Número 62 - Facultad de Ciencias Sociales - Universidad de ...
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16-19 TEMA UNICO.qxd 18/04/2006 19:59 PÆgina 18<br />
Temaúnico<br />
El juicio político al jefe <strong>de</strong> Gobierno <strong>de</strong> la Ciudad Autónoma <strong>de</strong> Buenos Aires<br />
por Jorge Mayer*<br />
18<br />
En la antigua China, durante el régimen <strong>de</strong>l mandarinato existía un sistema político por <strong>de</strong>más curioso. Los mandarines<br />
concentraban la representación <strong>de</strong> dios y <strong>de</strong>l Estado en su persona. No tenían atribuciones concretas y apenas <strong>de</strong>dicaban<br />
su vida al cultivo <strong>de</strong> la pintura y la poesía. En concreto, los asuntos públicos no eran una cuestión <strong>de</strong> su real incumbencia.<br />
En caso <strong>de</strong> una catástrofe natural, <strong>de</strong> sequías prolongadas o <strong>de</strong> malas cosechas, el pueblo <strong>de</strong>capitaba a su mandarín y<br />
otro era <strong>de</strong>signado en su lugar. No hay registros estadísticos acerca <strong>de</strong> la eficacia <strong>de</strong> esta institución, pero es razonable<br />
pensar que la gente, ante las <strong>de</strong>sgracias, espera que algo suceda y toma lo que tiene a la mano para hacer que algo que<br />
cree la ilusión <strong>de</strong> que alguna cosa va a cambiar. Por elemental y esotérico, esto no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser sensato.<br />
Los daños que produce una catástrofe son imposibles <strong>de</strong> cuantificar <strong>de</strong> una forma acabada. Hay muertos y múltiples<br />
víctimas con gran<strong>de</strong>s daños que los jueces tratan <strong>de</strong> poner en equivalencia con sumas <strong>de</strong> dinero que el gobierno <strong>de</strong> la<br />
Ciudad y los responsables civiles <strong>de</strong>ben pagar a sobrevivientes afectados <strong>de</strong> una manera terrible. Estas formas <strong>de</strong> reparación,<br />
como se sabe, nunca <strong>de</strong>jan conformes a los damnificados; sirven apenas cuando hay perjuicios civiles, pero<br />
nunca el alcance <strong>de</strong> las responsabilida<strong>de</strong>s termina allí. Estas cuestiones se dirimen en razón <strong>de</strong> leyes pero hay que<br />
observar si ése es el límite real que una sociedad busca ante un hecho histórico <strong>de</strong>terminado.<br />
Más allá <strong>de</strong> esto hay algo ineludible. No es posible que el sistema político que<strong>de</strong> al margen <strong>de</strong> un hecho <strong>de</strong> tal magnitud<br />
como el sucedido en diciembre <strong>de</strong> 2004. Mientras la causa judicial avanza en <strong>de</strong>sconocer negligencias <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> los<br />
organismos <strong>de</strong> control, gran parte <strong>de</strong> la sociedad se niega a pensar que semejante hecho pueda <strong>de</strong>saparecer <strong>de</strong> la<br />
memoria y a convencerse <strong>de</strong> que no pasó nada que no se pueda subsanar por la vía ordinaria <strong>de</strong> la justicia. La sociedad<br />
necesita un mandarín y parece extraño que la clase política no asuma que en el juego <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r está latente esa responsabilidad,<br />
muchas veces más reñida con el azar que con otras cuestiones. En un <strong>de</strong>bate en la Legislatura <strong>de</strong> la Ciudad una<br />
madre <strong>de</strong> una víctima, exaltada, volcaba la afirmación más lúcida y certera <strong>de</strong> las que se escucharon en todo este<br />
tiempo: "Ibarra, te pasó a vos, le pudo haber pasado a cualquiera". Pero este hecho no exculpa a Ibarra ni a los funcionarios<br />
<strong>de</strong>l gobierno; tampoco les quita responsabilidad, sólo marca la triste circunstancia que a los porteños se los<br />
seduce más inaugurando obras y promoviendo activida<strong>de</strong>s culturales antes que con el ejercicio responsable <strong>de</strong> funciones<br />
elementales <strong>de</strong>l Estado. Afirma que las re<strong>de</strong>s <strong>de</strong> corrupción en los sistemas <strong>de</strong> control son tan viejas como la historia <strong>de</strong><br />
la Ciudad, que todo el mundo lo sabe y que sólo es capaz <strong>de</strong> escandalizarse ante el aterrador espectáculo <strong>de</strong> una gigantesca<br />
pila <strong>de</strong> cadáveres.<br />
El proceso a Ibarra es pertinente y necesario. Todos los avatares <strong>de</strong>l juicio respon<strong>de</strong>n a una lógica política fácil <strong>de</strong><br />
compren<strong>de</strong>r. El partido gobernante carece <strong>de</strong> peso electoral propio en el distrito. La <strong>de</strong>recha, por su parte, posee un electorado<br />
suficiente como para ganar elecciones si no se logra una coalición como la que llevó a Ibarra a su reelección. La<br />
estrategia fue entonces victimizar al propio Ibarra. Asimilar un juicio político a un golpe institucional es una <strong>de</strong>smesura;<br />
tanto como querer consagrar la impunidad como norma en base al voto popular.<br />
Un juicio político no es un proceso jurídico común. La justicia ordinaria tiene su propia lógica <strong>de</strong> funcionamiento y avanza<br />
(no se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que con normalidad). El fin <strong>de</strong> un juicio político es el <strong>de</strong> remover a un funcionario por causales relacionadas<br />
con el mal <strong>de</strong>sempeño en sus funciones o la inhabilidad moral. ¿Qué es lo que se entien<strong>de</strong> por estas causales?<br />
Eso es algo que está expresamente ausente <strong>de</strong> cualquier normativa que regule el tema, en vista que esas causas, en<br />
muchos casos, surgen <strong>de</strong> una evaluación puramente política <strong>de</strong> los hechos. Las acciones <strong>de</strong> separar al funcionario e<br />
inhabilitarlo son las únicas consecuencias <strong>de</strong> este tipo <strong>de</strong> enjuiciamiento. En cualquier sistema parlamentario se pue<strong>de</strong><br />
remover a un funcionario sin siquiera llevar a cabo un proceso, con causales explícitas o no.<br />
Historias mínimas<br />
En tiempos recientes Argentina siguió juicios políticos a una buena cantidad <strong>de</strong> jueces <strong>de</strong> la Corte Suprema <strong>de</strong> Justicia.<br />
En el caso <strong>de</strong> los magistrados existe una limitación clara para evaluar su mal <strong>de</strong>sempeño: el contenido <strong>de</strong> las sentencias<br />
<strong>de</strong> un juez no pue<strong>de</strong> ser usado como causal en la imputación <strong>de</strong> su mal <strong>de</strong>sempeño. En muchos <strong>de</strong> los procesos llevados<br />
a cabo recientemente se vulneró claramente ese principio y en forma alguna esto fue motivo <strong>de</strong> escándalo. El <strong>de</strong>sgaste<br />
público <strong>de</strong> la imagen <strong>de</strong> esos jueces hacía que las cuestiones técnicas tuviesen un escaso valor ante la razón política que<br />
motorizaba esos procesos. Hoy subsisten jueces en la Suprema Corte sobre los cuales pesan sospechas <strong>de</strong> hechos <strong>de</strong>