revista icruceros nº12

Tras sumarnos
al resto
del grupo de
invitados nos
dirigimos a
través de los
controles de
rigor para abordar el shuttle bus
que nos conduciría desde la terminal
hasta el costado de la nave
ubicada al interior de las instalaciones
portuarias en un recorrido
en el cual se puede apreciar
su imponente silueta; a medida
que nos acercábamos se hacía
más y más grande y se podían
apreciar mejor sus detalles tan
característicos como su chimenea
adornada con el logo de la
compañía, una sirena con su pelo
al viento. Ahí estábamos junto al
barco más grande que visitaría
Valparaíso en la temporada con
sus 282 metros de largo, 108.000
toneladas y 17 pisos con capacidad
para recibir a más de 2600
pasajeros en la comodidad de
sus 1318 cabinas. Para acceder
a ella hay que subir una pasarela
conocida como “Gangway” que
nos lleva a la cubierta 6 (Fiesta)
donde se encuentra la Recepción
y un imponente Atrium de 3 pisos
de altura. Aparte de la belleza del
diseño y la decoración del barco,
lo que impresiona es la amabilidad
de la tripulación pues desde
el primer momento saludan con
un cálido “bienvenidos a bordo”
o un “buenos días” el cual dependiendo
del acento del tripulante
que lo pronuncia se transforma
en un atractivo en sí.
Luego de maravillarnos unos
minutos con la hermosa panorámica
del Atrium iniciamos,
junto a nuestra anfitriona de a
bordo un recorrido por la cubierta
10 o Caribe para conocer
algunas de las suites, mini suites
y camarotes que ahí se ubican y
que son una muestra excelente
de las acomodaciones de la nave.
Todas y cada una de ellas se
encontraban prontas a la llegada
de sus nuevos huéspedes los que
arribarían en cosa de minutos,
todas con un orden tan inmaculado
que nadie podría sospechar
que horas antes hubo las abandonaron
sus huéspedes después
de un crucero de 14 días desde
Buenos Aires. La decoración
muy elegante pero sobria a la
vez, un toque muy característico
de Princess Cruises, una elegancia
donde la estridencia no tiene
cabida.