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modelos matemáticos del crecimiento
urbano y mostrando las áreas de diferenciación
socioespacial (Shevky y Williams, 1949;
Shevky y Bell, 1955).
Dos décadas después, David Harvey
(2007) explicó la diferenciación socioespacial
desde el punto de vista de los mecanismos
de distribución desigual del capital, característicos
del sistema económico capitalista de
producción, en tanto son causa y efecto. Los
patrones diferenciales producen una distribución
desigual de los recursos de la sociedad,
al mismo tiempo que contribuyen al mantenimiento
y reproducción de la desigualdad y de
las injusticias sociales.
Cercano a esta perspectiva, Manuel Castells
incorpora el concepto de segregación residencial,
en el que el fenómeno puede ser entendido
según dos dimensiones: como condición y como
proceso. Mediante esta distinción, el autor
describe la segregación residencial urbana como:
[...] la tendencia a la organización del
espacio en zonas de fuerte homogeneidad
social interna y de fuerte disparidad social
entre ellas, entendiéndose esta disparidad
no sólo en términos de diferencia, sino de
jerarquía [...] estas disparidades tienden
a perpetuarse debido a que condicionan
en forma duradera la vida de los individuos
porque implican una distribución
desigual de oportunidades y beneficios
(2004: 204).
Gracias a los análisis de Harvey y Castells,
la segregación socioespacial adquirió nuevas
dimensiones en la década de los noventa.
Es definida como “un proceso —o su consecuencia—
de división social y espacial de una
sociedad en unidades distintas” (Brunet, Ferras
y Thery, 1993). Según estos autores, el proceso
de división social y espacial conduce a la
formación de guetos, con lo que se reitera que
el costo de las viviendas es la causa principal
de segregación y fragmentación social. Para
Derek Gregory y David Marshall Smith, ésta
implica “tanto a los procesos de diferenciación
social como al patrón espacial resultante
de ese proceso” (en Johnston, Gregory y Smith,
1994: 547). La segregación socioespacial sería,
entonces, la separación de la población dentro
de una ciudad a partir de sus adscripciones
socioeconómicas o étnicas.
La perspectiva de la formación cobró fuerza
al final del siglo xx y principios del xxi, cuando
los procesos de crisis económica, originada por
la globalización, también provocaron la fragmentación
social en los territorios urbanos.
Aunque para la Escuela de Chicago la diferenciación
socioespacial está expresada en patrones
urbanísticos específicos —como la distribución
de la ciudad a partir de sus funciones o áreas
de trabajo—, nuevas interpretaciones colocan
las diferencias y desigualdades económicas
como centro del análisis.
Para Loïc Wacquant (2007), la fragmentación
de la ciudad ha denotado más un proceso
de “guetificación”, con el cual son segregados
los sectores. Por medio de análisis de sectores
empobrecidos de Europa, Norteamérica
y América Latina, este autor muestra cómo
la violencia y la desafiliación social aumentan
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