se <strong>ha</strong>bría hecho notar. Pero lo que <strong>te</strong>nía era la mayor calidadhumana posible. ¿Y por qué esta no se <strong>ha</strong>ce notar a cualquierobservador? Porque no cabe de ella un conocimiento objetual.El único conocimiento posible de la humanidad cualitativa esdesde dentro: participando en alguna medida de ella, abriéndosea ella. Es decir, median<strong>te</strong> una relación de <strong>fe</strong>.Volvamos al caso concreto de la vida de Jesús en Nazaret. Suspaisanos no se fijaron en él porque él tampoco estaba pendien<strong>te</strong>de sí mismo. Él vivía transitivamen<strong>te</strong>: desde su Padre y <strong>ha</strong>ciala realidad. Por eso, lo que decía o <strong>ha</strong>cía era tan adecuandoque parecía surgir de la misma realidad, en lugar de salir de él.Los implicados se fijaban en lo que se traía entre manos, no enJesús. Él dirigía la a<strong>te</strong>nción de todos <strong>ha</strong>cia la acción que se llevabaa cabo, <strong>ha</strong>cia el que demandaba alguna a<strong>te</strong>nción o simplemen<strong>te</strong><strong>ha</strong>cia la convivialidad y, por supuesto, <strong>ha</strong>cia su Padre. Pero enes<strong>te</strong> caso, no como la persona <strong>te</strong>nida como religiosa que estáconstan<strong>te</strong>men<strong>te</strong> <strong>te</strong>matizando a Dios o a su ley, sino como laalusión que cuadra en cada ocasión.Lo típico de Jesús fue la transitividad (desde Dios y <strong>ha</strong>cia losdemás), no el afincarse en sí mismo <strong>ha</strong>sta tratar de nacer desí mismo y poner a los demás para sí. Su transparencia, comola dirección vital que lo unificaba, era lo que provocaba suinvisibilidad.Ahora bien, si decimos que esa no era una peculiaridad de Jesús,en el sentido de una particularidad suya, sino precisamen<strong>te</strong> loque lo constituye en persona, <strong>ha</strong>y que reconocer que cuestamucho dar <strong>fe</strong> a una persona así, tan opuesta a la direccióndominan<strong>te</strong> duran<strong>te</strong> toda la historia del occiden<strong>te</strong>, que <strong>ha</strong>promovido, por el contrario, a las grandes personalidades, que11
no se carac<strong>te</strong>rizan precisamen<strong>te</strong> por su transitividad y, por tanto,por su transparencia, sino por el contrario: por estar llenas de síy por salir de sí mismas para poner a lo demás para sí, aunquesea, en el mejor de los casos, con servicios relevan<strong>te</strong>s.Como se ve, la falta de <strong>fe</strong> de sus vecinos no es un dato anecdóticosino que revela dos raíces muy profundas de la dificultad de <strong>te</strong>ner<strong>fe</strong> en Jesús: la primera, es la dificultad de <strong>te</strong>ner <strong>fe</strong> en un pobrey la dificultad particular de que los pobres crean en un pobre;la segunda, la dificultad de ver lo cualitativamen<strong>te</strong> humano, yaque solo se lo puede captar desde dentro, desde la participaciónen ello o, por lo menos, desde el estar encaminado <strong>ha</strong>cia ello.Esta dificultad se acrecienta porque desde el orden establecidose promueven las cualidades humanas por las que uno sobresalede los demás, pero no la calidad humana; se promociona elcultivo de la personalidad, no la constitución como persona porla salida servicial y gratuita de sí, en la que culmina la relaciónde <strong>fe</strong>.2. Los discípulos se dejan llevar por el miedo porque lesfalta <strong>fe</strong> (Mc. 4, 40) 2Jesús <strong>ha</strong>bía estado todo el día en el lago <strong>ha</strong>blando desde unabarca a miles de personas que escuc<strong>ha</strong>ban en la orilla. Habíaquedado tan agotado del esfuerzo de <strong>ha</strong>blarles a esa distanciaque, al acabar, no se acercó a la orilla, como acostumbraba, paraa<strong>te</strong>nder a cada uno, sino que les pidió que remaran <strong>ha</strong>cia la otra2 Navarro, oc, 166-173; Taylor, oc, 311-318; Bovon, oc, 592-602; Grilli-Langner,oc, 221-224; Léon-Dufour, Estudios de evangelio, Cristiandad, Madrid 1982, 147-175;Alegre, Memoria subversiva y esperanzada para los pueblos crucificados. Trotta, Madrid 2003,279-308; Pagola, oc, 95-102; Id, oc, 3, Lucas. PPC, Madrid 2012, 80-86.12
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