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GÉNERO LITERARIO Y TEOLOGÍA DE GÉNESIS 2 ... - Revista Biblica

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<strong>Revista</strong> Bíblica – Año 60 – Nº 70 - 1998/2 – Págs. 65-90<br />

[65]<br />

GÉNERO <strong>LITERARIO</strong> Y TEOLOGÍA<br />

<strong>DE</strong> GÉNESIS 2-3<br />

Enrique Nardoni<br />

La tradición yahvista nos ha dejado en las primeras páginas de la Biblia una<br />

serie de historias que han desempeñado un papel importante en la cultura<br />

religiosa y en las discusiones teológicas. Me refiero a las historias de Adán y<br />

Eva, Caín y Abel, el Diluvio y la Torre de Babel. La que se ha destacado más<br />

entre ellas es la historia de Adán y Eva. Se la ha considerado como la base y<br />

razón de las otras. Se ha visto en ella un relato de un acontecimiento histórico<br />

que, sucedido en los orígenes, ha definido desafortunadamente el rumbo de la<br />

humanidad.<br />

Los exégetas actuales reubican la historia de Adán y Eva en la secuencia<br />

bíblica, heredada del yahvista y complementada por el autor sacerdotal. Según<br />

ellos, el relato que ocupa el centro en la secuencia yahvista de los primeros<br />

capítulos del Génesis no es el de Adán y Eva sino el del Diluvio, en que Noé<br />

viene a ser el nuevo Adán, el padre de la humanidad actual.<br />

La reubicación de la historia de Adán y Eva dentro de la secuencia bíblica tiene<br />

una enorme importancia porque ayuda a definir el género literario del relato. En<br />

este sentido hay que comenzar por observar que las historias de esta secuencia<br />

se ubican dentro de nuestro tiempo y nuestro mundo. Los que allí actúan no son<br />

personajes de un tiempo o mundo mítico; pertenecen más bien a nuestra<br />

historia; representan la presente humanidad. Los relatos de sus actuaciones<br />

están unidos por<br />

genealogías anotadas. Las notas se refieren al progreso de la civilización, cuyos<br />

pasos se conectan con los grandes períodos de la historia; allí se mencionan los<br />

comienzos de la agricultura y la ganadería y el alborear de las épocas del<br />

bronce y del hierro.


[66] Los relatos de Adán y Eva, Caín y Abel, el Diluvio y la Torre de Babel<br />

están ubicados dentro de la trama del desarrollo cultural, social y político de la<br />

humanidad. La escena de Adán y Eva está al comienzo de ese desarrollo y el<br />

episodio de la Torre de Babel ocurre en un tiempo de civilización avanzada, en<br />

un ambiente de ambiciones imperiales.<br />

Hoy en día ningún exégeta bien informado sostiene que el episodio de la Torre<br />

de Babel sea un relato histórico. Se lo tiene como proveniente de antiguos<br />

pensadores hebreos que tomaron elementos culturales de su época para<br />

describir hasta donde puede llegar el espíritu humano en su ansia desmedida de<br />

poder. No es un episodio que sucedió una vez y pasó a la historia. Es más bien<br />

una narración que describe algo que está en la profundidad del ser humano y<br />

que se manifiesta en la historia en diversas épocas y formas. Puesta al<br />

comienzo de la humanidad esta narración señala una tendencia común a todos<br />

los seres humanos desde que la humanidad comenzó a existir. En este sentido<br />

se podría hablar de un acontecimiento prototípico.<br />

Lo que digo de la Torre de Babel lo aplico también a los otros relatos de la<br />

secuencia yahvista. En esto sigo a la mayoría de los exégetas. Estos relatos<br />

ofrecen una lectura profunda de la situación de la humanidad en la historia. Son<br />

narraciones que se levantan sobre el tiempo y revelan una verdad trascendental<br />

de la existencia humana: el ser humano es limitado, creado, débil, pero tiene<br />

metido en su meollo una tendencia incontenible por conocer, conquistar y<br />

perpetuarse, una tendencia a superar la condición presente y franquear las<br />

vallas de sus limitaciones con pretensiones divinas. Los exégetas<br />

contemporáneos llaman a estos relatos "historias primordiales". No provienen<br />

de documentos escritos o tradiciones orales remontables a los acontecimientos<br />

originales. Tampoco derivan de oráculos, visiones o sueños. El contenido de<br />

estos relatos deriva de una reflexión de tipo sapiencial sobre la condición<br />

presente en un esfuerzo por buscarle una explicación. Contienen, como dice E.<br />

Haag, "afirmaciones fundamentales sobre factores que dirigen la existencia de<br />

la humanidad y del mundo" ("Ursünde", p. 22). Para presentar los resultados de<br />

su reflexión el pensador antiguo plasmó un acontecimiento original en cuya<br />

acción se revelan los factores que producen la situación humana en cuestión.<br />

Para plasmar el acontecimiento el pensador recurrió a elementos culturales de<br />

su propio tiempo. Este modo de pensar y de expresarse es mitopoético. La<br />

denominación "historia primordial" no niega la


[67] inspiración divina. Ayuda más bien a precisar el tipo de inspiración para el<br />

caso. Se trata de una inspiración semejante a la que ha guiado a los sabios<br />

bíblicos en su interpretación de la experiencia.<br />

En este artículo concentro mi atención sobre el relato de Gén 2:4b-3:24. No es<br />

mi propósito hacer un análisis sistemático y pesado del texto ni de entrar en la<br />

descripción y evaluación de las múltiples opiniones vertidas sobre el tema. En<br />

las cuestiones discutidas sigo la opinión que considero más sólida. Además,<br />

tengo en cuenta la dimensión diacrónica, aunque pongo el énfasis en la<br />

sincrónica. Considero el ambiente en que las escenas del relato se formaron,<br />

pero insisto en el sentido que ellas tienen en el presente texto. Leo el relato<br />

como historia primordial y dentro del marco de ese género busco la dimensión<br />

teológica y el mensaje que se desprende del texto. Al final del artículo doy una<br />

bibliografía seleccionada sobre el tema como muestra de las principales fuentes<br />

usadas y como guía para ulteriores estudios de los lectores.<br />

En este artículo se incorporan reflexiones provenientes de mis discusiones con<br />

alumnos y profesores a nivel universitario. Entre ellos, como el lector puede<br />

esperar, hay una gran variedad de tendencias. Algunos participan de<br />

perspectivas fundamentalistas. Otros, aunque deploran estas perspectivas,<br />

quieren sin embargo mantener en el relato una base histórica en conformidad<br />

con la tradición cristiana. Otros se abren a una reconsideración del caso, pero<br />

sin sentirse seguros en el procedimiento. Otros en fin ven estas reflexiones algo<br />

así como una verdad de Perogrullo. Para facilitar la lectura, organizo este<br />

artículo en cinco partes: la creación de Adán, la creación de Eva, la creación de<br />

la serpiente, el jardín del Edén y sus reinterpretaciones.<br />

1. La creación de Adán<br />

1.1. Ambiente social y presupuestos culturales del relato<br />

Siguiendo la opinión común de los exégetas, sostengo que el relato de la<br />

creación de Adán derivó sus ideas de una reflexión sapiencial y debió su forma<br />

a una mentalidad mitopoética. Este relato nació en un ambiente en que se creía<br />

que el Dios de Israel es el creador del mundo y de la humanidad. Presupone una<br />

sociedad agrícola en que el hombre dependía substancialmente


[68] del cultivo de la tierra y tenía la experiencia diaria que de ella vivía y al<br />

final, después de mucho trabajar, en ella se perdería.<br />

Pero en este ambiente social, aunque el hombre se sentía sujeto a la tierra y no<br />

podía menos de verse mortal, experimentaba, sin embargo, un fuerte deseo de<br />

vivir, de expandirse, de dominar, de ensanchar su conocimiento y de<br />

embarcarse en una tarea de progreso que se continuaría a través de<br />

generaciones; aspiraba a la civilización. En su deseo de vivir parece estaba<br />

escondido el ensueño de una vida perdurable para siempre. Pero este ensueño<br />

era percibido como irrealizable porque la inmortalidad, según la persuasión<br />

común, estaba reservada a los seres divinos; solamente en muy raras<br />

excepciones se consideraba dada a algunos humanos, como ser a Henoc y Elías.<br />

La gran esperanza de la gente era morir en una edad avanzada ante la presencia<br />

de numerosos descendientes; una muerte llena de años y una sobrevivencia a<br />

través de una larga descendencia (Job 42 :16-17). Según la persuasión general,<br />

la muerte y el sheol eran el común destino de los humanos (2 Sam 14:14; Sal<br />

88:4-6; Is 38:10-12; Job 14:7-12; Ecl 3:18-22; Sir 14:12-19: 38:16-23). Lo que<br />

sobrevivía en el sheol era como una sombra de la persona, incapaz de gozar o<br />

sufrir. De allí ninguno salía para ser restaurado a la vida y pasar al mundo<br />

celeste. Esta persuasión era tan fuerte que el antiguo Israel no creyó en la<br />

glorificación celestial de ninguno de sus antepasados ni siquiera de los más<br />

ilustres como fueron Abraham, Moisés, el rey David, los profetas Isaías,<br />

Jeremías y Ezequiel. Más aún prohibió el culto de los antepasados (Deut 18:10-<br />

11; Is 8:19; 29:4; Jer 16:5-8). Se encuentra, sin embargo, en algunos salmos la<br />

esperanza de ser liberado del Sheol y ser llevado junto a Dios (Sal 49:16;<br />

73:24), pero estos textos parecen provenir de tiempos más recientes cuando la<br />

esperanza en la resurrección comenzaba a esbozarse. De hecho, la fe en la vida<br />

gloriosa después de la muerte se hace común sólo en los últimos siglos antes de<br />

Cristo (ver 1 Henoc 102-105; Dan 12:1-3; 2 Mac 7:9.11.14.23; 12:43-44; Sab<br />

2:23; 3:1-8; 5:1-5). El relato del Génesis pertenece a siglos anteriores cuando<br />

no existía una esperanza de realización en la otra vida.<br />

1.2. Objetivo del relato<br />

El relato de la creación de Adán es parte de las historias primordiales bíblicas.<br />

Su objetivo es explicar en forma mitopoética el origen de la condición humana<br />

descrita en los párrafos


[69] anteriores. La narración presupone un tiempo en que se conocía la<br />

agricultura, y busca explicar su origen. El relato explicativo dice que el hombre<br />

es creado precisamente para superar la aridez y la desolación de la tierra y<br />

emprender su cultivo (Gén 2:4b-7); el hombre tiene sobre la tierra una misión<br />

civilizadora desde sus mismos orígenes. La narración presupone también que se<br />

conoce la cerámica; presenta a Dios trabajando como un alfarero para plasmar<br />

al hombre con barro amasado del polvo de la tierra. Al ser hecho con tierra, el<br />

hombre queda vinculado a ella; debe cultivarla para sobrevivir, crecer y<br />

multiplicarse. Pero al tener su origen en el polvo, tiene marcado un destino de<br />

muerte; vuelve al polvo. Su nombre indica su origen y destinación. Es llamado<br />

’Ādām porque proviene de la ’ādāmâ (tierra) y a ella retorna.<br />

Siguiendo la narración del Génesis, vemos que el hombre fue creado mortal.<br />

Sin embargo, Dios le ofreció el regalo de poder tener vida imperecedera sin<br />

experimentar la muerte (hayyîm l e 'ōlām Gén 3:22). Le ofreció el regalo<br />

simbolizado en el acceso al árbol de la vida. Pero este regalo no llegó a<br />

concretarse porque el hombre no cumplió la condición anexada al ofrecimiento.<br />

De ahí que todos los que se llaman hombres participan de la condición mortal<br />

propia del hombre (’Ādām) porque éste proviene de la ’ādāmâ (Gén 3:19).<br />

Los antiguos pensadores bíblicos acostumbraban a remontar el origen del<br />

nombre de una comunidad al antepasado o supuesto antepasado inicial que<br />

había llevado dicho nombre. Por ejemplo, los levitas derivaban su nombre de<br />

Leví y los semitas de Sem. Así, según el Génesis, todos los seres humanos se<br />

llaman "hombres" porque derivan de un individuo inicial que se llamaba<br />

"hombre". Como pertenecían a una sociedad patriarcal, era normal para estos<br />

pensadores derivar la humanidad de un hombre, el primer marido y el primer<br />

padre. Naturalmente, estas historias presuponían que el hebreo era la lengua de<br />

los acontecimientos primordiales. Después de leer el relato bíblico de la<br />

creación del hombre como historia primordial, el lector instruido se preguntará<br />

¿cómo en realidad apareció el hombre sobre la tierra La Biblia no da<br />

información al respecto; a la ciencia le toca investigarlo y en el campo<br />

científico la teoría de la evolución, como dijo Juan Pablo 11, "es más que una<br />

hipótesis" ("Message", p. 415).<br />

El relato de la creación de Adán, en la narración del Génesis, se combina con la<br />

historia del jardín del Edén, entre cuyos elementos esenciales está el mandato<br />

de no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal con la pena de muerte<br />

anexada (Gén


[70] 2:17). El mandato y la pena conminatoria presuponen que Adán no es un<br />

niño sino un adulto desarrollado en su capacidad mental, enteramente<br />

responsable de sus acciones. La capacidad mental de Adán se ve también<br />

cuando da nombre a todos los seres vivientes que Dios le mostró, como<br />

también cuando nombra a la compañera que Dios le creó. Pero aunque sea un<br />

adulto, Adán está en un proceso de maduración; debe seguir tomando<br />

conciencia de sus posibilidades, cimentar sus relaciones y tomar decisiones<br />

fundamentales que determinen su futuro.<br />

2. Creación de la mujer<br />

2.1. Escenas de transición<br />

Después de terminar su trabajo de alfarero en la creación del hombre, Dios se<br />

dedicó a la jardinería. Así plantó un jardín en el Edén, una zona<br />

maravillosamente irrigada por las abundantes aguas que alimentaban a los<br />

cuatro ríos más grandes de la tierra. Allí puso al hombre para que lo cultivara y<br />

cuidara (Gén 2:15), de modo que éste podía descansar y gozar de su jardín.<br />

Aquí hay una posible reminiscencia del mito de Atrahasis, según el cual los<br />

seres humanos fueron creados para substituir a los dioses subalternos que<br />

originariamente trabajaban para servir a los dioses superiores. Sea como fuere,<br />

el hecho es que, después de asignarle al hombre el trabajo de agricultor y<br />

guardián de su jardín, Dios notó que al ser humano le faltaba algo importante.<br />

La soledad no le era buena; no le permitía cumplir con su misión. Por eso Dios<br />

decidió darle un auxiliar que correspondiera a su naturaleza, a fin de iniciar la<br />

familia y la sociedad humana. Para ello Dios pone en acción una estrategia de<br />

concientización. Vuelve a tomar el trabajo de alfarero, plasma animales y<br />

pájaros, y les da vida. Luego los presenta a Adán para que los vea y los<br />

clasifique. Adán a su vez los identifica y les da el nombre apropiado. En el<br />

proceso, Adán desarrolla la conciencia de su propia identidad y marca su<br />

diferencia de los animales entre los cuales no hay ninguno que le corresponda.<br />

Así, el narrador advierte que "para el hombre no se encontró el auxiliar que le<br />

correspondía" (Gén 2:20). De allí que Dios decida crear el auxiliar<br />

correspondiente tomando el elemento inicial del cuerpo del hombre.


[71]<br />

2.2. Creación de Eva: presupuestos y objetivo<br />

El relato de la creación de Eva deriva de una sociedad patriarcal en que la<br />

mujer era considerada un auxiliar del hombre; le ayudaba para formar su<br />

familia. Ella ocupaba un puesto esencial dentro la familia, aunque totalmente<br />

subordinado al varón; pero en la sociedad, fuera de la familia, no tenía una<br />

posición representativa. En la sociedad antigua, la mujer era propiedad del<br />

esposo; le pertenecía exclusivamente. Su obligación fundamental era darle una<br />

familia con hijos legítimos. El hombre la necesitaba para identificarse como<br />

varón, para perpetuarse en los hijos y para activar su tendencia a la expansión,<br />

al dominio y la civilización.<br />

El relato de la creación de Eva es parte de la historia primordial de la<br />

humanidad. Su objetivo es explicar el papel y el puesto de la mujer en la<br />

sociedad en el tiempo del compositor. El relato no describe la personalidad de<br />

la mujer; sólo identifica su papel con respecto al varón. Pinta su creación como<br />

el desarrollo de una parte sacada del varón. Así explica la atracción sexual entre<br />

hombre y mujer, e indica que ella es el auxiliar que le corresponde para<br />

comenzar la sociedad humana. Ella es llamada ’iššāh ("mujer") porque ha sido<br />

sacada del ’îš ("hombre"). El autor bíblico parece deleitarse en contar que la<br />

mujer por creación es sacada del hombre y que su mismo nombre suena como<br />

el de éste. De este modo indica, por sobre las ideas de su tiempo, la unidad de<br />

naturaleza, la afinidad y la igualdad de ambos sexos. Según el autor bíblico, la<br />

condición inferior y<br />

la subordinación opresiva que la mujer sufre no es un efecto de la creación sino<br />

un resultado del pecado (Gén 3:16). Pero, a pesar de su idea elevada de la<br />

mujer, el autor bíblico participa de las limitaciones culturales de su tiempo; por<br />

ejemplo, no considera que la mujer tenga posibilidad de una realización noble<br />

fuera del matrimonio. Uno puede comparar esto con lo que dice San Pablo en 1<br />

Cor 7:7-8 y en Gal 3:21-28.<br />

Después que Adán reconoce y da nombre a la mujer, el narrador acota que, de<br />

acuerdo al modo de la creación de la mujer, es propio del hombre juntarse con<br />

ella y formar una sola carne (Gén 2:24). Sin duda, esto indica que la actividad<br />

sexual de la pareja primordial fue una cosa normal desde el comienzo. Esta<br />

acotación aboga por la interpretación de que el fruto prohibido no se refiere a<br />

las relación sexual, aunque la desobediencia trajo consigo algunas dificultades<br />

en la relación de la


[72] pareja, dificultades que se especifican para la mujer en la sentencia dada<br />

contra ella (Gén 3:16), pero que no reciben mención alguna en la sentencia<br />

contra el hombre (Gén 3:17-19).<br />

3. Creación de la serpiente<br />

En Egipto y Mesopotamia, la serpiente era un símbolo de sabiduría y vida. En<br />

Canaán, un símbolo de fertilidad. En el libro del Génesis, la serpiente es una<br />

criatura de Dios que se destaca entre todos los animales del campo por su<br />

astucia (Gén 3:1; 2:19). No es Satanás, aunque tradiciones ulteriores así lo<br />

interpretaron. En el contexto del Génesis, la serpiente es un personaje de<br />

fábula; un animal astuto y maligno. Habla de sabiduría y de vida, pero tiene en<br />

la mente una intención perversa. Conoce el arte de engañar; habla con<br />

seguridad y persuasión. Asegura falazmente que la humanidad puede conseguir<br />

la sabiduría y la vida imperecedera comiendo del fruto del árbol de la ciencia<br />

del bien y del mal. Arguye que la prohibición proviene de la mala voluntad de<br />

Dios; insinúa que Dios es celoso de sus prerrogativas y no quiere que el hombre<br />

le sea igual. En el fondo, la serpiente quiere dañar al hombre con toda su<br />

astucia falaz; es envidiosa del hombre. En esto, la serpiente del Génesis<br />

recuerda la serpiente de la epopeya de Gilgamés (XI.vi), que arrebató<br />

subrepticiamente a Gilgamés el árbol de la vida que éste había conseguido<br />

después de mucho esfuerzo. Por otra parte, los lectores y oyentes del antiguo<br />

Israel que conocían las prácticas religiosas cananeas pudieron ver en el relato<br />

del Génesis una alusión crítica a los ritos de fertilidad en que la serpiente<br />

ocupaba un puesto central.<br />

En el relato bíblico de la serpiente hay un juego de palabras entre la serpiente<br />

"astuta" ('ārûm) y la pareja "desnuda" ('ārummîm). Sin duda el juego de<br />

palabras sirve para hacer conexión, a nivel de sonidos, entre el comienzo del<br />

capítulo tercero con el final del capítulo anterior. Pero es una consonancia<br />

irónica porque en realidad la serpiente introduce disonancia; en efecto, ésta es<br />

un factor que perturba la tranquilidad de la escena. La astucia de la serpiente<br />

trastorna la serenidad, la armonía y la transparencia en las relaciones entre<br />

hombre y mujer y entre la pareja y Dios.<br />

Es importante notar que la serpiente, factor perturbador, proviene del mismo<br />

mundo creado por Dios, del ambiente que


[73] Dios hizo para el ser humano. Se presenta como exterior al hombre y a la<br />

mujer; entabla un diálogo con la mujer. Pero el lector instruido se pregunta si<br />

esto no es más que un diálogo que sucede dentro de la misma mujer, porque la<br />

mujer es receptiva a la sugerencia de la serpiente y siente atracción directa por<br />

el fruto prohibido. Lo que hace la serpiente es despertar en la mujer un deseo<br />

que está como dormido en ella. La serpiente encuentra una quinta columna en<br />

la misma mujer, lo que se dice de la mujer vale para el hombre porque éste<br />

experimenta la tentación a través de la mujer; es receptivo como ella a la<br />

sugerencia y los dos juntos comen del fruto prohibido. Es muy sugestiva la<br />

comparación de la función de la serpiente del Génesis 3 con el animal de presa<br />

que está al acecho a la puerta del corazón de Caín (Gén 4:7). El poder del mal<br />

trabaja dentro del ser humano, en su mismo centro de deliberación y decisión;<br />

allí ofrece sus sugerencias tentadoras. Le corresponde al ser humano dominar el<br />

poder del mal que está dentro del mismo y superar la tentación.<br />

4. El jardín del Edén<br />

4.1. Ambiente y premisas culturales<br />

El jardín del Edén y el jardín de Dios son temas muy conocidos en las culturas<br />

del antiguo Medio Oriente, particularmente en Mesopotamia. El autor bíblico<br />

los adopta para crear el escenario de un drama que explora las relaciones entre<br />

el mundo divino y el humano. El drama que el autor desarrolla en el jardín del<br />

Edén tiene a su vez la influencia de una gran variedad de experiencias duras de<br />

la existencia humana. Entre ellas cabe enumerar las siguientes: (1) La vida en<br />

una sociedad agraria en que el ser humano tiene que afrontar el trabajo penoso<br />

de un suelo mezquino; es una vida dura que no corresponde al jardín verde de<br />

los ensueños del hombre. (2) La condición de la mujer que padece el dominio<br />

abusivo de su esposo y tiene que sufrir los dolores de parto. (3) La experiencia<br />

dolorosa de la muerte que desafía drásticamente cualquier ensueño de una vida<br />

sin fin. (4) La experiencia de que el ser humano es capaz de decir tanto "sí"<br />

como "no" a los mandatos divinos, con la conciencia de que tiene una marcada<br />

tendencia a buscar su propia realización y satisfacción desinteresándose y aún<br />

rebelándose contra la voluntad


[74] divina. Además de estas experiencias, el drama del Edén presupone ciertas<br />

interpretaciones de la experiencia humana como ser la convicción de que el<br />

sufrimiento es resultado del pecado, como también la tendencia a remontar el<br />

origen de la mala conducta de un grupo a los pecados de su antepasado inicial<br />

(ver Oseas 9:9; 10:5.9; 12:3).<br />

4.2. Género literario y propósito del relato<br />

Este relato es parte de la historia primordial de la humanidad. Se compuso para<br />

explicar la situación de la humanidad descrita en los párrafos anteriores. Su<br />

contenido es el resultado de una mente mitopoética que usa elementos de la<br />

alianza de Dios con Israel y trabaja con reflexiones sapienciales. La inspiración<br />

divina presente en la formación de este tipo de relato es semejante a la<br />

inspiración activa en los libros bíblicos sapienciales, en los cuales el contenido<br />

resulta de la interpretación de la experiencia humana bajo la guía de la<br />

asistencia divina. Para el exégeta es muy importante observar que el relato de<br />

Adán y Eva es seguido por una serie de relatos paralelos como son Caín y Abel,<br />

el Diluvio y la Torre de Babel. La consideración de esta secuencia ayuda a<br />

definir el género literario y determinar el tipo de verdad contenido en el relato<br />

de Adán y Eva porque todos esos relatos son historias primordiales en el<br />

sentido definido en la introducción.<br />

4.2.1. Resultado de una mente mitopoética<br />

Siguiendo una mentalidad mitopoética, el pensador bíblico buscó el comienzo<br />

de la situación presente, que afecta a todos los hombres, en las mismas raíces<br />

históricas de la humanidad y describió este comienzo como un acontecimiento<br />

que desató la condición dura de la existencia y puso al descubierto las<br />

tendencias del ser humano. Para componer el relato, el autor bíblico seleccionó<br />

elementos de la cultura ambiental del antiguo Oriente Medio, tales como el<br />

concepto del Edén (de origen mesopotámico), el símbolo del árbol de la vida<br />

(ver Gilgamés XI-vi), la astuta serpiente (Gilgamés XI.vi), y el querubín<br />

(también de origen mesopotámico). Tomó estos elementos y los acomodó a su<br />

punto de vista. Por ejemplo, asoció el árbol de la vida con el árbol de la ciencia<br />

del bien y del mal, que es una creación de la imaginación hebrea antigua, e hizo<br />

de la prohibición de este último una condición para poder disfrutar del primero.<br />

Tenía en la mente


[75] mostrar que la posibilidad de la inmortalidad no fue perdida por un<br />

accidente inesperado (ver Gilgamés XI.vi) sino que fue el resultado de una<br />

decisión libre del ser humano. La serpiente bíblica no arrebató<br />

subrepticiamente el árbol de la vida de la posesión del hombre, lo que hizo fue<br />

incitar falazmente al ser humano a tomar una decisión que le cerraría el camino<br />

para llegar al árbol de la vida. Para el autor bíblico, que vivió antes de que<br />

apareciera la esperanza en una realización en la otra vida, el hombre que es<br />

naturalmente mortal no ha recibido el don de la inmortalidad porque no<br />

cumplió las condiciones morales y religiosas que Dios le impuso. La carencia<br />

de inmortalidad está asociada a la presencia de las tendencias egoístas y<br />

rebeldes en el hombre y sobre todo al acto libre con que éste las asume. En este<br />

contexto, el árbol de la vida era el símbolo que tenía la capacidad de comunicar<br />

una vida sin fin, perenne, dentro de una comunidad terrena pacífica, justa,<br />

próspera y feliz en la presencia y cuidado de Dios; una vida que en la<br />

antigüedad era considerada propia del mundo divino.<br />

4.2.2. Dentro de un marco de alianza<br />

Para componer este relato, el autor bíblico echó manos del esquema de la<br />

alianza. En la alianza sinaítica, la vida dependía del cumplimiento de los<br />

mandamientos, y la muerte era fruto de su transgresión. El cumplimiento de las<br />

condiciones de la alianza era un asunto de vida o muerte (Deut 30:15-20; Jer<br />

21:8). Análogamente, en el relato del Génesis, el cumplimiento del mandato de<br />

no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal es también cuestión de<br />

vida o muerte. El relato del Edén tiene reminiscencias del esquema de la<br />

alianza; así la expresión conminatoria "tendrás que morir" (môt tamût) del Gén<br />

2:17 recuerda los términos de la pena capital (môt yûmāt) que refuerza algunas<br />

leyes de la alianza (Ex 21:12.15-17; Lev 20:10-16; 24:16-17). Asimismo, la<br />

expulsión del jardín y la confinación a la tierra mezquina y rebelde, que el<br />

Génesis describe como castigo por desobediencia, encuentra un interesante<br />

paralelo en el exilio y la vida dura en tierra extranjera que el Deuteronomio<br />

describe como pena por transgresión de la alianza (Deut 28:36.41.64).<br />

Siguiendo con las analogías, es interesante observar que las raíces hebreas hmd<br />

y ’wh, que incluyen el sentido de codiciar y desear, aparecen en partes<br />

importantes de los dos textos, en los mandatos de la alianza y en el relato del<br />

Edén. Ocurren como


[76] formas conjugadas en el último mandamiento "No codiciarás" (tahmod, Ex<br />

20:17; Deut 5:21) y "No desearás" (tit’awweh, Deut 5:21). Se hallan asimismo<br />

en el Génesis, en la descripción del carácter "codiciable" (nehmād) y<br />

"deseable" (ta’ a wā) del fruto prohibido. Así el texto dice: "La mujer vio que el<br />

árbol... era deseable a los ojos y codiciable para lograr sabiduría" (Gen 3:6).<br />

Según el texto, el fruto prohibido tiene una fuerza de atracción que despierta el<br />

deseo y la codicia, pasiones que la alianza manda poner bajo control (Ex 20:6;<br />

Deut 5:21). A la lista de las analogías se podría añadir el estilo de las tres<br />

sentencias que Dios expidió después de la desobediencia (Gén 3:14-19). El<br />

estilo recuerda los oráculos condenatorios de los profetas que acusaban al<br />

pueblo de crímenes contra la alianza.<br />

El esquema de la alianza subyacente en el relato del jardín del Edén sugiere que<br />

la relación entre Dios e Israel, expresado en términos de pacto, y la<br />

desobediencia de éste son como episodios retrotraídos al comienzo de la<br />

humanidad. Esto da a entender que la conducta pecadora de Israel es parte de<br />

un cuadro más amplio, el de la condición pecadora de la humanidad, condición<br />

que se desarrolló desde el comienzo de la historia humana y que está arraigada<br />

en la existencia misma del hombre. Es interesante notar que, a diferencia de<br />

Israel en la alianza sinaítica (Ex 20:5-6; 34:6-7), Adán no es advertido sobre los<br />

efectos de su acción para las generaciones futuras. El pensador mitopoético<br />

parece no juzgó necesario hacerlo porque vio en Adán como la personificación<br />

de toda la humanidad; en él se muestra la condición de toda la raza humana.<br />

Hay un cierto desconcierto entre algunos exégetas sobre el sentido y la<br />

ejecución de la sanción "tendrás que morir" (Gén 2:17). Porque parece que en<br />

las tres sentencias de condenación por la desobediencia no se menciona la<br />

ejecución de la pena de muerte. Para comenzar, la serpiente no es sentenciada a<br />

morir. Se establece hostilidad entre ella y la mujer, pero no se dice que la<br />

serpiente o su descendencia tenga que morir por la acción de la mujer o de su<br />

descendencia. La hostilidad será permanente sin que uno prevalezca contra el<br />

otro. En la lucha, tanto la acción hostil de una parte como la de la otra se<br />

expresan con el mismo verbo (shûp), aunque hay diversidad en el modo como<br />

la acción es llevada a cabo debido a la diferencia en la conformación del cuerpo<br />

de los contrincantes. El texto puede traducirse: "Él herirá tu cabeza y tú herirás<br />

su talón" (Gén 3:15). Si se<br />

quiere destacar el imperfecto hebreo de conato, sería mejor traducir: "Él te<br />

atacará en la cabeza y tú le atacarás en el talón".


[77] Tampoco hay mención de pena de muerte en la sentencia contra la mujer<br />

(Gén 3:16). Esto es notable porque la mujer tiene una participación destacada<br />

en la desobediencia. Si alguien debe ser castigado con la muerte, ella es el<br />

candidato más indicado. Finalmente, si analizamos la sentencia contra el<br />

hombre (Gén 3:17-19), tampoco parece incluir la ejecución de la pena de<br />

muerte. La frase "hasta que vuelvas ('ad shûb e kā) a la tierra" (Gén 3:19) no<br />

parece indicar que la muerte sea el resultado directo del trabajo duro impuesto<br />

al hombre; parece más bien decir que toda su vida será de un duro fatigar (ver<br />

frases semejantes en Gén 19:22; 27:45; 39:16). De hecho no hay nada en la<br />

genealogía yahvista de Génesis 4 que sugiera que Adán y Eva murieran<br />

ejecutados. La genealogía sacerdotal (Génesis 5), a su vez, le atribuye a Adán<br />

la longevidad normal de la gente antes del diluvio. Así se dice que él vivió 930<br />

años, mientras el justo Noé llegó a los 950 años (Gén 9:28). Por otra parte, no<br />

tiene sentido crear una pareja inicial cuya acción mala explique la situación<br />

penosa de la humanidad y ajusticiarla apenas cometido el pecado.<br />

Algunos exégetas sostienen que el pasaje de las tres sentencias (Gén 3:14-19)<br />

fue un añadido ulterior. El relato original habría ubicado la expulsión del jardín<br />

inmediatamente después de la desobediencia. En esta explicación, el añadido<br />

habría causado la disonancia en el texto actual. Esta explicación diacrónica<br />

puede ser válida, pero hay que buscar también una explicación sincrónica que<br />

dé sentido al texto actual. Para resolver el problema, podemos distinguir dos<br />

sentidos en la frase "tendrás que morir". Por un lado, puede significar la<br />

ejecución de la pena capital inmediatamente después del crimen. Por otro lado,<br />

puede significar la certeza, la seguridad de que la pena capital va a ser aplicada<br />

sin que la frase incluya aplicación inmediata de la sentencia. Ejemplos de esto<br />

último es la sanción de Salomón impuesta a Semeí (1 Re 2:37.42) y la pena de<br />

muerte de que habla Ezequiel (18:4.13.24.26). La distinción cuadra bien con el<br />

texto del Génesis. Por un lado, la serpiente juega con las palabras; supone el<br />

sentido de muerte inmediata en el lugar del crimen y asegura a la mujer que ella<br />

no va a morir por comer el fruto prohibido; explica que Dios amenaza con una<br />

mentira. Por otro lado, Dios entiende la sanción de otra forma; ve en ella la<br />

seguridad de la muerte. En su entender, si el hombre come el fruto prohibido<br />

morirá ciertamente porque será expulsado del jardín de Dios, el único lugar<br />

donde está el árbol de la vida. De


[78] semejante manera, Ezequiel habla de la pena de muerte como una<br />

exclusión de la comunidad en que se halla la fuente divina de la vida (Ez 25:7;<br />

ver también Lev 17:4.9.10.14).<br />

En el relato del Génesis, la certeza de la muerte toma cuerpo con la expulsión<br />

de Adán y Eva del jardín, al impedirles Dios que puedan llegar al árbol<br />

proveedor del don de la vida imperecedera (Gén 3:22). Expulsados del jardín,<br />

el lugar del árbol de la vida el hombre queda confinado a la tierra mezquina y<br />

rebelde de la cual fue formado (Gén 3:23) y a la cual debe retornar por razón de<br />

nacimiento. Volverá al polvo y una sombra de sí mismo irá al sheol, donde no<br />

hay comunicación con Dios, el dador de la vida (Sal 6:5; 30:9; 88:10-11; Isa<br />

38:17-18). Este modo de entender la muerte como condición natural y como<br />

castigo a la vez puede aclarar el sentido de la frase: "Hasta que vuelvas a la<br />

tierra. Porque (kî) de ella te sacaron; pues (kî) eres polvo y al polvo volverás"<br />

(Gén 3:19). El hombre está sometido a trabajo duro hasta la muerte; la muerte<br />

para él es un hecho ineludible porque es su condición natural y ésta no ha sido<br />

cambiada por Dios ya que el don de la inmortalidad le fue denegado al hombre<br />

por su desobediencia. Hay que notar que la referencia a la muerte se menciona<br />

sólo en la sentencia expedida contra el hombre porque éste es el representante<br />

de la humanidad creada del polvo de la tierra.<br />

4.2.3.Motivos sapienciales<br />

El autor bíblico usa varios motivos sapienciales en la composición del relato<br />

del jardín del Edén tales como el tema del conocimiento del bien y el mal, la<br />

sagacidad de la serpiente, la clasificación de los animales y los pájaros (ver 1<br />

Re 4:29-33) y la descripción de los cuatro ríos. Entre los motivos sapienciales<br />

se destaca el árbol del conocimiento del bien y el mal. Este árbol toma el lugar<br />

que se le había asignado al árbol de la vida y sirve de árbol de prueba. Es un<br />

árbol "deseable para conseguir sabiduría" (Gén 3:6). La sabiduría, de la que<br />

aquí se habla, incluye un conocimiento universal y una perspicacia aguda que<br />

habilita a la persona a tener éxito en sus empresas; da la facultad de discernir y<br />

establecer lo que es bueno y lo que es malo. Pero hay que distinguir dos tipos<br />

de sabiduría: la sabiduría animada por el temor de Dios y la sabiduría de<br />

autonomía moral La primera era considerada como un atributo divino<br />

participable. Tres veces se dice del rey David que era como el ángel de Dios<br />

por su


[79] conocimiento del bien y del mal. En dos de ellas se trata de la<br />

capacidad de David de dar la sentencia justa y establecer el orden en una<br />

situación conflictiva (2 Sam 14:17; 19:27). En el otro caso, se trata de un<br />

conocimiento amplísimo con una perspicacia afinadísima que le permite al rey<br />

descubrir los trucos y engaños de sus súbditos (2 Sam 14:20). Salomón, por su<br />

parte, pidió al Señor la sabiduría que incluía la capacidad para distinguir el bien<br />

del mal y establecer la justicia para gobernar rectamente al pueblo (1 Re<br />

3:9.11).<br />

La sabiduría de David y la que pedía Salomón iban acompañadas del temor de<br />

Dios. En cambio, la sabiduría que ofrece el árbol de la ciencia del bien y del<br />

mal es una sabiduría de autonomía moral. Es de exclusiva propiedad del ser<br />

divino. Hay que tener en cuenta que se trata de un ambiente cultural en que la<br />

moralidad depende de la voluntad de Dios y no de la naturaleza de las cosas. El<br />

hombre percibe dicha sabiduría como prohibida; el mandamiento se lo dice. Así<br />

que el ser humano, por un lado, es consciente de los parámetros morales dentro<br />

de los cuales debe comportarse para lograr su realización y, por otro lado, sabe<br />

que querer apropiarse de una sabiduría de autonomía moral es un acto de<br />

sublevación contra Dios, pero el hecho es que se siente atraído por esta<br />

sabiduría. Según los autores bíblicos, desear la autonomía moral es querer<br />

usurpar los derechos divinos, es cometer un acto de arrogancia semejante al del<br />

"hombre primigenio" del mito al que se refiere el libro de Job (15:7-8) o a la<br />

soberbia del tirano que en su sabiduría corrompida pretende ser dios (Ez 28:2-<br />

5). Para el lector moderno, invitar al hombre a apropiarse de la autonomía<br />

moral es una invitación a un humanismo ateo. Una tal sabiduría autónoma en<br />

manos del hombre es explosiva y destructiva; tiene destino trágico. Exalta al<br />

propio yo desatando pasiones desordenadas y desenfrenando violencia en la<br />

sociedad humana, como se puede ver en las historias de Caín y Abel, Lamec y<br />

el Diluvio. La sabiduría autónoma se abre a las ideologías perniciosas de<br />

autoexaltación. Como dijo Iván Karamazov, "Si no hay Dios todo está<br />

permitido".<br />

En el relato del Génesis, la serpiente hace hincapié en la sabiduría divina que el<br />

árbol puede comunicar y, engañosamente, incita a la mujer a comer de él para<br />

ser como Dios. Y después que la pareja comió del fruto prohibido Dios mismo<br />

dice que el hombre "ha venido a ser como uno de nosotros con el conocimiento<br />

del bien y del mal" (Gén 3:22). El hombre ha hecho una


[80] decisión de moral autónoma rebelándose contra Dios y pretendiendo ser<br />

igual a él. Para que el hombre no lleve adelante el plan de endiosamiento, Dios<br />

le cierra el camino al árbol de la vida. Porque sin inmortalidad no puede ser<br />

Dios. El árbol de la ciencia del bien y del mal en realidad tiene dos aspectos.<br />

Por un lado es una señal de frontera que el hombre no debe cruzar. Advierte<br />

que el ser humano debe realizarse dentro de su espacio moral de criatura. Por<br />

otro lado el árbol tiene su<br />

fascinación porque estimula las tendencias que el ser humano posee a la propia<br />

afirmación, a la agresividad contra lo que se le impone; fomenta el empuje que<br />

tiene a la conquista y al dominio; entusiasma las aspiraciones de endiosamiento<br />

que el hombre experimenta en sí mismo y que lo llevan a deshacerse de los<br />

principios morales. El árbol de la ciencia del bien y del mal refleja el conflicto<br />

interior del hombre.<br />

La tendencia humana a traspasar las vallas de sus límites está puesta al<br />

descubierto también en la narración del casamiento de las hijas de los hombres<br />

con los hijos de Dios, un casamiento dirigido a obtener para la humanidad la<br />

inmortalidad y el rango de los seres divinos (Gén 6:1-3). Dicha tendencia se ve<br />

también en el relato de la Torre de Babel; ésta representa la exaltación de una<br />

civilización orientada por una ideología que desafía el orden y el dominio<br />

divinos.<br />

Siguiendo la sugerencia de la serpiente y atraídos por el árbol de la ciencia del<br />

bien y del mal, Adán y Eva comieron de su fruto. Al comerlo sintieron el<br />

primer efecto de la sabiduría adquirida. Se sintieron turbados y avergonzados<br />

de su desnudez. Tomaron conciencia de algo nuevo. Una toma de conciencia<br />

que tiene dos aspectos, uno negativo y otro positivo. El negativo es que la<br />

pareja se dio cuenta de que sus relaciones habían sido perturbadas; una<br />

desagradable enajenación había ocurrido entre los dos Y un cambio inquietante<br />

había afectado su relación con Dios. Sintieron la necesidad de cubrir su<br />

desnudez, pero, aún cubiertos, tuvieron miedo de encontrarse con Dios. Un<br />

remordimiento se esbozó en su conciencia. El aspecto positivo del nuevo<br />

conocimiento fue que se dieron cuenta de que no correspondía al ser humano<br />

estar desnudo; fueron además capaces de superar la situación y coserse un<br />

vestido con hojas de higuera (Gén 3:7). Luego, Dios les ayudó para mejorar su<br />

técnica usando piel animal (kuttonet, Gén 3:21). El episodio de cubrir la<br />

desnudez con vestido recuerda la historia de Engidu, en la cual el vestirse es el<br />

primer paso para la sociedad civilizada


[81] y un signo de rango social (Gilgamés II,ii.27-30; VI,iii.38; X,iii.10). Un<br />

concepto semejante se halla en el cuento de Adapa. Encontramos ideas afines<br />

en la misma Biblia. Así, por un lado, la desnudez es un deshonor (Gén 9:21.23;<br />

2 Sam 6:20; 10:4-5; Isa 20:2-4; Oseas 2:9-10). Por otro, el vestido es signo de<br />

rango y dignidad (Gén 37:3; 2 Sam 13:18-19; Isa 22:15-23).<br />

Perturbados y miedosos, Adán y Eva tuvieron que dar cuenta a Dios y<br />

recibieron las sentencias correspondientes. Pero Dios no interrumpió su<br />

asistencia; continuó ayudándolos en su desarrollo. Pero puso límites. Primero,<br />

no permitió que la pareja pudiera llegar al árbol de la vida impidiéndoles<br />

obtener el don de la inmortalidad, frustrando así el intento de lograr un rango<br />

divino (Gén 3:22; ver también Gén 6:1-3). En segundo lugar, expidió para la<br />

humanidad sentencias haciendo difícil la vida sobre la tierra (Gén 3:14-19).<br />

4.3. La dimensión histórica del relato y la humanidad pecadora<br />

El relato del jardín del Edén no es un informe o una crónica de lo que aconteció<br />

al comienzo de la humanidad. Es la narración dramatizada de una experiencia<br />

humana universal. Escenifica en forma de acontecimiento primordial la<br />

realidad permanente de la condición humana, que se manifiesta todos los días y<br />

adquiere proyecciones gigantescas en acontecimientos históricos guiados por<br />

ideologías destructivas. La narración pone al descubierto la situación<br />

conflictiva que se encuentra en todo individuo y sociedad humana. Por un lado<br />

están las aspiraciones a buscar realizaciones siguiendo las normas morales. Por<br />

otro, las pasiones egoístas desbordan y dirigen opciones que al final resultan<br />

trágicas. El hombre como criatura libre tiende a la propia afirmación con<br />

pretensiones divinas. Arraigada en su ser se encuentra una tendencia a usurpar<br />

la sabiduría y el dominio de Dios con resultados ominosos.<br />

La comparación del relato del jardín del Edén con las historias primordiales de<br />

la misma tradición yahvista, como son las narraciones de Caín y Abel, el<br />

Diluvio y la Torre de Babel, ayuda a determinar el género literario y la verdad<br />

que el relato quiere comunicar. Todas estas historias ponen al descubierto en<br />

forma dramática la condición universal de la humanidad, manifestada en su<br />

esfuerzo arrogante por establecer su propia afirmación y desarrollar su<br />

expansión, conquista y dominio con pretensiones divinas. Los editores<br />

sacerdotales que dieron la forma final al


[82] Pentateuco agregaron la historia de la creación (Gén 1:1-2:4a) al<br />

comienzo de la serie. Pero con ello no cambiaron el carácter literario de las<br />

historias primordiales yahvistas. La misma narración de la creación del autor<br />

sacerdotal no es una crónica de lo sucedido; es también una historia primordial.<br />

Se presenta como un acontecimiento que está fuera de nuestra experiencia<br />

histórica. La trasciende. Expresa la verdad de que el orden presente del<br />

universo depende de la sabiduría incomparable y el poder omnipotente de Dios.<br />

A esta altura de la reflexión caben algunas preguntas referentes a la<br />

interpretación tradicional del Génesis. Primero, ¿qué hay que pensar sobre la<br />

interpretación tradicional según la cual el pecado de Adán pasa como herencia<br />

a sus descendientes Ante todo, quiero aclarar que aquí el problema se<br />

circunscribe al texto del Génesis sin considerar el desarrollo posterior que haya<br />

tenido el tema del pecado original. Como primera respuesta hay que tener en<br />

cuenta que el relato es una historia primordial; no trata del pecado del primer<br />

hombre como un hecho histórico; es un relato compuesto para poner al<br />

descubierto la condición pecadora de la humanidad entera, la cual en sus<br />

opciones morales muestra la tendencia a la propia afirmación con pretensiones<br />

divinas, tendencia que está en el fondo del ser humano. Se puede decir que el<br />

relato del jardín del Edén es un hecho paradigmático.<br />

En segundo lugar, el relato del Génesis no dice que cada ser humano sea<br />

pecador desde su concepción debido al pecado del primer padre de la<br />

humanidad. Caín y Abel, por ejemplo, no son pecadores por ser descendientes<br />

de Adán. Noé es justo sin reservas. Es cierto que la palabra "pecado" ocurre en<br />

el relato de Caín, pero no para decir que Caín es pecador antes de matar a su<br />

hermano, sino para indicar que el pecado es como un animal de presa al acecho<br />

junto a la puerta del corazón, pero atrapa sólo al que quiere ser atrapado. Así<br />

Dios dice a Caín: "[El pecado] desea tenerte pero tú puedes dominarlo" (Gén<br />

4:7). El animal del caso no es del linaje de la serpiente, sino más bien una<br />

animal paralelo a la serpiente.<br />

En la narración del Diluvio, el tema del pecado retoma a la escena. Allí, Dios<br />

explica la corrupción moral de la humanidad como derivada de la mala<br />

inclinación (yēser) que ella tiene, pero no dice cómo la mala inclinación se<br />

originó en el hombre. El narrador por otra parte tampoco explica el caso.<br />

Después del Diluvio, Dios vuelve a tomar el tema de la mala inclinación y


[83] dice: "Nunca más maldeciré la tierra por causa del hombre, pues desde su<br />

infancia la inclinación (yēser) del corazón humano va hacia el mal. Ni volveré<br />

más a destruir a todo ser viviente como acabo de hacerlo" (Gén 8:21). Según<br />

esta afirmación, la inclinación hacia el mal, que está en el corazón humano,<br />

influye en la decisión moral desde el primer momento del uso de razón. Esto lo<br />

dice ahora de la nueva humanidad que desciende de Noé, el hombre justo y sin<br />

mancha que obtuvo el favor divino (Gén 6:8-9). Pero al referirse a la mala<br />

inclinación, Dios no hace la mínima insinuación de que ella haya sido<br />

introducida por el pecado de Adán. Parece más bien que nace con cada hombre<br />

y<br />

se transmite de generación en generación porque es parte del ser humano, cuya<br />

libertad creada tiene la tendencia a la propia afirmación con pretensiones<br />

divinas. De allí que G. Daly diga que "ser hombre significa tener necesidad de<br />

redención" (Creation, p. 130).<br />

La segunda pregunta que cabe hacer es sobre el concepto de la edad de oro que<br />

la humanidad habría tenido al comienzo y que se habría perdido por el pecado.<br />

El concepto de edad de oro es aludido por Isaías en un oráculo contra el rey de<br />

Babilonia (14:12-14) y por Ezequiel en un oráculo contra el Tiro (28:2-6).<br />

Estos profetas hablan de la caída del rey babilonio y de la ciudad de Tiro<br />

respectivamente, una caída de un estado de gloria a un estado de humillación.<br />

En la tradición se ha aplicado este concepto a Adán, el cual supuestamente<br />

vivió en un estado elevado de perfección que luego perdió por el pecado;<br />

pérdida que fue la gran caída de la humanidad. La pregunta es si este concepto<br />

del Adán glorioso está contenido en la narración del Génesis. La respuesta,<br />

según la sentencia común de los exégetas actuales, es negativa. Una razón es<br />

porque Adán según el relato del Génesis no gozó del don de la inmortalidad<br />

antes del pecado. La inmortalidad no fue un bien que la humanidad poseyó al<br />

comienzo, sino una meta que se debía alcanzar. Además, la primera pareja no<br />

estuvo inmune de tentaciones interiores, como explicamos al hablar de la<br />

serpiente. Pero hay una razón más profunda: el género literario de Génesis 2-3<br />

es un relato de un evento primordial, es decir un evento que expresa una<br />

experiencia humana universal, compuesto en toda su contextura, desde el<br />

principio hasta el fin, para poner de manifiesto la condición universal del ser<br />

humano. No tiene sentido considerar que Adán fue tomado de su origen<br />

humilde de la tierra árida y puesto en el jardín de Dios, y querer derivar de allí<br />

que Adán fue elevado por sobre su


[84] naturaleza normal a un estado de perfección y felicidad paradisíacas. Una<br />

vez introducido en el jardín, Adán fue puesto a prueba. La prueba demostró lo<br />

que hay en el hombre. Es importante saber que el concepto de Adán perfecto y<br />

glorioso, aunque no esté en el Génesis, fue elaborado en el judaísmo entre los<br />

últimos siglos antes de Cristo y el primer siglo cristiano. Así el Apocalipsis de<br />

Moisés dice: "[Eva habla: ] En aquel mismo momento mis ojos se abrieron, y<br />

advertí que había sido despojada de la justicia con la cual había sido vestida.<br />

Lloré y dije [dirigiéndose a la serpiente]: ‘¿Por qué has hecho esto conmigo<br />

He sido separada de mi gloria con que estaba revestida"'.<br />

5. Reinterpretaciones del relato del Génesis<br />

Ante todo hay que mencionar que en la Biblia hebrea la tragedia del Edén no es<br />

mencionada fuera del Génesis. La situación cambia en los libros apócrifos o<br />

deuterocanónicos, en la literatura seudepigráfica del Antiguo Testamento y en<br />

literatura cristiana. En estos escritos la historia de Adán y Eva es releída y<br />

reinterpretada muchas veces y en contextos diversos. En general, la tendencia<br />

ha sido separarla de las otras historias primordiales, independizarla y<br />

considerarla como relato histórico.<br />

Veamos algunas etapas importantes de relectura. Comencemos con el libro de<br />

la Sabiduría que identifica la serpiente del Génesis con Satanás. Esta<br />

reinterpretación supone la creencia en los ángeles caídos, introducida en el<br />

judaísmo algunos siglos antes de la era cristiana (1 Henoc 6:1-11:2). La<br />

Sabiduría dice: "Dios formó al hombre para ser inmortal: lo hizo a la imagen de<br />

su eternidad. Pero por la envidia del diablo la muerte entró en el mundo y los<br />

que se ponen de su lado la experimentan" (2:24). El libro de la Sabiduría no<br />

sólo identifica la serpiente con el diablo, sino también introduce un nuevo<br />

concepto de muerte e inmortalidad; entiende por inmortalidad la vida gloriosa<br />

que las almas de los justos gozarán como recompensa después de la muerte<br />

(Sab 3:1-9; 5:5.15-16). Opone inmortalidad a la muerte que sufren los<br />

malvados en la otra vida. Todos, tanto buenos como malos padecen la muerte<br />

física, pero los buenos pasan a la inmortalidad gloriosa y los malos a la tortura<br />

y a la destrucción. Es importante advertir que los malvados experimentan ese<br />

destino de muerte porque han decidido libremente ponerse de parte del<br />

maligno. La Sabiduría no parece tenga la idea de que la muerte


[85] física sea castigo del pecado, ni menos que todo hombre sea pecador por<br />

haber heredado el pecado de Adán. En esto, encuentra un paralelo en un pasaje<br />

de 2 Apoc. Baruc que dice: "Así Adán es causa pero sólo para sí mismo. Cada<br />

uno de nosotros es su propio Adán" (54:19).<br />

Hubo, sin embargo, en el judaísmo antiguo, a diferencia del libro de la<br />

Sabiduría, quienes afirmaron que el pecado de Adán y Eva trajo consigo la<br />

muerte para todos sus descendientes. Unos culpan a Eva y otros a Adán. Así el<br />

Sirácida dice de Eva que "por su culpa todos morimos" (Sir 25:24). Lo mismo<br />

se dice en Apoc. Moisés. 14:2. En cambio, otros escritos dan la culpa a Adán.<br />

Así el 2 Esdras dice que Adán "transgredió el mandamiento e inmediatamente<br />

la muerte fue asignada a él y a todos sus descendientes" (3:7). La misma idea se<br />

halla en 2 Apoc. Baruc 17:2-3; 23:4; y 48:42-43. En ciertos círculos de la<br />

apocalíptica judía existía la creencia de que la transgresión de Adán había<br />

alejado la humanidad de la gloria de Dios (ver Apoc. Moisés 20:1; IQS 4:23;<br />

CD 3:20). Uno se pregunta si esta afirmación contiene sólo la pérdida de la<br />

inmortalidad o incluye también la condición pecadora introducida para toda la<br />

humanidad. Esto último no es claro. El judaísmo antiguo no parece haya creído<br />

que Adán con su pecado haya hecho pecadora a toda la raza humana. Para<br />

explicar la condición pecadora del ser humano, desarrolló el concepto de la<br />

mala inclinación (yēser), y lo aplicó al mismo Adán. Así 2 Esdras dice: "El<br />

primer Adán, cargado con un corazón malo, transgredió y fue vencido, como lo<br />

fueron todos sus descendientes... La ley estaba en el corazón de la gente junto<br />

con la raíz mala, pero lo bueno se fue y el mal se quedó" (3:21-22). El Targum<br />

del Génesis dice que el hombre fue creado con dos inclinaciones (yěsārîm): una<br />

para el bien y otra para el mal. El concepto de las dos inclinaciones se hizo muy<br />

común en el judaísmo rabínico. Según esta línea de pensamiento, no es Adán<br />

quien introduce la mala inclinación, sino que ésta es parte del ser humano por<br />

creación.<br />

En el Nuevo Testamento es famosa la interpretación que San Pablo hace del<br />

relato del Génesis en Rom 5:12. Este texto tiene una expresión de difícil<br />

traducción. Me refiero al eph’ hō que generalmente se le traduce por "porque" o<br />

"por cuanto que". La traducción "de tal manera que", propuesta por J.A.<br />

Fitzmyer, no parece que tenga mucha aceptación. Aquí sigo la opinión<br />

generalmente aceptada según la cual la última parte del versículo 12 se refiere<br />

al pecado personal como condición para que el


[86] pecado como poder cósmico pueda ejercer su dominio de muerte sobre la<br />

persona. Después de esta aclaración veamos cómo Pablo considera el relato de<br />

Adán.<br />

El Apóstol por un lado toma elementos de la interpretación de su tiempo;<br />

supone que Adán fue un personaje histórico y que su pecado trajo consigo la<br />

muerte para la raza humana. Por otro lado, hace una lectura del Génesis que<br />

depende de su teología sobre la redención de Cristo. Él parte de su fe en la<br />

universalidad y plenitud de la redención. A la luz de esta fe considera la<br />

tragedia de muerte y pecado que él observa en el mundo; enfoca la<br />

universalidad del pecado y de la muerte entendiendo por muerte la muerte total,<br />

incluyendo la espiritual. Busca en el Adán del Génesis la explicación de dicha<br />

universalidad. Con esta explicación ve en Adán el antitipo de Cristo y<br />

contrapone por un lado Cristo que redime y crea una nueva humanidad<br />

solidaria en la fe y la gracia, y por otro Adán como aquél que dio entrada al<br />

poder del pecado y la muerte en la raza humana. Adán es quien desató en la<br />

humanidad la fuerza egoísta y rebelde que busca la aceptación libre para<br />

someter al individuo humano al poder del pecado y llevarlo a la muerte total.<br />

Para que el pecado pueda ejercer su dominio y fuerza destructora necesita el<br />

consentimiento del individuo. Pero, aunque el consentimiento es propio del<br />

individuo, éste cuando peca no peca como persona aislada; al pecar se hace<br />

solidario de una humanidad pecadora que lo precede y con su mala acción<br />

acrecienta la carga de pecado que pesa sobre la raza humana.<br />

Al describir el acto de Adán que da entrada al pecado en el mundo, Pablo no<br />

compone una lamentación desconsolada. Pinta la sombra para destacar su<br />

interés fundamental. El interés de Pablo no es el pecado de Adán sino la gracia<br />

de Cristo. Habla del poder del pecado introducido por Adán para hacer resaltar<br />

la inmensa superioridad del poder de la gracia que, por Cristo, vence al pecado<br />

y a la muerte. Es importante notar que en su explicación sobre el pecado de<br />

Adán, Pablo no habla de pecado original o de un pecado transmitido por<br />

herencia, ni de una caída de un estado de justicia original, incluso parece<br />

suponer en Adán antes del pecado la existencia del deseo (epithymía) en estado<br />

latente; el deseo estaba dormido hasta que llegó la prohibición (ver Rom 7:7-8).<br />

Pablo parece decir, como dice B. Byrne, que "la prohibición, proveniente de<br />

Dios, despertó una<br />

Propensión humana latente, la propensión a sentirse impaciente y a resistirse a<br />

la dependencia de Dios, propia de la criatura" (Romans, p. 219).


[87] El tema del pecado original se desarrolló más tarde sobre todo con San<br />

Agustín quien leyó el Génesis a través del texto paulino de Rom 5:12, según la<br />

traducción de la Vulgata latina, la cual traía in quo ("en el cual") como<br />

traducción de eph hō. Agustín, en su lucha contra los pelagianos, entendió "en<br />

el cual" con referencia a Adán; "en él todos pecaron". Sostuvo que Adán, al<br />

pecar, cayó de su estado sobrenatural perdiendo la gracia original. Luego por la<br />

propagación humana, que incluye la concupiscencia, transmitió la falta de<br />

gracia a todos sus descendientes. Por el pecado de Adán todos hemos sido<br />

hechos pecadores; hemos contraído la culpa de Adán. En esta postura teológica<br />

el in quo de la Vulgata tuvo una importancia capital, importancia que continuó<br />

en la iglesia latina hasta mediados del siglo veinte por haber sido la Vulgata su<br />

texto oficial. En tal carácter la Vulgata ha guiado a la iglesia latina en la lectura<br />

del Génesis. Los Padres griegos y los teólogos bizantinos, en cambio, han<br />

seguido el texto griego y en general han interpretado Rom 5:12 en conexión<br />

con 1 Cor 15:22. Según J. Meyendorff, teólogo ortodoxo de renombre, hay un<br />

consenso en la patrística griega y en las tradiciones bizantinas en identificar la<br />

herencia de Adán como una herencia de mortalidad y enfermedad más que una<br />

herencia de pecado. El pecado es concebido como una consecuencia de la<br />

mortalidad heredada. Como dice San Máximo el Confesor: "La desacertada<br />

opción de Adán trajo consigo pasión, corrupción y mortalidad" (Migne PG 90,<br />

408 B-C.).<br />

Conclusión<br />

Para terminar, resumamos brevemente las conclusiones de la interpretación de<br />

Génesis 2-3 en su propio contexto. La creación de Adán es una historia<br />

primordial compuesta con una mentalidad agrícola en una época en que no se<br />

creía en una realización después de la muerte. Pone de manifiesto la condición<br />

mortal del ser humano y su misión de agricultor. Su realización tiene lugar sólo<br />

en la tierra y se hace en base al trabajo del suelo. La creación de la mujer es<br />

también una historia primordial compuesta con elementos culturales antiguos<br />

pero con un ideal avanzado de la mujer. Destaca la correspondencia de<br />

naturaleza entre el hombre y la mujer indicando su igualdad, subraya la<br />

atracción de los dos sexos como condición natural y expone la vocación de la<br />

mujer como esposa y madre. Además de estos


[88] elementos naturales, la narración pone de relieve que hay aspectos penosos<br />

que dependen de la violencia generada por el pecado; se podría hablar de una<br />

condición cultural. La historia primordial del Edén, a su vez, pone al<br />

descubierto la situación conflictiva del ser humano. Por un lado éste percibe los<br />

parámetros morales dentro de los cuales tiene que conducirse; es consciente de<br />

ser criatura y de estar hecho para servir a Dios del cual proviene la vida y la<br />

fuerza para sus realizaciones. Por otro lado experimenta que en su afán de<br />

desarrollo, conquista y civilización tiene tendencias egoístas al endiosamiento y<br />

fácilmente se entusiasma con sus pretensiones divinas. El Génesis lo presenta<br />

como un ser conflictivo con destino trágico; es un ser que necesita redención.<br />

Como dice la Constitución Pastoral Gaudium et spes del segundo Concilio<br />

Vaticano:<br />

El hombre está dividido en si mismo. Como resultado, toda la vida humana,<br />

sea individual como social, se manifiesta como un conflicto dramático entre el<br />

bien y el mal, entre luz y tiniebla. El hombre descubre que no es capaz por si<br />

mismo de superar felizmente los asaltos del mal, de manera que cada uno se<br />

siente como si estuviera encadenado (art. 13).<br />

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