2 - Biblioteca Virtual Universitaria
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Dan Br own Ángeles y demonios<br />
en un ambigrama parecía imposible. Los expertos en simbología modernos habían intentado durante años<br />
imprimir a la palabra «Illuminati» un estilo perfectamente simétrico, pero habían fracasado miserablemente.<br />
Casi todos los estudiosos habían llegado a la conclusión de que la existencia del símbolo era un mito.<br />
—¿Quiénes son los Illuminati? —preguntó Kohler.<br />
Sí, pensó Langdon, ¿quiénes son, en realidad? Empezó su relato.<br />
—Desde el inicio de la historia —explicó Langdon—, ha existido una profunda brecha entre ciencia y<br />
religión. Científicos sin pelos en la lengua como Copérnico...<br />
—Fueron asesinados —interrumpió Kohler—. Asesinados por la Iglesia por revelar verdades<br />
científicas. La religión siempre ha perseguido a la ciencia.<br />
—Sí, pero en el siglo dieciséis, un grupo de hombres luchó en Roma contra la Iglesia. Algunos de los<br />
italianos más esclarecidos (físicos, matemáticos, astrónomos) empezaron a reunirse en secreto para compartir<br />
sus preocupaciones sobre las enseñanzas equivocadas de la Iglesia. Temían que el monopolio de la «verdad»<br />
que ejercía la Iglesia amenazara al esclarecimiento cultural del mundo entero. Fundaron el primer gabinete<br />
estratégico científico del mundo, y se auto-proclamaron «los iluminados».<br />
—Los Illuminati.<br />
—Sí —dijo Langdon—. Las mentes más preclaras de Europa... dedicadas a la búsqueda de la verdad<br />
científica.<br />
Kohler guardó silencio.<br />
—Como es natural, los Illuminati fueron perseguidos ferozmente por la Iglesia católica. Los<br />
científicos sólo consiguieron salvarse gracias a ritos de extremado secretismo. Corrió la voz entre los estudiosos<br />
clandestinos, y la hermandad de los Illuminati creció hasta incluir a eruditos de toda Europa. Los<br />
científicos se reunían con regularidad en Roma, en una guarida ultrasecreta que llamaban la Iglesia de la<br />
Iluminación.<br />
Kohler tosió y se removió en su silla.<br />
—Muchos Illuminati —continuó Langdon— quisieron combatir la tiranía de la Iglesia con actos de<br />
violencia, pero su miembro más reverenciado los disuadió. Era pacifista, así como uno de los científicos más<br />
famosos de la historia.<br />
Langdon estaba seguro de que Kohler reconocería el nombre. Hasta los no científicos conocían la<br />
historia del desventurado astrónomo que había sido detenido y casi ejecutado por la Iglesia cuando proclamó<br />
que el Sol, y no la Tierra, era el centro del sistema solar. Aunque sus datos eran incontrovertibles, el<br />
astrónomo fue castigado con severidad por insinuar que Dios había colocado a la humanidad en un lugar que<br />
no era el centro de Su universo.<br />
—Se llamaba Galileo Galilei —dijo.<br />
Kohler alzó la vista.<br />
—¿Galileo?<br />
—Sí, Galileo era un Illuminatus, y también un católico devoto. Intentó suavizar la posición de la<br />
Iglesia sobre la ciencia cuando proclamó que la ciencia no socavaba la existencia de Dios, sino que, antes al<br />
contrario, la reafirmaba. En una ocasión, escribió que, cuando miraba por su telescopio los planetas, oía la<br />
voz de Dios en la música de las esferas. Sostenía que la ciencia y la religión no eran enemigas, sino aliadas:<br />
dos idiomas diferentes que contaban la misma historia, una historia de simetría y equilibrio... Cielo e<br />
infierno, noche y día, calor y frío, Dios y Satán. Tanto la ciencia como la religión se regocijaban en la<br />
simetría de Dios..., la pugna constante entre luz y oscuridad.<br />
Langdon hizo una pausa, y pateó el suelo para calentar los pies.<br />
Kohler se limitó a mirarle.<br />
—Por desgracia —añadió Langdon—, la unificación de la ciencia y la religión era algo que la Iglesia<br />
no deseaba.<br />
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