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VIII. El Tradicionalismo Científico y la Segunda Escuela Franciscana

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9no puede por sus so<strong>la</strong>s capacidades naturales alcanzar a conoceraquel<strong>la</strong> verdad a que su entendimiento está, por otra parte,«naturalmente» ordenado.Por esto puede decir: «los filósofos afirman <strong>la</strong> perfección de<strong>la</strong> naturaleza y niegan <strong>la</strong> perfección sobrenatural; los teólogos por elcontrario, aceptan estas tres cosas: el defecto de <strong>la</strong> naturaleza, <strong>la</strong>necesidad de <strong>la</strong> gracia y <strong>la</strong> perfección sobrenatural» (prólogo a <strong>la</strong>Ordinatio). «Los filósofos erraban en el conocer a dónde hay que ir yel camino por donde hay que ir, porque aunque enseñaron algunascosas verdaderas sobre <strong>la</strong>s virtudes, mezc<strong>la</strong>ron cosas falsas... y siAristóteles enseña que hay que dar culto a los dioses y que <strong>la</strong> ley nomanda alimentar a ningún deforme» (ibid).Se podrá notar sin paradoja que el «aristotelismo» de DunsEscoto consiste en este punto en considerarle como el filósofo porantonomasia, a <strong>la</strong> vez que se aceptan como expresión de supensamiento <strong>la</strong>s tesis más alejadas de <strong>la</strong> apertura al ejemp<strong>la</strong>rismo yal espiritualismo.Avicena no hab<strong>la</strong>ba como filósofo sino como creyente alreferirse al ente, en toda su universalidad y en cuanto trasciende delo sensible para alcanzar también a lo espiritual y divino: «hay quenegar que sea naturalmente cognoscible, que el ente, según suindiferencia a lo sensible y a lo no sensible, sea el primer objeto denuestro entendimiento, y que diga Avicena que es naturalmenteconocido. Pues mezcló su secta —que fue <strong>la</strong> mahometana—, con lofilosófico, y dijo algunas cosas como filosóficas y probadas por <strong>la</strong>razón, y otras como acordes con su secta: por lo que expresamenteafirma que el alma separada conoce <strong>la</strong> substancia inmaterial en sí, ypor esto puso bajo el objeto primero del entendimiento contenidatambién <strong>la</strong> substancia inmaterial. Pero no así Aristóteles; sino quesegún él mismo, el primer objeto de nuestro entendimiento es oparece ser <strong>la</strong> quiddidad sensible; y ésta es <strong>la</strong> quiddidad que sepuede abstraer de los sentidos» (ibid.).Tampoco puede el hombre sin <strong>la</strong> fe conocer <strong>la</strong> naturaleza desu alma espiritual en cuanto «naturalmente» ordenada a un fin quesólo «sobrenaturalmente» puede alcanzar. Por esto los «filósofos»fueron incapaces de conocer «naturalmente» y sin el auxilio especialde <strong>la</strong> enseñanza sobrenaturalmente reve<strong>la</strong>da el último fin delhombre.«Es falso que nuestra naturaleza o facultad intelectual nossea cognoscible naturalmente según su propia y especial razón por<strong>la</strong> que se ordena a su fin... y por <strong>la</strong> que tiene a Dios como a su objetoperfectísimo. Pues ni nuestra alma ni nuestra naturaleza no sonconocidas por nosotros en el presente estado sino bajo algúnconcepto genérico, que puede ser abstraído de lo sensible» (ibid.).Como puede verse <strong>la</strong> incapacidad fáctica e histórica de <strong>la</strong>«filosofía» o de los «filósofos» responde a unos presupuestosteológicos, de tradición agustiniana, en los que está totalmenteausente <strong>la</strong> idea de una «naturaleza pura» ordenada a un fin que

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