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el Celeste Imperio. Otro, y el lugar donde había estado Italia quedó desierto. Otro, y<br />
desaparecieron las catedrales. Otro, otro, y afuera con el Rey Lear y los Pensamientos de<br />
Pascal. Otro, ¡y basta de Pasión! Otro, ¡y basta de Réquiem! Otro, ¡y basta de Sinfonía!;<br />
otro plumerazo y...<br />
- ¿Irás al sensorama esta noche, Henry? - preguntó el Predestinador Ayudante -. Me<br />
han dicho que el film del Alhambra es estupendo. Hay una escena de amor sobre una<br />
alfombra de piel de oso; dicen que es algo maravilloso. Aparecen reproducidos todos los<br />
pelos del oso. <strong>Un</strong>os efectos táctiles asombrosos.<br />
- Por esto no se les enseña Historia - decía el Interventor -. Pero ahora ha llegado el<br />
momento...<br />
El D.I.C. le miró con inquietud. Corrían extraños rumores acerca de viejos libros<br />
prohibidos ocultos en una arca de seguridad en el despacho del Interventor. Biblias,<br />
poesías... ¡Ford sabía tantas cosas!<br />
Mustafá Mond captó su mirada ansiosa, y las comisuras de sus rojos labios se<br />
fruncieron irónicamente.<br />
- Tranquilícese, director - dijo en leve tono de burla -. No voy a corromperlos.<br />
El D.I.C. quedó abrumado de confusión.<br />
Los que se sienten despreciados procuran aparecer despectivos. La sonrisa que<br />
apareció en el rostro de Bernard Marx era ciertamente despreciativa. ¡Todos los pelos del<br />
oso! ¡Vaya!<br />
- Haré todo lo posible por ir - dijo Henry Foster.<br />
Mustafá Mond se inclinó hacia delante y agitó el dedo índice hacia ellos.<br />
- Basta que intenten comprenderlo - dijo, y su voz provocó un extraño escalofrío en los<br />
diafragmas de sus oyentes -. Intenten comprender el efecto que producía tener una madre<br />
vivípara.<br />
De nuevo aquella palabra obscena. Pero esta vez a ninguno se le ocurrió siquiera la<br />
posibilidad de sonreír.<br />
- Intenten imaginar lo que significaba vivir con la propia familia.<br />
Lo intentaron; pero, evidentemente, sin éxito.<br />
- ¿Y saben ustedes lo que era un hogar? Todos movieron negativamente la cabeza.<br />
Emergieron de su sótano oscuro y escarlata, Lenina Crowne subió diecisiete pisos,<br />
torció a la derecha al salir del ascensor, avanzó por un largo pasillo y, abriendo la puerta<br />
del Vestuario Femenino, se zambulló en un caos ensordecedor de brazos, senos y ropa<br />
interior. Torrentes de agua caliente caían en un centenar de bañeras o salían borboteando<br />
de ellas por los desagües. Zumbando y silbando, ochenta máquinas para masaje - que<br />
funcionaban a base de vacío y vibración - amasaban simultáneamente la carne firme y<br />
tostada por el sol de ochenta soberbios ejemplares femeninos que hablaban todos a voz en<br />
grito. <strong>Un</strong>a máquina de Música Sintética susurraba un solo de supercorneta.<br />
- Hola, Fanny - dijo Lenina a la muchacha que tenía el perchero y el armario junto al<br />
suyo.