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Pervez Kambakhsh<br />
en la cárcel.<br />
Foto: M.B.<br />
Afganistán condena a muerte<br />
a un periodista por blasfemia<br />
Reporteros Sin Fronteras se entrevista con el joven en la cárcel de Mazar-e-Sharif<br />
MÒNICA BERNABÉ / Mazar-e-Sharif<br />
Amenazas de muertes, intimidaciones de la<br />
policía e incluso detenciones arbitrarias.<br />
Hace meses que los periodistas afganos<br />
denuncian lo difícil que resulta trabajar en<br />
su país, pero en enero una gota colmó el<br />
vaso. Un periodista de 23 años, Pervez<br />
Kambakhsh, fue condenado a muerte en la<br />
ciudad norteña de Mazar-e-Sharif por<br />
supuesta blasfemia al Islam. Le acusan de<br />
haber obtenido en Internet, y después<br />
manipulado y distribuido en la Universidad<br />
de Balkh, un artículo que cuestiona que el<br />
Islam respete los derechos de las mujeres.<br />
Kambakhsh asegura que él ni escribió ni<br />
repartió nada y que todo se trata de una<br />
campaña contra él. Sea como sea, desde el<br />
pasado 27 de octubre el periodista está<br />
entre rejas en la cárcel de Mazar-e-Sharif.<br />
Reporteros Sin Fronteras ha podido entrar<br />
en el centro penitenciario. Las condiciones<br />
son tremendas.<br />
Kambakhsh se encuentra en una celda<br />
bajo tierra con 34 presos <strong>más</strong>. La estancia,<br />
de tres metros de ancho y diez de largo, se<br />
asemeja a un refugio antiaéreo por su forma<br />
de túnel, la ausencia de ventanas y el hacinamiento<br />
de los presos. Kambakhsh lleva allí<br />
cuatro meses. Otros reclusos dicen que han<br />
estado años. No hay camas ni nada. Tan<br />
sólo unos cuantos clavos en la pared para<br />
que los presos que tienen algo cuelguen allí<br />
sus pertenencias: ropa y de<strong>más</strong> enseres.<br />
En total en el recinto penitenciario hay 300<br />
reclusos, y dos retretes y dos duchas para<br />
todos. Y disponen de una fuente de agua<br />
helada por las temperaturas bajo cero de<br />
este invierno en Afganistán.<br />
Kambakhsh sonríe cuando se le pregunta<br />
por sus condiciones higiénicas y sanitarias.<br />
Agacha la cabeza y no responde nada. Aún<br />
no entiende cómo ha ido a parar allí. Una<br />
semana antes de su detención, el artículo<br />
blasfemo apareció en la Universidad de<br />
Balkh. Se repartieron hasta cinco mil ejemplares,<br />
y la policía contactó con Kambakhsh.<br />
Decían que el escrito llevaba su nombre, y<br />
reclamaban que se personara en la comisaría<br />
para responder algunas preguntas.<br />
El joven –estudiante de tercer año de<br />
Periodismo y redactor en un diario local- acudió<br />
a las fuerzas de seguridad, pero ya no<br />
regresó <strong>más</strong> a su casa. El 22 de enero un tribunal<br />
de primera instancia de la provincia de<br />
Balkh lo condenaba a muerte por insultar al<br />
Islam. La sesión transcurrió a puerta cerrada<br />
y Kambakhsh no tuvo asistencia letrada. El<br />
tribunal se basó en una supuesta confesión<br />
del periodista.<br />
El joven no quiere hablar del calvario que<br />
pasó desde su detención. Sólo murmura que,<br />
tras cuatro meses en la cárcel, aún le duele la<br />
mano izquierda. Su hermano, Sayed Yaqub<br />
Ibrahimi, también periodista, añade que lo torturaron<br />
psicológicamente: “Lo encerraron en<br />
un cuarto oscuro durante horas, y le dijeron<br />
que le matarían”.<br />
Kambakhsh no sabe quién pudo distribuir el<br />
artículo y acusarle a él, pero responsabiliza a<br />
sus “compañeros de clase que se oponen a<br />
la democracia”. El periodista era conocido<br />
por sus artículos políticos que publicaba en el<br />
diario local Jahan-e-Naw, pero algunos estudiantes<br />
de la universidad también explican<br />
que lideraba conferencias a favor de la democracia<br />
y la libertad de expresión.<br />
Su hermano también destaca por su activismo,<br />
y es autor de diversos escritos<br />
donde denuncia la corrupción de señores<br />
12 REPORTEROS SIN FRONTERAS / Nº 10 / MARZO 2008