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Año Paulino y compromiso ecuménico

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Documentación<br />

Cristo y con vistas a Cristo, para que<br />

puedan encontrarlo y encontrarse a<br />

sí mismos en él. Pero el palio, que recibís,<br />

por así decirlo, desde la tumba<br />

de San Pedro, encierra además un segundo<br />

significado, inseparable del<br />

primero. Para comprenderlo nos<br />

puede servir de ayuda una palabra<br />

de la I Carta de San Pedro. En su exhortación<br />

a los presbíteros de apacentar<br />

la grey de manera justa, él,<br />

San Pedro, se califica a sí mismo<br />

como synpresbyteros, copresbítero (5,<br />

1). Esta fórmula contiene, implícitamente,<br />

una afirmación del principio<br />

de la sucesión apostólica: los pastores<br />

que se suceden son pastores<br />

como él, lo son con él, forman parte<br />

del ministerio común de los pastores<br />

de la Iglesia de Jesucristo, un ministerio<br />

que prosigue en ellos. Pero ese<br />

«co-» tiene dos significados más. Expresa<br />

también la realidad que indicamos<br />

hoy mediante el término «colegialidad»<br />

de los obispos. Todos nosotros<br />

somos copresbíteros. Nadie es<br />

pastor por sí solo. Nos hallamos en<br />

la sucesión apostólica sólo porque<br />

estamos en la comunión del colegio,<br />

en el que continúa el colegio apostólico.<br />

La comunión, el «nosotros» de<br />

los pastores, forma parte del ser pastores,<br />

ya que la grey es una sola: la<br />

única Iglesia de Jesucristo. Por último,<br />

el «co-» remite también a la comunión<br />

con Pedro y con su sucesor<br />

como garantía de unidad. Por eso el<br />

palio nos habla de la catolicidad de<br />

la Iglesia, de la comunión universal<br />

de pastor y grey. Y nos remite a la<br />

apostolicidad: a esa comunión con la<br />

fe de los Apóstoles en la que se basa<br />

la Iglesia. Nos habla de la Ecclesia<br />

«una, catholica, apostolica» y naturalmente,<br />

al vincularnos a Cristo, nos<br />

dice también que la Iglesia es «sancta»<br />

y que nuestra acción es servicio<br />

prestado a su santidad.<br />

Ello me impulsa a volver una vez<br />

más, por último, a San Pablo y a su<br />

misión. El expresó lo esencial de su<br />

misión, al igual que la razón más profunda<br />

de su deseo de ir a Roma, en el<br />

capítulo 15 de la Carta a los Romanos,<br />

en una frase de extraordinaria belleza.<br />

Se sabe llamado a «ser para los gentiles<br />

liturgo de Cristo Jesús, administrando<br />

como sacerdote el Evangelio<br />

de Dios, para que la oblación de los<br />

gentiles sea agradable, santificada por<br />

el Espíritu Santo» (15, 16). Sólo en este<br />

versículo emplea Pablo el verbo hierourgéin<br />

—«administrar como sacerdote»—<br />

junto con leitourgós, «liturgo»:<br />

habla de la liturgia cósmica, en la que<br />

el propio mundo de los hombres<br />

debe convertirse en adoración de<br />

Dios, en oblación en el Espíritu Santo.<br />

Una vez que el mundo en su globalidad<br />

se convierta en liturgia de Dios;<br />

una vez que en su realidad se convierta<br />

en adoración, habrá alcanzado su<br />

28 Número 3.424 ■ 26 de julio de 2008<br />

meta, estará sano y salvo. Este es el<br />

objetivo último de la misión apostólica<br />

de San Pablo y de nuestra misión.<br />

A este ministerio nos llama el Señor.<br />

Oremos en este momento para que él<br />

nos ayude a llevarlo a cabo correctamente,<br />

a convertirnos en auténticos liturgos<br />

de Jesucristo. Amén. ■<br />

(Original italiano procedentes del<br />

archivo informático de la Santa Sede;<br />

traducción de ECCLESIA)<br />

Carácter universal del <strong>Año</strong> <strong>Paulino</strong><br />

«Angelus» de Benedicto XVI en la solemnidad<br />

de los apóstoles San Pedro y San Pablo (29-6-2008)<br />

Este año, la festividad de los Santos apóstoles Pedro y Pablo cae en domingo, por<br />

Slo que toda la Iglesia —y no sólo la de Roma— la celebra de manera solemne. Semejante<br />

coincidencia también se revela adecuada para dar mayor relieve a un acontecimiento<br />

extraordinario: el <strong>Año</strong> <strong>Paulino</strong>, que inauguré oficialmente en la tarde de<br />

ayer y que durará hasta el 29 de junio de 2009. Efectivamente, los historiadores sitúan<br />

el nacimiento de Saulo, convertido posteriormente en Pablo, entre los años 7 y<br />

10 después de Cristo. Por eso, al cumplirse aproximadamente el bimilenario de<br />

aquel acontecimiento, he querido convocar este jubileo especial, que tendrá naturalmente<br />

a Roma como centro de gravedad, particularmente la basílica de San Pablo<br />

Extramuros y el lugar del martirio del Apóstol, las Tres Fuentes. Se trata, sin embargo,<br />

de un jubileo que implicará a toda la Iglesia, empezando por Tarso, ciudad<br />

natal de Pablo, y por los demás lugares paulinos que son meta de peregrinaciones<br />

en la actual Turquía así como en Tierra Santa y en Malta, isla a la que el Apóstol<br />

arribó tras un naufragio y en la que sembró la semilla fecunda del Evangelio. Si bien<br />

se mira, el horizonte del <strong>Año</strong> <strong>Paulino</strong> sólo puede ser universal, toda vez que San Pablo<br />

fue el apóstol por excelencia de cuantos, según los judíos, «estaban lejos», quienes,<br />

«por la sangre de Cristo», llegaron a «estar cerca» (cf. Ef 2, 13). Por eso hoy también,<br />

en un mundo que se ha vuelto más «pequeño», pero en el que muchísimas<br />

personas aún no se han encontrado con el Señor Jesús, el jubileo de San Pablo invita<br />

a todos los cristianos a ser misioneros del Evangelio.<br />

Esta dimensión misionera necesita acompañarse siempre con la de la unidad, representada<br />

por San Pedro, la «roca» sobre la que Cristo edificó su Iglesia. Como subraya<br />

la liturgia, los carismas de los dos grandes apóstoles resultan complementarios<br />

con vistas a la edificación del único Pueblo de Dios, y los cristianos no pueden<br />

dar un testimonio válido de Cristo si no están unidos entre sí. El tema de la unidad<br />

lo pone hoy de relieve el rito tradicional del palio, que he impuesto durante la Santa<br />

Misa a los arzobispos metropolitanos nombrados durante el último año. Son 40,<br />

y otros dos lo recibirán en sus respectivas sedes. Vaya de nuevo a ellos también mi<br />

cordial saludo. Por añadidura, en la presente solemnidad es motivo de especial alegría<br />

para el Obispo de Roma recibir al Patriarca Ecuménico de Constantinopla en la<br />

querida persona de Su Santidad Bartolomé I, a quien reitero mi fraternal saludo, que<br />

hago extensivo a toda la delegación de la Iglesia ortodoxa por él encabezada.<br />

<strong>Año</strong> <strong>Paulino</strong>, evangelización, comunión en la Iglesia y plena unidad de todos los<br />

cristianos: oremos ahora por tan grandes intenciones, encomendándolas a la intercesión<br />

celestial de María Santísima, Madre de la Iglesia y Reina de los Apóstoles. ■<br />

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