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Labuerda - Revista El Gurrión

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<strong>Labuerda</strong> • Mayo de 2010<br />

LECTURAS DE PRIMAVERA<br />

de Rosa Pardina<br />

Tsukiko, es la protagonista de la<br />

novela de Hiromi Kawakami “<strong>El</strong><br />

cielo es azul, la tierra blanca. Una<br />

historia de amor”. Es una mujer de<br />

38 años que lleva una vida solitaria,<br />

es huraña, indecisa y parca en<br />

palabras, pero un día encuentra a<br />

su viejo maestro de japonés y se<br />

convierte en el centro de su vida.<br />

No es una historia de obsesiones ni<br />

una historia de amor convencional.<br />

Existe una gran diferencia de edad<br />

entre ellos, pero el lector pronto lo<br />

olvida, porque ese detalle queda<br />

encubierto por la calidad de sus<br />

sentimientos. Su amor es como un<br />

haiku, sutil y delicado. <strong>El</strong>la solo<br />

sabe que se siente bien cuando<br />

está junto al viejo maestro, que<br />

comparten el mismo gusto por la<br />

comida y el sake y que tienen una<br />

forma muy similar de afrontar la<br />

vida. Solo espera esos encuentros<br />

al azar, que parecen controlados por<br />

el maestro, para mantener un tempo<br />

que le permita guardar las distancias.<br />

Pero ya desde el principio se intuye<br />

lo inevitable y sus vidas se van<br />

acercando lentamente, hasta que<br />

el amor los vence y solo la muerte<br />

puede separarlos.<br />

“Yo maldigo el río del tiempo”,<br />

de Per Petterson, es una novela<br />

escrita desde el interior, desde los<br />

pensamientos de Arvid, que ahora<br />

ya es un hombre pero está todavía<br />

muy influenciado por su infancia,<br />

por su familia, por sus ideas<br />

maoistas i sobre todo por su madre,<br />

a la que acaban de diagnósticar un<br />

cáncer que le dará solo unas pocas<br />

semanas de vida. A pesar de su<br />

prosa correcta y sobria, no puedo<br />

decir que su lectura me atrapara. Sin<br />

por ello dejar de disfrutar del libro,<br />

sentí siempre una distancia entre él<br />

y yo que no fui capaz de salvar. Me<br />

recordó a un viejo amigo, también<br />

noruego, al que admiraba por sus<br />

ideas y la precisión y claridad de<br />

su lenguaje, pero a quien jamás<br />

fui capaz de comprender. Nunca<br />

fui capaz de dilucidar si me perdía<br />

entre sus palabras o entre sus<br />

pensamientos.<br />

Alessandro Baricco escribió<br />

“Seda” en 1996, pero yo no la he<br />

leído hasta ahora. Fue una lectura<br />

breve, no más de un par de horas,<br />

pero fueron dos horas intensas que<br />

me dejaron a medio camino entre<br />

Japón y un pueblecito al sur de<br />

Francia, en el año 1861, sentada<br />

junto a un hombre que compraba y<br />

vendía gusanos de seda. Uno de esos<br />

hombres a los que, según Baricco,<br />

les gusta asistir a la propia vida,<br />

y que consideran inconveniente<br />

cualquier ambición de vivirla.<br />

En marzo murió Miguel Delibes<br />

y quise releer “Cinco horas con<br />

Mario”. En realidad fue como<br />

– 33 –<br />

si la leyera por primera vez.<br />

Seguramente ahora comprendo<br />

mucho mejor a Carmen que cuando<br />

tenía 20 años. <strong>El</strong> diálogo entre<br />

una esposa y su marido muerto<br />

es la incomunicación llevada al<br />

esperpento, la desesperación de la<br />

mujer que siente que es la última<br />

oportunidad que tiene de ser<br />

escuchada.<br />

No puedo dejar de mencionar<br />

en estas crónicas a Donna Leon,<br />

profesora de literatura inglesa en la<br />

universidad de Venecia, que se ha<br />

ganado el título de gran dama de<br />

la novela negra con un personaje<br />

singular, el comisario Brunetti y<br />

su detallada descripción de la vida<br />

y las gentes venecianas. Acabo de<br />

leer su última novela, “Cuestión<br />

de fé”, pero el aficonado a la novela<br />

negra que además ame Venecia debe<br />

leer su primera novela “Muerte en<br />

la Fenice”. Donna Leon es una<br />

mujer peculiar, muy crítica con<br />

la sociedad veneciana, a la que<br />

conoce bien, que no permite que<br />

sus novelas se traduzcan al italiano<br />

para poder mantener el anonimato<br />

cuando pasea por las calles de<br />

Venecia.<br />

No quisiera alargarme demasiado,<br />

pero en las lecturas de invierno<br />

mencioné mi afición a los clásicos<br />

y con la llegada de la primavera<br />

me parece pertinente hablar de las<br />

arañas. Aracne era una doncella de<br />

Meonia a la que todos alababan por<br />

su arte en tejer la lana. Tan orgullosa<br />

se sentía de sus tejidos que cuando<br />

las ninfas la compararon a Atenea<br />

ella retó ofendida a la diosa: “que<br />

compita conmigo” dijo “nada<br />

rechazaré si me vence”. Atenea no<br />

desoyó el reto y ambas empezaron

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