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CARRRETERAS-200

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de ayer a hoy<br />

En primera persona<br />

Las tribulaciones de un químico lejos de España<br />

Jaime Gordillo duda un momento ante la petición. Cuéntenos<br />

una anécdota vivida en el ámbito profesional que recuerde con<br />

especial cariño o intensidad. Después, sonríe con cierta nostalgia<br />

y rápidamente responde: “Humm… Contaré no una sino<br />

dos, ambas acontecidas lejos de España durante el desarrollo<br />

de mi actividad profesional.<br />

el mismo procedimiento, pero al preguntarme de nuevo el<br />

portero si venían conmigo le respondí muy serio: `A esos<br />

señores no los conozco de nada’. Por lo que tuvieron que<br />

pagar su entrada. Una vez todos en el interior de la plaza,<br />

después de llamarme de todo, echamos unas buenas<br />

risas.<br />

Primero, la que a mi entender es una anécdota simpática.<br />

Sucedió a mediados de los años 80, durante una de mis estancias<br />

en Colombia. Allí trabajábamos un equipo de Elsamex<br />

en el desarrollo de un contrato de asesoría financiado por el<br />

Banco Mundial para el Ministerio de Obras Públicas de ese<br />

país.<br />

Era domingo, y a los cinco técnicos españoles que formábamos<br />

el equipo nos aconsejaron visitar un pueblecito de estilo<br />

colonial, Guatavita, situado a unos 80 kilómetros al norte de<br />

Bogotá.<br />

“Soy español, fotógrafo<br />

taurino y apoderado de<br />

toreros que vengo en busca<br />

de jóvenes figuras para la<br />

próxima temporada<br />

en España”<br />

Allí decidimos asistir a una corrida de toros. Al llegar y ver<br />

la enorme cola en las taquillas decidí buscar otra solución<br />

para entrar de manera más rápida e incluso más económica.<br />

Ni corto ni perezoso, me dirigí con mi máquina de<br />

fotos al hombro a los accesos de la plaza seguido por mis<br />

compañeros.<br />

Al llegar, el portero me pidió la entrada a lo que le contesté<br />

muy serio: `Soy español, fotógrafo taurino y apoderado de<br />

toreros que vengo en busca de jóvenes figuras para la próxima<br />

temporada en España´. Le<br />

debí convencer porque de<br />

manera rápida dijo:<br />

`Pase usted’.<br />

Uno de<br />

mis compañeros que<br />

venía detrás no podía dar crédito<br />

a lo que veía, pero intentó<br />

entrar de la misma forma. El<br />

portero le pidió su localidad<br />

y al decirle yo que era mi<br />

ayudante lo dejó pasar<br />

igualmente. Los otros<br />

tres lo intentaron por<br />

Pero no termina aquí la anécdota. El hecho de la existencia<br />

en la plaza de un apoderado taurino español llegó, no solo a<br />

oídos de los espectadores, que no paraban de mirarnos, sino<br />

también de los toreros que, cuando nos localizaron, intentaron<br />

hacer sus faenas delante del tendido donde se encontraban<br />

tan ilustres y entendidos visitantes.<br />

La segunda anécdota la tengo bien grabada en la memoria<br />

y no precisamente por ser divertida ni graciosa. Sucedió<br />

a finales de los años 70 o primeros de los 80 en Beirut,<br />

adonde viajé para dar una conferencia aprovechando un<br />

periodo de alto el fuego en la guerra del Líbano, conflicto<br />

largo y complejo en el que intervenían tropas israelitas,<br />

milicias libanesas de izquierdas y derechas, tropas sirias<br />

y milicianos palestinos. La conferencia, presidida por el<br />

Director General de Carreteras del país anfitrión, tenía<br />

lugar en el salón de actos del Ministerio de Obras Públicas<br />

libanés, y a ella estaban invitados ingenieros y técnicos<br />

de carreteras.<br />

No habían transcurrido 30 minutos de su inicio cuando oímos<br />

unas fuertes explosiones en el exterior del Ministerio seguidas<br />

de la irrupción en la sala de un par de conserjes que, a voz<br />

en grito, anunciaban el bombardeo de Beirut. El conflicto se<br />

había reanudado. Se cerró el aeropuerto y, por razones de<br />

seguridad, me aconsejaron dejar el hotel y alojarme en la<br />

vivienda de un amigo libanés en la que permanecí alrededor<br />

de tres o cuatro días hasta que abrieron el aeropuerto y pude<br />

regresar a casa”.<br />

número <strong>200</strong><br />

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