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Cuentos_del_Aranero_Libro

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<strong>Cuentos</strong> <strong>del</strong> ArañeroUn día, en La Habana, hablamos desde las tres de la mañana—no vayan ustedes a pensar que estoy exagerando—; una mesita,un vino cubano, dos sillitas y nos sentamos los dos solos. Y loscompañeros por allá, unos duermen un rato, se levantan otra vez,van, caminan, nos traen papeles. Yo aterricé como a las dos, élcomo siempre, estaba esperándome en el aeropuerto, nos fuimosa Palacio y empezamos a las tres. Ustedes saben a qué hora nosparamos, pero sin interrupciones, no nos paramos a nada, a lasdoce <strong>del</strong> mediodía nos paramos. Recuerdo que me puso la manoaquí y me dijo: “Chávez, nos moriremos de cualquier cosa, menosde la próstata”. Porque no nos paramos a pesar de que nos tomamosvarias copitas <strong>del</strong> buen vino cubano ese.Entonces esa noche <strong>del</strong> 11 de abril, cuando el golpe, me dijo:“No hay mucho tiempo de hablar, Chávez”. Me preguntó variascosas, “¿Cuántas tropas tienes?”, “¿cuántas armas tienes?, dóndeesto, dónde está aquello”, bueno y él pensando allá con su experiencia.Y me dijo: “Una última cosa te voy a decir, no te inmoles,que esto no termina hoy”. No le faltó razón.HASTA QUE SE LEVANTEA veces uno aguanta calla'o, pero hay momentos que no aguanta más.Por casualidad, Fi<strong>del</strong> se enteró de que yo estaba en un chinchorro,echa'o, como decimos en el llano. Creo que andaba también enfermoun poco <strong>del</strong> alma, después <strong>del</strong> golpe y todos aquellos largos días demucha tensión. Hay un momento en el cual yo enfermé, ¡pum!, undía, dos días, tres días, y Fi<strong>del</strong> mandó uno de sus médicos que tienecon él muchos años, y otro grupo más. Les dijo: “Ustedes no sevienen de allá hasta que Chávez no se pare <strong>del</strong> chinchorro ese quetiene guindado”. Y llegaron: “Que tenemos una orden, no nos vamosde aquí hasta que usted...” Bueno, me levanté a los pocos días.216

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