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<strong>Labuerda</strong> • Mayo de 2010<br />
RESBALÓN, CAÍDA Y SIGO<br />
PORQUE ME TOCA<br />
La etapa final a pie, de<br />
Fisterra a Muxía, estuvo desde<br />
antes de haber cubierto la mitad<br />
de la misma marcada por la lluvia,<br />
una lluvia total y absoluta, extraída<br />
directamente del diluvio universal.<br />
Antes de que esa lluvia<br />
convirtiera la jornada en un<br />
deambular bajo la alcachofa de<br />
una ducha abierta a tope, aún<br />
pude saborear<br />
la bondad de<br />
los paisajes,<br />
la originalidad<br />
de algunos<br />
t o p ó n i m o s .<br />
Recuerdo uno<br />
muy curioso:<br />
Madriz. Así,<br />
terminado en<br />
“z”. Por allí<br />
una amable<br />
mujer, la señora<br />
Benedicta, una<br />
de esas mujeres<br />
atemporales con<br />
chal y pañuelo a<br />
la cabeza, ponía<br />
la nota humana<br />
a un paraje rural<br />
de mestizaje entre lo agrícola y lo<br />
marinero. A su lado, una mula con<br />
su carga. Dos peregrinos brasileños<br />
le preguntaron algo. <strong>El</strong>la contestó<br />
sonriente, quizás complacida de<br />
saberse útil a los forasteros. Yo<br />
fotografíe la escena, el contraste<br />
de rasgos, de indumentaria, de<br />
aspiraciones.<br />
Pero, emociones aparte, la<br />
lluvia se confirmó en Lires, punto<br />
obligatorio de sellado al cual se<br />
accede únicamente a pie y que se<br />
toma como referencia en Muxía<br />
para entregar otro documento –sería<br />
ya el tercero, tras la compostela y<br />
la finisterrana- a los peregrinos que<br />
hubieran cubierto caminando la<br />
etapa entre Fisterra y Muxía, no en<br />
el autobús de línea.<br />
Me desenvolví mal en el<br />
paso del puente de losas de Lires<br />
que, en la parte central de esa<br />
sucesión de bloques, suele estar<br />
cubierto de agua siendo muy fácil<br />
resbalar. En mi caso, después del<br />
primer patinazo -¿por qué no me<br />
descalzaría, como recomendaban<br />
las hospitaleras del albergue de<br />
Fisterra…?-, que me deparó un golpe<br />
algo aparatoso amén del consabido<br />
Puente en Lires, donde resbalé<br />
remojón, opté por pasar ese río<br />
caminando directamente sobre él,<br />
obviando el engañoso puente. En<br />
el momento de escribir estas líneas<br />
-marzo de 2010, es decir, seis<br />
meses después de aquel percance<br />
venial- aún llevo una marca, casi<br />
como un tatuaje, del autógrafo que<br />
me dejó una de aquellas piedras.<br />
Podría decir que es una gloriosa<br />
cicatriz de una guerra incruenta,<br />
una cruzada a la búsqueda de esa<br />
paz que sólo se halla en la soledad<br />
de viajar consigo mismo.<br />
A partir de ahí, yo viajaba<br />
conmigo misma, con mi mochila…<br />
y con un buen rasguño. La mañana y<br />
el paisaje se habían fusionado en una<br />
interminable catarata que taladraba<br />
la supuesta impermeabilidad de la<br />
capa pluvial.<br />
MUXÍA, EL MAR GRIS Y EL<br />
SANTUARIO DA BARCA<br />
Llegué a Muxía cuando la<br />
lluvia, fatigada por tanto quehacer,<br />
amainaba. Aunque el albergue<br />
local, de la Xunta, es amplio y<br />
nuevo, preferí acudir a un hostal.<br />
Necesitaba espacio para extender<br />
mi campamento de ropa chipiada,<br />
descansar con silencio<br />
garantizado. También<br />
necesitaba –entonces<br />
me di cuenta- comer,<br />
pues desde el ya lejano<br />
desayuno en Fisterra,<br />
no había tomado más<br />
que unas galletas.<br />
Eso es lo malo de la<br />
lluvia cuando no hay<br />
donde guarecerse,<br />
que la primera<br />
renuncia que se hace<br />
en las caminatas es a<br />
detenerse para echar<br />
un bocado.<br />
Después de una<br />
buena siesta, aliviado<br />
el estómago con<br />
las últimas piezas de fruta de la<br />
mochila, amparada de la lluvia<br />
–entonces fina, romántica, para<br />
tarde de pasear sin otra meta que<br />
el propio pasear- bajo el paraguas<br />
que me prestó la dueña del hostal,<br />
decidí ir a la Casa de Cultura, pues<br />
allí entregaban el documento de<br />
final de camino a la Costa da Morte<br />
–que yo me había ganado muy<br />
especialmente después del resbalón<br />
en el puente de Lires- y me aseguré<br />
del horario de salida del autobús<br />
que al día siguiente me conduciría<br />
hasta A Coruña.<br />
Pero no podía marcharme<br />
de Muxía sin subir al Santuario<br />
da Barca que en aquella tarde me<br />
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