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23-35 Dossier.qxd 18/04/2006 20:06 PÆgina 35 Calladas muertes para siempre impunes por Emilio <strong>de</strong> Ípola * Es bueno, es indispensable que la memoria insista. En este trigésimo aniversario <strong>de</strong>l comienzo <strong>de</strong> la más siniestra Dictadura que asoló a este <strong>de</strong>solado país, volveremos a escuchar los mismos reclamos <strong>de</strong> justicia, oiremos llorar los mismos llantos, llevaremos en el rostro y en el alma las cicatrices no cerradas <strong>de</strong> los mismos duelos. El 24 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 2006 habremos sido testigos y participantes <strong>de</strong> la inmensa columna <strong>de</strong> los que no olvidan. Sin embargo, no menos bueno e indispensable es que la memoria se esfuerce y se ensanche 1 . Que advierta que en el curso <strong>de</strong> estos treinta años pudo haber <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> lado algo propio, algo que le concernía y la obligaba, y que se aperciba <strong>de</strong> que pudo permitir al olvido ganar -o casi ganar- una batalla. Esta nota quiere contribuir a que ello no ocurra. La Dictadura mató, torturó y nos <strong>de</strong>jó como siniestra herencia millares <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecidos. Por ello, ha sido y es juzgada y con<strong>de</strong>nada. Y cuando no lo es, se exige que lo sea. Sin embargo, hay ciertos crímenes, ciertas muertes, muertes -digamos- laterales, olvidadas o, en el mejor <strong>de</strong> los casos, apenas rememoradas por unos pocos allegados; muertes <strong>de</strong> las que también la dictadura es culpable, pero por las que no recibirá otro castigo que el <strong>de</strong> nuestro empecinado <strong>de</strong>sprecio. Recuerdo al economista Horacio Ciafardini, seis años preso, muerto repentinamente dos años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber recobrado la libertad; recuerdo a Doris, la madre <strong>de</strong> un sociólogo amigo Traful Álvarez, preso en la Unidad 9, anciana, enferma, pero <strong>de</strong>dicada por entero a obtener la libertad <strong>de</strong> su hijo. Al cabo <strong>de</strong> dos años, Doris <strong>de</strong> Álvarez tuvo la inmensa alegría <strong>de</strong> ver -una vez- a su hijo libre. Pero, poco tiempo <strong>de</strong>spués, los inhumanos esfuerzos que <strong>de</strong>bió sobrellevar (colas interminables y requisas <strong>de</strong>nigrantes en las visitas; cientos <strong>de</strong> gestiones y trámites agotadores en <strong>de</strong>spachos oficiales) pudieron con su cuerpo <strong>de</strong>bilitado y enfermo. Y aunque su misión estaba cumplida, murió dos o tres meses <strong>de</strong>spués, sola o casi sola -su hijo había <strong>de</strong>bido abandonar el país. Hoy nadie la recuerda; nadie sabe siquiera quién fue. Traful Álvarez estuvo casi dos años en prisión, sin <strong>de</strong>bido proceso como tantos otros, acusado <strong>de</strong> nada; como se dice, sólo culpable <strong>de</strong> existir. Esa prisión ilegal y sin sentido gastó la salud <strong>de</strong> la única que podía hacer algo por él. Doris Grunnman <strong>de</strong> Álvarez no escatimó esfuerzo alguno para obtener la libertad <strong>de</strong> su hijo. Y finalmente la obtuvo, pero las humillaciones y el <strong>de</strong>sgaste físico y psíquico sufridos, productos tanto <strong>de</strong> la sádica agresividad <strong>de</strong>l personal carcelario como <strong>de</strong> la impiadosa indiferencia <strong>de</strong> los lacayos civiles y militares <strong>de</strong> la Dictadura le robaron la vida. "El vasco", Mario Usarriaga 2 , también compañero <strong>de</strong> Traful, cumplió como aquél su cuota obligada <strong>de</strong> <strong>de</strong>tención, <strong>de</strong> torturas y <strong>de</strong> años <strong>de</strong> prisión. Logró la libertad, fue un tiempo a México 3 y por fin volvió a la Argentina…para morir súbitamente <strong>de</strong> un infarto pocas semanas <strong>de</strong>spués. Los duros años pasados en la cárcel ¿nada tuvieron que ver con esa inesperada muerte? De todos modos, nadie cargará tampoco con la culpa <strong>de</strong>l triste y súbito fin <strong>de</strong> ese estudioso <strong>de</strong> semiología, lleno <strong>de</strong> proyectos y <strong>de</strong> talento, siempre estoico y discreto ante la injusticia sufrida. Sé que hubo otros casos análogos, pero me limitaré a los mencionados. Esas muertes calladas y terriblemente injustas suscitan en mí, siempre que las evoco, una profunda pena y una no menos profunda indignación. La saga silenciosa <strong>de</strong> la mujer anónima que lucha, triunfa y muere silenciosamente; el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong>l intelectual y militante, aún joven y lleno <strong>de</strong> vida, a quien, <strong>de</strong> repente, quizá en la calle -como en otra inmensa cárcel- le dice "basta" el corazón; la odisea <strong>de</strong>l vasco sufrido y terco, que, <strong>de</strong> vuelta en la Argentina, sueña con que, a pesar <strong>de</strong> todo, vale la pena vivir…y nunca <strong>de</strong>spierta <strong>de</strong> ese sueño. Esas historias acongojadoras, esas tragedias sin ruido ni furia, merecerían también justicia 4 . Sabemos que no la obtendrán nunca. Que reciban al menos nuestro cálido homenaje y la certeza <strong>de</strong> nuestro recuerdo imborrable. Buenos Aires, marzo <strong>de</strong> 2006 1- No menos bueno e indispensable es, por supuesto, que la memoria no obstruya el análisis ni la revisión honesta <strong>de</strong>l pasado. Pero ésa es otra historia. 2- En la grafía <strong>de</strong> este apellido y quizás en otro es posible que cometa algún error, falto <strong>de</strong> medios para verificar la ortografía. Lo cual es una prueba más <strong>de</strong> lo que intenta sugerir este texto. 3- En México su compañera falleció <strong>de</strong> cáncer. 4- Sólo Horacio Ciafardini -que yo sepaes hoy recordado y homenajeado por quienes fueron sus compañeros. DOSSIER 34 35