30.04.2015 Views

Un mundo feliz

Un mundo feliz

Un mundo feliz

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

armonías se convertían en una obsesión en las entrañas fundidas. Cantaron el Segundo<br />

Himno de Solidaridad:<br />

¡Ven, oh Ser Más Grande, Amigo Social,<br />

a aniquilar a los Doce-en-<strong>Un</strong>o!<br />

Deseamos morir, porque cuando morimos,<br />

nuestra vida mas grande apenas ha empezado.<br />

Otras doce estrofas. A la sazón el soma empezaba ya a producir efectos. Los ojos<br />

brillaban, las mejillas ardían, la luz interior de la benevolencia universal asomaba a todos<br />

los rostros en forma de sonrisas felices, amistosas. Hasta Bernard se sentía un poco<br />

conmovido. Cuando Morgana Rotschild se volvió y le dirigió una sonrisa radiante, él hizo<br />

lo posible por corresponderle. Pero la ceja, aquella ceja negra, única, ¡ay!, seguía<br />

existiendo. Bernard no podía ignorarla; no podía, por mucho que se esforzara. Su<br />

emoción, su fusión con los demás no había llegado lo bastante lejos. Tal vez si hubiese<br />

estado sentado entre Fifi y Joanna... Por tercera vez la copa del amor hizo la ronda. Bebo<br />

por la inminencia de su Advenimiento, dijo Morgana Rotschild, a quien, casualmente,<br />

había correspondido iniciar el rito circular. Su voz sonó fuerte, llena de exultación. Bebió<br />

y pasó la copa a Bernard. Bebo por la inminencia de su Advenimiento, repitió éste en un<br />

sincero intento de sentir que el Advenimiento era inminente; pero la ceja única seguía<br />

obsesionándole, y el Advenimiento, en lo que a él se refería, estaba terriblemente lejano.<br />

Bebió y pasó la copa a Clara Deterding. Volveré a fracasar - se dijo -. Estoy seguro. Pero<br />

siguió haciendo todo lo posible por mostrar una sonrisa radiante.<br />

La copa del amor había dado ya la vuelta.<br />

Levantando la mano, el presidente dio una señal; el coro rompió a cantar el Tercer<br />

Himno de Solidaridad:<br />

¿No sientes como llega el Ser Más Grande?<br />

¡Alégrate, y, al alegrarte, muere!<br />

¡Fúndete en la música de los tambores!<br />

Porque yo soy tú y tú eres yo.<br />

A cada nuevo verso aumentaba en intensidad la excitación de las voces. El presidente<br />

alargó la mano, y de pronto una Voz, una Voz fuerte y grave, más musical que cualquier<br />

otra voz meramente humana, más rica, más cálida, más vibrante de amor, de deseo, y de<br />

compasión, una voz maravillosa, misteriosa, sobrenatural, habló desde un punto situado<br />

por encima de sus cabezas. Lentamente, muy lentamente, dijo: ¡Oh, Ford, Ford, Ford!, en<br />

una escala que descendía y disminuía gradualmente. <strong>Un</strong>a sensación de calor irradió,<br />

estremecedora, desde el plexo solar a todos los miembros de cada uno de los cuerpos de<br />

los oyentes; las lágrimas asomaron en sus ojos; sus corazones, sus entrañas, parecían<br />

moverse en su interior, como dotados de vida propia... ¡Ford!, se fundían... ¡Ford!, se<br />

disolvían... Después, en otro tono, súbitamente, provocando un sobresalto, la Voz<br />

trompeteó: ¡Escuchad! ¡Escuchad! Todos escucharon. Tras una pausa, la voz bajó hasta<br />

convertirse en un susurro, pero un susurro en cierto modo más penetrante que el grito más<br />

estentóreo. Los pies del Ser Más Grande, prosiguió la Voz. El susurro casi expiró. Los

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!