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Año Paulino y compromiso ecuménico

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de todos los tiempos y revela cuál es<br />

la motivación más íntima de su vida:<br />

«Vivo en la fe del Hijo de Dios que me<br />

amó y se entregó a sí mismo por mí»<br />

(Ga 2, 20). Todo lo que hace Pablo<br />

procede de este centro. Su fe es la experiencia<br />

de ser amado por Jesucristo<br />

de manera totalmente personal; es la<br />

toma de conciencia de que Cristo<br />

afrontó la muerte no por algo anónimo,<br />

sino por amor a él —a Pablo—, y,<br />

como resucitado, sigue amándolo, es<br />

decir que Cristo se entregó a sí mismo<br />

por él. Su fe estriba en ser alcanzado<br />

por el amor de Jesucristo, un amor<br />

que lo trastorna hasta lo más íntimo y<br />

lo transforma. Su fe no es una teoría,<br />

una opinión acerca de Dios y del<br />

mundo. Su fe es el impacto del amor<br />

de Dios en su corazón. Y así esa misma<br />

fe es amor a Jesucristo.<br />

Muchos presentan a Pablo como<br />

un hombre combativo, diestro en manejar<br />

la espada de la palabra. Y verdad<br />

es que en su camino de apóstol no le<br />

faltaron disputas. No persiguió una<br />

armonía superficial. En la primera de<br />

sus cartas, la dirigida a los Tesalonicenses,<br />

él mismo afirma: «Tuvimos la<br />

valentía de predicaros el Evangelio de<br />

Dios entre frecuentes luchas […] Nunca<br />

nos presentamos, bien lo sabéis,<br />

con palabras aduladoras» (1 Ts 2, 2.5).<br />

Para él, la verdad era demasiado grande<br />

como para estar dispuesto a sacrificarla<br />

en aras de un éxito externo. La<br />

verdad que había experimentado en el<br />

encuentro con el Resucitado bien merecía<br />

de él la lucha, la persecución, el<br />

sufrimiento. Pero lo que lo motivaba<br />

en su ser más íntimo era ser amado<br />

por Jesucristo y el deseo de transmitir<br />

a otros ese amor. Pablo era un hombre<br />

alcanzado por un gran amor, y<br />

toda su acción y sufrimiento sólo se<br />

explican partiendo de ese centro. Los<br />

conceptos básicos de su anuncio únicamente<br />

se comprenden sobre esta<br />

base. Tomemos por ejemplo una sola<br />

de sus palabras clave: la libertad. La<br />

experiencia de verse amado hasta el<br />

extremo por Cristo le había abierto los<br />

ojos acerca de la verdad y del camino<br />

de la existencia humana: se trataba de<br />

una experiencia que lo abrazaba todo.<br />

Pablo era libre como hombre amado<br />

por Dios que, en virtud de Dios, estaba<br />

capacitado para amar junto con él.<br />

1135<br />

Ese amor es ahora la «ley» de su vida,<br />

y precisamente como tal es la libertad<br />

de su vida. Habla y actúa impulsado<br />

por la responsabilidad del amor. Libertad<br />

y responsabilidad únense aquí<br />

inseparablemente. Como se mantiene<br />

en la responsabilidad del amor, es libre;<br />

como es alguien que ama, vive<br />

totalmente en la responsabilidad de<br />

ese amor y no considera la libertad un<br />

pretexto para el arbitrio y el egoísmo.<br />

En ese mismo espíritu formuló Agustín<br />

la frase que se haría famosa: «Dilige<br />

et quod vis fac» (Tract. in I Jo. 7, 7-8)<br />

—«Ama y haz lo que quieras»—. Quien<br />

ama a Cristo como Pablo lo amó puede<br />

hacer realmente lo que quiera,<br />

pues su amor está unido a la voluntad<br />

de Cristo y, por ende, a la de Dios;<br />

porque su voluntad está anclada en la<br />

verdad y porque su voluntad ya no es<br />

mera voluntad suya, albedrío del yo<br />

autónomo, sino que está integrada en<br />

la libertad de Dios y ésta le proporciona<br />

la ruta que debe recorrer.<br />

Documentación<br />

En esta búsqueda de la fisonomía<br />

interior de San Pablo quisiera, en segundo<br />

lugar, recordar la palabra que<br />

Cristo resucitado le dirigió en el camino<br />

de Damasco. Primero el Señor<br />

le pregunta: «Saúl, Saúl, ¿por qué me<br />

persigues?». A la pregunta: «¿Quién<br />

eres, Señor?» le sigue la respuesta:<br />

«Yo soy Jesús, a quien tú persigues»<br />

(Hch 9, 4s.). Al perseguir a la Iglesia,<br />

Pablo persigue al propio Jesús. «Tú<br />

me persigues»: Jesús se identifica con<br />

la Iglesia en un sujeto único. En esta<br />

exclamación del Resucitado, que<br />

cambió la vida de Saulo, ya está prácticamente<br />

presente toda la doctrina<br />

acerca de la Iglesia como Cuerpo de<br />

Cristo. Cristo no se retiró al cielo dejando<br />

en la tierra a una legión de seguidores<br />

para que impulsaran «su<br />

causa». La Iglesia no es una asociación<br />

que pretenda promover una determinada<br />

causa. En ella no se trata<br />

de una causa, sino de la persona de<br />

Jesucristo, que incluso resucitado sigue<br />

siendo «carne». Tiene «carne y<br />

huesos» (Lc 24, 39), como el propio<br />

Resucitado afirma en Lucas ante los<br />

discípulos que lo habían considerado<br />

un espíritu. Tiene cuerpo. Está personalmente<br />

presente en su Iglesia, pues<br />

«Cabeza y Cuerpo» forman un solo<br />

sujeto, como dirá Agustín. «¿No sabéis<br />

que vuestros cuerpos son miembros<br />

de Cristo?», escribe Pablo a los<br />

Corintios (1 Co 6, 15). Y añade: Al<br />

igual que, según el Libro del Génesis,<br />

el hombre y la mujer se hacen una<br />

sola carne, así Cristo se hace con los<br />

suyos un solo espíritu, es decir un<br />

único sujeto en el mundo nuevo de la<br />

Resurrección (cf. 1 Co 6, 16ss.). En<br />

todo ello se trasluce el misterio eucarístico,<br />

en el que Cristo entrega continuamente<br />

su Cuerpo y hace de nosotros<br />

su Cuerpo: «El pan que partimos<br />

¿no es comunión con el cuerpo de<br />

Cristo? Porque aun siendo muchos,<br />

un solo pan y un solo cuerpo somos,<br />

pues todos participamos de un solo<br />

pan» (1 Co 10, 16s). Con estas palabras<br />

se dirige a nosotros, en este momento,<br />

no sólo Pablo, sino el propio<br />

Señor: «¿Cómo habéis podido desgarrar<br />

mi Cuerpo?». Ante el rostro de<br />

Cristo, esta palabra se convierte al<br />

mismo tiempo en petición urgente:<br />

«Congregános de todas las divisiones.<br />

Número 3.424 ■ 26 de julio de 2008 23

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