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aquellas cuatro paredes no había ni una mísera cucaracha<br />
a quien contarle sus penas.<br />
Si embargo, unos días más tarde le pusieron un<br />
compañero de celda: un conejito salvaje al que le habían<br />
trincado por hacer trampa en una carrera de liebres.<br />
Y el mapache le fue enseguida a contar sus desaventuras.<br />
El conejo, aunque villano, era un animalito de muy<br />
buen corazón, así que para aliviar los suplicios de su<br />
compañero de celda, y un poco también los suyos, por<br />
tener que aguantar tanto lloriqueo de mapache, decidió<br />
ofrecerle un consejo.<br />
—¿De qué te sirve angustiarte tanto? —le dijo—.<br />
Nada bueno puede aportarte el atormentarte así. Lo<br />
mejor sería utilizar toda esa congoja y ese malestar para<br />
reflexionar sobre los errores que cometiste, y que la<br />
próxima vez no te la vuelvan a jugar.<br />
El mapache muy bien no entendió el consejo del<br />
conejo, pero al rato se sintió muy aliviado.<br />
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