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Eagleton, Terry ? Una introducción a la teoría literaria

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<strong>Terry</strong> <strong>Eagleton</strong> – <strong>Una</strong> introducción a <strong>la</strong> teoría <strong>literaria</strong>La obra de un crítico de Cambridge, I. A. Richards, constituyó un <strong>la</strong>zo muy importanteentre los estudios de letras inglesas en esa Universidad y <strong>la</strong> Nueva Escue<strong>la</strong> Crítica norteamericana.Si Leavis quiso redimir <strong>la</strong> crítica conviniéndo<strong>la</strong> en una especie de religión (con lo cual llevaríaade<strong>la</strong>nte <strong>la</strong> obra de Matthew Arnold), Richards buscó con <strong>la</strong>s obras que escribió en los años veinteproporcionar a <strong>la</strong> crítica un cimiento sólido en los principios de una obstinada psicología"científica". Su prosa anémica -no obstante su aparente vivacidad— contrasta sugerentemente con<strong>la</strong> tortuosa intensidad de Leavis. La sociedad está en crisis, arguye Richards, porque los cambioshistóricos —y en particu<strong>la</strong>r los descubrimientos científicos— han dejado atrás y devaluado <strong>la</strong>smitologías tradicionales que constituían <strong>la</strong> vida de hombres y mujeres. El delicado equilibrio de <strong>la</strong>psique humana se vio peligrosamente trastornado, y como <strong>la</strong> religión ya no podía restablecerlo, <strong>la</strong>poesía debía tomar a su cargo esta <strong>la</strong>bor. La poesía, observa Richards con extraordinariadesenvoltura, "es capaz de salvarnos; es un medio perfectamente posible de superar el caos". 23Igual que Arnold, presenta <strong>la</strong> literatura como ideología consciente necesaria para reconstruir elorden social, <strong>la</strong>bor que ya estuvo realizando en los años de decadencia económica e inestabilidadpolítica posteriores a <strong>la</strong> Gran Guerra.La ciencia moderna, sostiene Richards, es el modelo del verdadero conocimiento, peroemocionalmente deja algo que desear. No proporciona respuesta satisfactoria ni a los “¿qué es?” nia los “¿por qué?” que formu<strong>la</strong>n <strong>la</strong>s masas, y se contenta con responder a los “¿cómo?”. El propioRichards no cree que esos "¿qué?" y "¿por qué?" sean genuinos interrogantes, pero concedegenerosamente que <strong>la</strong> mayor parte de <strong>la</strong> gente opina que sí; y añade que si no se danseudorrespuestas a esos seudointerrogantes <strong>la</strong> sociedad correría el peligro de venirse abajo. Elpapel de <strong>la</strong> poesía consiste en proporcionar seudorrespuestas. La poesía es un lenguaje más bien"emotivo" que "referencial", es una especie de "seudodec<strong>la</strong>ración" que da <strong>la</strong> impresión de describirel mundo pero que en realidad organiza satisfactoriamente nuestros sentimientos. El tipo máseficaz de poesía es el que organiza un máximo de impulsos con un mínimo de frustraciones oconflictos. Sin esa psicoterapia, <strong>la</strong>s normas de valor probablemente desciendan por debajo "de <strong>la</strong>más siniestra potencialidad del cinematógrafo y de los altavoces". 24El modelo cuantificador y conductista que propuso Richards de hecho formaba parte delproblema social para el cual proponía una solución. Mientras que Leavis combatía a lostecnológico-benthamitas, Richards procuró derrotarlos en su propio terreno. En<strong>la</strong>zando unadefectuosa teoría utilitaria de los valores a un punto de vista esencialmente esteticista de <strong>la</strong>experiencia humana (el arte, suponía Richards, define lo más excelente de <strong>la</strong> experiencia humana),presentó <strong>la</strong> poesía como medio "exquisitamente reconciliador" dentro de <strong>la</strong> anarquía de <strong>la</strong>existencia moderna. Si en realidad no pueden resolverse <strong>la</strong>s contradicciones históricas, pueden,por otra parte, conciliarse armoniosamente como discretos "impulsos" psicológicos en el seno de <strong>la</strong>mente contemp<strong>la</strong>tiva. La acción no es algo muy deseable porque tiende a impedir el equilibriototal de los impulsos. "Ninguna vida", observa Richards, "puede calificarse de excelente si susrespuestas elementales son desorganizadas y confusas". 25 Si se organizan los impulsos bajos ydesaforados se garantiza con mayor efectividad <strong>la</strong> supervivencia de los impulsos nobles yelevados. Esto se aproxima a cierto criterio victoriano —e incluso emparienta con él— según elcual al organizar a <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ses bajas se garantizaba <strong>la</strong> supervivencia de <strong>la</strong>s de arriba.La Nueva Crítica norteamericana, que floreció desde fines de los años treinta hasta los añoscincuenta, estuvo muy influida por estas doctrinas. Generalmente se cree que <strong>la</strong> Nueva Críticaabarcó <strong>la</strong> obra de Eliot, de Richards y, probablemente, también <strong>la</strong> de Leavis y William Empson, asícomo <strong>la</strong> de un buen número de destacados críticos literarios estadounidenses, entre ellos, JohnCrowe Ransom, W. K. Wimsatt, Cleanth Brooks, Allen Tate, Monroe Beardsley y R. P. B<strong>la</strong>ckmur.Es significativo que este movimiento crítico norteamericano haya tenido sus raíces en el Sur,económicamente retrasado, en <strong>la</strong> región tradicionalmente de <strong>la</strong> sangre ilustre y <strong>la</strong> exquisitacortesía, donde el joven T. S. Eliot vio por primera vez una sociedad orgánica. En el período que23 Science and Poetry (Londres, 1926), pp. 82-83.24 Principles of Literary Criticism (Londres, 1963), p.32.25 Ibid, p.62.32

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