2 - Biblioteca Virtual Universitaria
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Dan Br own Ángeles y demonios<br />
Tres años después, Leonardo Vetra fue contratado por el CERN. El y Vittoria se trasladaron a un lugar<br />
de ensueño, como la joven no había imaginado jamás.<br />
Vittoria Vetra sentía el cuerpo entumecido mientras avanzaba por el túnel del LHC. Vio su reflejo<br />
apagado en el tubo, y notó la ausencia de su padre. Por lo general, vivía en un estado de profunda calma, en<br />
armonía con el mundo que la rodeaba. Pero ahora, de repente, todo parecía absurdo. Las últimas tres horas se<br />
le antojaban una mancha borrosa.<br />
Eran las diez de la mañana en las Baleares cuando recibió la llamada de Kohler. Tu padre ha sido<br />
asesinado. Vuelve de inmediato.<br />
Pese al calor que hacía en la cubierta del barco, las palabras la habían estremecido hasta lo más hondo.<br />
El tono desprovisto de sentimientos de Kohler la había herido tanto como la noticia.<br />
Había vuelto a casa. Pero ¿qué clase de casa? El CERN, su hogar desde los doce años, le pareció<br />
extraño de repente. Su padre, el hombre que lo había transformado en algo mágico, había muerto.<br />
Respira hondo, se dijo, pero no podía calmar su mente. Las preguntas no cesaban de multiplicarse.<br />
¿Quién había matado a su padre? ¿Por qué? ¿Quién era ese «especialista» norteamericano? ¿Por qué insistía<br />
Kohler en ver el laboratorio?<br />
Kohler había dicho que existían pruebas de que el asesinato de su padre estaba relacionado con el<br />
proyecto actual. ¿Qué pruebas? ¡Nadie sabía en qué estábamos trabajando! Y aunque alguien lo hubiera<br />
averiguado, ¿por qué tenían que matarle?<br />
Mientras avanzaba por el túnel del LHC en dirección al laboratorio de su padre, Vittoria cayó en la<br />
cuenta de que iba a desvelar el gran logro de su padre sin que él estuviera presente. Había imaginado este<br />
momento de una manera muy diferente. Había imaginado que su padre convocaría en su laboratorio a los<br />
científicos más importantes del CERN para enseñarles su descubrimiento, y verían sus caras estupefactas.<br />
Después, sonreiría con orgullo paternal cuando les explicara que había sido una de las ideas de Vittoria la<br />
que le había ayudado a transformar el proyecto en realidad, que su hija había sido la pieza clave de su éxito.<br />
Vittoria sintió un nudo en la garganta. Mi padre y yo debíamos compartir este momento. Pero estaba sola.<br />
Sin colegas. Sin caras felices. Tan sólo un norteamericano desconocido y Maximilian Kohler.<br />
Maximilian Kohler. Der König.<br />
A Vittoria no le había gustado ese hombre ni cuando era niña. Si bien llegó a respetar su poderoso<br />
intelecto, su comportamiento frío siempre le pareció inhumano, la antítesis exacta del calor humano de su<br />
padre. Kohler era un adepto de la ciencia por su lógica inmaculada, y su padre por su prodigiosa<br />
espiritualidad. No obstante, tenía la impresión de que siempre había existido un respeto no verbalizado entre<br />
los dos hombres. Los genios, le había explicado alguien una vez, aceptan el genio sin condiciones.<br />
Los genios, pensó. Mi padre... Papá. Muerto.<br />
Se accedía al laboratorio de Leonardo Vetra por un largo pasillo esterilizado, pavimentado por<br />
completo con baldosas blancas. Langdon experimentó la sensación de estar entrando en una especie de<br />
manicomio subterráneo. Docenas de imágenes en blanco y negro enmarcadas flanqueaban el corredor.<br />
Aunque se había ganado su prestigio a base de estudiar imágenes, éstas eran totalmente desconocidas para él.<br />
Parecían los negativos caóticos de rayas y espirales fortuitas. ¿Arte moderno?, meditó. ¿Jackson Pollock<br />
atiborrado de anfetaminas?<br />
—Diagramas de dispersiones —dijo Vittoria, como si hubiera intuido el interés de Langdon—.<br />
Representaciones informáticas de colisiones de partículas. Ésa es la partícula Z —dijo, señalando una tenue<br />
estela, casi invisible en la confusión—. Mi padre la descubrió hace cinco años. Energía pura, carente de<br />
masa. Puede que sea la construcción más pequeña de la naturaleza. La materia no es más que energía<br />
atrapada.<br />
¿La materia es energía? Langdon ladeó la cabeza. Suena muy zen. Miró la diminuta estela de la<br />
fotografía y se preguntó qué dirían sus colegas del Departamento de Física de Harvard cuando les contara<br />
que había pasado un fin de semana en el túnel de un Large Hadron Collider, admirando partículas Z.<br />
—Vittoria —dijo Kohler, cuando se acercaron a la imponente puerta de acero del laboratorio—, debería<br />
decirte que esta mañana bajé aquí en busca de tu padre.<br />
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