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Eagleton, Terry ? Una introducción a la teoría literaria

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<strong>Terry</strong> <strong>Eagleton</strong> – <strong>Una</strong> introducción a <strong>la</strong> teoría <strong>literaria</strong>pues quizá nuestros propios padres y amigos pertenecieron a esa categoría. Muchas de esaspersonas daban <strong>la</strong> impresión de tener buen sentido moral y suficiente sensibilidad. No dabanmuestras de tendencias al asesinato, al saqueo o al pil<strong>la</strong>je, y, aun cuando se observaran en el<strong>la</strong>stendencias a todo eso, no parece posible que se debieran a que no habían leído a Henry James. Laactitud de Scrutiny era irredimiblemente elitista. Desconfiaba de <strong>la</strong> capacidad —sobre lo cualestaba pésimamente informado- de quienes no habían tenido <strong>la</strong> suerte de seguir curso de letrasinglesas en Downing College. Podría aceptarse a <strong>la</strong> gente "común y corriente" pero sólo en calidadde vaquerizos o campesinos australianos "rebosantes de vitalidad".Pero existía también otro problema, más o menos el reverso del anterior. Si por una parteno se podía calificar de gente embrutecida y desagradable a quienes no están capacitados parareconocer un encabalgamiento literario, por otra no era posible considerar moralmente puros atodos los enterados sobre <strong>la</strong> cuestión. Muchas personas estaban empapadas de <strong>la</strong> más refinadacultura, pero unos diez años después del nacimiento de Scrutiny se vio que no pudo evitar quealgunas de el<strong>la</strong>s se dedicaran a dirigir actividades como el asesinato de judíos en Europa Central.La fuerza de <strong>la</strong> crítica que formu<strong>la</strong>ban los Leavis consistía en que sí podía responder a <strong>la</strong> pregunta"¿para qué leer literatura?", lo cual no ocurría con <strong>la</strong> posición de Sir Walter Raleigh. Dicho en pocaspa<strong>la</strong>bras, <strong>la</strong> respuesta era que <strong>la</strong> literatura nos hacía mejores. Casi no podría encontrarse una razónmás persuasiva. Sin embargo, cuando <strong>la</strong>s tropas de los Aliados, algunos años después de <strong>la</strong>fundación de Scrutiny, entraron a los campos de concentración, se arrestó a comandantes quedurante sus ratos de ocio se habían entretenido leyendo a Goethe. ¿Cómo explicar esto? Si <strong>la</strong>literatura realmente nos hacía mejores, sin duda no lo lograba en <strong>la</strong> forma directa en que unaexcesiva euforia había supuesto. Se podía examinar <strong>la</strong> "gran tradición" de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> inglesa ypensar que estaba uno tratando cuestiones de valor fundamental, cuestiones de vital importancia,para <strong>la</strong>s vidas de hombres y mujeres desperdiciadas en <strong>la</strong>s <strong>la</strong>bores estériles de <strong>la</strong>s fábricaspropiedad del capitalismo. Pero también podría pensarse que con esos estudios se pierden devista, en forma destructiva, seres humanos para quienes resulta difícil comprender cómo unencabalgamiento poético se refleja en un equilibrio de orden físico.Aquí conviene mencionar que los arquitectos de los estudios de letras inglesas proveníandel sector bajo de <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se media. No conformistas, provincianos, muy trabajadores, moralmenteconscientes, el personal de Scrutiny y sus simpatizadores no tenían dificultad para dar en el b<strong>la</strong>ncocuando juzgaron el diletantismo frívolo de los caballeros de c<strong>la</strong>se alta que ocupaban <strong>la</strong>s cátedras deliteratura en <strong>la</strong>s más antiguas universidades. No eran personas con quienes pudieran entenderse.El hijo de un tendero o de un pañero no podía sentirse especialmente inclinado a respetarlos comopertenecientes a <strong>la</strong> élite social que los había excluido de <strong>la</strong>s viejas universidades. Si <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se mediabaja ve con resentimiento a <strong>la</strong> decadente aristocracia, hace también todo lo posible por distinguirsede <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se obrera, a cuyo seno (peligro siempre presente) puede descender. Scrutiny surgió de estaambivalencia social: radicalismo en lo referente al establishment literario académico, mentalidadestrecha -de corrillo- en re<strong>la</strong>ción con <strong>la</strong>s masas popu<strong>la</strong>res. Su encarnizada preocupación por <strong>la</strong>snormas establecidas retaba a los patricios diletantes para quienes Walter Savage Landor, a sumanera, encerraba tantos atractivos como John Milton, y, al mismo tiempo, sometía a unpenetrante escrutinio a quienes por fuerza deseaban participar en el juego. Con ello se logró unadecidida unidad en los objetivos, sin <strong>la</strong> contaminación proveniente, por un <strong>la</strong>do, de <strong>la</strong> trivialidadde los “catadores” y, por el otro, de <strong>la</strong> chabacanería de <strong>la</strong>s “masas”. La pérdida consistió en unais<strong>la</strong>cionismo innato: Scrutiny se convirtió en élite a <strong>la</strong> defensiva que, como los románticos, seconsideraba central cuando en realidad era periférica; que se consideró el “verdadero” Cambridgecuando el verdadero Cambridge hacía todo lo posible por cerrarle <strong>la</strong> entrada a los puestosacadémicos, que consideraba vanguardia de <strong>la</strong> civilización cuando loaba nostálgicamente <strong>la</strong>integridad orgánica de los campesinos del siglo XVII.El único hecho palpable re<strong>la</strong>cionado con <strong>la</strong> sociedad orgánica, como ya comentó RaymondWilliams, es que siempre se ha dado por desaparecida. 17 Las sociedades orgánicas no pasan de17 Véase The Country and the City (Londres, 1973), pp. 9-12.26

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