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sí contribuyó a que la unidad política indivisible fuese derrocada por la obra de<br />
destrucción de los poderes indirectos, que socavaron esa unidad hasta aniquilarla”.<br />
A pesar de la riqueza intelectual y aporte teórico de Hobbes, predomina de tal<br />
forma en su obra “el pensamiento sistemático, que mal podría servir de<br />
instrumento seguro de lucha y de arma para una decisión sencilla y conreta. De<br />
acuerdo con Schmitt, Hobbes no merece su fama de representante del Estado<br />
absolutista, ya que su versión de la relación protección-obediencia resulta de hecho<br />
“fácilmente conciliable con los conceptos y con los ideales del Estado de derecho<br />
burgués (liberal, AR)”. En este punto, Schmitt adopta la perspectiva de Strauss,<br />
quien también concibe la obra hobbesiana como precursora del liberalismo. Por<br />
qué llega Schmitt a esta conclusión, que aparentemente contradice su interpretación<br />
previa en torno al significado de Hobbes?<br />
Para Schmitt, Hobbes flaqueó al llegar al punto decisivo, es decir, “la cúspide<br />
misma del poder soberano creador de la unidad de la Religión y de la política”, ya<br />
que precisamente allí Hobbes “formula ciertas reservas individualistas<br />
indesarraigables”, lo que permite que penetre en el sistema político del Leviatán “la<br />
distinción entre la creencia interna y la confesión externa” (en otras palabras, entre<br />
la libertad interna de conciencia del individuo y el marco jurídico externo bajo<br />
potestad del Estado). Esta distinción se convirtió en “la gran brecha de invasión del<br />
liberalismo moderno”, fue el “germen letal que destruyó desde dentro al poderoso<br />
Leviatán”, y finalmente “puso en el último trance al Dios mortal” (el Estado como<br />
máquina, como el primer producto de la epoca técnica, como “obra humana y<br />
distinta de todos los tipos anteriores de unidad política”).<br />
El razonamiento de Schmitt es implacable, y pocas veces se manifiesta con la<br />
pasión que revelan estas páginas. Su curso es el siguiente: 1) Hobbes convirtió la<br />
Monarquía en simple forma fenoménica de un sistema de legalidad estatal,<br />
destruyendo así sus fundamentos tradicionales de derecho divino, y sólo pudo<br />
salvar su fé monárquica amparándose en un agnosticismo radical. Si bien había en<br />
Hobbes “piedad genuina”, su pensar “ya no era creyente”. 2) De este agnosticismo,<br />
y no así de la religiosidad de los sectarios, arranca el Estado neutral moderno.<br />
Tanto la democracia liberal occidental como el marxismo bolchevique coinciden en<br />
considerar al Estado como una gran máquina, como un “aparato del que las más<br />
diversas fuerzas políticas pueden servirse a guisa de instrumento tecnico neutral”.<br />
El resultado de ello es que la máquina, como la técnica toda, “se independiza de<br />
todos los objetivos y convicciones políticas y adquiere frente a los valores y frente a la<br />
verdad la neutralidad propia de un instrumento técnico” (subrayado AR). 3) Con su<br />
sistemática conversión del Estado en un “mecanismo impulsado por motivaciones<br />
sicológicas forzozas”, Hobbes fue culpable de dar al traste con todas las nociones<br />
medievales sobre el derecho divino de los reyes y también con los conceptos<br />
anteriores del Derecho y de la Constitución, “entendidos en sentido substancial”.<br />
Fue, pues, Hobbes “por ambos lados precursor espiritual del Estado de Derecho y<br />
del Estado constitucional burgués”, de un Estado cuyo carácter esencial es el de ser<br />
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