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tando, sino con la sumisión de quien sabe que así es la<br />
vida. Y, cuando unas lágrimas cálidas aparecieron en<br />
sus ojos, el pájaro se vio obligado a preguntar:<br />
—No irás a pedirme que no te coma, ¿verdad? Ya<br />
sabes que es ley de vida.<br />
—Lo sé —respondió la lombriz. —Pero, convendrás<br />
conmigo que si tú me comes yo ya no podré cumplir<br />
ninguno de mis sueños. Y todavía soy muy joven.<br />
Había jugado bien su última carta. Sólo quedaba<br />
esperar a ver si el pájaro se convencería con su argumentación<br />
y antes de llegar al nido, la dejaría marchar.<br />
Y la gorrión se convenció.<br />
—Tienes toda la razón del mundo, pequeña —dijo<br />
el ave. —Pero mis gorrioncitos aún son más jóvenes<br />
que tú, y con muchos más sueños que tú por realizar.<br />
Desgraciadamente, ahora mismo tú eres su cena… Así<br />
es la vida, deberías saberlo.<br />
Y sí, la lombriz lo sabía, así que cerró los ojos y esperó<br />
en silencio su suerte.<br />
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