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ción (por el contrario, decían estos, el comportamento<br />

de los capuchinos italianos sería<br />

ejemplar) y de que abrían el camino para el<br />

dominio de la isla y a la posterior esclavización<br />

de sus habitantes. Vale la pena resaltar<br />

el hecho de que los dos sacerdotes fueran<br />

negros no les benefició de ninguna manera,<br />

viéndose acusados de ser falsos padres<br />

(puesto que en la isla habían estado sólo<br />

sacerdotes blancos) y de que de aquel modo<br />

escondieran su verdadera condición de esclavos<br />

enviados para espiarlos. Durante casi<br />

un año, estuvieron prácticamente refugiados<br />

en su casa y, después que, en febrero de<br />

1772, llegó el navío enviado para reabastecerlos,<br />

regresaron, o bien fueron obligados a<br />

regresar a São Tomé. Habían transcurrido<br />

diciséis meses completamente inútiles desde<br />

el punto de vista apostólico. Y ocurría<br />

también que los dos clérigos tenían algún<br />

sentimento de culpa por ese hecho, el fracaso<br />

final del proyecto diseñado por Lisboa<br />

para asegurarse el control efectivo de la isla.<br />

Este fracaso motivó seguramente las negociaciones<br />

portuguesas de Tratado de San Ildefonso<br />

(octubre de 1777), confirmado por<br />

el Tratado del Pardo (marzo de 1778), cuyo<br />

contexto político no cabe recordar aquí, por<br />

el cual, Portugal cedía a España los derechos<br />

sobre las islas de Annobón y Fernando<br />

Poo (la actual Bioko). Para España era, literalmente,<br />

“poner una pica en África”, mientras<br />

que Portugal satisfacía también algunos<br />

intereses estratégicos. Aunque más difícil<br />

era pasar de las intenciones a la práctica,<br />

tal como mostraron después las ceremonias<br />

de transmisión de poderes. En Fernando<br />

Poo, un adolescente fue el único testimonio<br />

del acto oficial; en Annobón la población se<br />

amotinó y ambas delegaciones oficiales, la<br />

portuguesa y la española, fueron humilladas<br />

y obligadas a retirarse. España haría aún<br />

una tentativa de ocupación de Fernando Poo<br />

(fallida, por lo demás), mas Annobón quedó<br />

entregada a su suerte, en un aislamiento<br />

casi completo, si descontamos los navíos<br />

mercantes (algunos, dedicados al tráfico<br />

clandestino de esclavos) que allá alcazaban<br />

para hacer su reabastecimento, incluyendo<br />

las embarcaciones bajo pabellón español. Ni<br />

tampoco se llegaron a concretar, por diversas<br />

razones, los proyectos misioneros para<br />

la evangelización de la isla (en 1851 y 1856).<br />

Tan sólo en 1858 se inicia, y de forma aún<br />

incipiente, la colonización efectiva de aquellas<br />

islas ecuatoriales españolas, siendo<br />

enviado para Fernando Poo el primer gobernador<br />

residente. Mientras tanto, Annobón<br />

apenas mereció una visita de paso del goberrnador<br />

y cinco brevísimas estancias, por<br />

parte de los padres de la Compañía de Jesús,<br />

con el fin de bautizar y de administrar<br />

los otros sacramentos. Los primeros misioneros<br />

españoles en residir en Annobón fueron<br />

los claretianos quienes, en agosto de<br />

1885, se instalaron definitivamente, abriendo<br />

el camino a las futuras autoridades administrativas.<br />

La reacción de la población<br />

ante la presencia de los misioneros españoles,<br />

tras una recepción amable en los primeros<br />

dias, fue, todavía, de franca hostilidad.<br />

Pero la comunidad había perdido ya la vitalidad<br />

de otros tiempos; la esclavitud (por lo<br />

menos la esclavitud formal) ya no era una<br />

amenaza; la isla sufría, desde mitad del siglo<br />

XIX, carencias de toda especie y los an-<br />

nobonenses fueron aceptando, aunque con<br />

gran resistencia y entre muchas reservas, la<br />

presencia extranjera; apenas religiosa primero,<br />

y después, también política. Dígase de<br />

paso que los nuevos sacerdotes, tras un período<br />

de franca intolerancia, acabararon por<br />

mostrarse, a veces incluso contra su voluntad,<br />

contemporizadores con las costumbres<br />

y las prácticas mágico-religiosas locales, lo<br />

cual permitió, además, que llegaran a nuestros<br />

días, al margen da Iglesia oficial, unos<br />

comportamientos religiosos muy específicos,<br />

de los que tenemos noticia, por lo menos,<br />

desde el siglo XVIII, pero que son seguramente<br />

anteriores. No puede entonces<br />

admirarnos que asumieran unas características<br />

propias las formas de religiosidad,<br />

dado que la isla estuvo libre de cualquier<br />

control político europeo entre 1700 y 1885 (o<br />

un poco más), es decir, que durante casi<br />

200 años seguidos, desde el punto de vista<br />

religioso, durante casi el mismo período,<br />

salvo los pasajes de circunstancia y las estadías<br />

puntuales, no tuvo contacto directo,<br />

ni mucho menos estable y vinculante, con<br />

las instituciones religiosas oficiales. El abordaje<br />

de esas formas de religiosidad, en las<br />

que la componente de los cultos tradicionales<br />

africanos recuperó un papel decisivo,<br />

exige un desarollo para el que, infelizmente,<br />

no disponemos aquí de espacio para tratar.<br />

Sin embargo, ayudan a explicar la tenaz resistencia<br />

que la población de Annobón levantó<br />

frente a la instalación permanente de<br />

misioneros y a la reocupación de la isla por<br />

parte de las potencias europeas.<br />

Arnildo Caldeira<br />

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