Descargar - Fundación Isonomia - Universitat Jaume I de Castelló
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«Centrándonos en el ámbito <strong>de</strong> los roles <strong>de</strong> género, los hombres ten<strong>de</strong>rán, por tanto, a ser<br />
dominantes, controladores y asertivos, mientras que las mujeres se comportarán <strong>de</strong> forma<br />
subordinada, cooperativa y complaciente, ante la influencia social, y menos abiertamente<br />
agresiva.» (Morales, 2007, p. 103).<br />
Los sistemas simbólicos (lenguaje, arte, religión, ciencia,…) como instrumentos <strong>de</strong> comunicación,<br />
conocimiento y diferenciación social, contribuyen a imponer un or<strong>de</strong>n social arbitrario. Permiten que el<br />
or<strong>de</strong>n social se reproduzca, sin necesidad <strong>de</strong> ser legitimado o <strong>de</strong>fendido, dado que se presentan bajo<br />
la apariencia <strong>de</strong> lo universal.<br />
«El po<strong>de</strong>r simbólico es un po<strong>de</strong>r legitimador, suscita el consenso tanto <strong>de</strong> los dominadores<br />
como <strong>de</strong> los dominados, es un «po<strong>de</strong>r que construye mundo» por su capacidad para imponer<br />
la «visión legítima <strong>de</strong>l mundo social y <strong>de</strong> sus divisiones» (Bourdieu, 1987b: 13)» (Fernán<strong>de</strong>z,<br />
2005, p.6).<br />
La naturalidad con la que se asume la división entre los sexos y el or<strong>de</strong>n jerárquico patriarcal se<br />
<strong>de</strong>be a la concordancia entre las estructuras objetivas y las estructuras cognitivas, esto posibilita vivir<br />
la experiencia <strong>de</strong> dominación como una experiencia dóxica y esto es así porque esa división sexual<br />
se presenta en el estado objetivado (mundo social) y también en el estado incorporado (habitus).<br />
«El habitus es la forma en que las estructuras sociales se graban en nuestra mente y nuestro<br />
cuerpo, son las estructuras sociales <strong>de</strong> nuestra subjetividad. El habitus, con la apariencia propia<br />
<strong>de</strong> lo innato, es fruto <strong>de</strong> la incorporación <strong>de</strong> una estructura social en forma <strong>de</strong> esquemas <strong>de</strong><br />
percepción y valoración (disposiciones) que toman la apariencia <strong>de</strong> lo natural. De tal modo que<br />
el habitus sería “la posición social hecha carne”» (Gómez, 2003, p.197)<br />
Como expuso Bourdieu (2000), la dominación masculina es una dominación simbólica que por su<br />
apariencia <strong>de</strong> universal suscita el consenso y la aceptación dóxica -sin <strong>de</strong>mostración-. La dominación<br />
masculina naturaliza la propia dominación al procurar la armonía entre las estructuras objetivas<br />
(materiales y discursivas) y las subjetivas (esquemas <strong>de</strong> percepción, pensamiento y acción). La<br />
división sexual se presenta en el estado objetivado (mundo social) y en el incorporado (habitus).<br />
La conformación <strong>de</strong>l habitus no requiere violencia explícita sino violencia simbólica. La violencia<br />
simbólica, entendida como la capacidad <strong>de</strong> imponer los medios para compren<strong>de</strong>r y adaptarse al mundo<br />
social mediante un sentido común que representa <strong>de</strong> modo disfrazado el po<strong>de</strong>r, hace referencia a<br />
los conceptos <strong>de</strong> tecnología <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r, <strong>de</strong> la subjetividad (Michel Foucault,1978) y <strong>de</strong> tecnologías<br />
<strong>de</strong> género (Lauretis, 2000) como conjuntos organizados <strong>de</strong>: prácticas discursivas e instituciones<br />
tanto <strong>de</strong> discursos doctos (ciencias, creencias) y legos (tradiciones orales, mitos, refranes…), <strong>de</strong><br />
representaciones (iconografía…), <strong>de</strong> prácticas sociales (roles y estereotipos sexuales, espacios <strong>de</strong><br />
intervención…), <strong>de</strong> códigos (honor)… por las que somos impelidos para actuar sobre nuestros cuerpos,<br />
pensamientos y conducta, a fin <strong>de</strong> obtener <strong>de</strong>terminadas finalida<strong>de</strong>s (Gómez, 2003).<br />
Es tal la potencia <strong>de</strong>l proceso <strong>de</strong> socialización en el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> dominación masculina que siendo<br />
tan real la <strong>de</strong>sigualdad, tan real la asimetría en po<strong>de</strong>r, valor y dignidad <strong>de</strong> hombres y mujeres, ésta no<br />
sea percibida como tal por quienes la sufren e incluso, en muchas ocasiones, por quienes la ejercen.<br />
¿Cómo es posible que prevalezca una dominación que hoy día ha perdido gran parte <strong>de</strong> sus anclajes<br />
<strong>de</strong> justificación?<br />
En este punto, las luces enfocan al sexismo que, a modo <strong>de</strong> superestructura <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n patriarcal<br />
no explicitado, «normaliza», bien naturalizando, bien invisibilizando, bien imponiendo, etc. la<br />
discriminación <strong>de</strong> las mujeres y su subordinación a los hombres en todos los ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> la vida por<br />
razón <strong>de</strong> su sexo.<br />
El sexismo<br />
El Diccionario <strong>de</strong> la Real Aca<strong>de</strong>mia <strong>de</strong> la Lengua Española recoge el término sexismo como «la<br />
discriminación <strong>de</strong> personas <strong>de</strong> un sexo por consi<strong>de</strong>rarlo inferior al otro»; la palabra discriminación<br />
como «la i<strong>de</strong>ología o comportamiento social que separa y consi<strong>de</strong>ra inferiores a las personas por<br />
su raza, clase social, sexo, religión u otros motivos i<strong>de</strong>ológicos» e i<strong>de</strong>ología como «el conjunto <strong>de</strong><br />
i<strong>de</strong>as fundamentales que caracteriza el pensamiento <strong>de</strong> una persona, colectividad o época, <strong>de</strong> un<br />
movimiento cultural, religioso o político, etc.». Así el sexismo sería el conjunto <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as fundamentales<br />
y comportamientos sociales que separan e inferiorizan a las personas <strong>de</strong> un sexo respecto <strong>de</strong>l otro<br />
sexo.<br />
Siguiendo a Bourdieu (2000) el sexismo es un esencialismo que busca atribuir diferencias sociales<br />
históricamente construidas a una naturaleza biológica que funciona como una esencia <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se<br />
<strong>de</strong>ducen <strong>de</strong> modo implacable todos los actos <strong>de</strong> la existencia. De todas las formas <strong>de</strong> esencialismo<br />
es la más difícil <strong>de</strong> <strong>de</strong>sarraigar. Como esencialismo el sexismo forma parte <strong>de</strong>l habitus <strong>de</strong> cada<br />
cuerpo socializado en un or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> dominación masculina. Como i<strong>de</strong>ología el sexismo es el soporte<br />
i<strong>de</strong>ológico sobre el que se justifican las bonda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> dicho or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> dominación patriarcal que, hoy<br />
por hoy, sigue siendo hegemónico y consustancial en todas las estructuras y ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong><br />
las personas.<br />
Esto es así en razón <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las mayores fortalezas <strong>de</strong>l sexismo, su enorme plasticidad. En pocas<br />
décadas hemos pasado <strong>de</strong> una sociedad disciplinaria en la que el sexismo legitimaba las prácticas<br />
<strong>de</strong> hostilidad contra las mujeres a una sociedad <strong>de</strong> control en la que el sexismo se prohíbe. Prohibido<br />
el sexismo explícito, proscritas las prácticas tradicionales, reconocibles, <strong>de</strong> sexismo hostil, ahora<br />
asistimos a las nuevas prácticas <strong>de</strong> dominación, también llamadas neosexismo, sexismo ambivalente,<br />
sexismo benevolente, micromachismos…<br />
El sexismo ambivalente<br />
Formulado por Peter Glick y Susan Fiske (1996), el sexismo ambivalente parte <strong>de</strong> la intervención<br />
simultánea <strong>de</strong> dos tipos <strong>de</strong> creencias sexistas vinculadas a sentimientos opuestos hacia las mujeres:<br />
el <strong>de</strong>nominado sexismo benevolente que presenta sentimientos y actitu<strong>de</strong>s positivas hacia las mujeres<br />
siempre que cumplan con su rol tradicional <strong>de</strong> esposas y madres, y el sexismo hostil que presenta<br />
sentimientos y actitu<strong>de</strong>s negativas hacia las mujeres en tanto inferiores al hombre en todos los ór<strong>de</strong>nes<br />
<strong>de</strong> la vida. A su vez ambos sexismos se conforman en tres ámbitos: el paternalismo, la diferenciación<br />
<strong>de</strong> género y la heterosexualidad.<br />
¿Por qué a pesar <strong>de</strong> los avances en las tecnologías anticonceptivas que permiten a las mujeres, al<br />
menos en el mundo occi<strong>de</strong>ntal, el gobierno a voluntad <strong>de</strong> su maternidad, a pesar <strong>de</strong> los avances <strong>de</strong><br />
la sociedad industrial y globalizada, <strong>de</strong> la mayoritaria incorporación <strong>de</strong> las mujeres al mercado laboral<br />
y al mundo académico, <strong>de</strong>l impulso incansable <strong>de</strong>l movimiento feministas… que han erosionado los<br />
sólidos muros que separaban los roles <strong>de</strong> género, los espacios y los universos que diferencialmente<br />
ocupaban y <strong>de</strong>bían ocupar hombres y mujeres en las estructuras sociales; por qué con todo ello el<br />
patriarcado sigue siendo hegemónico?<br />
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