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13.<br />

LA ACEPTACIÓN<br />

Cuando todos los mandamases del pueblo, en masa,<br />

convinieron que había que desterrar a la mariquita porque,<br />

ahora que había perdido todos sus lunares, ya no<br />

era bien vista por los residentes, el animalito se sintió<br />

tan desconsolado y solo que resolvió quitarse la vida.<br />

Ya en las afueras del pueblo, se subió en lo alto de<br />

la barandilla de un puente, llorando, y se preparó para<br />

el último gran salto.<br />

Una diminuta termita, al oír los sollozos, asomó la<br />

cabecita para ver quién estaba gimoteando y, al ver al<br />

raro insecto, preguntó:<br />

—¿Qué bicho eres?... ¿Y por qué lloras?<br />

La mariquita se secó apresadamente las lágrimas y<br />

respondió:<br />

—Puede que no me reconozcas porque días atrás<br />

perdí todos mis bellos lunares, pero soy una mariquita.<br />

—Entiendo —dijo la termita, —pero yo no sé nada<br />

de mariquitas ni de lunares… Lo único que sé es lo que<br />

veo, y lo que veo es que tú estás muy afligida.<br />

—Lo estoy —admitió la mariquita—. Y el motivo<br />

de mi desolación es justamente ése. Al perder mis lunares,<br />

todos en el pueblo me rechazan y se apartan de mí<br />

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