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Soluciones para la triple crisis - Fundación Banco Santander

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expansión (he tratado este asunto en el capítulo 12 de Riechmann,<br />

2003).<br />

Por una parte, una agricultura respetuosa con el medio ambiente<br />

y con <strong>la</strong> calidad de sus productos, que renuncie al exceso<br />

de agroquímicos, es más intensiva en trabajo humano que <strong>la</strong><br />

agricultura «industrial-minera» practicada en <strong>la</strong> actualidad. En<br />

promedio, <strong>la</strong> producción ecológica requiere un 30% más de<br />

fuerza de trabajo que los métodos convencionales equivalentes<br />

(según General Workers’ Union in Denmark 1995, 33). «Si<br />

demandáramos un ciento por ciento de nuestra alimentación<br />

a partir de productos obtenidos de forma ambientalmente correcta<br />

se podrían necesitar otros 500.000 nuevos agricultores,<br />

a sumar a los que deberían participar en <strong>la</strong> reforestación y<br />

transformación de <strong>la</strong> biomasa vegetal sobrante en fertilizantes<br />

orgánicos», ha escrito Joaquín Araujo.<br />

Huertos urbanos<br />

El cultivo de alimentos en huertos urbanos es un componente<br />

importante <strong>para</strong> una mayor sustentabilidad de nuestras sociedades<br />

y un recurso <strong>para</strong> aliviar tensiones sociales en tiempos<br />

de <strong>crisis</strong>.<br />

«Los agricultores urbanos han usado siempre los materiales<br />

fértiles que encontraban en sus ciudades <strong>para</strong> <strong>la</strong> producción<br />

de cultivos. Un conocido ejemplo es el de los cultivadores de<br />

verduras de París (conocidos como marais) quienes, hasta<br />

1918, producían cosechas abundantes dentro de <strong>la</strong> ciudad.<br />

Cada año llegaban a api<strong>la</strong>r hasta 30 cm de abono de caballo sobre<br />

sus parce<strong>la</strong>s de cultivo, y utilizaban muchos e ingeniosos<br />

métodos <strong>para</strong> el control del suelo y <strong>la</strong> temperatura del aire.<br />

Recolectaban de tres a seis cosechas de frutas y verduras por<br />

año; cada agricultor podía ganarse muy bien <strong>la</strong> vida en sólo tres<br />

cuartos de hectárea de terreno. Hace un siglo, en París, se producían<br />

100.000 tone<strong>la</strong>das de cosechas de alta calidad y de fuera<br />

de temporada en unas 1.400 hectáreas, alrededor de una<br />

sexta parte del área superficial de <strong>la</strong> ciudad, y se utilizaban cerca<br />

de un millón de tone<strong>la</strong>das de abono de caballo. Las cosechas<br />

eran tan abundantes que incluso se embarcaban hacia Londres.»<br />

(Girardot, 2001, 86)<br />

Por añadidura, <strong>la</strong>s demandas que <strong>la</strong> sociedad dirigirá a <strong>la</strong> agricultura<br />

no dejarán de crecer durante el siglo XXI, también en<br />

ámbitos «no convencionales». En efecto: el final del insostenible<br />

modelo de desarrollo basado en los combustibles fósiles y<br />

los materiales no renovables dará paso, necesariamente, a sistemas<br />

que dependerán más de los recursos renovables que cosecha<br />

<strong>la</strong> agricultura.<br />

No podemos concebir una sociedad sustentable que no se<br />

base sobre <strong>la</strong> energía so<strong>la</strong>r, <strong>la</strong> fotosíntesis y el «cierre de ciclos»<br />

de los materiales. Por eso, además de su tradicional papel<br />

como suministradora de alimentos, <strong>la</strong> actividad agríco<strong>la</strong><br />

tendrá que proporcionar un número creciente de materias primas<br />

industriales: biomasa <strong>para</strong> diversos usos, biocombustibles<br />

líquidos, fibras, biopolímeros, materiales estructurales, revestimientos,<br />

lubricantes, resinas, aceites esenciales, hormonas vegetales,<br />

detergentes, diversas materias primas <strong>para</strong> una «química<br />

verde», productos farmacéuticos, papel y cartón.<br />

Pero atención…<br />

«No sabemos cómo superar <strong>la</strong> <strong>crisis</strong> actual. Ningún gobierno<br />

del mundo, bancos centrales o instituciones financieras internacionales<br />

lo sabe: son todos como un ciego que trata de salir<br />

de un <strong>la</strong>berinto tocando <strong>la</strong>s paredes con distintos palos con<br />

<strong>la</strong> esperanza de encontrar <strong>la</strong> salida. Por otra parte, subestimamos<br />

lo muy adictos que los gobiernos y los que toman decisiones<br />

son aún a <strong>la</strong>s esnifadas de los mercados libres que los<br />

ha hecho sentirse tan bien a lo <strong>la</strong>rgo de décadas. ¿Hemos abandonado<br />

el supuesto de que <strong>la</strong> empresa del beneficio privado es<br />

siempre <strong>la</strong> mejor forma, porque es más eficiente, de hacer <strong>la</strong>s<br />

cosas? ¿Que <strong>la</strong> contabilidad y organización empresarial debería<br />

ser el modelo incluso <strong>para</strong> el servicio público, <strong>la</strong> educación<br />

y <strong>la</strong> investigación? ¿Que el creciente abismo entre los superricos<br />

y el resto no importa demasiado, mientras todos los demás<br />

(excepto <strong>la</strong> minoría de los pobres) estén un poco mejor?<br />

¿Que lo que precisa un país es bajo cualquier circunstancia el<br />

crecimiento económico máximo y <strong>la</strong> competitividad comercial?<br />

No lo creo.» (Hobsbawm, 2009)<br />

Cuadernos de Sostenibilidad y Patrimonio Natural Nº 19

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