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Huyendo de un corsario inglés dió<br />
en ¡as costas de Veragua y anduvo<br />
perdido por aquellas sierras varios<br />
meses, hasta que un navío lo recogió<br />
desfallecido y desnudo. Hizo entonces<br />
propósito de entrar en un convento,<br />
eligiendo el de la Merced del<br />
Callao. El Provincial, Maestro Fray<br />
Mateo de Yanguas, le mandó a Lima,<br />
y allí le dió el hábito de lego el viernes<br />
16 de octubre de 1603.<br />
Tuvo por maestro de novicios al<br />
P. Alonso Téllez, sacerdote de grande<br />
espíritu, que le animó a correr por<br />
las sendas de la perfección. La edad<br />
ya madura de Fray Gonzalo no le impidió<br />
aventajarse en actividad y fervor<br />
a muchos jóvenes. Profesó el 18<br />
de octubre de 1604 en manos del<br />
Maestro Fray Hernando de Paredes,<br />
Comendador de Lima.<br />
Ocupáronlo primero en la administración<br />
de una granja, y aunque no<br />
tenía práctica de agricultura, desempeñó<br />
el cargo a maravilla, distinguiéndose<br />
por su caridad con los negros<br />
esclavos. En 1605 hiciéronlo ya<br />
portero del convento grande de Lima,<br />
cargo de mucha confianza, donde<br />
honró a la Comunidad e hizo grandísimo<br />
bien con sus palabras a los pobres,<br />
a los que repartía cuantiosas<br />
limosnas.<br />
Asombrábanse todos cómo sin faltar<br />
a un oficio tan ocupado como la<br />
portería hallaba medio de atender a<br />
todos los pobres que allí acudían y a<br />
los enfermos y vergonzantes que no<br />
podían acudir, a los cuales llevaba<br />
personalmente el socorro. Decíase<br />
que Dios le había concedido el estar<br />
presente en dos lugares al mismo<br />
tiempo (bilocación), y de ello declaran<br />
circunstancias singulares los procesos<br />
de canonización.<br />
A los dos arios le enviaron al Callao,<br />
donde había un convento pobrísimo,<br />
fiando de Fray Gonzalo el sustento<br />
de los religiosos ocupados en<br />
los ministerios sacerdotales. Salía<br />
todos los días a pedir limosna, recogiendo<br />
pan, no sólo para el convento,<br />
sino también para muchos pobres,<br />
hallando repetidas veces llena el arca<br />
milagrosamente. Era además sacristán,<br />
cuidando con extraordinario<br />
esmero de la iglesia. No había reloj<br />
más puntual que su toque de alba, y<br />
cuando en esto había alguna falta,<br />
sabían los vecinos que Fray Gonzalo<br />
no estaba en el convento.<br />
Pasaba gran parte de la noche en<br />
oración, sacudiendo el sueño con terribles<br />
disciplinas. Era muy obediente,<br />
cosa más de estimar en quien<br />
había llegado a la religión en edad<br />
madura. Cuando estaba más entusiasmado<br />
con sus ejercicios de piedad y<br />
caridad, una sola palabra del superior<br />
bastaba para que lo abandonase<br />
todo.<br />
En medio de sus continuas ocupaciones,<br />
hallaba todavía tiempo de visitar<br />
los enfermos, arreglándoles las<br />
camas y barriendo las habitaciones.<br />
Continuaba, además, con permiso de<br />
los superiores, el socorro a muchos<br />
pobres de Lima, recorriendo con maravillosa<br />
presteza las dos leguas que<br />
dista del Callao. Alguna vez salió de<br />
Lima con el Comendador del Callao,<br />
que le encargó no se apurara, pues<br />
iba a pie, lo que no le impidió salir a<br />
abrir la puerta del convento al Comendador<br />
que montaba una buena<br />
mula.<br />
Son muchas las curaciones milagrosas<br />
que Dios obró por su medio<br />
en este tiempo, comprobadas en el<br />
proceso que se hizo a raíz de su<br />
muerte, declarando en él los mismos<br />
favorecidos. Entre éstos figura el general<br />
Ordoño de Aguirre, que dirigía<br />
las fortificaciones del Callao. Encontrándose<br />
lleno de úlceras, ordenóle el<br />
virrey que dejase la obra para curarse.<br />
Fray Gonzalo, a quien vió en la<br />
calle, le descubrió los vendajes, dejándole<br />
sano con tocarle.<br />
Fundó la Cofradía de la Merced en<br />
el Callao, y el día de la fiesta, habiéndose<br />
volcado la lámpara sobre el<br />
hermano mayor, que lucía un magnífico<br />
traje de seda, no apareció en él<br />
mancha alguna. Ardía furiosamente<br />
un almacén de brea y temíase que el<br />
fuego alcanzara a la casa inmediata,<br />
pero Fray Gonzalo hizo volver las<br />
llamas hacia el otro lado. Una mujer<br />
que estaba a la muerte con un dolor<br />
de garganta y un niño a quien pasó<br />
un carro por encima, recobraron la<br />
salud instantáneamente por sus oraciones.<br />
Entró en el mar muchas leguas para<br />
dar alimento y bebida a un navío<br />
donde se habían agotado por una larga<br />
borrasca, regresando casi instantáneamente<br />
al puerto, a donde los so.<br />
corridos no llegaron con buena marcha<br />
hasta erdía siguiente.<br />
Cuando le interrogaban acerca de<br />
estos y otros casos milagrosos, era<br />
tal su confusión, que se cubría la cara<br />
de vergüenza. En cambio, describía<br />
con risa sus defectos y su vida de<br />
marinero. Estimábanle mucho los virreyes<br />
y el arzobispo de Lima, pero<br />
quería más perder sus limosnas que<br />
pasar por la honra que le hacían. No<br />
faltaron quienes le despreciaran como<br />
a otros santos, y lejos de ofenderse,<br />
decía que los que así le trataban eran<br />
los únicos que le conocían.<br />
Más de una vez le hallaron arrobado<br />
en éxtasis y rodeado de resplandores,<br />
siendo grande su confusión<br />
cuando volvía en sí. Sabíase de memoria<br />
las Instituciones del Obispo<br />
Fray Gaspar de Torres, que era su<br />
libro predilecto.<br />
Gozó de excelente salud, a pesar<br />
de su rigorosa penitencia, hasta pasar<br />
los setenta años. Aunque las fuerzas<br />
le faltaban continuó sus oficios penosos;<br />
mas un día, pidiendo limosna,<br />
cayó enfermo en la calle. Recogióle<br />
su grande amigo Luis Medrano, y<br />
aunque él pretendía volverse al convento<br />
no le dejaron, pues decían los<br />
médicos que moriría en el camino.<br />
Asistióle su Prelado, que puso a su<br />
lado dos religiosos. Confesaba todos<br />
los días y recogíase en oración lo<br />
más que podía, hurtando el cuerpo a<br />
las visitas de toda clase de personas<br />
que acudían a verle. A algunas descubrió<br />
graves secretos de sus conciencias<br />
y a todos encomendó sus<br />
pobres.<br />
Vivió así once días, y después de<br />
recibir todos los Santos Sacramentos,<br />
entregó su alma a Dios el sábado 27<br />
de enero de 1618 al anochecer. Sacáronse<br />
muchos retratos de su cadáver,<br />
que fué llevado a nuestra iglesia en<br />
hombros de sacerdotes. Aclamáronle<br />
por santo hasta algunos niños de