Año Paulino y compromiso ecuménico

DOMINGO XVIII
DEL TIEMPO
ORDINARIO
(3 agosto 2008)
Primera lectura: Is 55, 1-3.
(Venid y comed).
Salmo responsorial: 144.
(Abres tu mano, Señor, y nos
sacias de favores).
Segunda lectura: Rom 8,
35.37-39. (Ninguna criatura
podrá apartarnos del amor de
Dios manifestado en Cristo).
Evangelio: Mt 14, 13-21.
(Comieron todos hasta quedar
satisfechos).
«Mandó a la gente que se
recostara en la hierba y
tomando los cinco panes y los
dos peces alzó la mirada al
cielo, pronunció la bendición,
partió los panes y se los dio a
los discípulos; los discípulos
se los dieron a la gente.
Comieron todos hasta quedar
satisfechos y recogieron doce
cestos llenos de sobras.
Comieron unos cinco mil
hombres, sin contar mujeres y
niños».
31 de julio:
SAN IGNACIO
DE LOYOLA
El domingo,
pan de la palabra
Hay quien, al repartir, no se
queda con la mejor parte,
como proclama con ironía el
refrán. Hay personas que quieren
repartir para que el pueblo pobre
pueda sobrevivir (ahí está el Movimiento
Sin Tierra en Brasil); hay
quien quiere repartir cultura y formación
en los lugares donde formarse
es un esfuerzo titánico (ahí
están los Educadores de la Amazonía
con sus escuelas rurales); también
hay quien desea repartir salud,
ayuda, apoyo humano y hasta risa
(ahí están los numerosos movimientos
«Sin Fronteras», fruto de personas
que responden a la solidaridad).
Son profetas del reparto, totalmente
necesarios para mantener la utopía
del utópico reparto final.
El signo de la multiplicación de los
panes es una llamada a creer en el
mecanismo social propugnado por
Jesús de que compartiendo sobre la
36 Número 3.424 ■ 26 de julio de 2008
La utopía del reparto final
base del todo llega, no siendo obstáculo
la pobreza material. Demanda
una implicación personal que «dé de
comer», que establezca cauces reales
de compartir.
Es preciso eliminar el trasfondo de
que el reparto puede hacerme más
poderoso si me toca mejor parte que
al otro; hay que perseguir la igualdad,
o más bien la equidad, mirando sobre
todo al débil; es necesario creer que el
trasvase de valores y de bienes es posible
porque antes se ha dado el trasvase
de corazones;
habría de tener
uno/a siempre
activado el sueño,
hoy inalcanzable,
de la fraternidad
universal, corazón
de la utopía humana.
Para saber si se
va caminando en
la perspectiva del
reparto utópico no
habrá que mirar
tanto lo que se da
y calibrar el nivel
de generosidad a
partir de eso, sino
más bien mirar lo
que uno/a se queda.
En eso es donde
está la verdad
del propio compartir. Si lo que te quedas
no altera para nada tu estatus, tu
plan de vida, sino que lo confirma, es
un compartir que aún no alcanza las
cotas evangélicas requeridas. Si, por el
contrario, el marco económico en el
que uno/a se mueve se ve afectado,
eso indica que se está en la buena dirección
■
Fidel Aizpurúa
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