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2 - Biblioteca Virtual Universitaria

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Dan Br own Ángeles y demonios<br />

—El apartamento del ático, como dirían ustedes —anunció Kohler, al tiempo que se secaba una gota<br />

de sudor de la frente.<br />

Langdon echó un vistazo a la solitaria puerta de roble. Una placa rezaba:<br />

LEONARDO VETRA<br />

—Leonardo Vetra —dijo Kohler— habría cumplido cincuenta y ocho años la semana que viene. Era<br />

uno de los científicos más brillantes de nuestro tiempo. Su muerte significa una profunda pérdida para la<br />

ciencia.<br />

Por un instante, Langdon creyó percibir emoción en el rostro endurecido de Kohler, pero se esfumó al<br />

instante. Kohler introdujo la mano en el bolsillo y empezó a buscar en un llavero.<br />

De pronto, a Langdon se le ocurrió una idea extraña. El edificio parecía desierto.<br />

—¿Dónde está todo el mundo? —preguntó. La falta de actividad no era lo que esperaba encontrar,<br />

considerando que estaban a punto de entrar en el escenario de un crimen.<br />

—Los residentes están en sus laboratorios —contestó Kohler, que al fin había encontrado la llave.<br />

—Me refiero a la policía —aclaró Langdon—. ¿Ya se han ido?<br />

Kohler se detuvo, con la llave a medio camino de la cerradura.<br />

—¿La policía?<br />

Los ojos de Langdon se encontraron con los del director.<br />

—La policía. Usted me envió un fax acerca de un homicidio. Tiene que haber llamado a la policía.<br />

—Por supuesto que no.<br />

—¿Cómo?<br />

Los ojos grises de Kohler se hicieron más penetrantes.<br />

—La situación es complicada, señor Langdon.<br />

Langdon sintió una oleada de aprensión. —Pero... ¡alguien más se habrá enterado!<br />

—Sí. La hija adoptiva de Leonardo. También trabaja como física aquí. Ella y su padre comparten el<br />

laboratorio. Son compañeros. La señorita Vetra se ausentó esta semana para llevar a cabo investigaciones de<br />

campo. Le he comunicado la muerte de su padre, y se halla de camino en este momento.<br />

—Pero un hombre ha sido ase...<br />

—Tendrá lugar una investigación oficial —afirmó Kohler—. Sin embargo, eso significará un registro<br />

a fondo del laboratorio de Vetra, un espacio que su hija y él consideraban absolutamente privado. Por<br />

consiguiente, esperaremos a que la señorita Vetra llegue. Creo que le debo esa pequeña muestra de<br />

discreción.<br />

Kohler giró la llave.<br />

Cuando la puerta se abrió, una ráfaga de aire helado siseó y alcanzó a Langdon en plena cara.<br />

Retrocedió, confuso. Estaba contemplando el interior de un mundo extraño. El piso estaba inmerso en una<br />

espesa niebla blanca. La niebla remolineaba formando vórtices humeantes alrededor de los muebles, como<br />

una mortaja que envolviera la habitación en una neblina opaca.<br />

—¿Qué es...? —tartamudeó Langdon.<br />

—Sistema de aire acondicionado por freón —contestó Kohler—. Refrigeré el piso para conservar el<br />

cuerpo.<br />

Langdon se abotonó la chaqueta para protegerse del frío. Estoy en Oz, pensó. Y he olvidado mis<br />

zapatillas mágicas.<br />

El aspecto del cadáver era espantoso. El difunto Leonardo Vetra yacía de espaldas, desnudo, y la piel<br />

había adquirido un color gris azulado. Los huesos del cuello sobresalían en el punto donde los habían roto, y<br />

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