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VIII. El Tradicionalismo Científico y la Segunda Escuela Franciscana

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15puede pensarse sin contradicción que exista algo mayor. Y que debeañadirse "sin contradicción" es evidente pues aquello que al serconocido o pensado incluye contradicción debe ser dicho nopensable, porque entonces se trata de dos objetos pensablesopuestos que no forman un único objeto pensable, porque ningunode los dos determina al otro» (Ordinatio, 1. 1, d. 2, q, 2, 137-138).La prueba escotista es ascendente y parte de lo creado. Enel tratado del Primer principio se parte del «orden esencial» de lo«efectuable», lo «finible» y lo «excedido» para alcanzar en virtud de<strong>la</strong> exigencia de tal orden a <strong>la</strong> afirmación, primeramente en el p<strong>la</strong>noquiditativo, para pasar sólo después al de <strong>la</strong> existencia, de losupremo «efectivo», «finitivo» y «eminente». Precedido de unaplegaria que confiesa que Dios habló a su siervo Moisés, al decirleYo soy el que soy «sabiendo lo que puede concebir de Ti elconocimiento de los mortales» es el primer tratado metafísico sobreDios escrito por un teólogo escolástico.<strong>El</strong> esencialismo impera sobre su estructura sistemática, conun estilo de pensamiento que parece anticipar <strong>la</strong>s construcciones 'more geométrico del racionalismo. También hay que reconocer uncierto sabor de ontoteología univocista, en el sentido peyorativo de<strong>la</strong>s acusaciones de sus adversarios escolásticos. «Es inconvenienteque el universo carezca del supremo grado posible de ser», dice enun pasaje en que parece desdibujarse <strong>la</strong> trascendencia divina.<strong>El</strong> empeño esencialista se profesa metódicamente, y en él sefunda <strong>la</strong> preferencia de <strong>la</strong>s «premisas necesarias», que parten de <strong>la</strong>sesencias en su posibilidad, sobre <strong>la</strong>s contingentes que tomarían supunto de partida en <strong>la</strong> existencia de <strong>la</strong>s cosas finitas. De aquí que <strong>la</strong>idea de <strong>la</strong> posibilidad de lo sumo efectivo, finitivo y eminente, esdecir, su composibilibad con el ente, sea el nervio de <strong>la</strong> prueba de <strong>la</strong>existencia del ente infinito.<strong>El</strong> ascenso racional a Dios es pues ontológico, en el sentidoen que Kant calificó así <strong>la</strong> clásica prueba del racionalismo. Peroencontramos una tensión entre este aspecto de su metafísica y <strong>la</strong>tendencia de Duns Escoto a atribuir a <strong>la</strong> teología reve<strong>la</strong>da <strong>la</strong>posibilidad del conocimiento de atributos divinos que santo Tomássituaba en el orden de <strong>la</strong>s verdades cognoscibles por <strong>la</strong> razón.<strong>El</strong> sentido de <strong>la</strong> metafísica escotista sobre Dios se conexionaintrínsecamente con sus presupuestos gnoseológicos: «En <strong>la</strong> vía de<strong>la</strong> generación, o al adquirir <strong>la</strong> ciencia, aprehendemos primeramente<strong>la</strong>s quididades de <strong>la</strong>s cosas sensibles, porque en el estado denaturaleza caída nada entendemos sino por ministerio de lossentidos. Sin embargo tales quididades no son el propio objetoadecuado de nuestro entendimiento, sino que podemos tambiénentender <strong>la</strong>s substancias separadas; y tal objeto es primero en elorden de <strong>la</strong> perfección, y hab<strong>la</strong>ndo simplemente» (De anima, q. 19,5).Si para Duns Escoto <strong>la</strong> gnoseología aristotélica describe unasituación de hecho, <strong>la</strong> del hombre viador y caído, y <strong>la</strong> metafísica es

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