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encia de naciones extranjeras, que la<br />

posición estratégica de Annobón no era desdeñable.<br />

A partir de 1734, se inició el proceso<br />

de integración en los bienes de la Corona<br />

de la donataria de Annobón, aunque, pese a<br />

las eventuales protestas del denatário, tan<br />

sólo en 1743 se consideró que ésta pasaba<br />

para el Estado, cuando fueron enviadas las<br />

órdenes al gobernador y al oidor general de<br />

São Tomé para que dispusieran de un rendimento<br />

y asegurasen el señorío de la isla en<br />

nombre del monarca. Las iniciativas tomadas<br />

en ese sentido fracasarían por completo.<br />

Se envío a un sacerdote agustino descalzo<br />

para tomar posesión oficial de la isla<br />

(1744). El gobernador de São Tomé y Príncipe<br />

destacó a un representante suyo con el<br />

mismo fin (1755). Lisboa mandó a Fr. Francisco<br />

Pinto da Fonseca, un profeso de la<br />

Orden de Cristo, como párroco misionero de<br />

la isla de Annobón, el cual debería abrir el<br />

camino inmediato al teniente ingeniero José<br />

António Caldas quien procuraría tomar, en<br />

seguida, la posesión de la isla (1757). Los<br />

tres proyectos fracasaron debido a la resistencia<br />

de los anobonenses, quienes proclamaron<br />

alto y fuerte que lo que pretendían<br />

aquellos portugueses era su tierra, ya fueran<br />

clérigos o civiles, reafirmando su soberanía<br />

sobre la isla. En 1770, fue preparada con el<br />

mayor cuidado una nueva expedición, en la<br />

cual la misión religiosa pretendía ser el primer<br />

paso para la futura ocupación política.<br />

Fueron escogidos dos clérigos de la Sede de<br />

São Tomé, António Luís Monteiro y Gregório<br />

Martins das Neves, ambos negros y naturales<br />

del archipiélago, quienes comprendían<br />

bien el criollo annobonés. Fueron estos<br />

acompañados por un acólito, un jóven blanco,<br />

para que los naturales se fueran habituando<br />

a ese color de piel y pudieran consentir<br />

a los blancos en aquella tierra. Fueron<br />

preparadas minuciosas “cartas instructivas”<br />

para los oficiales que debían conducirlos<br />

a la isla, en la que se intentaron preveer<br />

las circunstancias de la recepción y las diversas<br />

formas de respuesta. Se enviaron<br />

además, para la iglesia local, ornamentos,<br />

imágenes, paramentos y adornos litúrgicos,<br />

que se juzgaban capaces de deslumbrar y de<br />

atraer a los creyentes. Son aún remetidos<br />

algunos fardos con ropas, regalos y material<br />

diverso para ser distribuídos entre la población,<br />

tras la llegada, como medio de seducción.<br />

Una vez desembarcados (el 27 de setiembre<br />

de 1770), los clérigos fueron bien<br />

recibidos: hombres y mujeres se enjoyaron<br />

para besarles la mano, se hizo una procesión<br />

solemne hasta la iglesia, fue celebrada<br />

la misa y fue dispuesta con avidez la prestación<br />

de los sacramentos, sobretodo del bautismo.<br />

La distribución de los presentes en-<br />

viados por Lisboa resultó un poco caótica<br />

pero nada que no fuera, en cierto modo, previsible.<br />

Cuando, dos días después, partió<br />

para la isla de Príncipe la fragata que había<br />

traído a los clérigos y a las autoridades que<br />

los habían acompañado hasta allá, todo parecía<br />

discurrir bien. Los primeros días en la<br />

isla pasaron sin mayores incidentes. La situación<br />

se alteró, sin embargo, cuando los<br />

sacerdotes pretendieron aplicar las formas<br />

ortodoxas de la liturgia, e impedir cualquiera<br />

de los rituales paralelos, interviniendo en los<br />

hábitos organizadores de la sociedad (como<br />

eran la poligamia y las actitudes frente a la<br />

brujería, que pudieron resultar incluso en<br />

una condena a muerte). A partir de entonces,<br />

los clérigos pasaron a ser objeto de todas<br />

las provocaciones, habiendo incluso<br />

parejas que practicaban, o que fingían practicar,<br />

el acto sexual frente a ellos y de jóvenes<br />

que, después de que los divisaran, empezaban<br />

a imitar las mismas prácticas.<br />

Fueron, además, víctimas de agresiones, de<br />

amenazas de muerte, de tentativas de embarque<br />

a la fuerza en los navíos de pasaje o<br />

incluso, de sublevaciones generales de la<br />

población. Los pretextos fueron diversos,<br />

pero el objetivo venía a ser siempre el mismo:<br />

hacer que los padres abandonaran la<br />

isla lo más pronto posible. Estaban acusados<br />

de querer limitar la libertad de la pobla-<br />

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