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Año 57 - 1995 Págs. 41-57 [41] APOCALIPSIS Y ... - Revista Biblica

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La concepción cristiana de la historia<br />

Como la serie de las interpretaciones propuestas resulta al fin de cuentas insatisfactoria,<br />

siempre sigue en pie el problema que plantea la historia vivida por la humanidad a través de<br />

los tiempos, y a la que cada individuo se encuentra ligado íntimamente por el carácter<br />

histórico de su propia existencia. Ese problema, ya lo hemos visto, nunca ha dejado de<br />

inquietar a los seres humanos, y ésta es una razón más para que la conciencia cristiana no<br />

permanezca insensible ante él. De ahí que también el cristiano se esfuerce por saber si la<br />

historia tiende hacia una meta precisa, si tiene un significado, una razón que se pueda<br />

comprender y un valor que pueda justificar tantos esfuerzos, tantos sufrimientos y sangre<br />

vertida. Pero el deber más inmediato del cristiano, como lo hace notar Henry-Irenée Marrou,<br />

no es hacer el inventario de las visiones secularizadas de la historia, tan pronto rivales como<br />

aliadas, sino preguntarse en qué medida la revelación que le ha sido dada y la fe que profesa le<br />

proporcionan una luz capaz de iluminar, al menos parcialmente, este inquietante problema.<br />

Y aquí es importante aclarar que la pregunta por el sentido de la historia no se añade a la<br />

fe cristiana como un agregado que le viene de fuera. Todo lo contrario: uno de sus contenidos<br />

más esenciales es la certeza de que la historia tiene un sentido, un valor y una meta, porque el<br />

tiempo de la historia terrena está inseparablemente unido a la realización del plan divino de<br />

salvación. De ahí que todo cristiano, en la medida en que ha llegado a compenetrarse de la<br />

verdad revelada por Dios, pueda considerarse portador de una respuesta cierta a la pregunta.<br />

Pero si la revelación nos asegura que la historia del mundo es el escenario donde Dios<br />

realiza sus designios, también nos advierte que al misterio de la historia hay que acercarse con<br />

“temor y temblor”: o más precisamente: con la certeza de encontrar una respuesta segura, pero<br />

sin la pretensión o la expectativa de comprender toda la hondura del misterio. Porque la<br />

historia humana posee una estructura tan compleja, que ningún pensamiento humano podría<br />

abarcar en su totalidad ni siquiera un área muy reducida. Esa historia no es nunca simple.<br />

Acerca de ella, el cristiano no sabe más que la persona corriente, es decir, bastante poco: y si<br />

hace el esfuerzo de repensar, reencontrar y reanimar el pasado, lo que extrae de su empeño es<br />

una lección de humildad. Tanto es lo que haría falta saber para penetrar en el sentido último<br />

de la historia, que es imposible lograrlo con una mirada incapaz de abarcar todo lo que ha<br />

pasado,

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