctica, en intervalos<br />

mucho mayores) uno o, excepcionalmente,<br />

dos sacerdotes de São Tomé visitaban la<br />

isla, demorándose algunos días (a expensas<br />

del denatário, en razón de un cruzado por<br />

día) para confesar y administrar los sacramentos<br />

a sus habitantes. También pasaron<br />

allá algunos agustinos descalzos, no sabemos<br />

si en estancias temporales o bien en<br />

misiones más estables. Fuera de eso, durante<br />

largas temporadas, los annobonenses<br />

quedaron dependientes, en términos de<br />

asistencia religiosa oficial, de la presencia<br />

de algún sacerdote católico en los navíos<br />

que ahí pasaban en tránsito, si bien, para<br />

desilusión de los habitantes, casi todas las<br />

embarcaciones provenían de naciones reformistas.<br />

Aunque ya antes fuese señalada su<br />

presencia esporádicamente, serían los capuchinos<br />

italianos, quienes, entre 1724 y<br />

1753, y con grandes intervalos, aseguraron<br />

las funciones sacerdotales en Annobón,<br />

practicando, aparentemente, un tipo de misión<br />

bastante más tolerante en relación a la<br />

moralidad local e incluso, a las prácticas<br />

religiosas. Eso hizo que fuesen bien aceptados<br />

por la población, que guardó durante<br />

mucho tiempo una memoria positiva de los<br />

“barbadinhos”. Pero todo esto no quiere decir<br />

que no hubiera también conflictos con los<br />

miembros de esa orden religiosa. El primer<br />

capuchino que fue allá enviado a título per-<br />

manente, en 1724, desde São Tomé, Fray<br />

Bernarde Siciliano, un “hombre maduro”, no<br />

aguantó más de un año y se embarcó en un<br />

navío que pasaba en tránsito a Pernambuco.<br />

Habiendo regresado después a São Tomé<br />

dijo que “no le era posible estar sólo entre<br />

negros”, mientras que otros afirmaban “que<br />

salía de dicha isla por las razones que tuvo<br />

con un negro que estaba sirviendo de capitan-mor”.<br />

Por aquel tiempo, Annobón estaba,<br />

de hecho, en gran agitación social. En el<br />

paso del siglo XVII al siglo XVIII, en un año<br />

que no es posible concretar todavía, salió<br />

(¿o fue expulsado? ¿o muerto?) el representante<br />

portugués en la isla y la población negra<br />

no sólo ganó definitivamente su estatuto<br />

de libertad individual sino que adquirió, colectivamente,<br />

una autonomía total. Con esas<br />

alteraciones parece coincidir un periodo de<br />

ausencia eclesiástica, de modo que la población<br />

quedó del todo entregada a sí misma,<br />

resultando de esto no sólo consecuencias<br />

políticas como, eventualmente, también<br />

religiosas. Sorprendentemente, ni el denatário<br />

portugués ni el propio Estado mostraron<br />

gran preocupación por esta isla de negros<br />

“levantados” (revoltosos) ni siquiera dado el<br />

posible efecto de contagio que podían tener<br />

sobre las islas vecinas. Serían precisas varias<br />

décadas para reconocerlo, lo que probablemente<br />

sólo sucedió frente a la concu-<br />

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