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Tu fe te ha salvado - Universidad Rafael Landívar

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234T828Trigo, Pedro<strong>Tu</strong> <strong>fe</strong> <strong>te</strong> <strong>ha</strong> <strong>salvado</strong> : lección inaugural en la <strong>Universidad</strong><strong>Rafael</strong> <strong>Landívar</strong> / Dr. Pedro Trigo, s.j. ; Editores Gustavo GarcíaFong, Karen De la Vega de Arriaga. - - Gua<strong>te</strong>mala : URL : EditorialCara Parens, 2013.104 p.ISBN: 978-9929-54-012-5Lección inaugural 2013, <strong>Universidad</strong> <strong>Rafael</strong> <strong>Landívar</strong>1. Fe2. Fe en Dios3. Teología4. Jesucristo5. SalvaciónI t.II <strong>Universidad</strong> <strong>Rafael</strong> <strong>Landívar</strong>III García Fong, Gustavo, ed.IV De la Vega de Arriaga, Karen, ed.Lección Inaugural 2013TU FE TE HA SALVADODr. Pedro Trigo, S. J.1ª. edición, enero, 2013Editorial Cara Parens de la <strong>Universidad</strong> <strong>Rafael</strong> <strong>Landívar</strong>.Reservados todos los derechos de conformidad con la ley. No se permi<strong>te</strong> la reproducción total o parcialde es<strong>te</strong> libro, ni su traducción, ni su incorporación a un sis<strong>te</strong>ma informático, ni su transmisión en cualquierforma o por cualquier medio, sea es<strong>te</strong> electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos,sin el permiso previo y escrito de los titulares del copyright.D. R. © Editorial Cara Parens de la <strong>Universidad</strong> <strong>Rafael</strong> <strong>Landívar</strong>Vista Hermosa III, Campus Central, zona 16, edificio G, oficina 103Apartado Postal 39-C, Ciudad de Gua<strong>te</strong>mala, Gua<strong>te</strong>mala 01016Teléfono: (502) 2426-2626, ex<strong>te</strong>nsión 3124Correo electrónico: caraparens@url.edu.gtPágina electrónica: www.url.edu.gtEditores responsables:Diseño gráfico y diagramación:Corrección de <strong>te</strong>xtos:Fotografía de portada:Gustavo García FongKaren De la Vega de ArriagaPedro Luis Alvizurez MolinaDalila GonzalezOscar VilledaCapilla Santa Sofía, <strong>Universidad</strong> <strong>Rafael</strong> <strong>Landívar</strong>, Campus CentralUnidad académica organizadora de la Lección Inaugural 2013: Facultad de TeologíaLa franja vertical de color que aparece en la portada y contraportada, corresponde al color oficial de la unidadacadémica organizadora.


AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVARRectorVicerrectora AcadémicaVicerrector de Investigación y ProyecciónVicerrector de In<strong>te</strong>gración UniversitariaVicerrector AdministrativoSecretaria GeneralP. Rolando Enrique Alvarado López, S. J.Dra. Lucrecia Méndez de PenedoDr. Carlos <strong>Rafael</strong> Cabarrús Pellecer, S. J.Dr. Eduardo Valdés Barría, S. J.Lic. Ariel Rivera IríasLcda. Fabiola Padilla de Lorenzana


ÍNDICELECCIÓN INAUGURAL 2013TU FE TE HA SALVADO1Dr. Pedro Trigo, S. J.Teólogo1. Sus paisanos no creen en él (Mc. 6, 1-6)62. Los discípulos se dejan llevar por el miedo porque les falta <strong>fe</strong>(Mc. 4, 40)123. La <strong>fe</strong> como proceso: de la <strong>fe</strong> de los amigos, al perdón comosuperación de la resignación a la en<strong>fe</strong>rmedad y deseo de sercurado (Mc. 2, 1-12)164. La <strong>fe</strong> como relación mutua: la mujer toca el manto de Jesús yJesús la presenta en sociedad como bendecida por Dios(Mc. 5, 25-34)195. La <strong>fe</strong> del centurión en Jesús como dispensadorplenipo<strong>te</strong>nciario del poder benéfico de Dios (Lc. 7, 1-10)22vii


6. La <strong>fe</strong> que busca en<strong>te</strong>nder logra que Jesús se abra aposibilidades que no <strong>ha</strong>bía con<strong>te</strong>mplado (Mt. 15, 21-31)287. La <strong>fe</strong> en Jesús salva a la pecadora y le da la paz (Lc. 7, 36-50)328. De la <strong>fe</strong> en Jesús, a convertirse en una persona <strong>fe</strong><strong>ha</strong>cien<strong>te</strong>(Jn. 4, 5-42)399. La dificultad de suscitar la <strong>fe</strong> y la <strong>fe</strong> supletoria de Jesús(Mc. 9, 14-29)4610. Creer a Jesús y creer en Jesús: la <strong>fe</strong> que sana y la <strong>fe</strong> que salva(Lc. 17, 11-19)5011. El <strong>salvado</strong> por la <strong>fe</strong>, se convier<strong>te</strong> en seguidor (Mc. 10, 46-52)5412. Los pobres entran en Jerusalén en una imponen<strong>te</strong>mani<strong>fe</strong>stación de <strong>fe</strong>. Los representan<strong>te</strong>s del <strong>te</strong>mplo y la Toráno reciben a Jesús porque no es del aparato(Mc. 11, 1-11; Mt. 21, 10-11; Lc. 19, 41-44)13. El ciego de nacimiento curado por Jesús, se convier<strong>te</strong> en<strong>te</strong>stigo <strong>fe</strong><strong>ha</strong>cien<strong>te</strong> (Jn. 9, 1-38)5662viii


14. El experto en tortura confiesa a Jesús por el modo como la<strong>ha</strong> vivido, una experiencia lími<strong>te</strong>, absolutamen<strong>te</strong> paradójica(Mc. 15, 39)6715. Fe y falta de <strong>fe</strong> en los discípulos. Las apariciones comoencuentros de <strong>fe</strong> para la misión7416. Dichosos los que creen sin <strong>ha</strong>ber visto (Jn. 20, 29)80Los sacramentos de Jesús85DR. PEDRO TRIGO, S. J.Biografía89ix


el mayor creyen<strong>te</strong>. Ahora bien, lo es, si partimos de la imagenque nos dejaron de él en los evangelios, los <strong>te</strong>stigos que lorecordaron y en los que las diversas iglesias reconocieron su <strong>fe</strong> yque, por esa razón, reconocieron que en ese trabajo de recordar ycompulsar <strong>te</strong>stimonios estuvieron guiados por el mismo espíritude Jesús. En e<strong>fe</strong>cto, lo más básico y denso que aparece en ellos,de la persona de Jesús, es su relación con el Dios de Israel, al quellamaba con toda familiaridad “Padre” y an<strong>te</strong> el que se man<strong>te</strong>nía<strong>ha</strong>bitualmen<strong>te</strong> con absoluta confianza y disponibilidad. Era talla trasparencia de esta relación, que cuando realizaba los signosdel reino, la gen<strong>te</strong> daba gloria a Dios y no a él. Realmen<strong>te</strong> queesa relación fontal, no solo lo carac<strong>te</strong>rizaba, sino que lo definía.Esa vida en sus manos y para su designio culminó en su pasióncuando, a gritos y con lágrimas, pidió que pasara ese cáliz, peroinsistió, más aún, en que no se hiciera su voluntad sino la desu Padre. Y en la cruz murió remitido a su Padre, poniéndoseen sus manos, de manera que él tuviera la última palabra de suvida. Así se consumó como Hijo. Murió, pues, en la <strong>fe</strong>: la <strong>fe</strong> ensu Padre tuvo la última palabra en su vida y murió sin <strong>ha</strong>berlaescuc<strong>ha</strong>do. La respuesta de su Padre fue la resurrección.Esa relación fue tan íntima y totalizadora que a lo largo de su vida,se dio un trasvasamiento total, de manera que por Jesús <strong>ha</strong>bló ya través de él actuó Dios con absoluta transparencia. Por eso la<strong>fe</strong> en Jesús no es como la <strong>fe</strong> que se puede <strong>te</strong>ner en cualquier serhumano, ni siquiera como la que se puede otorgar a una persona<strong>fe</strong><strong>ha</strong>cien<strong>te</strong> por su saber, su poder y su entrega sin reticencia albien de los demás. Quienes se abrieron a la propuesta de Jesús,a sus palabras y acciones, a lo que Jesús irradiaba, al mis<strong>te</strong>riode su persona, dieron su <strong>fe</strong> a Jesús de un modo ilimitado, sepusieron en sus manos, llegaron a entregarse a él, le ofrecieron2


sus personas, del mismo modo incondicionado con que uncreyen<strong>te</strong> se entrega a Dios. Pero no como si Jesús sustituyeraa Dios sino sintiendo que, por el contrario, lo representaba,li<strong>te</strong>ralmen<strong>te</strong>, lo <strong>ha</strong>cía presen<strong>te</strong>. Por eso la <strong>fe</strong> en Jesús se daba, enúltimo lugar, a Dios.Sin embargo, no todos ni mucho menos llegaron a es<strong>te</strong> gradode <strong>fe</strong>. Unos no se abrieron en absoluto: no le prestaron a<strong>te</strong>nciónprofunda porque no quisieron ser a<strong>fe</strong>ctados por él, en muchoscasos, porque intuían que <strong>te</strong>ndrían que cambiar aspectos de suvida que no estaban dispuestos a modificar. Otros le cerraronpositivamen<strong>te</strong> su corazón, porque la imagen que <strong>te</strong>nían de Diosno cuadraba con la que él <strong>ha</strong>cía presen<strong>te</strong> y no quisieron dejarla, oporque, como no era de la institución eclesiástica y como era delpueblo bajo y <strong>te</strong>nía a ese pueblo como su compañía <strong>ha</strong>bitual, noquisieron reconocerle autoridad, porque cuestionaba su estatus.Otros no llegaron más allá de la curiosidad, o se quedaron en lasimpatía o llegaron <strong>ha</strong>sta la admiración, sin querer profundizarmás.Toda <strong>fe</strong> otorgada a un ser humano es, en definitiva, un mis<strong>te</strong>rio,ya que llega al <strong>te</strong>rreno de lo sagrado, en el sentido de lo último,de lo definitivo, de lo incondicionado. Por eso, la <strong>fe</strong> es, en todocaso, una opción, no el resultado necesario de una deducción;puede ser una opción razonable (como dice Pablo de sí: “sé dequién me he fiado, que tiene poder para custodiar mi depósito”),pero no quita que sea siempre una apuesta y, por tanto, abiertaa la comprobación definitiva. Al ser el resultado de una relaciónpersonal o el modo de llevar esa relación, requiere un proceso,que puede resultar largo y contrastado, y se mantiene también,en todo caso, como un proceso, abierto siempre a ul<strong>te</strong>riorescomprobaciones.3


También la <strong>fe</strong> en Jesús conoce es<strong>te</strong> mismo proceso contrastado,porque nuestras expectativas de la epifanía de Dios no secorresponden con la humanidad de Jesús, que tiene la figura deuno de tantos. Y, no lo olvidemos, la <strong>fe</strong> en Jesús es <strong>fe</strong> en un serhumano, en cuya humanidad se trasparenta la presencia de Dios.Es su humanidad la que la trasparenta.No, como se lo representa muc<strong>ha</strong>s veces, como si fuera unamezcla de Dios y ser humano y lo que nos in<strong>te</strong>resa no es loque tiene de humano sino lo que tiene de Dios. Así se lo <strong>ha</strong>representado la cristología fundamental que estaba vigen<strong>te</strong>an<strong>te</strong>s del Concilio, que estaba totalmen<strong>te</strong> centrada en lo queJesús <strong>te</strong>nía de más que humano y, por tanto, daba por supuestoque no era lo humano lo que trasparentaba al Hijo de Dios.Así también, el símbolo largo Niceno-Constantinopolitano,que, al explanar los mis<strong>te</strong>rios de la vida de Jesús, pasa por altoprecisamen<strong>te</strong> su vida porque no <strong>ha</strong>lla en ella el mis<strong>te</strong>rio.Y, sin embargo, para el evangelio, la palabra se hizo precisamen<strong>te</strong>carne. Es lo que dice helenísticamen<strong>te</strong> Pablo o ese discípulo suyoque escribió la Carta a los Colosenses: “en él <strong>ha</strong>bita la plenitudde la divinidad corporalmen<strong>te</strong>” (2, 9). No puede decirse másprovocativamen<strong>te</strong> para un helenista, que suspira por dejar es<strong>te</strong>cuerpo para que el alma inmortal retorne a su patria. Y, sinembargo, el cristianismo afirma que Dios cabe completamen<strong>te</strong>en la humanidad de Jesús, en lenguaje hebreo, en su cuerpo, quees el modo de aludir a su persona.Así pues, solo se puede entrar en el mis<strong>te</strong>rio de Jesús a travésde su vida; eso, tanto para sus con<strong>te</strong>mporáneos, como para losque hemos venido después. Así como muchos in<strong>te</strong>lectuales son4


proclives a algún tipo de arrianismo, es decir, a considerar aJesús como uno de los seres humanos que, de un modo u otro,<strong>ha</strong>n hecho presen<strong>te</strong> a Dios (como uno de los Cristos, que eslo que dicen muchos hoy, cuando las grandes religiones se <strong>ha</strong>nhecho presen<strong>te</strong>s unas a otras), así muchos en el pueblo y en lainstitución eclesiástica <strong>ha</strong>n <strong>te</strong>ndido a algún tipo de apolinarismo,o sea, que se <strong>ha</strong>n representado a Jesús como Dios vestido conun cuerpo para podérsenos <strong>ha</strong>cer visible y para poder padecerpor nosotros. En el primer caso no se llega al mis<strong>te</strong>rio de Jesúsporque no se profundiza suficien<strong>te</strong>men<strong>te</strong> en su historia y enel segundo, una falsa concepción del mis<strong>te</strong>rio impide tomaren serio su historia. Así pues, para nosotros como para suscon<strong>te</strong>mporáneos que llegaron a creer en él, la única puerta paraacceder conscien<strong>te</strong>men<strong>te</strong> a Jesús de Nazaret es su historia, esdecir, son los evangelios.Claro está que el primer acceso a Jesús, un acceso absoluto,independien<strong>te</strong> de la conciencia que se <strong>te</strong>nga, son los pobres.Atiendo a Jesús, si atiendo a los pobres; no atiendo a Jesús, sino atiendo a los pobres; lo sepa o no lo sepa. Pero el accesoconscien<strong>te</strong>, es decir, discipular, que es el acceso de <strong>fe</strong>, se damedian<strong>te</strong> los evangelios. Es cierto que también puede accedersea Jesús median<strong>te</strong> la comunidad cristiana, en las relaciones que sedan entre los condiscípulos o en la Cena del Señor. Pero solo através de los evangelios podemos discernir si el contacto es conJesús de Nazaret o con un cristo, que no es más que proyecciónnuestra o del grupo al que per<strong>te</strong>necemos. Por eso para discerniry cualificar nuestra <strong>fe</strong> en Jesús necesitamos la relación asiduacon los evangelios.5


Pero es que, además, ellos son paradigmáticos: las relacionesde <strong>fe</strong> en Jesús que se entablan en las diversas escenas de losevangelios o la falta de <strong>fe</strong> en Jesús en la relación con él, ilustranlas diversas posibilidades que se nos ofrecen también hoy anosotros.Por eso, vamos a re<strong>fe</strong>rirnos a ellas de un modo sis<strong>te</strong>mático.1. Sus paisanos no creen en él (Mc. 6, 1-6) 1Marcos cierra la breve crónica de su retorno a Nazaret, despuésde la salida para ser bautizado por Juan, mani<strong>fe</strong>stando que Jesússe extrañó de su falta de <strong>fe</strong>. Se sintió decepcionado, dolido,incluso, podemos decir, escandalizado. Él quería a su gen<strong>te</strong>:<strong>ha</strong>bía convivido con ellos treinta años dándoles lo mejor de sí yrecibiendo agradecido su convivialidad y las ayudas que le <strong>ha</strong>bíanproporcionado. No se <strong>ha</strong>bía ido porque el pueblo se le <strong>ha</strong>bíaquedado pequeño y quería ir a un ambien<strong>te</strong> más estimulan<strong>te</strong>.Había sentido la llamada de su Padre en la proclamación delbautismo de peni<strong>te</strong>ncia por par<strong>te</strong> de Juan y <strong>ha</strong>bía con<strong>fe</strong>sado lospecados en el río con todo el dolor del mundo porque <strong>ha</strong>bíametido en su corazón a sus paisanos, a todo Israel y, en él, atodo el mundo. Por eso, como sentía a su Padre en el fondode su corazón, le dolía <strong>te</strong>ner en él como hermanos a quienesno vivían como deben <strong>ha</strong>cerlo los que son su pueblo y pidió1 Navarro, Marcos. EVD, Es<strong>te</strong>lla 2006, 209-217; Gnilka, El evangelio según sanMarcos I. Sígueme, Salamanca 1986, 262-273; Taylor, Evangelio según san Marcos.Cristiandad, Madrid 1979, 344-349; Marcus, Marcos (1-8). Sígueme, Salamanca 2010,431-440; Bovon, El evangelio según san Lucas I. Sígueme, Salamanca 1995, 305-310;Fitzmyer, El evangelio según San Lucas II, Cristiandad, Madrid 1987, 422-449; Pagola, Elcamino abierto por Jesús, 2, Marcos. DDB, Bilbao 2011, 80-86; Grilli-Langner, Comentarioal evangelio de Ma<strong>te</strong>o. EVD, Es<strong>te</strong>lla 2011, 371-373.6


perdón, como hemos dicho, con todo el dolor del mundo. Alsalir del río, sintió que el cielo se <strong>ha</strong>bía abierto: su Padre <strong>ha</strong>bíaaceptado su con<strong>fe</strong>sión y <strong>ha</strong>bía perdonado incondicionalmen<strong>te</strong> ala humanidad. Por eso, Jesús, sintiendo que su Padre nos <strong>ha</strong>bíaaceptado a todos en su corazón, se dedicó a proclamar que ya<strong>ha</strong>bía llegado el tiempo de la cercanía absoluta de Dios comoPadre con entrañas de madre. Y, por eso, pidió a todos quese convirtieran de sus caminos, fueran buenos o malos, a estabuena nueva, a esta nueva insuperable de que el Creador, quenos <strong>ha</strong>bía entregado la tierra y luego su ley para que viviéramosen ella con sabiduría, <strong>ha</strong>bía venido a <strong>ha</strong>cernos hijos suyos enJesús, su Hijo único y e<strong>te</strong>rno.Ese mis<strong>te</strong>rio de condescendencia que <strong>ha</strong>bía acon<strong>te</strong>cido enel Jordán, lo fue historizando Jesús en cada encuentro conindividuos, grupos o multitudes, encuentros, en su in<strong>te</strong>nción,siempre personalizados y personalizadores. Por eso, lo quepedía era, en definitiva, que nos amáramos con el mismo amorque se nos <strong>ha</strong>bía entregado en Jesús.Jesús sacramentalizaba lo que decía entregándose él mismoservicialmen<strong>te</strong>: a los pobres, para que supieran que Dios estabacon ellos, que era suyo, que les daba su vida y que, por eso,podían levantarse de su postración y ponerse en camino comopersonas reconocidas; a los pecadores, para que no se siguierancreyendo dejados de la mano de Dios sino que se sintieranacogidos por él en la acogida gratuita que les dispensaba Jesús; alos misericordiosos, para que supieran que Dios los iba a tratarcon toda misericordia; a los sufridos, que en esa situación depecado no podían vivir de su justicia, para que tuvieran esperanzaen que <strong>ha</strong>bitarían por fin la tierra donde <strong>ha</strong>bita la justicia; a los7


que se <strong>te</strong>nían por justos y despreciaban a los demás, les <strong>ha</strong>cíaver que la justicia que quería el Padre común, era que recibierancomo hermanos a los que ahora despreciaban; a los que poníansu confianza en el dinero, los desengañaba diciéndoles que él nonos puede <strong>ha</strong>cer humanos, que hicieran con él buenas obras, esdecir, que ayudaran a los pobres, para que no se quedaran vacíosy su vida no fuera estéril.Todo esto lo llevaba a cabo con la misma figura que suspaisanos <strong>ha</strong>bían visto toda la vida. Era el mismo Jesús, el hijo delcarpin<strong>te</strong>ro; carpin<strong>te</strong>ro él mismo, hermano de sus familiares, queseguían viviendo con ellos. Ese era el que <strong>ha</strong>blaba con autoridaden las sinagogas y <strong>ha</strong>cía signos milagrosos de esta cercaníaagraciadora de Dios.Por eso cuando llegó, lo que ellos vieron fue a su vecino. Escierto que nunca lo <strong>ha</strong>bían oído <strong>ha</strong>blar en la sinagoga y que<strong>ha</strong>blaba realmen<strong>te</strong> con autoridad. Sus palabras ciertamen<strong>te</strong> lossorprendían y admiraban. En es<strong>te</strong> sentido era verdad lo que<strong>ha</strong>bían oído de él. Pero no <strong>ha</strong>llaban cómo componer lo queacon<strong>te</strong>cía an<strong>te</strong> ellos, con lo que recordaban de Jesús. Y acabarona<strong>te</strong>niéndose a lo que creían saber de él, en su convivencia detantos años, y no dieron <strong>fe</strong> a lo que estaban viendo. Jesús era elque <strong>ha</strong>bían conocido, no es<strong>te</strong> que regresaba.¿Por qué se negaron a dar crédito a lo que acon<strong>te</strong>cía an<strong>te</strong> susojos? Sus paisanos no le creen porque es uno de ellos y no creenen ellos. Esta es la tris<strong>te</strong> verdad. Nacieron y viven en un puebloque no sale en la Biblia hebrea, un pueblo del que sus vecinospiensan y dicen que no puede salir nada bueno. Y, aunque ellosdicen estar orgullosos de ser nazarenos, en realidad piensan,8


como sus vecinos, que de ellos no puede salir la salvación. Ellosdan para vivir esa vida, no para trasformarla y redimirla. Si aellos los tiene que salvar alguien más cualificado, ¿cómo uno deNazaret va a ser el <strong>salvado</strong>r de Israel?Una relación absolutamen<strong>te</strong> asimétrica con las autoridades y losque tienen alguna relevancia los <strong>ha</strong> llevado a minusvalorarse,incluso, a despreciarse a sí mismos. Por eso, a pesar de lo queoyen, no están dispuestos a creer en Jesús, que no es más queuno de ellos.Ahí está, en esa misma lógica tan persis<strong>te</strong>n<strong>te</strong>, el trasfondo de lapropensión que se <strong>ha</strong> mostrado irresistible a lo largo de todoslos siglos cristianos, de revestir a Jesús con los atributos de larealeza y de la riqueza. ¡Qué pocos artistas <strong>ha</strong>n representadoa Jesús con figura de pobre! De ahí, también, la propensión acomprender a Jesús como un Dios disfrazado de ser humanopobre; pero en realidad Dios, y no, ser humano ni menos, pobre.Como no pueden llegar a <strong>ha</strong>cerse idea de la dignidad y, menosaún, de la calidad humana de los pobres, no pueden llegar arepresentarse a Jesús como un campesino pobre. Por eso,desec<strong>ha</strong>ndo la tradición evangélica y la tradición más auténticade la Iglesia, se agarran hoy algunos a la palabra <strong>te</strong>kne paraasentar que Jesús fue un constructor que <strong>te</strong>nía obreros a sucargo, que vestía elegan<strong>te</strong>men<strong>te</strong>, que <strong>ha</strong>bría realizado trabajosen la construcción de Séforis y que frecuentaría el <strong>te</strong>atro.No creo que <strong>te</strong>nga sentido refutar esta opinión, sino re<strong>fe</strong>rirsemás bien a esa incapacidad de aceptar que Jesús pudo ser unpobre y, más aún, un pobre que no se promovió, sino que se9


cualificó dentro de su ambien<strong>te</strong> y que trasmitió la sabiduríade la vida que pudo a<strong>te</strong>sorar como pobre y la capacidad decomprender la situación desde soportar su peso y la capacidadde trasmitir dignidad y levantar de su postración y de ayudareficazmen<strong>te</strong>, desde tanta carencia y humillación, soportadas ysuperadas desde dentro.Desde la perspectiva del orden establecido, no solo asumidasino naturalizada, nada de esto tiene sentido. Naturalmen<strong>te</strong>que desde esta perspectiva se captan y critican los abusos delsis<strong>te</strong>ma (aunque no pocas veces, ni eso), pero en el supuestoque solo desde sus representan<strong>te</strong>s más cualificados cabesalvación, siempre que no sean egoístas sino altruistas. Desdeesta perspectiva la idea de un <strong>salvado</strong>r desde abajo carece deplausibilidad. De ahí viene ese maquillaje necesario de la figurade Jesús para <strong>ha</strong>cerla aceptable.Porque <strong>ha</strong>y que reconocer que, si bien era verdad que Jesús eravecino de Nazaret, no era un vecino, porque nunca se definiópor esa condición. Y aquí viene el fondo de la dificultad de creeren Jesús de Nazaret. No pudieron creer en él quienes vivíangenéricamen<strong>te</strong>, es decir, como vecinos.¿Y por qué la excelencia humana de Jesús de Nazaret, que enrigor era, como hemos asentado, infinita, no se traslucía con tantaimponencia que de hecho se imponía? No se imponía porqueera excelencia propiamen<strong>te</strong> humana, pura calidad humana; esdecir, que Jesús no fue el más fuer<strong>te</strong>, ni el más atrevido, ni elmás agudo, ni el más erudito, ni el más poderoso, ni el másintac<strong>ha</strong>ble y fanático en el cumplimiento de la ley (como decía desí Pablo). Si hubiera sobresalido por alguna cualidad, sin duda,10


se <strong>ha</strong>bría hecho notar. Pero lo que <strong>te</strong>nía era la mayor calidadhumana posible. ¿Y por qué esta no se <strong>ha</strong>ce notar a cualquierobservador? Porque no cabe de ella un conocimiento objetual.El único conocimiento posible de la humanidad cualitativa esdesde dentro: participando en alguna medida de ella, abriéndosea ella. Es decir, median<strong>te</strong> una relación de <strong>fe</strong>.Volvamos al caso concreto de la vida de Jesús en Nazaret. Suspaisanos no se fijaron en él porque él tampoco estaba pendien<strong>te</strong>de sí mismo. Él vivía transitivamen<strong>te</strong>: desde su Padre y <strong>ha</strong>ciala realidad. Por eso, lo que decía o <strong>ha</strong>cía era tan adecuandoque parecía surgir de la misma realidad, en lugar de salir de él.Los implicados se fijaban en lo que se traía entre manos, no enJesús. Él dirigía la a<strong>te</strong>nción de todos <strong>ha</strong>cia la acción que se llevabaa cabo, <strong>ha</strong>cia el que demandaba alguna a<strong>te</strong>nción o simplemen<strong>te</strong><strong>ha</strong>cia la convivialidad y, por supuesto, <strong>ha</strong>cia su Padre. Pero enes<strong>te</strong> caso, no como la persona <strong>te</strong>nida como religiosa que estáconstan<strong>te</strong>men<strong>te</strong> <strong>te</strong>matizando a Dios o a su ley, sino como laalusión que cuadra en cada ocasión.Lo típico de Jesús fue la transitividad (desde Dios y <strong>ha</strong>cia losdemás), no el afincarse en sí mismo <strong>ha</strong>sta tratar de nacer desí mismo y poner a los demás para sí. Su transparencia, comola dirección vital que lo unificaba, era lo que provocaba suinvisibilidad.Ahora bien, si decimos que esa no era una peculiaridad de Jesús,en el sentido de una particularidad suya, sino precisamen<strong>te</strong> loque lo constituye en persona, <strong>ha</strong>y que reconocer que cuestamucho dar <strong>fe</strong> a una persona así, tan opuesta a la direccióndominan<strong>te</strong> duran<strong>te</strong> toda la historia del occiden<strong>te</strong>, que <strong>ha</strong>promovido, por el contrario, a las grandes personalidades, que11


no se carac<strong>te</strong>rizan precisamen<strong>te</strong> por su transitividad y, por tanto,por su transparencia, sino por el contrario: por estar llenas de síy por salir de sí mismas para poner a lo demás para sí, aunquesea, en el mejor de los casos, con servicios relevan<strong>te</strong>s.Como se ve, la falta de <strong>fe</strong> de sus vecinos no es un dato anecdóticosino que revela dos raíces muy profundas de la dificultad de <strong>te</strong>ner<strong>fe</strong> en Jesús: la primera, es la dificultad de <strong>te</strong>ner <strong>fe</strong> en un pobrey la dificultad particular de que los pobres crean en un pobre;la segunda, la dificultad de ver lo cualitativamen<strong>te</strong> humano, yaque solo se lo puede captar desde dentro, desde la participaciónen ello o, por lo menos, desde el estar encaminado <strong>ha</strong>cia ello.Esta dificultad se acrecienta porque desde el orden establecidose promueven las cualidades humanas por las que uno sobresalede los demás, pero no la calidad humana; se promociona elcultivo de la personalidad, no la constitución como persona porla salida servicial y gratuita de sí, en la que culmina la relaciónde <strong>fe</strong>.2. Los discípulos se dejan llevar por el miedo porque lesfalta <strong>fe</strong> (Mc. 4, 40) 2Jesús <strong>ha</strong>bía estado todo el día en el lago <strong>ha</strong>blando desde unabarca a miles de personas que escuc<strong>ha</strong>ban en la orilla. Habíaquedado tan agotado del esfuerzo de <strong>ha</strong>blarles a esa distanciaque, al acabar, no se acercó a la orilla, como acostumbraba, paraa<strong>te</strong>nder a cada uno, sino que les pidió que remaran <strong>ha</strong>cia la otra2 Navarro, oc, 166-173; Taylor, oc, 311-318; Bovon, oc, 592-602; Grilli-Langner,oc, 221-224; Léon-Dufour, Estudios de evangelio, Cristiandad, Madrid 1982, 147-175;Alegre, Memoria subversiva y esperanzada para los pueblos crucificados. Trotta, Madrid 2003,279-308; Pagola, oc, 95-102; Id, oc, 3, Lucas. PPC, Madrid 2012, 80-86.12


orilla. Le pusieron un cojín en la popa, se recostó en él y sequedó profundamen<strong>te</strong> dormido. Estaba tan traspuesto que nose en<strong>te</strong>ró de que, con el ímpetu del viento, el agua se estabaentrando en la barca y que los discípulos no se daban abastopara achicarla y la barca se estaba llenando de agua y estaban apunto de naufragar.Los discípulos, poseídos por el pánico por el <strong>te</strong>mor a naufragaren la <strong>te</strong>mpestad, despiertan a Jesús, no para que no se ahoguesino para que los salve. Le dicen: “Maestro, ¿no <strong>te</strong> importa quenos hundamos?”.Analicemos esta plegaria que tiene la forma de un reclamo.El modo de encararse con Jesús que, no lo olvidemos, estabaprofundamen<strong>te</strong> dormido de puro agotamiento, presupone quelos discípulos <strong>ha</strong>n in<strong>te</strong>rpretado el sueño de Jesús como faltade solidaridad con ellos. Como si Jesús no estuviera tambiéna punto de perecer, como si el peligro fuera solo para ellos y aJesús, abstraído en sí, no le importara la suer<strong>te</strong> de sus discípulos.¿Lo veían tan señor de sí y tan entrañado en Dios, que locreían a salvo de cualquier eventualidad? ¿O es que estabantan absorbidos por el peligro inminen<strong>te</strong> de sus vidas que solopueden a<strong>te</strong>nder a ellas? En todo caso sí piensan que Jesús, siprestara a<strong>te</strong>nción a la situación, sí podría remediarla.Jesús se despierta y, después de serenar la <strong>te</strong>mpestad, se encaracon ellos diciéndoles: “¿Por qué son tan cobardes? ¿Es que notienen <strong>fe</strong>?”Como se ve, para Jesús la <strong>fe</strong> es lo opuesto del miedo, es decir, dedejarse llevar por el miedo. En e<strong>fe</strong>cto, si yo <strong>te</strong>ngo un hermano13


iquísimo que me ofrece todo lo suyo como respaldo para mivida, si <strong>te</strong>ngo <strong>fe</strong> en él y acepto su ofrecimiento, ¿puedo <strong>te</strong>nermiedo a quedarme arruinado? Así pues, si creo en alguien quees apoyo firme, porque quiere y puede ayudarme, vivo confiadoy no me asustan las eventualidades. Pues bien, si creo en Jesúsy, a través de él, en Dios como el padre ma<strong>te</strong>rno que es lavida de mi vida, estando con él, nada me puede pasar que seaun mal irremediable. Para Jesús, como se ve en el pasaje quecomentamos, ni siquiera la muer<strong>te</strong> lo es, porque aquél en quienme apoyo es el creador de la vida y el resucitador de los muertos.Como un signo de que es así, Jesús se encara con el viento, lomanda callar y sobreviene la calma. Los discípulos, en el colmode su estupor, comentan: “¿Quién es es<strong>te</strong> que <strong>ha</strong>sta el viento yel mar obedecen?”.Hay que <strong>te</strong>ner en cuenta que, serenar la <strong>te</strong>mpestad es el signode que, estando con Jesús, no nos puede suceder ningún malirremediable. Por eso, es<strong>te</strong> signo no quiere decir, de ningúnmodo, que no nos va a suceder nada malo. Quiere decir que, decualquier mal que nos sobrevenga, Dios sacará un bien mayor.Sin embargo, los discípulos en<strong>te</strong>ndieron, que, como los <strong>ha</strong>bía<strong>salvado</strong> de la <strong>te</strong>mpestad, los salvaría de cualquier peligro. Poreso, al caer Jesús en manos de sus enemigos y morir sin signos,se quedaron completamen<strong>te</strong> desorientados y su <strong>fe</strong> entró en unacrisis total. Porque, si por una par<strong>te</strong>, no podían dudar de que através de Jesús <strong>ha</strong>bía pasado Dios, por otra, no podían en<strong>te</strong>nderque Dios lo hubiera abandonado en la hora de la verdad. Alen<strong>te</strong>nder la <strong>fe</strong> como seguridad objetiva y no como confianzaen Jesús y, en definitiva, en Dios, no pudieron comprender queen la cruz el espíritu del padre lo estaba sos<strong>te</strong>niendo, que Jesús14


estaba culminando su entrega incondicional al Padre y que suPadre estaba sufriendo con él, esperándolo al otro lado de lamuer<strong>te</strong> para resucitarlo.Para quien tiene <strong>fe</strong>, la confianza triunfa sobre la inseguridad, sinque esta desaparezca. Por eso la <strong>fe</strong> da paz, una paz que, comodice Jesús, el mundo no puede dar, ni tampoco tiene poder paraquitar.Ahora bien, volviendo a la plegaria de los discípulos, nospreguntamos: esa oración angustiosa a Jesús ¿es signo de su <strong>fe</strong>en él o de que no <strong>te</strong>nían <strong>fe</strong>? La respuesta es que la invocación aJesús es señal de que ni carecían de <strong>fe</strong>, ni <strong>te</strong>nían <strong>fe</strong> en Jesús. Si nohubieran <strong>te</strong>nido <strong>fe</strong> en él, como pensaban que no podía remediarla situación, no lo <strong>ha</strong>brían despertado. Tampoco lo <strong>ha</strong>bríandespertado, si hubieran <strong>te</strong>nido <strong>fe</strong> en él, ya que <strong>ha</strong>brían confiadoen que, estando con Jesús, no les iba a pasar nada irremediable.Lo despiertan porque tienen poca-<strong>fe</strong>. Lo ponemos con guionesporque la poca-<strong>fe</strong>, en griego, oligopistós, como se ve, es una solapalabra porque no es un término medio entre la <strong>fe</strong> y la no <strong>fe</strong> enuna gradación cuantitativa. En el ejemplo resulta palpable que la“poca<strong>fe</strong>” es otra cosa que la <strong>fe</strong> y la carencia de <strong>fe</strong>. Ya volveremossobre el <strong>te</strong>ma.15


3. La <strong>fe</strong> como proceso: de la <strong>fe</strong> de los amigos, al perdóncomo superación de la resignación a la en<strong>fe</strong>rmedad ydeseo de ser curado (Mc. 2, 1-12) 3La curación del paralítico revela la relación entre amistad y <strong>fe</strong>y entre pecado y falta de <strong>fe</strong> por resignación a lo que se tomacomo castigo. Se puede <strong>te</strong>ner <strong>fe</strong> en Jesús porque es misericordiaincondicional.En la escena que comentamos, Jesús estaba enseñando en unacasa y <strong>ha</strong>bía tanta gen<strong>te</strong> que llegaban <strong>ha</strong>sta el zaguán e, incluso,<strong>ha</strong>sta la calle. En esto llegan cuatro hombres llevando a unparalítico en una camilla. Como no les abrieron paso para llegar<strong>ha</strong>sta Jesús, lo subieron a la azo<strong>te</strong>a y quitaron las losetas delmedio <strong>ha</strong>sta descolgar con sogas por el boque<strong>te</strong> al paralítico,que quedó fren<strong>te</strong> a Jesús. “Viendo Jesús la <strong>fe</strong> de ellos, le dijo alparalítico: ‘hijo, se <strong>te</strong> perdonan los pecados’”.Lo primero que queremos resaltar es que Jesús, en lugar dedistraerse con el hueco que se iba formando en el <strong>te</strong>cho, con lanube de polvo que caería, con el alboroto que iba en aumento,en lo único en que se fijó fue en la <strong>fe</strong> de esos cuatro amigos. Noen la <strong>fe</strong> del paralítico, sino en la de los amigos.Verdaderamen<strong>te</strong> que <strong>te</strong>ner amigos así es el mayor <strong>te</strong>soro.Amigos así, son sacramentos de la gracia de Dios. Y en es<strong>te</strong>caso son específicamen<strong>te</strong> sacramentos de la gracia de Dios através de su Hijo Jesús, ya que no solo tuvieron misericordia consu amigo, sino una <strong>fe</strong> inquebrantable en Jesús. La <strong>fe</strong> en él fue la3 Navarro, oc, 92-98; Bovon, oc, 345-358; Taylor, oc, 211-220; Fitzmyer, oc, 509-525;Bonnard, Evangelio según san Ma<strong>te</strong>o. Cristiandad, Madrid 1976, 194-200; Gnilka, oc,111-120; Pagola, oc, Marcos, 58-64.16


que les hizo concebir esperanza. Pero, no menos, sin el amor atoda prueba por su amigo, no se <strong>ha</strong>bría suscitado en ellos esa <strong>fe</strong>en Jesús.La clave de la escena es la in<strong>te</strong>racción entre amistad y <strong>fe</strong>:la amistad hizo que sus amigos no se resignaran a que laen<strong>fe</strong>rmedad postrara a su amigo; él se <strong>ha</strong>bía resignado, pero losamigos llegaban una y otra vez <strong>ha</strong>sta él para levantarle el ánimo.La amistad incluía, pues, una <strong>fe</strong> en él que él no <strong>te</strong>nía.Al aparecer Jesús, esa <strong>fe</strong> en la humanidad de su amigo serepo<strong>te</strong>nció, porque les pareció que Jesús podía <strong>ha</strong>cer real loque sin él parecía imposible. En Jesús se <strong>ha</strong>cía presen<strong>te</strong> el Diosamigo de la vida, el Dios que se empeña en salvar lo que se <strong>ha</strong>bíaperdido. Por eso no pararon <strong>ha</strong>sta poner a su amigo con Jesús.Ellos <strong>te</strong>nían una <strong>fe</strong> inquebrantable en que él iba a <strong>ha</strong>cer el restoy que su amigo lo iba a consentir porque el contacto con Jesúslo iba a reanimar.Y, para sorpresa de todos y para asombro en primer lugar delpropio leproso, Jesús no lo cura, sino que lo trata cariñosamen<strong>te</strong>de hijo, para darle confianza y ánimo y le perdona sus pecados.El paralítico, que en<strong>te</strong>ndía su en<strong>fe</strong>rmedad como el castigomerecido de sus culpas y que por eso la vivía como una condena,sintió que Jesús <strong>ha</strong>bía soltado el nudo que lo ataba postradoa la camilla, y, al aceptar, con <strong>fe</strong> agradecida, el perdón que ledaba Jesús de par<strong>te</strong> de Dios, sintió deseos de verse libre de suen<strong>fe</strong>rmedad porque ya <strong>ha</strong>bía sido absuelto de su condena. Poreso, cuando Jesús le ordenó que tomara su camilla y se fuera asu casa, se levantó resueltamen<strong>te</strong> y echó a andar con ella. Porsupuesto que ahora todos le abrirían paso.17


La <strong>fe</strong> de los amigos en Jesús y su amor por su amigo llegó <strong>ha</strong>staponerlo con Jesús, quien suscitó su <strong>fe</strong> al darle confianza y élaceptó con <strong>fe</strong> el perdón y con él la orden de que se pusiera enpie.Así pues, la <strong>fe</strong> para el ser humano comienza por la <strong>fe</strong> de otrosen él, muchísimas veces, la de sus progenitores, en es<strong>te</strong> caso lade los amigos. Sin amor no <strong>ha</strong>y <strong>fe</strong>; pero la <strong>fe</strong> es la flor del amor.Y en es<strong>te</strong> caso, la <strong>fe</strong> de los amigos se repo<strong>te</strong>ncia por la <strong>fe</strong> queellos tienen en Jesús y la <strong>fe</strong> que tienen en que él suscitará la <strong>fe</strong> desu amigo, que ellos eran incapaces de suscitar. Para los amigos,Jesús era el amigo por antonomasia: el perdón y la salud eranfruto de su simpatía y su misericordia. Su poder no era otroque el poder de su humanidad. Por eso, la <strong>fe</strong> en Jesús <strong>ha</strong>ce quetriun<strong>fe</strong> siempre la humanidad.Volvemos a repetir lo que dijimos a propósito de la <strong>te</strong>mpestadcalmada: no es que Jesús cancele la condición humana. De ningúnmodo. Lo que sucede es que él es el prototipo de humanidad,el molde en el que todos somos creados, y también aquél envistas al cual hemos sido creados, el Alfa y la Omega. Por esosolo él conoce <strong>ha</strong>sta dónde llegan nuestras po<strong>te</strong>ncialidades ysolo él, su simpatía y su misericordia, es capaz de suscitarlas<strong>ha</strong>sta el lími<strong>te</strong>; y solo él es capaz de anticipar lo que el Padre nostiene reservado, cuando, después de morir, después de que seavencido el último enemigo que es la muer<strong>te</strong>, seamos recreadoscomo cuerpos espirituales y Dios sea todo en todos.18


4. La <strong>fe</strong> como relación mutua: la mujer toca el manto deJesús y Jesús la presenta en sociedad como bendecidapor Dios (Mc. 5, 25-34) 4El que comentamos, está contado como un milagro dentro deotro. Jairo <strong>ha</strong> pedido a Jesús que vaya a su casa, porque su hija seestá muriendo y, mientras van de camino, sucede la escena. Unamujer padecía flujos de sangre. Esa en<strong>fe</strong>rmedad la <strong>ha</strong>cía impura,con lo que se veía como dejada de la mano de Dios y además,separada de sus vecinos en esos momentos tan significativosdel culto. La en<strong>fe</strong>rmedad lleva a retraerse, dificulta casarse y,por si fuera poco, la mujer, que <strong>ha</strong>bía buscado afanosamen<strong>te</strong>curarse, <strong>ha</strong>bía gastado todo lo que <strong>te</strong>nía en médicos que le<strong>ha</strong>bían hecho sufrir mucho y la <strong>ha</strong>bían dejado peor. La pobremujer se encontraba como muerta en vida: dolien<strong>te</strong>, tris<strong>te</strong> ysola. Estando así, oyó <strong>ha</strong>blar de Jesús y concibió esperanza. Laesperanza creció al verlo repetidas veces. Cuando sintió queDios lo <strong>ha</strong>bía enviado para que la curara, surgió la dificultad decómo abordarlo porque siempre lo veía pasar rápido y rodeadode muc<strong>ha</strong> gen<strong>te</strong>, y, en esas condiciones, ¿cómo contarle suproblema?Estando en es<strong>te</strong> impasse, vio a Jesús pasar con Jairo y muchísimagen<strong>te</strong>. Sin pensarlo más, se abrió paso entre la gen<strong>te</strong> diciéndoseque, aunque tocara solo la orla del manto, se sanaría. En e<strong>fe</strong>cto,cuando lo tocó sintió que la fuen<strong>te</strong> de la hemorragia se <strong>ha</strong>bíasecado. Cerró los ojos y, de tanta alegría, sintió que estaba enel cielo. Pero enseguida la sacó de su éxtasis la voz de Jesúsque se <strong>ha</strong>bía parado y preguntaba quién lo <strong>ha</strong>bía tocado. Pedro,4 Bonnard, oc, 248-249; Navarro, oc, 186-196; Gnilka, oc, 247-251; Taylor, oc, 332-338; Calduch-Benages, El perfume del evangelio. EVD, Es<strong>te</strong>lla, 2008, 15-33; Estévez, Elpoder de una mujer creyen<strong>te</strong>. EVD, Es<strong>te</strong>lla, 2003; Pagola, oc, 103-110.19


extrañadísimo, le respondió que cómo preguntaba eso cuandotodos iban tan apretados. Pero él siguió preguntando <strong>ha</strong>sta quela mujer no tuvo más remedio que postrarse a sus pies y contarlotodo.La primera pregunta que surge es si lo que <strong>ha</strong> hecho la mujer esuna relación de <strong>fe</strong> o un acto de magia: tocar a un ser prodigiosopara arrancarle su energía. Esta última in<strong>te</strong>rpretación pareceavalada por el <strong>te</strong>xto que dice que Jesús pregunta “conscien<strong>te</strong>de que una fuerza <strong>ha</strong>bía salido de él”. ¿El evangelista presenta aJesús como un ser fabuloso cargado de fuerzas energizan<strong>te</strong>s, deun dinamismo vitalizador, con el que contagia a los que toca o alos que, conscien<strong>te</strong>s de sus facultades, lo tocan? Puede parecerpintoresco, pero es el modo de expresar que Jesús es el hombredel espíritu, no solo en el sentido de que obedece al espíritu deDios por el que fue concebido, sino en el de que posee al espíritude Dios como suyo y de él brota esa fuerza de Dios. Pero esafuerza que es Dios no es, por eso, un poder de es<strong>te</strong> mundo. Esun poder personal entregado en una relación personal.Así pues, la mujer lo toca, no como quien toca un amuleto,sino como el grado mínimo de contacto personal, ya que nopuede acceder a él de otro modo, porque siempre va pasando yacompañado de muc<strong>ha</strong> gen<strong>te</strong> y ella no se atreve a airear su malen público. El contacto, lleno de <strong>fe</strong>, logra la curación.La segunda pregunta es, si ya la mujer está curada ¿por qué le<strong>ha</strong>ce pasar Jesús esa pena tan enorme de <strong>te</strong>ner que contar delan<strong>te</strong>de todos lo que <strong>ha</strong>bía <strong>te</strong>nido oculto duran<strong>te</strong> tantos años? ¿Noparece cruel con la mujer “sacarle los colores” y precisamen<strong>te</strong>en el instan<strong>te</strong> en que ella está saboreando la alegría, venida del20


cielo, de la curación? Así parece de buenas a primeras; pero,si seguimos <strong>ha</strong>ciéndonos cargo de la situación de la mujer,<strong>te</strong>ndremos que convenir que, si Jesús no hubiera provocado esacon<strong>fe</strong>sión, cuando ella empiece a ir a la sinagoga y a salir de suenclaustramiento y mezclarse con todos y ellos le pregun<strong>te</strong>n porqué ese cambio, qué le <strong>ha</strong>bía pasado, ella ¿va a “ec<strong>ha</strong>r el cuento”a cada uno? Y además ¿le van a creer? ¿No quedaría la sospec<strong>ha</strong>de si aún subsis<strong>te</strong> el mal? Jesús, conscien<strong>te</strong> de esa dificultad, loque hizo, al provocar la con<strong>fe</strong>sión, es que la gen<strong>te</strong> se en<strong>te</strong>re deun mal ya pasado, superado por la fuerza de Dios. Jesús, siempretan a<strong>te</strong>nto a lo concreto.Pero hizo mucho más: quiso que la mujer apareciera no solocomo sanada por él sino como coautora de su trasformaciónpersonal. Por eso la despidió diciendo: “tu <strong>fe</strong> <strong>te</strong> <strong>ha</strong> <strong>salvado</strong>: ve<strong>te</strong>en paz”. Para la mujer, toda llena de agradecimiento a Dios y aJesús, oír que era su <strong>fe</strong> la que la <strong>ha</strong>bía <strong>salvado</strong>; que no era solodestinataria de esa bendición de Dios sino también coautora, eratan excesivo, que le daba más alegría que la propia curación. Yera cierto: Jesús <strong>ha</strong>bía estimulado esa <strong>fe</strong>; pero era ella la que <strong>ha</strong>bíarespondido personalmen<strong>te</strong> a la incitación a la <strong>fe</strong> esperanzadaque provenía de la persona de Jesús. La <strong>fe</strong> como un encuentroprogresivo, como un proceso personalizador, que inicia Jesús yque, si es secundado por la persona, lleva a una trasformacióntotal. Ésa es la enseñanza de la escena.Lo que hizo Jesús fue presentarla en sociedad como bendecidapor Dios y como una mujer que se <strong>ha</strong> abierto personalmen<strong>te</strong>para que esa bendición <strong>fe</strong>cunde su vida. Por eso, cuando Jesússiguió con Jairo <strong>ha</strong>cia su casa, todos la <strong>fe</strong>licitarían y propagaríanla noticia. Ya ella no solo estaba curada, sino rein<strong>te</strong>grada a lasociedad con honra y parabienes de todos.21


5. La <strong>fe</strong> del centurión en Jesús como dispensadorplenipo<strong>te</strong>nciario del poder benéfico de Dios (Lc. 7, 1-10) 5El centurión romano de Cafarnaúm, obviamen<strong>te</strong> pagano,<strong>te</strong>niendo un criado muy en<strong>fe</strong>rmo y sabiendo la presencia de Jesúsen la ciudad, le envía una embajada para instarle a que lo cure. Alser informado de que Jesús se dirige <strong>ha</strong>cia su casa, le encarga decirque no entre para que no se contamine; porque, además, cree queno <strong>ha</strong>ce falta su presencia para que cure a su criado, porque siél, aunque es subordinado, manda a los que tiene bajo su mandoy le obedecen, cuánto más podrá mandar Jesús a la fiebre quesalga del criado. Jesús se admira de su <strong>fe</strong>, que él <strong>ha</strong> suscitado.Analicemos la escena.Es cierto que los romanos <strong>ha</strong>bían conquistado la tierra prometidadesbancando a las legítimas autoridades, que man<strong>te</strong>nían fuerzasde ocupación para asegurar el control y que cobraban pesadostributos. Tenían la política de apoyarse en las éli<strong>te</strong>s locales parain<strong>te</strong>rnalizar el control y, en general, man<strong>te</strong>nían el orden de cosaspactado: el Derecho Romano. Pero eran durísimos a la hora dereprimir cualquier alboroto que supusiera poner en entredichosu dominio. Por eso, las fuerzas de ocupación eran vistas comolo que eran. Sobre todo, los nacionalistas religiosos las miraríancon odio.Sin embargo, las ca<strong>te</strong>gorías sociales no de<strong>te</strong>rminan a las personasy, por eso, en concreto, podía <strong>ha</strong>ber ocupan<strong>te</strong>s romanos que no seportaran como tales, sino humanamen<strong>te</strong> e, incluso, con simpatía<strong>ha</strong>cia lo específico de ese pueblo, en ese caso, su religión. La5 Fitzmyer, oc, 627-639; Bovon, oc, 469-501; Bonnard, oc, 179-181; Luz, Evangelio segúnsan Ma<strong>te</strong>o II. Sígueme, Salamanca, 2001, 31-38; Grilli-Langner, oc, 203-208; Pagola, oc,Lucas, 117-124.22


muestra más palpable de que el centurión que comandaba latropa en Cafarnaúm era una persona muy humana es que estabamuy preocupado por la en<strong>fe</strong>rmedad de un criado suyo y quesentía mucho verle sufrir tanto. Si se hubiera a<strong>te</strong>nido a su papel,<strong>ha</strong>bría cambiado simplemen<strong>te</strong> de criado. Pero ese centurióntoma tan en serio la salud de su sirvien<strong>te</strong> y está tan al tanto delo que pasa en la región que, <strong>ha</strong>biendo oído <strong>ha</strong>blar de las do<strong>te</strong>staumatúrgicas de Jesús, se molesta en enviarle una delegación deisraelitas notables para rogarle su curación.La escena parece totalmen<strong>te</strong> desproporcionada desde el puntode vista de los cri<strong>te</strong>rios establecidos. Sin embargo, los notablesse toman a pecho el encargo por lo con<strong>te</strong>ntos que están de sudesempeño. Las credenciales que le exponen a Jesús para que leconceda lo que le pide es que quiere al pueblo galileo <strong>ha</strong>sta elpunto de <strong>ha</strong>berles construido una sinagoga.Es la única escena en la que se alegan méritos para que Jesúsatienda una necesidad. Jesús es gratuito. No cura a alguienporque lo merezca sino porque lo necesita y sien<strong>te</strong> compasiónde él. Pero, al tratarse de un militar romano, tanto él como losnotables sentían que debían alegar a su favor, ya que era eviden<strong>te</strong>lo que estaba en contra. Sin embargo, no se trata de él sino de uncriado que se supone que era de la zona.Jesús accede y se dirige con ellos <strong>ha</strong>cia su casa. Como es normal,alguien se <strong>ha</strong> adelantado a informarle que viene la comitiva. Peroel centurión lo despac<strong>ha</strong> de nuevo a Jesús para rogarle que nose moles<strong>te</strong> en llegarse <strong>ha</strong>sta él, porque él no es digno y ademásno es necesario.23


El centurión es conscien<strong>te</strong> de que la ley de pureza prohíbe a unjudío entrar en casa de un pagano y quiere liberar a Jesús de lasmolestias de la purificación subsiguien<strong>te</strong>. Jesús es un hombrede Dios y él un pagano incircunciso: no es digno. Asimismosu oficio, las armas, añade una nueva indignidad. Pero, además,no necesita ir, porque así como él manda a sus subordinadosy ellos lo obedecen puntualmen<strong>te</strong>, así Jesús puede mandar a lafiebre y ella se alejará de su criado. Si su palabra basta, siendoél un je<strong>fe</strong> subordinado, cuánto más la de Jesús que es enviadoplenipo<strong>te</strong>nciario de Dios. Basta con que diga una palabra y sucriado quedará sano.Jesús se queda genuinamen<strong>te</strong> admirado, ciertamen<strong>te</strong> de suhumildad, siendo él, el representan<strong>te</strong> del mayor poder de latierra, pero, sobre todo, de su <strong>fe</strong>. Piensa que Jesús tiene poderabsoluto sobre la fiebre, porque lo tiene sobre todas las fuerzasque causan mal. Piensa que Jesús tiene todo el poder de Dios,poder de vida y salvación. Basta con que quiera, con que digauna sola palabra.Jesús se admira por dos razones: la primera por la magnitud ycalidad de su <strong>fe</strong>. El centurión cree que el imperio de Jesús sobretodo es tan ilimitado, que no es necesaria ni la presencia. Puede<strong>ha</strong>cer lo que quiera. Pero no como un mago de <strong>fe</strong>ria, sino comoparticipación absoluta del poder creador y regenerador de Dios.El poder de Jesús es para restaurar la creación, para liberarla yplenificarla, exclusivamen<strong>te</strong> para el bien.Pero la segunda razón, bien paradójica, para admirarse, esporque no <strong>ha</strong> encontrado <strong>fe</strong> tan grande en el pueblo de Dios.Porque esa <strong>fe</strong> tan consumada es la <strong>fe</strong> de un pagano. Un pagano24


puede conocer a Dios y a su enviado y confiar en ellos más quelos miembros de su pueblo. Es bonito que eso no le escandaliza,ni le extraña, sino que le admira: se abre a ello positivamen<strong>te</strong>,con simpatía, le parece muy bien <strong>ha</strong>ber encontrado en él esa <strong>fe</strong>.Es<strong>te</strong> encuentro es a la distancia, no solo porque no se encuentranfísicamen<strong>te</strong>, sino por la distancia social, política, religiosa yeconómica, que <strong>ha</strong>bía entre ambos, una distancia que parecíaimposible de mediar. Parecería que dos personas así nunca seencontrarían. La mediación es el criado en<strong>fe</strong>rmo; aunque másprofundamen<strong>te</strong>, es la misericordia del centurión y la de Jesús.Pero también es su apertura mental, su simpatía <strong>ha</strong>cia ese puebloocupado, su a<strong>te</strong>nción <strong>ha</strong>cia lo que pasaba en él, que lo llevó a<strong>te</strong>ner ese conocimiento in<strong>te</strong>rno tan profundo de Jesús, esa <strong>fe</strong>verdadera en él.El encuentro se dio a través de sus palabras, tan concretas, enlas que, a partir de su propia experiencia como centurión, leda a conocer a Jesús el concepto que tiene de él, de su poderabsoluto. Jesús se admira de que esa persona, al parecer tanprofana, esté tan al tanto de su persona y de su misión. Es unencuentro en profundidad que llena a Jesús de alegría.En esta escena, queremos destacar dos <strong>te</strong>mas: el de la misericordiay el de la <strong>fe</strong>. El <strong>te</strong>ma de fondo sería la relación entre ambos, sumutua imbricación.An<strong>te</strong> todo, <strong>ha</strong>bría que reconocer que, el impulso primigenio quepone todo en movimiento no es la <strong>fe</strong> sino la misericordia. Sinmisericordia no <strong>ha</strong>y <strong>fe</strong>, porque no <strong>ha</strong>y salida de sí, ni acudir alque puede poner remedio. Si la <strong>fe</strong> no es creer en verdades que25


escapan a la razón sino creer en personas, en es<strong>te</strong> caso en lapersona de Jesucristo, como portador de la misericordia de Dios,no se puede creer en Jesús si no se necesita y busca afanosamen<strong>te</strong>la salud del criado en<strong>fe</strong>rmo, movido por la misericordia.Si vivo tranquilo en lo mío, en el caso del centurión, en miestatus, en mi poder, en mis relaciones, y, en otros casos, en misposesiones o en mi in<strong>te</strong>gridad moral; si vivo autocentrado porqueme basto para salir a flo<strong>te</strong> en mi vida, si estoy satis<strong>fe</strong>cho, o si,aun en el caso de que no lo esté, me a<strong>te</strong>ngo a mis posibilidades,no puedo <strong>te</strong>ner <strong>fe</strong>, porque no <strong>te</strong>ngo ninguna propensión a salirde mí y confiar en otra persona y menos aún, a ponerme en susmanos.Si estoy autocentrado y veo que la relación con otro puede serventajosa para mí, trato de establecer una relación de mutuaconveniencia. En esa relación cada quien busca su propioprovecho, aunque pueda ser una relación muy querida y buscada,en la que la complacencia mutua alcanza cotas muy altas, inclusopuede darse un deseo muy in<strong>te</strong>nso (es lo que dice la canciónvenezolana: “cuando las ganas se juntan”); pero en ese tipo derelación está excluida la <strong>fe</strong>, que requiere salir de sí y ponerse enmanos del otro.La <strong>fe</strong> requiere el amor, que es lo único capaz de descentrarradicalmen<strong>te</strong>, porque consis<strong>te</strong> en buscar el bien del otro por elotro mismo, no por mi propia per<strong>fe</strong>cción, ni por congruenciacon mi conciencia moral, ni por mi satisfacción, sino porqueafirmo incondicionalmen<strong>te</strong> al otro. Aunque no basta el amor, yaque cuando el amor, la entrega al otro, no contiene la confianzaen él, porque a través de muc<strong>ha</strong>s experiencias negativas se lo26


<strong>ha</strong> dejado por imposible, no humaniza al que ama ni al que esamado de ese modo. Por eso, la <strong>fe</strong> es la flor del amor, ya queincluye la esperanza en su redención, a pesar de lo que sea.Pues bien, en el caso del centurión, la misericordia con sucriado estimula la <strong>fe</strong> en Jesús. Ha oído, sin duda, <strong>ha</strong>blar deJesús y tiene una opinión muy favorable de su persona, comopersonificación de la misericordia de Dios. Pero esta creenciaen el poder de su amor misericordioso, solo se convier<strong>te</strong> en <strong>fe</strong>,cuando la misericordia <strong>ha</strong>cia su criado lo impele a salir de sí ybuscar la misericordia de Jesús. Entonces, es cuando cree en ély por eso envía una comisión de ilustres para rogarle que sanea su en<strong>fe</strong>rmo. Cuando le avisan que ya viene y él se da cuentade que le está poniendo en el aprieto de entrar en la casa deun incircunciso y quedar impuro, es cuando la delicadeza conJesús, otra mani<strong>fe</strong>stación de su amor, que busca el bien de Jesúsy no a<strong>fe</strong>ctarlo negativamen<strong>te</strong>, <strong>ha</strong>ce que su <strong>fe</strong> se aquila<strong>te</strong> <strong>ha</strong>sta elmáximo, que asombra a Jesús.Le dice que no es necesario que entre en su casa, porque si él,que es un subordinado, da órdenes a sus soldados y a su criadoy ellos le obedecen, Jesús, que es enviado plenipo<strong>te</strong>nciariode Dios, con mayor razón puede dar órdenes a la fiebre y lafiebre dejará a su criado. La explicación es un tanto pintoresca,pero muy ajustada a su experiencia vital y da en el clavo de loesencial: Jesús, como rostro humano de Dios, tiene un poderabsoluto en orden a la vida, a su re<strong>ha</strong>bilitación. El centurióndescansa en ese poder, que es, no lo olvidemos, el poder de lamisericordia de Dios. Su misericordia apela a la misericordia deJesús, que es trasunto de la de Dios. La misericordia, que lleva almilitar a salir de sí, lo capacita para <strong>te</strong>ner <strong>fe</strong> en la misericordia de27


Dios, personificada en Jesús. La calidad de su misericordia, quedesborda absolutamen<strong>te</strong> los requerimientos de su estatus, le <strong>ha</strong>ceconcebir una <strong>fe</strong> que desborda absolutamen<strong>te</strong> las posibilidadeshumanas.Así pues, al alabar Jesús su <strong>fe</strong> y ponerla por encima de la <strong>fe</strong>de los del pueblo de Dios, está reconociendo la calidad de sumisericordia, que la <strong>ha</strong> suscitado, concretándola como <strong>fe</strong>, no enun poder desnudo, sino en el poder dador de vida, recreador,humanizador.Desgraciadamen<strong>te</strong> no se suele <strong>te</strong>ner en cuenta esta ligación entre<strong>fe</strong> y amor y, más en concreto, entre <strong>fe</strong> y amor misericordioso, ypor eso, o bien se la considera como dar asentimiento a verdades,o como apoyarse en la omnipo<strong>te</strong>ncia de un poder más allá delbien y del mal. No es esa la <strong>fe</strong> del centurión, que alaba Jesús.6. La <strong>fe</strong> que busca en<strong>te</strong>nder logra que Jesús se abra aposibilidades que no <strong>ha</strong>bía con<strong>te</strong>mplado (Mt. 15, 21-31) 6Jesús <strong>ha</strong> roto con las autoridades y sale de Palestina paraprocesar la nueva etapa que se abre, y para que sus discípulosse <strong>ha</strong>gan cargo de las dificultades crecien<strong>te</strong>s que van a <strong>te</strong>nerque afrontar. Por eso quiere pasar desapercibido. Sin embargo,una mujer lo reconoce y le suplica a grandes voces que saque eldemonio que trae postrada a su hija. Se lo pide como Mesías deIsrael: “¡Señor, hijo de David, <strong>te</strong>n compasión de mí!”. Jesús no6 Navarro, oc, 266-280; Gnilka, oc, 337-244; Pellegrini, Mujeres sin nombre en los evangelioscanónicos, en: Navarro y Perroni, Los evangelios/narraciones e historia. EVD, Es<strong>te</strong>lla2011, 413-415, Luz, oc, 565-575; Bonnard, oc, 347-351; Grilli-Langner, 399-403;Calduch-Benegas, oc, 35-51; Pagola, oc, 1, Ma<strong>te</strong>o, PPC, Madrid 2011, 168-174.28


le <strong>ha</strong>ce caso. Los discípulos, para quitársela de encima, le pidena Jesús que atienda a su petición. Jesús les responde que solo <strong>ha</strong>sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel. Como la mujerinsis<strong>te</strong>, Jesús le responde con una dureza que parece impropiade él: “No está bien quitarle el pan a los hijos para echárseloa los perritos”. La mujer no se amilana por eso que suena abo<strong>fe</strong>tada verbal y le responde: “Es verdad, Señor, pero tambiénlos perritos comen de las migajas que se caen de la mesa de susdueños”. Jesús, genuinamen<strong>te</strong> admirado, le con<strong>te</strong>sta: “Mujer,¡qué <strong>fe</strong> tan grande tienes! Que se cumplan tus deseos”. Y la hijaquedó sana.Como se ve, la negativa de Jesús obedece a que cree que su padreno lo <strong>ha</strong> enviado a los paganos. Según el Tercer Isaías y otrosdocumentos de la época del retorno del exilio de Babilonia, elplan de Dios era la salvación universal, pero ella <strong>te</strong>ndría lugar através del minis<strong>te</strong>rio de Israel, por fin convertido. La dureza deJesús refleja su desazón in<strong>te</strong>rior: él quiere curar a la hija; le dueleíntimamen<strong>te</strong> <strong>te</strong>ner que decirle que no. Por eso, para cortar la<strong>te</strong>nsión, le responde de tan mala manera.Pero la mujer siro<strong>fe</strong>nicia, movida por el amor a su hija y por la <strong>fe</strong>en Jesús, se abre tanto al razonar y los sentimientos de Jesús quees capaz de rein<strong>te</strong>rpretar convincen<strong>te</strong>men<strong>te</strong> sus palabras, paraque él llegue a <strong>ha</strong>cerse cargo de que los paganos también tienenderecho a su misericordia. Por eso, asiéndose de sus mismaspalabras, que de buenas a primeras sonaban tan o<strong>fe</strong>nsivas, yaceptando su puesto absolutamen<strong>te</strong> subal<strong>te</strong>rno en la casa delDios de Israel, le <strong>ha</strong>ce ver que algún derecho tiene, aunque seael derecho a la liberalidad del amo, que, aunque en un lugar tanhumilde, le permi<strong>te</strong> estar dentro de la casa.29


Como se ec<strong>ha</strong> de ver, que la <strong>fe</strong> busque en<strong>te</strong>nder, nada tieneque ver con que busque captar in<strong>te</strong>lectualmen<strong>te</strong> el mis<strong>te</strong>rio: nose trata de conocimiento objetual. Por es<strong>te</strong> camino no se llegamuy lejos. El sentido genuino de esta expresión, como in<strong>te</strong>rnaa la relación de <strong>fe</strong>, es que el que escuc<strong>ha</strong> con <strong>fe</strong> trata de me<strong>te</strong>rseen la lógica y en los sentimientos de quien <strong>ha</strong>bla, para <strong>ha</strong>cersecargo de lo que le quiere decir. Y así la mujer llega a captarcer<strong>te</strong>ramen<strong>te</strong> que las palabras de Jesús no contienen ningúndesprecio <strong>ha</strong>cia su persona ni, menos aún, falta de misericordia.Llega a captar el conflicto in<strong>te</strong>rno entre su corazón, que lepide a<strong>te</strong>nder al reclamo de la madre, y su condición de hijo,que tiene que a<strong>te</strong>nerse en todo caso al designio del padre. Poreso, <strong>ha</strong>ciendo justicia a ambos motivos, la mujer le <strong>ha</strong>ce verque puede dar rienda suelta a su misericordia sin contravenir lavoluntad de su Padre sino, por el contrario, cumpliéndola.Jesús se admira de su <strong>fe</strong>, una <strong>fe</strong> tan perspicaz, que le <strong>ha</strong>cesuperar la barrera de su lenguaje provocativo y que es capaz dein<strong>te</strong>rpretar cer<strong>te</strong>ramen<strong>te</strong> su misión, tanto el con<strong>te</strong>nido, que esla misericordia divina, expresada humanamen<strong>te</strong>, como su radiode acción, sus destinatarios, que son, an<strong>te</strong> todo, los miembrosnecesitados del pueblo de Dios, pero, la<strong>te</strong>ralmen<strong>te</strong>, tambiénlos demás, es decir, los paganos. Y, alegre y agradecido por lailuminación recibida, <strong>ha</strong>ce lo que le pide.Si analizamos el <strong>te</strong>xto, desde la humanidad de Jesús de Nazaret,en la que, como hemos venido insistiendo, manifiesta al padre yen la que se manifiesta, consiguien<strong>te</strong>men<strong>te</strong>, su condición de hijo,esta parece la in<strong>te</strong>rpretación congruen<strong>te</strong> con el modo como lopresentan los evangelios: creciendo en sabiduría y en gracia,an<strong>te</strong> Dios y an<strong>te</strong> los seres humanos.30


Pero si partimos de una perspectiva doctrinaria, la in<strong>te</strong>rpretaciónque hemos expuesto es completamen<strong>te</strong> inadmisible, porque¿cómo un ser humano va a enseñar algo a Jesús y menos relativoa su misión, si él como Dios lo sabía todo desde el principio? Sies, en todo caso, inconcebible, mucho más lo es tratándose deuna mujer, ya que las mujeres no estudiaban, y, mucho menostodavía, pagana, que no conoce al Dios verdadero.Como se ve, estamos jugando con dos conceptos de <strong>fe</strong>: elconcepto bíblico, que hemos venido trabajando, desde el quela <strong>fe</strong> es la relación de persona a persona, en la que cada una deellas se atiene, en último término, a lo que la otra revela de sí, yel helenístico, que cultivaron los in<strong>te</strong>lectuales eclesiásticos, <strong>ha</strong>stavísperas del concilio y que trasmitieron en los ca<strong>te</strong>cismos conlos que fue adoctrinado el resto del pueblo de Dios. En es<strong>te</strong> secontrapone la <strong>fe</strong> a la visión. Como Jesús <strong>te</strong>nía desde siemprela visión beatífica, no pudo <strong>te</strong>ner <strong>fe</strong>; como nosotros no la<strong>te</strong>nemos, <strong>te</strong>nemos que caminar en la oscuridad de la <strong>fe</strong>. Aquí <strong>fe</strong>,es creer en lo que no vemos. El punto de contacto entre ambosconceptos de <strong>fe</strong>, está en que en la <strong>fe</strong> bíblica no podemos ver elmis<strong>te</strong>rio personal, sino tan solo los indicios que las personasdan de sí. Por eso siempre se mantiene la autorrevelación que esentrega personal; así también en las relaciones entre las personasdivinas, tal como se nos <strong>ha</strong>n revelado en Jesucristo, que es laúnica vía de acceso que <strong>te</strong>nemos y que <strong>te</strong>ndremos por toda lae<strong>te</strong>rnidad.Así pues, es<strong>te</strong> <strong>te</strong>xto es sintomático para comprobar si nuestroDios es el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo o el de losfilósofos y el de los <strong>te</strong>ólogos cuando piensan sin base bíblica(<strong>te</strong>ologumenon). Desde esta noción de Jesucristo, que en definitiva31


es Dios vestido de carne humana, como Jesús no puedeaprender nada, no <strong>ha</strong>blaba expresando sus sentimientos, sinoque le estaba probando a la mujer y, por eso, se admiró de quesuperara la prueba.Como se ve, para tratar sobre la <strong>fe</strong>, es completamen<strong>te</strong> distintooperar desde una noción preconcebida de Dios, que se tienecomo indiscutible, que partir de los evangelios como fuen<strong>te</strong> detodos los conceptos sobre Dios y sobre Jesús y sobre el mis<strong>te</strong>riohumano. El problema es que todavía la institución eclesiásticano vive de los evangelios y como ellos no son la fuen<strong>te</strong> de sudoctrina, tampoco los <strong>ha</strong> entregado al pueblo. Por eso nosotrospara desarrollar el <strong>te</strong>ma propuesto de la <strong>fe</strong> en Jesús, no hemosacudido a doctrinas, sino a la con<strong>te</strong>mplación de los pasajes delevangelio que tratan del <strong>te</strong>ma, ya que ellos son, es decir, debenser, la fuen<strong>te</strong> de la doctrina y de la vida cristiana.7. La <strong>fe</strong> en Jesús salva a la pecadora y le da la paz(Lc. 7, 36-50) 7La mujer pecadora llega a Jesús en casa del maestro de la leyporque espera que Jesús la acoja y así, la reivindique an<strong>te</strong> losintac<strong>ha</strong>bles de la ciudad. Al abrazar sus pies y sentir su acogida,le expresa todo su amor. Jesús la justifica an<strong>te</strong> ellos <strong>ha</strong>ciéndolesver que <strong>ha</strong> amado mucho porque <strong>ha</strong> conocido que se le <strong>ha</strong>perdonado mucho, y la despide en paz porque su <strong>fe</strong>, suscitadapor el mismo Jesús, la <strong>ha</strong> <strong>salvado</strong>.7 Fitzmyer, oc, 688-707; Bovon, oc, 542-560; Calduch-Benegas, oc, 53-77; Pagola,oc, Lucas, 133-140.32


Jesús <strong>ha</strong>bía sido invitado a comer a casa de Simón, el fariseo. Erauna de<strong>fe</strong>rencia de par<strong>te</strong> de Simón. Pero, para que no pensaransus correligionarios que simpatizaban demasiado con él, omitiólos ritos de recepción del huésped a la vista de todos. Por eso,el banque<strong>te</strong> trascurría fríamen<strong>te</strong>, era meramen<strong>te</strong> protocolar.Es cierto que lo animaba el deseo de rendirle una cor<strong>te</strong>sía almaestro; pero el <strong>te</strong>mor a pasar la medida inhibía, cualquier gestode auténtico aprecio.Además y sobre todo, ellos cumplían la ley intac<strong>ha</strong>blemen<strong>te</strong>.Sabían a qué a<strong>te</strong>nerse respecto de Dios. No <strong>te</strong>nían ningunapregunta trascenden<strong>te</strong> que <strong>ha</strong>cerle. No <strong>te</strong>nían nada que buscar,porque en la Torá <strong>ha</strong>bían encontrado el camino de la vida. No<strong>te</strong>nían necesidad de llamar a su puerta, como tantos pecadoreso necesitados. Ellos estaban dentro, como fieles cumplidoresde la ley. Tenían a Jesús en su casa, a su disposición; perono entablaron con él ninguna relación profunda porque nosintieron ni necesidad, ni deseo de <strong>ha</strong>cerlo. ¡Qué tris<strong>te</strong>za tangrande, perder una ocasión tan propicia!Ese trascurrir vacío fue quebrado al <strong>ha</strong>cer irrupción la mujer.Todos la conocían muy bien. Todos la <strong>ha</strong>bían despreciado enpúblico, para dejar claro delan<strong>te</strong> de sus vecinos que Dios odiaal pecador y que sus fieles deben mostrar inequívocamen<strong>te</strong> lamisma repulsión. Se quedaron muy sorprendidos de que sehubiera atrevido a entrar a la casa. Les admiró más aún, laresolución con la que se encaminó derec<strong>ha</strong>men<strong>te</strong> a Jesús y letocó los pies, se los ungió con perfume, se los cubrió de besosy de lágrimas y se los enjugaba con sus cabellos. Pero lo que lesllenó de estupor fue que Jesús se dejó <strong>ha</strong>cer, es decir, que aceptóel homenaje de la mujer. Juzgaron que no podía ser pro<strong>fe</strong>ta33


alguien que acepta un homenaje de una persona indigna. Losque <strong>te</strong>nían dudas respecto de Jesús o, incluso, cierta simpatía<strong>ha</strong>cia su persona, se rindieron an<strong>te</strong> la evidencia de que quien noseguía la ley de la pureza, que exige apartarse de los pecadores,no podía ser un hombre de Dios.Jesús se dio cuenta de la situación y, aunque le entris<strong>te</strong>ceríaprofundamen<strong>te</strong> esa falta tan radical de misericordia y decorazón, como no era un reaccionario, como buscaba siempresalvar a todos personalizadamen<strong>te</strong>, es decir, a cada unodesde donde estaba, se dirigió a quien lo <strong>ha</strong>bía invitado, para<strong>ha</strong>cerle caer en la cuenta de la entraña de ese acon<strong>te</strong>cimientotan conmovedoramen<strong>te</strong> humano que estaban presenciandosin en<strong>te</strong>nder. Le <strong>ha</strong>bla de dos deudores a quienes el acreedorperdona, uno que le debía mucho y otro poco. Le pregunta quequién será el que más lo amará. Simón responde que el quele debía mucho. Jesús le dice que, si <strong>ha</strong> juzgado bien del caso,también puede en<strong>te</strong>nder lo que pasa.Simón piensa que nada debe a Dios, más aún, piensa que tienemuchos méritos an<strong>te</strong> Dios y que, aunque, sin duda, <strong>te</strong>nga algúnpecado, Dios tiene que premiarlo. Por eso, como an<strong>te</strong> Dios secree más acreedor que deudor, no muestra agradecimiento. Sinembargo, la mujer <strong>te</strong>nía una necesidad de vida o muer<strong>te</strong> de seracogida por Dios y, al verse acogida por ese hombre de Dios, sesien<strong>te</strong> acogida por el propio Dios, se sien<strong>te</strong> reconocida por él.Le da tanta alegría que Jesús la acoja delan<strong>te</strong> de todos los quela despreciaban públicamen<strong>te</strong>, que, fuera de sí de tanto gozo, ledemuestra todo su amor.34


Eso es lo que está pasando. Por eso se dirige a la mujer y leperdona sus pecados. Más aún, le dice que es su <strong>fe</strong> la que la <strong>ha</strong><strong>salvado</strong>. Que esa confianza que tuvo en él y en Dios, le <strong>ha</strong> traídola salvación. Claro que es Jesús el que con su humanidad <strong>ha</strong>suscitado esa <strong>fe</strong>, pero la <strong>fe</strong> es lo más propio del ser humano, loque lo humaniza. Ellos descansan en su justicia, en sí mismos,no en el amor gratuito de “Papadios”, ni de su enviado Jesús.Para valorar la escena, es imprescindible <strong>ha</strong>cerse cargo delescándalo de Simón y sus correligionarios. No <strong>ha</strong>cerse cargode él es man<strong>te</strong>ner también una actitud farisaica respecto de losfariseos. Dios, no se puede dudar, quiere el bien: y el mal esrealmen<strong>te</strong> malo, <strong>ha</strong>ce mal: daña a las personas y a la sociedad.En esa sociedad in<strong>te</strong>grada, la prostitución daña relacioneshumanas primarias, o es el plano inclinado para que disgustoso insatisfacciones no se procesen superadoramen<strong>te</strong>, sinoque desemboquen en infidelidades. La prostituta <strong>ha</strong> roto lasolidaridad social, al irrespetar y prestarse al irrespeto. Esto noes una ton<strong>te</strong>ría. No da lo mismo cualquier cosa, y la permisividady el indi<strong>fe</strong>rentismo <strong>ha</strong>cia el mal, acaba nivelando el bien y el mal.Y cuando unas personas y una sociedad se <strong>ha</strong>n colocado porencima del bien y del mal, <strong>ha</strong>n caído, se <strong>ha</strong>n degradado. Contraesto se levantan los fariseos poniendo las cosas en su lugar.¿Dónde está entonces el problema? Está en confundir el pecadocon el pecador o, más exactamen<strong>te</strong>, en reducir a la persona a lacondición de pecadora. Y, por tanto, al desconocer todo lo demásque <strong>ha</strong>y en ella y, sobre todo, su carác<strong>te</strong>r de persona, su dignidadpersonal, dada por Dios y por eso inamisible, imposibilitarcualquier relación con ella. El problema es obrar con ella deun modo reaccionario: irrespetarla como ella irrespeta a otros.35


Al irrespetarla, el que lo <strong>ha</strong>ce, también cae, se degrada, ya que<strong>ha</strong>ce lo mismo que ella. Ella es una hija de Dios extraviada. Enesa carac<strong>te</strong>rización, lo absoluto es, que es hija de Dios. En mirelación con ella <strong>te</strong>ngo que <strong>te</strong>ner en cuenta su extravío, pero parapo<strong>te</strong>nciar lo bueno que <strong>ha</strong>y en ella, de manera que el extravíoocupe cada vez menos espacio, <strong>ha</strong>sta que pueda ser superado.Sin embargo, si la repudio por su condición de extraviada, lahundo más en su mal <strong>ha</strong>sta <strong>ha</strong>cerlo irremediable. Eso es lo que<strong>ha</strong>cían los fariseos y eso es lo que no podía <strong>ha</strong>cer Jesús. Ellos lo<strong>ha</strong>cían porque no amaban a esa mujer y no la amaban porque nola veían como una hija de Dios, necesitada de ayuda. Por verlaasí, por amarla <strong>ha</strong>sta <strong>te</strong>ner <strong>fe</strong> en ella, actuó Jesús de ese modo.Como se ve, en el pasaje se da un desencuentro y un encuentro.El cumplimiento de los preceptos y los ritos de la religión, puedeservir para no entregarse personalmen<strong>te</strong> a Dios ni a nadie. Esdecir, para no <strong>te</strong>ner <strong>fe</strong>: relaciones personalizadoras. Por elcontrario, el reconocimiento de la necesidad de ser reconocidopor Dios y por el Hijo de Dios, y la <strong>fe</strong> en que ellos puedenreconocer a la persona, a pesar de su condición de pecadora,puede ser la palanca que saque de sí y lleve a un encuentrodefinitivo.En esta escena evangélica, aparecen <strong>te</strong>mas muy sorprenden<strong>te</strong>s,que invitan a cambios profundos. El primero es la posibilidadtristísima de ser intac<strong>ha</strong>ble respecto de lo establecido en lareligión (saber la doctrina, <strong>ha</strong>cer las oraciones aconsejadas,cumplir los preceptos y recibir los sacramentos) y no <strong>te</strong>ner unarelación profunda con Dios ni con Jesús; es decir, no <strong>te</strong>ner <strong>fe</strong>en ellos, que consis<strong>te</strong> en escuc<strong>ha</strong>r lo que ellos quieren de mí encada momento y ponerlo por obra. Y lo más grave es, que no36


se busca esa relación, precisamen<strong>te</strong> porque, al observar todo lomandado, uno piensa que se <strong>ha</strong> ganado su puesto y que no tieneque pedírselo a nadie. La relación con prescripciones y no conpersonas, vuelve a las personas autocentradas e individualistas.Así pues, la práctica de la religión puede dispensar de la <strong>fe</strong>. Lareligión es, pues, ambivalen<strong>te</strong>.El segundo <strong>te</strong>ma es que la <strong>fe</strong> que salva es la <strong>fe</strong> en que Jesús la vaa acoger, la confianza absoluta en su misericordia. Esa <strong>fe</strong> la salvaporque, en e<strong>fe</strong>cto, Jesús la acoge y ella le entrega todo su amor.La <strong>fe</strong> se expresa ciertamen<strong>te</strong> en la caridad. Pero an<strong>te</strong>s se da laacogida de Jesús y la de su “Padre ma<strong>te</strong>rno” y el agradecimientode la mujer por esa acogida gratuita. Así pues, para Jesús la mujerno es solo receptora de la salvación, es decir, de la acogida deDios en su acogida y del perdón de Dios en su perdón, sinoautora de ella, porque la <strong>fe</strong> que ella tuvo en que Jesús la iba aacoger y en él Dios, es lo más personal de la mujer; aunque seaJesús el que la <strong>ha</strong>ya suscitado.El <strong>te</strong>rcer <strong>te</strong>ma, que surge de la comparación entre los dosprimeros, es que la acogida de Jesús a la mujer es incondicionaly gratuita. En la religión la acogida del pecador tiene lugardespués que es<strong>te</strong> se <strong>ha</strong>ya arrepentido de sus pecados, los <strong>ha</strong>yacon<strong>fe</strong>sado y <strong>ha</strong>ya prometido no pecar más. Es decir, se lo acogecuando <strong>ha</strong> dejado de ser pecador. La mujer, sin embargo, sepresenta an<strong>te</strong> Jesús, confiando en su acogida, tal como es,con su pecado a cuestas. A pesar de ser pecadora, confía en lamisericordia de Jesús, trasunto, cree ella, de la de Dios. Y Jesúsno la acoge y perdona porque se <strong>ha</strong>ya arrepentido. La acogeporque es misericordioso, como su “Padre ma<strong>te</strong>rno”. La mujer,ama porque se sien<strong>te</strong> acogida tal cual es. El amor brota de laacogida. Es amor agradecido.37


Por eso puede decir Jesús, que es su <strong>fe</strong> la que la <strong>ha</strong> <strong>salvado</strong>: su<strong>fe</strong> en la misericordia incondicional de Dios. Es<strong>te</strong> es el sentidode la <strong>fe</strong> que salva. No salva una mera con<strong>fe</strong>sión doctrinaria,por ejemplo, al kerigma: Jesús es el Señor; aunque se <strong>ha</strong>ga decorazón. Salva esa relación personalísima, la que nos convier<strong>te</strong>en personas, que consis<strong>te</strong> en creer en Jesús y a través de élen Dios, en confiar en su misericordia, en acercarse a ellosconfiados, en ponerse en sus manos, confiando en su acogida.Si realmen<strong>te</strong> uno se <strong>ha</strong> puesto en sus manos, al ver su acogida, alexperimentar que no tienen asco de nosotros, ni nos desprecian,ni nos apartan, sino que nos acogen realmen<strong>te</strong> como una madrellena de <strong>te</strong>rnura, ¿cómo no vamos a estar agradecidos? ¿Cómono los vamos a amar? ¿cómo ese amor no nos va a dar fuerzaspara superar nuestro pecado? Y más profundamen<strong>te</strong>, ¿cómo esacogida incondicional no nos va a dar una paz tan honda que nadienos puede quitar? La paz de estar en el corazón misericordiosode Jesús y en las manos siempre abiertas de Dios, es la paz quevence al mundo. Es<strong>te</strong> es el sentido de la expresión: “la victoriaque vence al mundo es la <strong>fe</strong>”.Ese es el sentido de la <strong>fe</strong> que salva. ¿Por qué, no pocas veces, noes esa la práctica eclesiástica?38


8. De la <strong>fe</strong> en Jesús, a convertirse en una persona <strong>fe</strong><strong>ha</strong>cien<strong>te</strong>(Jn. 4, 5-42) 8Camino a Galilea, Jesús, cansado del camino, se sienta al mediodíajunto al pozo de un pueblo de Samaria. Viene una mujer a sacaragua y Jesús le pide de beber. La mujer pasa de la extrañeza y lacuriosidad de que ese judío le pida, exponiéndose al rec<strong>ha</strong>zo, alin<strong>te</strong>rés por el modo como él se relaciona y por lo que ofrece;de ahí es llevada a la petición de su don; seguidamen<strong>te</strong> arriba alrespeto por su figura; y, finalmen<strong>te</strong>, a la entrega a su persona y al<strong>te</strong>stimonio <strong>fe</strong><strong>ha</strong>cien<strong>te</strong>; y sus paisanos pasan de creer a esa mujertransfigurada, a conocer a Jesús.También es<strong>te</strong> encuentro es con una mujer no israelita,adoradora de Yahvéh, como los judíos, pero con un culto nolegal, enemistados con ellos desde la separación del reino delnor<strong>te</strong>, a la muer<strong>te</strong> de Salomón, que conllevó no adorar enJerusalén, sino en el mon<strong>te</strong> Garizín, y mucho más, cuandotoda la gen<strong>te</strong> importan<strong>te</strong> fue deportada por los asirios y en sulugar trajeron a otros, obviamen<strong>te</strong> no de las doce tribus. Paralos judíos los samaritanos eran cismáticos y, en esa época enque tanta importancia <strong>te</strong>nía la ley de la pureza, impuros por<strong>ha</strong>berse mezclado con paganos. Había entre ambos una granhostilidad. Una muestra de ella en la vida de Jesús, es que enotra ocasión, yendo <strong>ha</strong>cia Jerusalén y buscando alojamientoen una aldea samaritana, no los quieren recibir porque iban aJerusalén; se entiende que de peregrinación al <strong>te</strong>mplo (Lc. 9, 51-56). Sin embargo, los lazos no estaban cortados del todo. Por8 Léon-Dufour, Lectura del evangelio de Juan I, Sígueme, Salamanca 1997, 273-301;Ma<strong>te</strong>os-Barreto, El evangelio de Juan. Cristiandad, Madrid 1979, 222-242, 247-248;Brown, El evangelio según san Juan. Cristiandad, Madrid 1979, 368-386, 390-391; Barret,El evangelio según san Juan. Cristiandad, Madrid 2003, 343-367; Tilborg, Comentario alevangelio de Juan. EVD, Es<strong>te</strong>lla 2005, 77-96; Pellegrini, oc, 415-418.39


ejemplo, en esa misma ocasión, se van a otra aldea donde sí losreciben. También en la parábola del buen samaritano, lo poneJesús entrando con toda naturalidad a una posada del camino ysiendo recibido como uno más en ella; aunque en es<strong>te</strong> caso setrata de un samaritano rico y podíamos decir que “el dinero abretodas las puertas”.Jesús iba de Judea a Galilea, no por el Jordán sino por eloes<strong>te</strong>, pasando por Samaria. Habían caminado mucho y estabacansado, así que se sentó al lado del pozo de Jacob, mientras susdiscípulos iban por comida a la ciudad.En esto llegó una mujer. Si esta mujer sacaba el agua a esta hora,era porque no quería encontrarse con nadie. La razón era susituación ilegal, más aún, desastrada: <strong>ha</strong>bía vivido con cincohombres y ahora vivía con otro, que tampoco era su marido.Las mujeres sentirían un profundo desprecio <strong>ha</strong>cia ella. Y ella sesentiría muy mal. Sin embargo, igual que acudía al pozo a la horade la siesta, también seguía probando a ver si algún día alguiencalmaba su sed de amar. No se <strong>ha</strong>bía resignado a la soledad, ala in<strong>fe</strong>licidad.Para la mujer era un contratiempo encontrarse con alguien y no<strong>te</strong>nía in<strong>te</strong>nción de entablar conversación. Esta la inicia Jesús conuna petición muy objetiva: le pide agua. La mujer, acostumbradaa tantos desaires, se extraña de que un varón judío en la plenitudde la edad, se exponga a su lógico rec<strong>ha</strong>zo. Y se lo ec<strong>ha</strong> encara como un reproche, <strong>te</strong>ñido de un punto de extrañeza y decuriosidad. ¿Por qué me pides de beber, si sabes que <strong>te</strong> voy adecir que no?40


Jesús no se da por en<strong>te</strong>rado de ese rec<strong>ha</strong>zo, o, por mejor decir,responde, no siguiendo el juego, reactivamen<strong>te</strong>, sino desde símismo, y le dice que él le <strong>ha</strong> pedido lo que necesita y ella lepuede dar; y se lo <strong>ha</strong> pedido porque, si ella le pidiera a él lo queél le puede dar, que es más valioso aún, porque es agua vivacomo don de Dios, él se la daría. Él cree que ella puede procedercon él, como él está dispuesto a proceder con ella.La mujer se admira de ese tono, que deja atrás es<strong>te</strong>reotipos,que coloca el encuentro a un nivel en el que ella no es unasamaritana más, sino ella misma, y él tampoco es uno de tantosjudíos, sino esa persona única que <strong>ha</strong>bla con ella, entablandouna respectividad positiva y, digamos, incondicionada. Por esosien<strong>te</strong> respeto por quien se dirige a ella, a lo mejor de ella, y lollama “señor” y le pregunta si es mayor que su padre Jacob, yaque le puede dar agua viva, no agua empozada.Jesús le responde que quien bebe del pozo, solo sacia la sedmomentáneamen<strong>te</strong>, por lo que tiene que regresar siempre denuevo. En cambio, el agua que él ofrece forma dentro de lapersona un manantial que salta <strong>ha</strong>sta la vida e<strong>te</strong>rna. La mujerno entiende muy bien las palabras de Jesús; pero le parecesumamen<strong>te</strong> deseable <strong>te</strong>ner dentro de sí la posibilidad de saciarsey le pide de esa agua.Jesús, el sediento de agua, está aún más sediento de dar lasalvación definitiva del espíritu. Pero, en vez de darle el aguaque le <strong>ha</strong> ofrecido, le pide que llame a su marido y venga con él.Ella, desarmada, pero a la vez decidida a no perder esa altura delencuentro desde la verdad, le confiesa que no tiene marido. Jesúsle reconoce su sinceridad, su capacidad de exponerse, la libertad41


con la que prefiere el encuentro verdadero al quedar bien conuna persona que se le revela como estimable, porque, le dice,<strong>ha</strong>s vivido con cinco hombres y aquel con el que vives tampocoes tu marido. Ella se queda impactada de la clarividencia deJesús. No toma sus palabras como una acusación, sino como lacapacidad del hombre de Dios de leer los corazones y las vidas.Y por eso, en par<strong>te</strong> para desviar la a<strong>te</strong>nción de su situación yen par<strong>te</strong> por reconocerlo como pro<strong>fe</strong>ta (ya no como un judío),le plan<strong>te</strong>a la disputa histórica de dónde adorar a Yahvéh, sien el Garizín, de ascendencia patriarcal o en Jerusalén, en el<strong>te</strong>mplo salomónico. Jesús, en un principio reafirma la <strong>te</strong>sis dela legitimidad de los judíos y, por tanto, de la ilegitimidad de lossamaritanos; pero añade que <strong>ha</strong> llegado el tiempo en que Diosva a ser reconocido y adorado como Padre y la adoración no vaa consistir en ritos, sino en dejarse llevar por el espíritu de hijos.Ella, no convencida del todo, remi<strong>te</strong> al tiempo del Mesías laclarificación y realización de esa adoración definitiva quepropone Jesús. Jesús le declara que el Mesías que ella invoca esél mismo, el que <strong>ha</strong>bla con ella.Es el momento en que llegan los discípulos, que, por supuesto,no entienden nada de lo que está pasando y se extrañan que sumaestro <strong>ha</strong>ble con una mujer, porque piensan que un maestroque se respe<strong>te</strong>, no <strong>ha</strong>bla de cosas serias con mujeres, porqueellas no son capaces de comprenderlas, ni tienen solidez paravivirlas.La mujer deja el cántaro y regresa a la ciudad. Allí va pregonandoa todos que se <strong>ha</strong> encontrado con un hombre que le <strong>ha</strong> dicho42


todo lo que <strong>ha</strong> hecho. La que no quería <strong>ha</strong>blar con nadie, la quevivía avergonzada y era despreciada, va proclamando que le <strong>ha</strong>ndicho lo que es su vergüenza. Lo proclama con tal prestancia,sus paisanos ven tal trasformación en esa mujer, la ven tandueña de sí, con “una libertad tan liberada”, con tal plenitudhumana (tan saciada su sed), que están dispuestos a creerla ensu indicación de si será el Mesías, y salen al encuentro de Jesús.Un encuentro realmen<strong>te</strong> trasformador. En verdad que Jesús esel <strong>salvado</strong>r del mundo.El mesianismo de Jesús no consis<strong>te</strong>, como esperaban tantosy, entre ellos los discípulos, en liberar al pueblo de Dios de ladominación de los romanos y de los judíos colaboracionistascon la fuerza invencible y justa del espíritu, sino en vivir esalibertad propia del espíritu y entregarla: es la libertad inheren<strong>te</strong>al amor, que llega <strong>ha</strong>sta la verdad y <strong>ha</strong>ce verdaderos, que creala vida y la recrea en su condición de humana, con esa calidadque vence a la muer<strong>te</strong> porque supera la sujeción a la necesidad,una libertad. Sin embargo, que se ejerce desde la condición deseres de necesidades y así, desde esa debilidad, revela y ejerceesa fuerza. La que Jesús dio a la mujer, que no pudo ir a buscara su marido porque no lo <strong>te</strong>nía. La que percibieron sus vecinos,llenos de admiración, cuando ella, colmada, quiso <strong>ha</strong>cerlospartícipes de su alegría. La que la hizo tan creíble que acudierondonde Jesús.Como se ve, de entrada, Jesús cree en la mujer y, por eso, seexpone an<strong>te</strong> ella, tanto a su rec<strong>ha</strong>zo en la petición que le <strong>ha</strong>ce,como ofreciéndole, desarmado e incondicional, su propiodon. La mujer se abre en <strong>fe</strong> a ese trato, tan he<strong>te</strong>rogéneo altrato in<strong>te</strong>resado y despectivo, sin <strong>fe</strong>, que <strong>ha</strong> vivido <strong>ha</strong>sta ese43


momento. Por eso, la que se extraña de que Jesús le pidiera,acaba pidiéndole a él. Él propone entregar ese don, no a ella solasino a toda su familia. Ella aunque le mortifique íntimamen<strong>te</strong><strong>te</strong>ner que con<strong>fe</strong>sar a ese hombre tan estimable que no tienemarido, se lo dice porque, de todos modos, prefiere man<strong>te</strong>nerese tono de <strong>fe</strong> mutua en que va trascurriendo el encuentro.Jesús alaba su capacidad de verdad: su en<strong>te</strong>reza. Y completa lainformación de la mujer. La mujer, an<strong>te</strong> la clarividencia de Jesús,llega a creer en él como un pro<strong>fe</strong>ta y le propone el con<strong>te</strong>nciosocon los judíos relativo a cuál es el <strong>te</strong>mplo legítimo. Jesús le diceque ese con<strong>te</strong>ncioso está siendo superado porque Dios, que esespíritu, no quiere que se le adore en un <strong>te</strong>mplo ma<strong>te</strong>rial, sinoen espíritu y verdad. Como se ve, Jesús tiene tanta <strong>fe</strong> en ellaque le revela la llegada de los tiempos mesiánicos, cuando, alser derramado el espíritu sobre los adoradores en espíritu y enverdad, ya <strong>ha</strong>brán sido sobrepasados los <strong>te</strong>mplos. Ella, que sesien<strong>te</strong> sobrepasada por la revelación de Jesús, le remi<strong>te</strong> al tiempodel Mesías. Entonces Jesús, culminando su autorrevelación, surelación de <strong>fe</strong>, le confiesa que él es el Mesías.Entonces, aprovec<strong>ha</strong>ndo la llegada de los discípulos, la mujer,que <strong>ha</strong> creído en Jesús, que se <strong>ha</strong> entregado a él, sale, llena desu espíritu, a comunicar a sus paisanos la buena nueva de lapresencia en el pozo de Jacob del que <strong>ha</strong> causado en ella eseencuentro transformador. Se lo dice del modo más asequiblepara ellos, aunque sea el más doloroso para ella: un hombreque me <strong>ha</strong> dicho todo lo que yo he hecho. Por eso, les añade,convidándolos a salir a encontrarse también con él: “¿Será elMesías?”. Ella sabe que sí lo es; pero lo proclama de ese modoabierto para darles ocasión a ellos de que lo comprueben porsí mismos. Por primera vez en muchos años, quién sabe si porprimera vez en su vida, ella <strong>ha</strong> <strong>te</strong>nido <strong>fe</strong> en ellos.44


Sus paisanos se abren a la proclamación que la mujer <strong>ha</strong>cede Jesús, y lo <strong>ha</strong>cen porque se abren a la evidencia de sutrasformación humanizadora. La ven, ciertamen<strong>te</strong>, como unamujer nueva, como toda una señora: con señorío de sí, que esel mayor señorío. Les parece tan increíble esa trasformaciónsuperadora, de la que no la creían capaz, que salen con granin<strong>te</strong>rés a conocer a quien la provocó. La provocó con su relaciónde <strong>fe</strong>; pero, no lo olvidemos, una relación correspondida porella. Un proceso ascenden<strong>te</strong> de creer en un ser humano queentablaba con ella una respectividad positiva, a creer en alguienque se pre<strong>te</strong>ndía capaz de concederle la libertad in<strong>te</strong>rior respectode las necesidades experimentadas, a creer en un pro<strong>fe</strong>ta que leíasu vida para re<strong>ha</strong>bilitarla, a creer en el portador definitivo delEspíritu de Dios, que <strong>te</strong>nía el poder de comunicarlo.La prueba de que su <strong>fe</strong>, suscitada por Jesús a través de eseproceso abierto, la <strong>ha</strong>bía <strong>salvado</strong>, en el sentido de re<strong>ha</strong>bilitado,humanizado y plenificado, fue que no se ensimismó para gozarde ese estadio humano tan cualitativo, desconocido por ella <strong>ha</strong>staentonces, sino que se dirigió a los suyos, reconocidos, por fin,como tales, para comunicarles el secreto que <strong>ha</strong>bía trasfiguradosu vida y que se lo comunicó <strong>fe</strong><strong>ha</strong>cien<strong>te</strong>men<strong>te</strong>, de modo que suspaisanos creyeron en ella.Jesús se quedó tres días con ellos, entablando la misma relación,el mismo proceso de <strong>fe</strong>, que <strong>ha</strong>bía <strong>te</strong>nido con la mujer, de talmanera que, al irse Jesús, le dijeron a ella: “Ya no creemos por loque nos <strong>ha</strong>s contado, pues nosotros mismos lo hemos escuc<strong>ha</strong>doy sabemos que ese es realmen<strong>te</strong> el <strong>salvado</strong>r del mundo”. Pasaronde creer a la mujer y creer en alguna medida en ella y en Jesús, acausa de la trasformación tan positiva que observaron en ella yque ella atribuía a Jesús, a relacionarse en <strong>fe</strong> con el mismo Jesús,45


a abrirse a él. De es<strong>te</strong> modo creyeron en él, no ya por la <strong>fe</strong> dadaal <strong>te</strong>stimonio, sino por la relación en <strong>fe</strong> con él.En el lenguaje del cuarto evangelio, pasaron del creer al conocer,donde conocer no es dejar atrás la relación de <strong>fe</strong>, sino pasar de la<strong>fe</strong> dada al <strong>te</strong>stimonio del <strong>te</strong>stigo y, en cierto modo al <strong>te</strong>stigo, a la<strong>fe</strong> dada directamen<strong>te</strong> a Jesús por la relación con él, pero, en todocaso, una relación de <strong>fe</strong>: de apertura al mis<strong>te</strong>rio de su personaque aparece en la autorrevelación que él <strong>ha</strong>ce de sí.9. La dificultad de suscitar la <strong>fe</strong> y la <strong>fe</strong> supletoria de Jesús(Mc. 9, 14-29) 9Cuando Jesús, como respuesta a la proclamación mesiánicade Pedro, advier<strong>te</strong> a los discípulos que “el Hijo del Hombreva a ser entregado a manos de los hombres”, ellos se quedancompletamen<strong>te</strong> desorientados porque, como le dice Pedro, si éltiene el espíritu, que es el poder de Dios, no es posible que caigaen poder de los enemigos, porque <strong>te</strong>ndrían que <strong>te</strong>ner más poderque el mismo Dios. Jesús les replica que ese modo de concebirel poder (que sigue siendo el de la mayoría de los cristianos),es propio de los seres humanos, no de Dios, y les advier<strong>te</strong>que el que quiera seguirlo tiene que estar dispuesto a que locrucifiquen. Él no les prome<strong>te</strong> éxito sino <strong>fe</strong>cundidad histórica.Ellos no aceptan la mentalidad de Jesús y él se sien<strong>te</strong> solo y tris<strong>te</strong>al comprobar que no es capaz de trasmitir a los suyos la gloriade ese camino de entrega total.Seis días después sube a una montaña con tres de ellos y Dios9 Navarro, oc, 324-331; Gnilka, oc, 49-60; Taylor, oc, 470-478; Luz, oc, 676-685;Bonnard, 384-390; Grilli-Langner, oc, 445-449; Léon-Dufour, Estudios de evangelio.Cristiandad, Madrid 1982, 177-220.46


les da sus ojos para que vean a su Hijo como él lo ve, y ellos, envez de reconocer la gloria de su camino, le proponen quedarseallí. Como el Padre ve que tampoco quieren in<strong>te</strong>rpretar lo queestán viendo, los cubre con la densidad de su presencia y les diceque Jesús es su Hijo, que lo escuchen. Pero ellos, mientras bajan,solo atinan a decirle que si an<strong>te</strong>s del fin no tiene que venir Elíasa ponerlo todo en orden, matando, se entiende, como lo hizoen vida, a los opositores a la alianza. Jesús está por los suelos alver que ni él, ni su Padre, <strong>ha</strong>n podido sacarlos de su proyecto deimponerse a la fuerza sobre los invasores romanos y los judíoscolaboracionistas.Cuando van llegando donde están los demás, ve que estándiscutiendo con uno, que se adelanta donde Jesús y le diceque se busque otros ayudan<strong>te</strong>s porque los que tiene no sirven,porque les <strong>ha</strong> traído a su hijo para que le saquen el demonio yno <strong>ha</strong>n sido capaces. Para ese padre, como se ve, Jesús es unmago de <strong>fe</strong>ria que <strong>ha</strong>ce conjuros, que no <strong>ha</strong> sabido trasmitir asus discípulos.Es la gota que rebosa el vaso. Jesús pierde los estribos y gritaalgo que nunca <strong>ha</strong>bía dicho y no volverá a repetir: “¡Generaciónincrédula y pervertida! ¿Hasta cuándo <strong>te</strong>ndré que estar conus<strong>te</strong>des? ¿Hasta cuándo <strong>te</strong>ndré que soportarlos?”. Jesús, porun momento, pierde la <strong>fe</strong> en sus con<strong>te</strong>mporáneos, empezandopor sus discípulos. Su entrega incondicional a todos no <strong>ha</strong> sidoaceptada porque ni siquiera <strong>ha</strong> sido comprendida. Jesús sien<strong>te</strong>en ellos una resis<strong>te</strong>ncia cerril a su camino, a su propuesta, a supersona. Cada uno quiere que Jesús se elija a sí mismo comocada uno lo concibe. Jesús no puede más. Y saca afuera sudecepción y su dolor. Pero el que lo exprese y no se lo guarde,47


indica que todavía no los <strong>ha</strong> dejado por imposibles: todavía no <strong>ha</strong>llegado el momento de no soportarlos más. Por eso, cambiandocompletamen<strong>te</strong> de tono, pide que le traigan al niño porque se vaa <strong>ha</strong>cer cargo de él.Al niño le da un tremendo ataque. Jesús, para que el padre asumael problema de su hijo, le pregunta que desde cuándo le pasa.El padre, transido de dolor, le da cuenta y acaba implorándolelleno de desespero: “Si puedes algo, <strong>te</strong>n piedad de nosotros yayúdanos”. Ya el padre <strong>ha</strong> asumido el problema de su hijo ylo ve tan sin remedio humano, que apela a la misericordia deJesús, si es que tiene poder contra un mal tan fuera de control.El padre apela al poder de Jesús y Jesús lo remi<strong>te</strong> al poder de la<strong>fe</strong>: “¿Cómo si puedes? Todo es posible al que cree”. Entoncesel padre comprende que Jesús nada tiene que ver con un poderdesnudo, porque tampoco Dios tiene que ver con ese tipo depoder; que se trata de una relación in<strong>te</strong>rpersonal, que se trata dela <strong>fe</strong> en el poder creador y recreador del amor, de Dios amor, deJesús, que <strong>ha</strong>ce presen<strong>te</strong> ese amor y del que crea en ese amor y,más aún, del que se entregue a que acon<strong>te</strong>zca por medio de él.El padre <strong>ha</strong> comprendido por fin de qué se trata. Pero no logra<strong>te</strong>ner tanta <strong>fe</strong> como para que su hijo se cure; por eso grita llenode angustia con gran pa<strong>te</strong>tismo: “Creo, socorre mi poca <strong>fe</strong>”.Ahora sí se da una relación de <strong>fe</strong> y, por eso, el padre apela, noya a un poder desnudo que poseyera Jesús, sino a su <strong>fe</strong> para quesupla lo que le falta a la suya. Entonces Jesús curó al muc<strong>ha</strong>cho.El padre del epiléptico pasa de la no <strong>fe</strong>, ya que tiene a Jesús poralguien dotado de poderes, con unos ayudan<strong>te</strong>s que no dan latalla, a la “poca<strong>fe</strong>” que logra acarrear en sí cuando Jesús lo llevaa implicarse personalmen<strong>te</strong> en el problema de su hijo. Al ver48


Jesús que el padre <strong>ha</strong> llegado <strong>ha</strong>sta donde le <strong>ha</strong> sido posible,suple con su <strong>fe</strong> la que a él le falta.Es como el caso de Pedro en la <strong>te</strong>mpestad después de lamultiplicación de los panes. Cuando ven a Jesús caminado sobrelas aguas y gritan espantados, pensando ver a un fantasma, Jesúslos conforta diciendo: “Ánimo, soy yo. No <strong>te</strong>man”. EntoncesPedro le pide que le mande ir a su encuentro por el agua. Jesúsle dice que vaya y, en e<strong>fe</strong>cto, Pedro, fiado de la palabra de Jesús,camina sin hundirse. Pero al sentir la fuerza del viento, le entrael miedo y comienza a hundirse y le pide auxilio al Señor. Él leagarró de la mano diciendo: “Poca <strong>fe</strong>. ¿Por qué dudas<strong>te</strong>?” (Mt.14,31). Como en el caso del padre que estamos considerando,como en el caso que consideramos an<strong>te</strong>s, de los discípulos en la<strong>te</strong>mpestad cuando despiertan a Jesús para que los salve, todosellos tienen algo de <strong>fe</strong>, ya que si no la tuvieran no invocarían aJesús. Pero tampoco creen completamen<strong>te</strong> en Jesús. Si Pedrohubiera creído, no se <strong>ha</strong>bría dejado llevar por el miedo. Si losdiscípulos hubieran creído, o no le <strong>ha</strong>brían despertado, o le<strong>ha</strong>brían preguntado qué quería que hicieran; pero en todo caso,se <strong>ha</strong>brían sobrepuesto al miedo. En el caso del padre, le <strong>ha</strong>bríadicho a Jesús que creía que Dios le <strong>ha</strong>bía dado autoridad sobreel demonio que estaba destrozando a su hijo, y que él se a<strong>te</strong>nía alo que le dijera su corazón. Eso fue lo que le dijo el leproso: “siquieres, puedes curarme”. O le <strong>ha</strong>bría pedido con <strong>fe</strong> su curación,como lo hicieron otros.Así pues, a veces la persona está tan a<strong>fe</strong>ctada por la situaciónadversa en que se encuentra, que no logra salir de sí, <strong>ha</strong>sta elpunto en que la confianza en el otro, en es<strong>te</strong> caso en Dios y en suenviado Jesús, logre sobrepasar a la percepción de la consis<strong>te</strong>nciadel obstáculo sentido. En eso consis<strong>te</strong> la “poca<strong>fe</strong>”. Ahora bien,49


cuando esa poca <strong>fe</strong> se pone confiadamen<strong>te</strong> en manos de Jesús,la que vence no es ya la <strong>fe</strong> propia, sino la <strong>fe</strong> en Jesús. No puededecir Jesús; “tú <strong>fe</strong> <strong>te</strong> <strong>ha</strong> <strong>salvado</strong>”, pero la persona sí logra lasalvación asido de la <strong>fe</strong> de Jesús.Así pues, a veces la relación con Jesús, la oración, no es expresiónde <strong>fe</strong> sino de poca <strong>fe</strong>. Sería mejor que llegáramos a una relaciónde <strong>fe</strong> y nunca debemos resignarnos a la poca <strong>fe</strong> ni desistir delempeño en llegar al don pleno de la <strong>fe</strong>. Pero, mientras tanto,nunca debemos dejar la oración. No por rutina ni pensando,como los romanos, que al <strong>ha</strong>rtar a los dioses con nuestros rezosin<strong>te</strong>rminables (fatigare dii, decían) ellos nos van a a<strong>te</strong>nder paraque los dejemos en paz. Nuestra oración debe ser, en todo caso,una relación personal, una relación de <strong>fe</strong>. Pero, si no podemosllegar a la relación plena de <strong>fe</strong>, que consis<strong>te</strong> en ponernosconfiadamen<strong>te</strong> en sus manos, al menos debemos confiar en la<strong>fe</strong> de Jesucristo y remitirnos confiadamen<strong>te</strong> a ella. Eso hicieronPedro, los discípulos y el padre del epiléptico.10. Creer a Jesús y creer en Jesús: la <strong>fe</strong> que sana y la <strong>fe</strong> quesalva (Lc. 17, 11-19) 10Al entrar Jesús a un pueblo entre Judea y Samaria, diez leprososle gritan a la distancia que <strong>te</strong>nga piedad de ellos. Jesús, por todarespuesta, les pide que vayan a presentarse al sacerdo<strong>te</strong>, paraque después de <strong>ha</strong>cer lo prescrito, les dé la cédula de que estánsanos y puedan rein<strong>te</strong>grarse, sin peligro de que los apedreen, asu familia y a su pueblo, a la sociedad. Como se ve, el diálogo10 Bovon, oc, III, 2004, 182-198; Fitzmyer, oc, 791-806; Pagola, oc, 3, Lucas, 278-283;Aguirre-Camps, La curación del ciego Bartimeo, en: Los milagros de Jesús. EVD, Es<strong>te</strong>lla,2002, 209-246.50


queda reducido a lo mínimo indispensable, la relación es de unaparquedad, que puede parecer frialdad y sonar casi a desapego.Pero los leprosos creen que Jesús <strong>ha</strong>bla en serio, creen en supalabra y se ponen en camino.No es poca la <strong>fe</strong> que se requiere para que por esa simpleindicación se dirijan al <strong>te</strong>mplo. Esa indicación se la <strong>ha</strong>ce tambiénal leproso, que se hincó de rodillas an<strong>te</strong> él; pero se la hizo despuésde tocarlo y sanarlo con su contacto humano. Pero ponerse encamino en dirección al <strong>te</strong>mplo mientras sien<strong>te</strong>n en sus carnes laen<strong>fe</strong>rmedad, requiere muc<strong>ha</strong> <strong>fe</strong>. Ahí sí que la <strong>fe</strong> es li<strong>te</strong>ralmen<strong>te</strong>creer lo que no se ve. Pero queda claro que creer, nada tiene quever aquí con con<strong>te</strong>nidos doctrinales; es estrictamen<strong>te</strong>, confiaren Jesús, confiar en su palabra, cuando aún no <strong>ha</strong> producido sue<strong>fe</strong>cto.Y, en e<strong>fe</strong>cto, de pronto se sien<strong>te</strong>n curados. Se quedaríancon<strong>te</strong>ntísimos; darían, sin dudar, gracias a Dios. Pero pasada laeuforia inicial del grupo, el grupo se deshizo y cada quien tomósu camino. Tal vez fueron al <strong>te</strong>mplo. Pero ya <strong>ha</strong>bían dejado atrásla lepra y no querían mirar <strong>ha</strong>cia ese pasado tan miserable yoprobioso por nada del mundo. Por eso romperían incluso elvínculo de compañeros de infortunio. Cada quien pensaría soloen cómo re<strong>ha</strong>cer su vida.Pero uno de los leprosos, que era samaritano, se quedó tanconmovido de que Dios, por medio de Jesús, se hubiera fijadoen él y le hubiera hecho esa merced tan insigne, equivalen<strong>te</strong> aresucitarlo, sacándolo de esa muer<strong>te</strong> en vida, que regresó a todaprisa donde estaba Jesús y se le echó a los pies agradecido. Jesússe dolió de que no hubieran regresado los otros nueve, más aún,51


siendo judíos; y luego, pidió al samaritano que se pusiera en pieporque su <strong>fe</strong> lo <strong>ha</strong>bía <strong>salvado</strong>.Aparecen en es<strong>te</strong> episodio dos tipos o grados de <strong>fe</strong>, que, siendoambos <strong>fe</strong>, son cualitativamen<strong>te</strong> distintos, de manera que solo elsegundo puede llamarse <strong>fe</strong>, en el sentido estricto de la <strong>fe</strong> que<strong>ha</strong> venido a suscitar Jesús, una <strong>fe</strong> “absolutamen<strong>te</strong> absoluta”.Los nueve leprosos judíos creen a su palabra, que, como hemosvisto, no es poca cosa; es tan grande que logra la sanción de lalepra. Pero ese tipo de <strong>fe</strong> no es una <strong>fe</strong> estrictamen<strong>te</strong> personal, yaque no creen propiamen<strong>te</strong> en él sino que se limitan a creer en elpoder de su palabra. El samaritano, en cambio, cree en él, poreso, porque la relación, llena de misericordia, que Jesús <strong>ha</strong> <strong>te</strong>nidocon él le importa más que su sanación, regresa a agradecerle.Por eso, ellos se sanan y él, además, se salva.El <strong>te</strong>ma más visible de es<strong>te</strong> pasaje es el del agradecimiento; peroel <strong>te</strong>ma de fondo, como su sustrato, el de la di<strong>fe</strong>rencia entre “la<strong>fe</strong> como creer a una persona y <strong>fe</strong> como creer en una persona”.Creer a una persona es creer que lo que dice es verdad porquesabe lo que dice y dice verdad (así es como creen los niñitos asus maestros), o, más a fondo, porque su palabra es eficaz porla virtualidad o poder que posee esa persona (así se cree a ungobernan<strong>te</strong> capaz y probo o a alguien que prome<strong>te</strong> algo y puedey quiere cumplirlo). De ese modo creyeron los leprosos a Jesús:creyeron que su palabra <strong>te</strong>nía poder para sanarlos.Creer en una persona es entablar con ella una relación personal,basados en lo que ella nos revela de sí misma. Esa relaciónpersonal, puede ir ganando en confianza, <strong>ha</strong>sta llegar a entregarse52


personalmen<strong>te</strong> a ella. Así creyó el leproso samaritano. No creyósimplemen<strong>te</strong> que Jesús <strong>te</strong>nía un poder y lo quería ejercitar conél, sino que era una persona que quería de corazón su bien, quelo quería tanto, que su amor tuvo poder para sanarlo. En es<strong>te</strong>segundo caso, el poder no es una cualidad excepcional de sunaturaleza, sino que brota de la única fuen<strong>te</strong> de su amor, quees la fuen<strong>te</strong> más personal, en el fondo, del amor fontal en queDios consis<strong>te</strong>.Por eso regresa: porque también él quiere corresponderpersonalmen<strong>te</strong> a tanto amor. Para él, el que se <strong>ha</strong>ya fijado en él, elque <strong>ha</strong>ya querido curarlo, es más precioso todavía que la propiasalud, que ya es decir, en el caso del leproso, el discriminadoabsoluto. Precisamen<strong>te</strong> por estar completamen<strong>te</strong> discriminado,excluido, <strong>ha</strong> podido captar en todo su valor, esa discriminaciónpositiva de Jesús <strong>ha</strong>cia su persona, esa inclusión de su personade leproso en su vida, de enviado de Dios.Por eso, los otros quedan simplemen<strong>te</strong> sanados, pero elsamaritano queda <strong>salvado</strong>. Jesús <strong>ha</strong>ce a los primeros el beneficiode su salud corporal, que era lo que le <strong>ha</strong>bían pedido, contodo lo que conllevaba de rein<strong>te</strong>gración a la sociedad y, másespecíficamen<strong>te</strong>, al pueblo de Dios, a su presencia en la sinagogay el <strong>te</strong>mplo. Pero no <strong>ha</strong>y un avance en humanidad cualitativa,más bien <strong>ha</strong>y un retroceso por pre<strong>fe</strong>rir el uso inmediato de suvitalidad recobrada a la relación personal con Jesús y con Dios.El samaritano queda dignificado por su respuesta personal alacto personal de Jesús, que <strong>ha</strong>ce de él el mayor elogio: “es tu <strong>fe</strong>la que <strong>te</strong> <strong>ha</strong> <strong>salvado</strong>”. Él es sin duda, quien suscita esa <strong>fe</strong>, pero la<strong>fe</strong> es la respuesta proporcionada a la acción de Jesús: ambas sedan en el mismo plano.53


Así pues, en es<strong>te</strong> con<strong>te</strong>xto queda claro que el agradecimiento noes un acto de vasallaje an<strong>te</strong> un favor recibido, sino la respuestaproporcionada a la acción del que da, ya que lo que da es unagracia, un don gratuito. El agradecimiento es li<strong>te</strong>ralmen<strong>te</strong> <strong>ha</strong>cersecargo de la gracia recibida y corresponder con la gracia de supresencia y acatamiento. Es un encuentro de libertades y dones:los del dador y los del que corresponde. En es<strong>te</strong> sentido li<strong>te</strong>ral,que es también el sentido <strong>te</strong>ológico, no <strong>ha</strong>y agradecimientoque no sea libre y gratuito, aunque se de como respuesta. Noes, pues, una respuesta automática ni obligada; es un acto tanpersonal, libre y trascenden<strong>te</strong> como lo fue el don.La gratitud se expresa como vida de <strong>fe</strong>, que consis<strong>te</strong> no solo enponernos en las manos de Dios, sino también en ser dignos de<strong>fe</strong> para los demás.11. El <strong>salvado</strong> por la <strong>fe</strong>, se convier<strong>te</strong> en seguidor(Mc. 10, 46-52) 11Jesús sale de Jericó <strong>ha</strong>cia Jerusalén, escoltado por el gentío queno quiere dejarlo. Todos van con<strong>te</strong>ntos sintiéndose agraciadospor la presencia de Jesús. Al sentir el alboroto, un ciego queestaba sentado al borde del camino, pregunta a los que vienendelan<strong>te</strong> qué es lo que pasa. Ellos le responden orgullosos quees Jesús de Nazaret. Al oírlo, el ciego, que <strong>ha</strong>bía oído <strong>ha</strong>blar deél, de su corazón misericordioso, y lo <strong>te</strong>nía como un enviado deDios, para reanimar a todos los que estaban postrados, sintióque era la ocasión de su vida; que Dios lo <strong>ha</strong>bía puesto en su11 Navarro, oc, 381-391; Gnilka, oc, 125-131; Taylor, oc, 534-538; Bovon, oc, 311-326; Pagola, oc, 2, Marcos. DDB, Bilbao 2011, 202-208.54


camino para que lo curara. Por eso se puso a gritar: “¡Jesús,hijo de David, <strong>te</strong>n misericordia de mí!”. Los de la comitiva,pensaron que esos gritos tan persis<strong>te</strong>n<strong>te</strong>s a<strong>fe</strong>aban ese momentotan lúcido y le decían que se callara la boca. Pero él lejos de<strong>ha</strong>cerles caso, gritaba más fuer<strong>te</strong>. Al fin Jesús lo oyó, se paró ypidió que se lo trajeran. Los que le insistían que se callara, al verque lo llamaba Jesús, es decir, que ya formaba par<strong>te</strong> de lo queellos consideraban como el espectáculo, lo animaron diciéndoleque lo llamaba el maestro. Él, de la emoción, dejó el manto,pegó un salto y se dirigió <strong>ha</strong>cia él. Cuando Jesús lo tuvo delan<strong>te</strong>,le preguntó qué quería. Él le con<strong>te</strong>stó que quería recobrar lavista. Jesús le respondió: “‘Ve<strong>te</strong>, tu <strong>fe</strong> <strong>te</strong> <strong>ha</strong> <strong>salvado</strong>’. Al instan<strong>te</strong>recobró la vista y lo seguía por el camino”.El ciego se queda completamen<strong>te</strong> fuera de sí de la emoción de<strong>te</strong>ner a Jesús a su disposición. Que Jesús, ese hombre de Dios, lepregun<strong>te</strong> qué quería que hiciera por él, fue para él como si se lopreguntara Dios mismo. Se sintió tan dignificado de que le dieraa él ese momento de su vida, de que se abriera a lo que él le ibaa decir; le pareció tan increíble esa relación de <strong>fe</strong> de Jesús conél, es decir, que no procediera como a él le parecía, sino que lepreguntara qué quería, para ponerse a su disposición, que sintióque ya su vida <strong>te</strong>nía sentido y rumbo cierto.Si Jesús se <strong>ha</strong>bía entregado a él y su acción en él <strong>ha</strong>bía traídola luz a su exis<strong>te</strong>ncia, no solo la luz a sus ojos sino, sobre todo,a su corazón, él también quería entregarse a Jesús y caminar asu luz. Por eso, no usó los ojos para seguir su propio caminosino para seguir a Jesús. Lo siguió ciertamen<strong>te</strong> por el camino<strong>ha</strong>cia Jerusalén, pero lo siguió en el fondo por el camino, porque55


Jesús no <strong>te</strong>nía dónde reclinar la cabeza: lo siguió para vivir ya encamino. Él, que al quedarse ciego <strong>ha</strong>bía <strong>te</strong>nido que vivir varadoa la orilla de la vida, al recobrar la vista no busca establecersepor su cuenta, no busca una querencia, sino que se resuelve avivir, sin <strong>te</strong>ner un lugar como re<strong>fe</strong>rencia, porque en adelan<strong>te</strong>,su re<strong>fe</strong>rencia sería una persona viva y en camino. No necesitauna querencia, porque se <strong>ha</strong> entregado a quien se entregó a él,iluminando su vida. Caminando vive estable, porque nunca seseparará del camino, del camino que es Jesús.La respuesta del ciego a la <strong>fe</strong> de Jesús en él, es la máximaexpresión de la <strong>fe</strong>: vivir colgado de la palabra del maestro, viviren su seguimiento. Por eso, Jesús, al ponerlo en marc<strong>ha</strong>, le <strong>ha</strong>bíadicho: “tu <strong>fe</strong> <strong>te</strong> <strong>ha</strong> <strong>salvado</strong>”. No solo lo sanó, le devolvió la vista,sino que dio sentido y dirección, plenificó, su vida.12. Los pobres entran en Jerusalén en una imponen<strong>te</strong>mani<strong>fe</strong>stación de <strong>fe</strong>. Los representan<strong>te</strong>s del <strong>te</strong>mplo yla Torá no reciben a Jesús porque no es del aparato(Mc. 11, 1-11; Mt. 21, 10-11; Lc. 19, 41-44) 12Jesús va entrando en Jerusalén, escoltado por muchos milesde peregrinos galileos, que vienen a prepararse para celebrar laPascua. Lo <strong>ha</strong>n avistado cuando se acercaba a la ciudad, <strong>ha</strong>npercibido que quería entrar en ella en forma, digamos, oficialy pública, como el enviado que es de Dios a su pueblo, y, poreso, lo acuerpan en son de reconocimiento y homenaje. Esuna verdadera entrada triunfal; no, ciertamen<strong>te</strong> como las que12 Grilli-Langner, Comentario al evangelio de Ma<strong>te</strong>o. EVD, Es<strong>te</strong>lla, 2011,527-532;Navarro, oc, 394-399; Gnilka, oc, 131-142; Taylor, oc, 540-548; Fitzmyer, oc, IV,91-108; Bovon, oc, IV, 33-64; Bonnard, oc, 450-453.56


acostumbraban a escenificar los reyes y generales victoriosos; enesta no <strong>ha</strong>y lujo, ni armas, ni botín; pero les supera en adhesiónespontánea, en reconocimiento sincero y desde el fondo delcorazón y, sobre todo, en trascendencia.Los peregrinos galileos, que siempre <strong>ha</strong>bían entrado a la ciudadpara que el <strong>te</strong>mplo los pusiera a valer, traen ahora en medio deellos a quien va a poner a valer al <strong>te</strong>mplo: traen al <strong>te</strong>mplo vivode Dios. No lo conceptualizaban así, pero eso era lo que sentían,y sabían que su sentir era cer<strong>te</strong>ro por todo lo que <strong>ha</strong>bían vistoy oído, por lo que <strong>ha</strong>bían convivido con él en su tierra. Jesúsera para ellos, sin sombra de duda, la presencia viva de Dios.Por eso, dándole un sentido pleno, desconocido <strong>ha</strong>sta entonces,al canto de los peregrinos, coreaban: “¡Bendito el que viene ennombre del Señor!”.Esa entrada triunfal de los peregrinos galileos a Jerusalénvitoreando a Jesús, era una imponen<strong>te</strong> mani<strong>fe</strong>stación de <strong>fe</strong>.Ellos reconocían en Jesús al enviado actual y vivo de Dios,precisamen<strong>te</strong> en la ciudad donde residían las institucionesque mediaban la presencia de Dios y, que de hecho, según suspersoneros, <strong>ha</strong>cían innecesaria la presencia de ningún emisariosuyo. Dios estaba presen<strong>te</strong> en los ritos del <strong>te</strong>mplo y en la ley¿para qué necesitaban más? No solo no lo necesitaban, sinoque, si venía de fuera, podía oscurecer esa mediación objetiva,au<strong>te</strong>ntificada por la tradición y, por tanto, fuen<strong>te</strong> segura deacceso a Dios. ¿Qué podía significar para la ciudad santa “Jesús,el pro<strong>fe</strong>ta de Nazaret de Galilea”, como proclamaban, orgullososy desafian<strong>te</strong>s, los peregrinos a quienes les preguntaban por elmotivo de esa algarada?57


Por eso, las autoridades se hicieron a un lado para que pasaraJesús y los suyos. No se atrevieron a pedir explicaciones y,menos, a desautorizar; pero no lo recibieron. Por eso, Jesús sedirigió al <strong>te</strong>mplo, inspeccionó todo y se retiró con los peregrinosa pasar la noche fuera de la ciudad.Jesús se quedó con una sensación agridulce. Por una par<strong>te</strong>,sentía con<strong>te</strong>nto de que esos sencillos, <strong>te</strong>nidos por los sabiosy en<strong>te</strong>ndidos como insignifican<strong>te</strong>s, a quienes el Padre <strong>ha</strong>bíarevelado el mis<strong>te</strong>rio del reinado que Jesús <strong>ha</strong>cía presen<strong>te</strong>, <strong>ha</strong>bíanestado a la altura y <strong>ha</strong>bían dado <strong>te</strong>stimonio en la ciudad santade lo que <strong>ha</strong>bían visto y oído en Galilea. La <strong>fe</strong> de ese pueblosencillo lo confortaba. Era el pueblo que él se <strong>ha</strong>bía encontradocontra el suelo de tanta carga y desesperanzado, y a quien él<strong>ha</strong>bía liberado la men<strong>te</strong> y puesto en pie y movilizado. Ahoraesa su gen<strong>te</strong> le retribuía dando la cara por él y, según Lucasy verosímilmen<strong>te</strong>, lo acompañaría <strong>ha</strong>sta el Calvario, de donderegresó dándose golpes de pecho de dolor, rabia y pro<strong>te</strong>sta,como siguen <strong>ha</strong>ciendo los semitas, y no de arrepentimiento,como <strong>ha</strong>cemos los occidentales. Jesús no estaba solo, su misión<strong>ha</strong>bía sido <strong>fe</strong>cunda.Pero los representan<strong>te</strong>s legítimos de la religión revelada no<strong>ha</strong>bían creído en él. Los personeros de las instituciones <strong>te</strong>nidascomo los cauces oficiales de la voluntad de Dios, no lo <strong>ha</strong>bíanrecibido. Y ellos, y no el pueblo llano, eran los que decidían.Por eso lloró an<strong>te</strong> Jerusalén. Como <strong>ha</strong>bía anunciado la legióndesarmada de ángeles en su nacimiento, él venía a traer la paz deDios como al<strong>te</strong>rnativa a la pax romana, impuesta por las legiones.La paz perpetua que nos concedía Dios, consistía en la entrega58


de su hijo para que median<strong>te</strong> él, ec<strong>ha</strong>r para siempre la suer<strong>te</strong> conla humanidad. Al ligar su suer<strong>te</strong> a la de la humanidad, la suer<strong>te</strong>de la humanidad era la misma de Dios: el amor como fuen<strong>te</strong> devida filial y fra<strong>te</strong>rna. Ésa era la salvación de Dios, la que ofrecíaa todos y, en primer lugar, al pueblo de Dios, representado porlas instituciones santas de la Ley y el Templo y sus personeros.Pero ellos no <strong>ha</strong>bían conocido esa paz, porque no se <strong>ha</strong>bíanquerido abrir a su enviado. Y no se <strong>ha</strong>bían abierto porque se<strong>ha</strong>bían absolutizado a sí mismos, al absolutizar las institucionesque representaban.Al absolutizar los ritos del <strong>te</strong>mplo y el cumplimiento de la ley,la relación personal en que consis<strong>te</strong> la relación de <strong>fe</strong>, <strong>ha</strong>bía sidosustituida por la práctica de las mediaciones ritualizadas. Peroes<strong>te</strong> desplazamiento estaba oculto a sus ojos, porque se seguíanrecitando las plegarias que expresaban esa relación. No se caía encuenta de que la recitación no era ya el vehículo de esa relaciónpersonal absoluta por la que el creyen<strong>te</strong> se pone realmen<strong>te</strong> enmanos de su Dios, sino que se <strong>ha</strong>bía reducido a condición de uncomponen<strong>te</strong> del rito o de la ley, que <strong>ha</strong>bía que observar. Muchoslo observarían con buena voluntad, pero sin que la primacía latuviera ya la relación actual, viva y abierta con el Dios siempretrascenden<strong>te</strong>.Dicho de otra manera, el rito <strong>ha</strong>bía perdido su carác<strong>te</strong>r simbólico,para convertirse en una ceremonia cosificada. El nivel simbólicose alcanza cuando el rito es la celebración de la vida; es decir,cuando la presupone, cuando an<strong>te</strong>s del rito, se realiza el vivirconstan<strong>te</strong>men<strong>te</strong> como hijo de Dios y por consiguien<strong>te</strong> comohermano de los demás hijos de Dios, y cuando la ley quedadesbordada por el deseo sincero de <strong>ha</strong>cer en cada momento59


lo que agrada al padre. En eso consis<strong>te</strong> la relación de <strong>fe</strong>, quees el alma de las expresiones religiosas y que las desbordacompletamen<strong>te</strong>. Por eso cuando se absolutizan los cauces de lareligión, se oscurece la relación de <strong>fe</strong>.Por eso, Jesús, que sí man<strong>te</strong>nía esa relación de <strong>fe</strong>, es decir,personal, incluso con los personeros, se dolió de su ceguera ylloró por Jerusalén.En América Latina, an<strong>te</strong>s del concilio, vivía el catolicismola culminación del proyecto pastoral de restauración de lacristiandad; un proyecto sacral, cuyos sujetos eran los personerosde la institución eclesiástica y cuyas mani<strong>fe</strong>staciones más visibleseran el cumplimiento masivo de los ritos de pasaje (bautismo,primera comunión, matrimonio y exequias), la asis<strong>te</strong>ncia a lamisa dominical, la celebración religiosa de las fiestas sociales y lacelebración social de las fiestas religiosas, y multitud de eventosque ocupaban gran par<strong>te</strong> del tiempo libre y del espacio público.Sin embargo, <strong>ha</strong>bía un divorcio profundo entre la religión y lavida personal y social. En e<strong>fe</strong>cto, siendo la única región cristiana,éramos y seguimos siendo la región con más desigualdad socialdel planeta.En el posconcilio, desde Medellín, la Iglesia latinoamericanabuscó realizar el cristianismo en la vida. Los pueblos creyen<strong>te</strong>s yoprimidos, apoyándose en su <strong>fe</strong> y con la alianza de la institucióneclesiástica y de pro<strong>fe</strong>sionales comprometidos, se movilizaronpara conseguir sus derechos y lo que Medellín llamó el desarrolloin<strong>te</strong>gral, un desarrollo humano. Como no se <strong>ha</strong>bía visto desdeel imperio romano, la respuesta del orden establecido, que sedecía cristiano, fue de una brutalidad inaudita: asesinaron a60


seis obispos, a cientos de curas y monjas y a muchos miles decristianos comprometidos, sobre todo populares.Por eso, desde <strong>ha</strong>ce más de una década, aunque se sigueproclamando lo mismo, de hecho la mayoría de la institucióneclesiástica <strong>ha</strong> vuelto a proponer persis<strong>te</strong>n<strong>te</strong>men<strong>te</strong> uncristianismo de grupos cerrados, de prácticas y ritos. Hasustituido la encarnación kenótica, que es el camino insustituiblede Jesús, por la invocación religiosa, sobre todo litúrgica, delnombre de Jesús; <strong>ha</strong> abandonado la solidaridad de salvar almundo desde dentro del mundo y desde abajo, desde los pobres,por la propuesta de salvarse del mundo, entrando en el ámbitoeclesiástico organizado.¿No <strong>te</strong>nemos que llorar hoy también por Jerusalén? ¿Y noson hoy también pobres quienes siguen dando la cara porJesús de Nazaret, por su camino, en medio de la ciudad, de ladirección dominan<strong>te</strong> en ella, que no quiere conocer la paz queél le trae, porque, como denunciara Medellín, sigue siendo unainstitucionalidad violenta, que genera violencia?Entre nosotros ¿quiénes mantienen hoy la <strong>fe</strong> y la proclaman consu vida? Cuando decimos a Jesús en la cena del señor “no miresnuestros pecados sino la <strong>fe</strong> de tu Iglesia” ¿en quiénes estamospensando? En un juicio de hecho y no solo en <strong>te</strong>oría ¿no son lospobres con espíritu los que constituyen el corazón de la Iglesia,los que mantienen e irradian la <strong>fe</strong>, los que conocen la paz delSeñor y, por eso, la propagan a quienes se ponen en su onda?61


13. El ciego de nacimiento curado por Jesús, se convier<strong>te</strong>en <strong>te</strong>stigo <strong>fe</strong><strong>ha</strong>cien<strong>te</strong> (Jn. 9, 1-38) 13Al pasar Jesús y sus discípulos ven a un ciego de nacimiento,conocido de todos porque se solía sentar delan<strong>te</strong> de la puertahermosa del <strong>te</strong>mplo para pedir limosna. Para los discípulossolo es objeto de curiosidad: “¿Quién pecó para que nacieraciego? ¿Él o sus padres?” Para ellos era obvio que si era ciegoera porque Dios lo <strong>ha</strong>bía castigado. El problema para ellos eraquién mereció ese castigo. Como se ve, la noción de Dios quesubyace es el Dios retributor: premia a los buenos y castiga a losmalos. Como no es fácil ver la causa, es decir, el estado in<strong>te</strong>rnode la persona, se deduce por el e<strong>fe</strong>cto. Si a uno todo le sale bien,se deduce que es bueno; si le sale mal, es que <strong>ha</strong> hecho mal.Para Jesús, en cambio, dejarse llevar por esa lógica es profanarel nombre de Dios. Para él Dios solo <strong>ha</strong>ce bien; por eso, no <strong>ha</strong>in<strong>te</strong>rvenido en su ceguera; pero va a in<strong>te</strong>rvenir para que vea: aldarle vida se va a mani<strong>fe</strong>star su gloria.Por eso, <strong>ha</strong>ce barro con la saliva y se la aplica a los ojos del ciego,pidiéndole que vaya a lavarse a la alberca de Siloé, que, dicesignificativamen<strong>te</strong> el evangelista, quiere decir enviado. El ciego,que, como tal, tiene afinado el oído, ya que tiene que ejercitarloen vez de la vista, y <strong>ha</strong> oído la conversa, se abre, agradecido ygozoso, a la mentalidad de Jesús, cree en sus palabras y por esodeja que le ponga el emplasto y va resuelto a lavarse a Siloé.El hombre no solo <strong>ha</strong> creído las palabras de Jesús sino que<strong>ha</strong> creído en él como un hombre con la mentalidad de Dios yenviado por él para revelarlo <strong>ha</strong>ciendo el bien.13 Ma<strong>te</strong>os-Barreto, oc, 431-456; Léon-Dufour, oc, II, 258-280; Barret, oc, 534-555;Brown, oc, 612-628; Tilborg, oc, 184-193.62


Al lavarse los ojos, lleno de <strong>fe</strong>, comienza a ver. Tenía que seralgo indescriptible comparar la idea que se <strong>ha</strong>bía hecho de lascosas con el modo como las veía. Caminaría sin trastabillary mirando todo con grandísima a<strong>te</strong>nción. Los que lo veíanviendo, se quedaron tan asombrados que discutían si era elmismo o alguien que se le parecía. él insistía que era el mismo.Entonces, llenos de genuino in<strong>te</strong>rés, le preguntaban cómo <strong>ha</strong>bíacomenzado a ver. Él les contaba lo que <strong>ha</strong>bía hecho con él Jesús.Como obviamen<strong>te</strong> no se trataba de una curación técnica, sino deun signo, que ellos in<strong>te</strong>rpretaban como de Dios, lo llevaron an<strong>te</strong>los dirigen<strong>te</strong>s religiosos. Ellos le volvieron a preguntar cómo<strong>ha</strong>bía comenzado a ver. Entonces se produjo una discusiónentre ellos porque unos aseguraban que, si <strong>ha</strong>cía eso, es queera de Dios; pero otros argüían que, si profanaba el sábado,no podía venir de él. Por eso, le pidieron su parecer al ciego.Él con<strong>te</strong>stó resueltamen<strong>te</strong> que era pro<strong>fe</strong>ta. Como no queríansacar esa conclusión, llamaron a sus padres, que certificaron queera su hijo y que nació ciego, pero en lo tocan<strong>te</strong> a la curaciónles remitieron a él porque tuvieron miedo a comprome<strong>te</strong>rse.Ellos, metidos en ese callejón sin salida, volvieron a pedir queles repitiera cómo lo <strong>ha</strong>bía curado. Él, ya en tono desafian<strong>te</strong>,les preguntó si ese in<strong>te</strong>rés se debía a que también ellos querían<strong>ha</strong>cerse sus discípulos. Ellos arguyeron que eran discípulos deMoisés porque a él constaba que le <strong>ha</strong>bía <strong>ha</strong>blado Dios, encambio Jesús no se sabía de dónde venía. Él les ec<strong>ha</strong> en cara suincapacidad de discernir, porque, si <strong>ha</strong>ce bien, como le constaa él personalmen<strong>te</strong>, no puede venir sino de Dios. Ellos, queno pueden oponer ninguna razón al argumento del ciego, lodescalifican por su ceguera nativa. Pero, aun en su lógica, falla elargumento, porque si era pecador por no ver y ahora ve, es queDios <strong>ha</strong> in<strong>te</strong>rvenido en su vida. Por eso, al verse vencidos, lo63


expulsan por recalcitran<strong>te</strong>. El hombre va al <strong>te</strong>mplo a dar graciasa Dios y allí lo encuentra Jesús, que le pide que crea en el Hijodel Hombre. El exciego, que lo <strong>ha</strong> reconocido por la voz, le diceque le diga quién es para creer en él, porque como él cree enJesús, también creerá en el que él le diga. Jesús le dice que es élmismo y el hombre confiesa su <strong>fe</strong>.El problema de fondo de es<strong>te</strong> pasaje, que dramatiza vívidamen<strong>te</strong>el proceso vivido por la comunidad del discípulo amado, que <strong>ha</strong>sido expulsada de la sinagoga por con<strong>fe</strong>sar a Jesús, es si vivo yactúo desde la ideología, que conduce a pro<strong>fe</strong>sión de doctrinasy a la práctica de ritos y conductas, o desde la experiencia, quelleva a la relación de <strong>fe</strong> y de ahí a actuar como un verdaderosujeto, conscien<strong>te</strong> y con libertad liberada, actitud que lleva al<strong>te</strong>stimonio. Los maestros de la ley y los fariseos viven desdeuna voluntad de Dios absolutamen<strong>te</strong> objetivada, desde una leyhipostasiada. Dios actuó en el pasado y el fruto de esa actuación,es la institucionalidad religiosa vigen<strong>te</strong>. Desde ese horizon<strong>te</strong>establecido todo está prefijado. Lo único que se necesita esvoluntad para actuarlo.Ese horizon<strong>te</strong> sacraliza la desigualdad: el que tiene desventajas,por ejemplo, porque nació ciego, es porque Dios lo <strong>ha</strong> castigado:nació en pecado. Consiguien<strong>te</strong>men<strong>te</strong>, el que tiene salud ybienes es porque Dios lo <strong>ha</strong> bendecido. El que está arriba veconvalidado su estatus por Dios y el que está abajo tambiéndebe aceptar que Dios quiere que viva así.Jesús no compar<strong>te</strong> es<strong>te</strong> modo de razonar, esta lógica. Para él supadre ma<strong>te</strong>rno es el Dios de la vida y quiere el bien de todos.Él no <strong>ha</strong> in<strong>te</strong>rvenido en las desgracias. Él quiere in<strong>te</strong>rvenir parasuperarlas. Es lo que <strong>ha</strong>ce Jesús como hijo suyo.64


También <strong>ha</strong>y maestros de la ley que se dejan impresionar poresta capacidad que tiene Jesús de poner vida y se inclinan apensar que viene de Dios, que obra por su espíritu. Pero, endefinitiva, se impone el cri<strong>te</strong>rio de que no puede venir de Diosporque, al curar en sábado, no guarda el descanso sabático y, endefinitiva, porque no es de ellos, que son los del partido de Dios.El ciego creyó en Jesús. Por eso fue a bañarse a la piscina deSiloé como él lo mandó y recobró la vista. Para él lo que hizoJesús con él no fue un acto puntual, sino una relación personal<strong>salvado</strong>ra, recreadora, que lo comprometía con él.En la discusión con los dirigen<strong>te</strong>s, ambos se mueven en nivelesdistintos: ellos, en el de la legislación establecida desde antiguo,<strong>te</strong>nida como la expresión cabal de la voluntad de Dios. Él, enel de su experiencia <strong>salvado</strong>ra, una experiencia actual de Dios através de Jesús, una experiencia, pues, que acredita a Jesús comoenviado último de Dios, del Dios liberador.El problema para los dirigen<strong>te</strong>s es que la religión del pueblo deIsrael es una religión histórica, basada, no en la sacralizaciónde las fuerzas de la naturaleza, como eran las religiones de suentorno, sino en acon<strong>te</strong>cimientos históricos de salvación. Poreso cuando los dirigen<strong>te</strong>s invocan a Moisés como re<strong>fe</strong>ren<strong>te</strong>autorizado, él les rearguye que si en Moisés actuó Dios liberando¿por qué no lo reconocen en Jesús, que <strong>ha</strong>ce lo mismo?Es que para ellos Moisés, más que el caudillo liberador de laesclavitud y conductor a través del desierto a la tierra prometida,es aquel al que le <strong>ha</strong>bló Dios, es decir, el legislador, unalegislación absoluta, que manifiesta el señorío absoluto de Dios,y no, como aparece en el Éxodo y el Deu<strong>te</strong>ronomio, la ley que65


Dios les da para custodiar la libertad adquirida. Como ellos nopueden responderle con argumentos, responden sancionándolo,excluyéndolo de la comunidad, por proclamarse discípulo deJesús.Entonces Jesús lo encuentra y le pregunta si cree en el Hijo delHombre. Él le responde que cree en el que él le diga que crea,porque en definitiva cree en él. Jesús le dice que el Hijo delHombre es él y el exciego lo reverencia como tal. ¿Qué queríadecir Hijo del Hombre? Es, tal como aparece en la pro<strong>fe</strong>cíade Daniel (Cap. 7), la al<strong>te</strong>rnativa de Dios fren<strong>te</strong> a los imperiosque, como <strong>ha</strong>n sometido por la fuerza a los pueblos, se <strong>ha</strong>nportado como fieras y no como verdaderos seres humanos. ElHijo del Hombre es el hombre que venía de Dios para reinar ensu nombre. Su único atributo es su humanidad. La simpatía yla compasión, la responsabilidad respecto de sus hermanos. Elexciego <strong>ha</strong> experimentado la <strong>fe</strong>cundidad de su humanidad y poreso sabe lo que <strong>ha</strong>ce cuando lo reconoce, cuando lleno de <strong>fe</strong> enél, se entrega, se pone en sus manos.La pregunta obvia es si me muevo al nivel de la ideología, yentiendo la <strong>fe</strong> como pro<strong>fe</strong>sión de verdades, o al de la experiencia,y vivo la <strong>fe</strong> como entrega personal, al que se <strong>ha</strong> presentado enmi vida como digno de ella. Si soy un especialista de Dios y deJesús, porque sabe todo lo tocan<strong>te</strong> a la religión cristiana, o unexperto, un iniciado en el mis<strong>te</strong>rio de sus personas, por <strong>ha</strong>beraceptado su relación y <strong>ha</strong>ber correspondido. ¿En qué direcciónvoy? ¿Fe doctrinaria o <strong>fe</strong> como relación humanizadora?66


14. El experto en tortura confiesa a Jesús por el modo comola <strong>ha</strong> vivido, una experiencia lími<strong>te</strong>, absolutamen<strong>te</strong>paradójica (Mc. 15, 39) 14El centurión, que <strong>ha</strong> visto morir a muchos crucificados, digamos,que es experto en cómo los seres humanos viven esa torturao, más precisamen<strong>te</strong>, en cómo la tortura no solo mata, sinodeshumaniza a los torturados; al comandar el ajusticiamientode Jesús, es capaz de pasar de la rutina inicial a la curiosidad.El punto de partida se supone que es la rutina ya que, si unapersona no es sádica y, más, si tiene alguna sensibilidad humana,solo puede comandar una acción tan bárbara como estaponiéndose entre parén<strong>te</strong>sis, actuando de un modo meramen<strong>te</strong>pro<strong>fe</strong>sional, con la mayor frialdad posible, asegurándose de quetodo trascurra por los cauces normales y que <strong>te</strong>rmine pronto.Pasa de la rutina a la curiosidad, porque empieza a notar queel guión no sigue los pasos consabidos. En e<strong>fe</strong>cto, lo que laexperiencia le <strong>ha</strong> enseñado al centurión, es que la tortura de lacruz se vive de tres formas o de la combinación de algunas deellas: el <strong>te</strong>rror que trasmi<strong>te</strong>n los torturadores, puede reducir altorturado a un ser poseído por el <strong>te</strong>rror, de manera que todo lodemás se vuelve en él residual. La brutalidad infringida puedeser respondida por el torturado con rabia y así, la rabia puedeposeer al torturado de manera que viva la tortura maldiciendoa sus torturadores, prometiéndoles la venganza o el castigo deDios, o puede rebelarse también contra Dios y maldecirlo, asícomo maldice a sus torturadores. O la agresión puede aniquilarlode tal modo que él mismo se eche a morir, inhibiendo cualquierreacción y esperando y deseando que llegue la muer<strong>te</strong>. Esto es14 Navarro, oc, 560-563; Gnilka, oc, 380-383; Taylor, oc, 723-724.67


lo que, según su experiencia, viven los crucificados. Pero en es<strong>te</strong>caso observa que no ocurre nada de eso. Por eso lo invade elasombro.Al seguir observando, ya con crecien<strong>te</strong> in<strong>te</strong>rés, ve que Jesús vivela tortura no reactivamen<strong>te</strong>, ya que cualquiera de las posibilidadesconsabidas son reacciones, digamos, instintivas, sino que lavive con señorío de sí. Percibe que sufre in<strong>te</strong>nsamen<strong>te</strong> y quereacciona an<strong>te</strong> el dolor físico. Percibe, más aún, que soportadolores más íntimos que los de la tortura, percibe en él unaespecie de desolación de fondo; pero pareciera que los dolores,lejos de deshumanizarlo, lo estimulan a que saque fuerzas deflaqueza, lo llevan a aquilatar su humanidad. Por eso, cuandoexpira, concluye que vivir ese trance como lo vivió ese hombre,que morir así, tan humanamen<strong>te</strong>, es superior a las posibilidadesde un crucificado. Y confiesa que ese hombre era hijo deDios. En esa situación tan extrema, que casi de<strong>te</strong>rmina ladeshumanización, lo vio sufrir la tortura con una libertad tansoberana, lo vio morir de un modo tan humano, tan humano,como solo un hijo de Dios podía morir. Su pro<strong>fe</strong>sión de <strong>fe</strong> fueque Jesús excedía a los demás seres humanos en humanidad. Eneso vio el centurión su trascendencia.En lo primero en que queremos reparar, es en lo escandalosoque <strong>te</strong>nía que sonar a la comunidad de Marcos que, siendo unevangelio programático, es decir, que está escrito para mostrar,para probar, que Jesús es el hijo de Dios, como dice su primerversículo (“comienza el evangelio de Jesucristo, el hijo deDios”), el único ser humano que lo proclama hijo de Dios envida sea el que comandó el pelotón de la tortura en la que murió.En todo caso, eso es tan paradójico que raya en el sarcasmo.68


Pero es que, además, la comunidad en la que nació ese evangelioera una comunidad perseguida por los romanos, una comunidadcon mártires, y, por tanto, que <strong>te</strong>nía experiencia muy cercana ydolorosa de torturas y torturadores. De lo <strong>te</strong>rrible de ese trancey de cómo, incluso, era proclive para que los <strong>te</strong>stigos flaquearany apostataran. Para ellos, los torturadores eran lo más cercano aagen<strong>te</strong>s de Satanás. En estas condiciones ¿no <strong>te</strong>nía que resultarrevulsivo, casi inasimilable, que el único que lo <strong>ha</strong>ya proclamadohijo de Dios en vida <strong>ha</strong>ya sido el centurión que comandaba elpique<strong>te</strong> que lo ajustició?Cuesta mirar de fren<strong>te</strong> a la escena porque, si la tortura viola,en todo caso, los derechos humanos más elementales, si, entodo caso, es inhumana, si deshumaniza, por tanto, a los que lamandan y la ejecutan, no es fácil comprender ni aceptar que untorturador, y no un torturador cualquiera, sino el que torturó aJesús, lo <strong>ha</strong>ya con<strong>fe</strong>sado como hijo de Dios.Podemos alegar que como él no lo condenó a muer<strong>te</strong> ni lotorturó, podía man<strong>te</strong>ner una cierta distancia, imparcialidad, eindi<strong>fe</strong>rencia. Podía argüir que él solo obedecía órdenes y queno <strong>te</strong>nía por qué averiguar la justicia o injusticia de la causa.Eso alegan a lo largo de la historia muchos policías y militares;eso alegaron, por ejemplo, en el juicio de Nüremberg y en losregímenes latinoamericanos de la seguridad nacional. Pero atodos se les arguyó que uno no puede abdicar en ningún caso suresponsabilidad personal.Pero, para que no nos lavemos las manos, <strong>ha</strong>y que poner en claroque el caso de los torturadores no es un caso excepcional, sinoel caso extremo de una actitud muy difusa, indispensable para69


que se man<strong>te</strong>nga el sis<strong>te</strong>ma. En es<strong>te</strong> totalitarismo de mercado,que es la figura actual del occiden<strong>te</strong> globalizado, muchísimosfuncionarios actúan con la misma irresponsabilidad, alegandoque ellos no pueden prever, ni tomar en cuenta, las consecuenciasla<strong>te</strong>rales de sus actos, que ellos lo único que buscan es <strong>ha</strong>cerdesaparecer el déficit del Estado y que la flexibilización delmercado de trabajo o el desmon<strong>te</strong> de los servicios sociales sonmedidas que conducen a ello.Por eso, si miramos bien la situación del centurión, que hemoscarac<strong>te</strong>rizado como la de un funcionario, en es<strong>te</strong> caso de carrera,que dice limitarse a recibir órdenes, <strong>te</strong>nemos que insistir queno es excepcional; tal vez sea minoritaria, pero es estructuraly absolutamen<strong>te</strong> indispensable para la marc<strong>ha</strong> de es<strong>te</strong> sis<strong>te</strong>ma<strong>fe</strong>tichista. Ahora bien, como estamos en un sis<strong>te</strong>ma democrático¿quién puede eximirse de responsabilidad?Por eso, si miramos bien, el caso del centurión es absolutamen<strong>te</strong>ejemplar: una persona del estatus y precisamen<strong>te</strong> encargada deejercer la violencia legal fren<strong>te</strong> a los que perturban el sis<strong>te</strong>ma,que, lejos de dejarse moldear por su oficio y perder así todorastro de sensibilidad humana, conserva la capacidad de irmás allá de su función, y por eso, puede salir de sí y colocarseperceptivamen<strong>te</strong> fren<strong>te</strong> a la realidad y llegar a ver al ser humanodetrás del condenado o, mejor, sobresaliendo por encima de esacondición absolutamen<strong>te</strong> descalificada. Es capaz de reaccionarhumanamen<strong>te</strong> fren<strong>te</strong> a ese desec<strong>ha</strong>do por el orden establecido,que él precisamen<strong>te</strong> representa; es capaz de sentir admiraciónan<strong>te</strong> él y no desprecio ni aborrecimiento; es capaz de abrirse detal modo an<strong>te</strong> esa persona, es capaz de inhibir <strong>ha</strong>sta tal punto supapel respecto de él, que da lugar a que se manifies<strong>te</strong> su mis<strong>te</strong>rio70


personal, y, por eso, tiene el coraje, la libertad, realmen<strong>te</strong> inaudita,de con<strong>fe</strong>sar que es un ser sagrado y de considerarlo del mundode lo divino, precisamen<strong>te</strong> por su desmedida humanidad.Esta con<strong>fe</strong>sión de <strong>fe</strong> es imprescindible en el evangelio de nuestroSeñor Jesucristo. An<strong>te</strong> todo, porque Jesús murió pidiendoperdón por ellos y esta con<strong>fe</strong>sión es el fruto más eximio de la<strong>fe</strong>cundidad de ese perdón; también, porque Dios no quiere lamuer<strong>te</strong> del pecador sino que se convierta y viva; y, finalmen<strong>te</strong>,porque son necesarios funcionarios como el centurión quelleguen a con<strong>fe</strong>sar a Jesús, lo que implica desmarcarse de suestatus y, al con<strong>fe</strong>sar la justicia del reo (Lc. 23, 47), proclamar lainjusticia del orden que representa. Por eso, tiene pleno sentidoconcluir estas escenas evangélicas sobre la <strong>fe</strong> en Jesús, con lacon<strong>fe</strong>sión de <strong>fe</strong> del centurión.Quedan dos consideraciones, que estimamos muy pertinen<strong>te</strong>s:la primera es que si el que comandaba el pique<strong>te</strong> que lo ajusticiófue capaz de con<strong>fe</strong>sar su <strong>fe</strong> en Jesús, abriéndose a la gracia delCrucificado, nadie puede considerarse indigno del don de la <strong>fe</strong>,nadie puede verse desahuciado; todos <strong>te</strong>nemos oportunidad.La segunda es una cuestión inquietan<strong>te</strong>: ¿por qué en el evangeliode Marcos el centurión fue el único que con<strong>fe</strong>só el mis<strong>te</strong>rio desu identidad? Esta pregunta no tiene una respuesta cabal: soloDios sabe qué pasó en cada caso; él solo conoce el juego desu gracia y las libertades humanas. Pero, como la pregunta eslegítima, más aún, como encierra una enseñanza para nosotros,es preciso buscar congruencias que expliquen, al menos <strong>ha</strong>stacierto punto, lo que parece una anomalía.71


Consideraremos solo dos casos que nos parecen los másrepresentativos: el de las autoridades y el de los discípulos. Lasautoridades, ya hemos tocado el punto, no se abrieron porque<strong>ha</strong>n absolutizado las mediaciones que representan y de ese modose <strong>ha</strong>n absolutizado a sí mismos y, por tanto, <strong>ha</strong>n relativizado larelación con Dios, que es el absoluto, que el <strong>te</strong>mplo o la leyin<strong>te</strong>ntan mediar; <strong>ha</strong>n relativizado, pues, a las personas, tanto aDios, como a los creyen<strong>te</strong>s y a los demás seres humanos. Si,para ellos, lo absoluto son mediaciones objetivadas, no puedenreconocer al mediador personal, que es Jesús. Si ya todo estáestatuido, no pueden reconocer la mani<strong>fe</strong>stación actual de Dios.El caso de los discípulos, sobre todo los apóstoles, es máscomplejo. Coinciden con las autoridades en que tienen suversión sobre la mani<strong>fe</strong>stación definitiva de Dios y no estándispuestos a pasarse a la que Jesús propone. No le creen a él,no creen en su proyecto. Por eso, cuando les previene que ibaa caer en manos de las autoridades, Pedro le replica que no leva a suceder eso, porque Dios no lo puede permitir. Hasta elfin, en la representación de Lucas, <strong>ha</strong>sta el día de la Ascensión,siguen aguardando la restauración de la soberanía de Israel. Y,sin embargo, ni Jesús los ec<strong>ha</strong>, ni ellos se van. Jesús no los ec<strong>ha</strong>porque él <strong>ha</strong> venido solo a salvar y tiene una paciencia infinita.Pero ellos, ¿por qué no se van, como se fueron muchos otroscuando les dijo que él no iba a ser el que trajera la salvación,sino que él en persona era la salvación? Ellos no lo sabrían decir,pero el caso es que todas las desavenencias, toda la incomodidadque crea en ellos incesan<strong>te</strong>men<strong>te</strong> la palabra de Jesús, no losimpulsa a alejarse de él. Se mantienen con él porque, aunqueno lo puedan verbalizar así, de hecho, para ellos, Jesús es másque el Mesías, absolutamen<strong>te</strong> más. Por eso, aunque no están72


de acuerdo en torno al mesianismo, sí perciben que su personaes la vida de su vida y que por eso sería una locura separarsede él. Su permanencia mostrenca, sin motivos verbalizables,es la prueba más <strong>fe</strong><strong>ha</strong>cien<strong>te</strong> de la hondura de su <strong>fe</strong>. Pero esuna <strong>fe</strong>, que al carecer de mediaciones, porque en ellas estriba eldesacuerdo, no puede con<strong>fe</strong>sarse, y cuando, como en el caso dePedro, in<strong>te</strong>nta la con<strong>fe</strong>sión, cae en el equívoco y por eso Jesúsles impone silencio.Ambos grupos tienen pre<strong>te</strong>nsiones propias sobre la salvación,en el caso de las autoridades, sobre la salvación y sobre Jesús,en el caso de los discípulos; y ninguno de los dos grupos estádispuesto a relativizarlas para abrirse a las de Jesús, más aún, aabandonarlas, para pasarse a las que él propone y de las que espersonalmen<strong>te</strong> portador.En cambio, el centurión, como romano, vive completamen<strong>te</strong>ajeno a la religión judía; aunque, como en el caso de ellos,también tiene su ideología, que es el carác<strong>te</strong>r benéfico delimperialismo romano, una ideología que lo llevaba a presuponerque, en principio, un condenado por las autoridades romanasera culpable y merecía la condena. Lo que lo di<strong>fe</strong>rencióde ambos grupos, es que se abrió a lo que daba de sí elacon<strong>te</strong>cimiento concreto de la crucifixión de Jesús. El contras<strong>te</strong>con todo lo que él <strong>ha</strong>bía visto <strong>ha</strong>sta entonces en ese trance,despierta su curiosidad y luego su admiración y, finalmen<strong>te</strong>, elsobrecogimiento, reacciones, ambas, propias del que se abrea la <strong>te</strong>ofanía. El centurión dio lugar a la experiencia, y le diolugar tan plenamen<strong>te</strong> que desmintió, en es<strong>te</strong> caso, a la ideologíasubyacen<strong>te</strong>. La con<strong>fe</strong>sión es el fruto de entregarse con aperturatotal a la experiencia, es decir, recalquémoslo, a la relación de <strong>fe</strong>.73


La pregunta para los que nos con<strong>fe</strong>samos cristianos es ¿nosseguiremos escandalizado de la cruz de Jesús? ¿No seremoscapaces de ver, como vio el centurión, que en ella culminó sumisión y su humanización? An<strong>te</strong> la con<strong>fe</strong>sión de <strong>fe</strong> del centurión¿no seremos capaces de ver la <strong>fe</strong>cundidad de la cruz?15. Fe y falta de <strong>fe</strong> en los discípulos. Las apariciones comoencuentros de <strong>fe</strong> para la misión 15Puede parecer extraño que no <strong>ha</strong>yamos puesto a los discípuloscomo modelos de la <strong>fe</strong> en Jesús de Nazaret, cuando ellos estánen la base de los evangelios, cuando la <strong>fe</strong> de los cristianos brotade su <strong>te</strong>stimonio. Tendríamos que decir, sin embargo, que el quequeden mal tantas veces es una prueba de que su <strong>te</strong>stimonio esfiable: si su centro fueran ellos y no Jesús, <strong>ha</strong>brían rein<strong>te</strong>rpretadolos hechos para quedar bien.Acabamos de re<strong>fe</strong>rirnos a su adhesión absoluta a Jesús, quecoexis<strong>te</strong> con su falta de adhesión a su propuesta. También noshemos re<strong>fe</strong>rido a su falta de <strong>fe</strong> que les <strong>ha</strong>ce dejarse llevar por elmiedo.Marcos es el que más subraya esta incapacidad de comprenderde los apóstoles. El episodio más chocan<strong>te</strong> es cuando, yendoen barca por el lago después de la segunda multiplicación delos panes y tras una discusión con los fariseos que le pedíaninsis<strong>te</strong>n<strong>te</strong>men<strong>te</strong> una señal del cielo, es decir, una demostracióndesnuda de poder, porque estaban ciegos para comprenderlas que realizaba, que <strong>ha</strong>cían presen<strong>te</strong> el amor misericordiosode Dios, estando rumiando Jesús la ceguera de esos hombres15 Trigo, La resurrección de Jesús. ITER 37-38 (2005), 274-290 (con bibliografía).74


intac<strong>ha</strong>bles, les previene a sus discípulos que anden con cuidadocon su levadura, es decir, con su ideología. Ellos comentan entresí que es una indirecta porque se <strong>ha</strong>n olvidado de traer panes.Jesús se queda descorazonado por ese despis<strong>te</strong> tan absoluto. Élles previene en contra de la mentalidad de los fariseos pues veíaque para ellos seguía <strong>te</strong>niendo prestigio, ya que cuando denunciaque la ley de pureza no es expresión de la voluntad de Diossino que la sustituye, apartando a la gen<strong>te</strong> de cumplirla, ellosle observan en privado que los fariseos se <strong>ha</strong>n escandalizadoporque no se atreven a decir que también ellos lo están. Peroellos están tan alejados de las preocupaciones de su maestro,que creen que lo que le preocupa es el pan y eso después de quelos multiplicó por dos veces. Por eso les recrimina: “¿Es queno acaban de comprender? ¿Tienen la men<strong>te</strong> embotada? (…)¿Todavía no entienden?” (Mc. 8, 17.21).Y es cierto que no entienden. Por eso, la reconvención de Pedro aJesús cuando, después de <strong>ha</strong>berlo con<strong>fe</strong>sado Mesías, les anunciaque va a caer en manos de las autoridades. Por eso apartaban alas mamás que llevaban a sus hijos para que Jesús los bendijera:les parecía que andar bendiciendo a unos niños era impropiode la apostura firme y <strong>ha</strong>sta con un deje de fiereza, que debemostrar el ungido por el espíritu para liberar a la nación de losocupan<strong>te</strong>s romanos. Por eso se la pasan discutiendo entre ellosquién es el mayor y, por eso mismo, los hijos de Zebedeo le pidenlos primeros puestos cuando asuma el reino y el mando. Por esoestán dispuestos a pasar trabajos con tal de llegar a esos puestosencumbrados. Por eso se quedan completamen<strong>te</strong> desorientadoscuando les dice que es muy difícil que se salven los ricos. Poreso cuando regresan de la misión, de lo que están satis<strong>fe</strong>chos,es de que los demonios los obedecen, es decir, de que <strong>te</strong>níanesa fuerza, pero muestran su extrañeza de que los en<strong>te</strong>ndidos75


en Biblia, porque asis<strong>te</strong>n siempre a la sinagoga y cumplen laTorá, no les <strong>ha</strong>yan querido abrir sus casas, mientras que les <strong>ha</strong>nabierto los corazones la gen<strong>te</strong> insignifican<strong>te</strong> que está un tantoal margen de las cosas de la religión. Por eso, les insis<strong>te</strong> quetienen que dejar sus pre<strong>te</strong>nsiones y <strong>ha</strong>cerse como niños; peroellos persis<strong>te</strong>n en su actitud. Incluso cuando en la última cenales está mani<strong>fe</strong>stando la pena que sien<strong>te</strong> porque uno de ellos lova a traicionar, enseguida ellos se olvidan del asunto y se ponena discutir cuál es el más grande. Por eso, según Lucas, an<strong>te</strong> lapersis<strong>te</strong>n<strong>te</strong> cerrazón, que culmina cuando an<strong>te</strong> una ironía paraencarecer lo apretada que va a llegar a ser su situación cuando élya no esté, le muestran dos espadas, para <strong>ha</strong>cerle ver que estánpreparados para todo, él acaba bruscamen<strong>te</strong> las confidenciasde esa noche diciendo: “Basta ya” (Lc. 22, 38. 51); expresiónque repetirá en el huerto, después de que Pedro <strong>ha</strong>ya usado laespada. Es <strong>te</strong>rrible que el evangelio de Lucas, que coloca a losdiscípulos a una luz más favorable, ponga en labios de Jesús esaexpresión como índice de que para Jesús, an<strong>te</strong> la cerrazón de lossuyos, no <strong>te</strong>nía sentido seguir <strong>ha</strong>blando. Ese es el modo comoconcluye lo que él <strong>ha</strong>bía querido que fuera su <strong>te</strong>stamento an<strong>te</strong>sde su pasión.Como se ve, todo esto trasluce un desencuentro <strong>te</strong>naz, que <strong>ha</strong>cever la soledad crecien<strong>te</strong> de Jesús cuando estaba en medio delos suyos. Y que <strong>ha</strong>ce ver el fracaso de Jesús que, a pesar de superspicacia y su infinita paciencia, no consiguió que se abrierana su propuesta.Pero, complementariamen<strong>te</strong>, esa distancia infranqueable, ponemás al descubierto la prestancia enorme de Jesús, la calidad desu persona y la profundidad de su irradiación y atracción, ya que,76


como hemos insistido, los apóstoles no se van, no pueden niquieren irse. Con Jesús se sien<strong>te</strong>n constan<strong>te</strong>men<strong>te</strong> desubicados,perplejos, “retados”; pero también se sien<strong>te</strong>n acogidos de unamanera absoluta, gratuita y, por tanto, acogidos tal como son.Se sien<strong>te</strong>n llevados a dar lo mejor de sí. Y, sobre todo, sien<strong>te</strong>nque el incomprensible Jesús es una re<strong>fe</strong>rencia indispensablepara sus vidas y sus personas. Saben que no pueden vivir sin lahumanidad que brota de él.Sin que sean capaces de verbalizarlo así, experimentan quecon Jesús viven ya la vida e<strong>te</strong>rna. La viven, aun en medio detodos los desencuentros, porque esa vida trascurre a un nivelinfinitamen<strong>te</strong> más hondo, al nivel que instaura su aceptaciónabsoluta: la <strong>fe</strong> de Jesús en ellos, trasunto de la de Dios. Por esotambién ellos responden con <strong>fe</strong>; no, <strong>fe</strong> en sus palabras, pero sí,en lo absoluto de su persona.Esa <strong>fe</strong> se quebrará cuando al arrestar al maestro, lo dejen solo,en manos de sus enemigos. Pero, ni aun entonces desaparece su<strong>fe</strong>. Por eso, cuando ya <strong>ha</strong>bía pasado todo, cuando su maestroaparecía an<strong>te</strong> todos, y en primer lugar an<strong>te</strong> ellos, como un Mesíasfracasado, ellos, a pesar de su miedo, se vuelven a reunir. Es que,aunque su maestro sea ya un difunto y, por tanto, no puedan<strong>te</strong>ner ya más relaciones con él, ellos, incomprensiblemen<strong>te</strong>, sesiguen considerando los suyos. Más aún, al repasar una y otravez su vida, le van dando la razón a Jesús: imperceptiblemen<strong>te</strong>se van pasando a su perspectiva, van <strong>ha</strong>ciendo caso a su mensaje.Están absolutamen<strong>te</strong> convencidos de que por él <strong>ha</strong>bía pasado elDios de Israel, trayendo la salvación. Pero entonces chocabancon la evidencia de su derrota. Ellos no <strong>ha</strong>bían estado, como las77


mujeres, en el Calvario; ellos no <strong>ha</strong>bían podido abrirse, comoel centurión, a lo que su muer<strong>te</strong> <strong>ha</strong>bía <strong>te</strong>nido de consumación.Para ellos era solo derrota y, como le <strong>ha</strong>bía dicho Pedro a Jesúscuando les anunció su muer<strong>te</strong>, seguían pensando que Dios nopodía permitirlo. Por eso estaban perplejos: seguros de que suvida <strong>ha</strong>bía sido la del enviado definitivo de Dios y absolutamen<strong>te</strong>escandalizados de su muer<strong>te</strong>.Estando pasmados entre ambas evidencias que se anulabanmutuamen<strong>te</strong>, llegó la noticia de las mujeres, que <strong>ha</strong>bían ido alsepulcro y lo <strong>ha</strong>bían encontrado abierto y lo <strong>ha</strong>bían visto vacíoy aseguraban que un ángel les <strong>ha</strong>bía dicho que <strong>ha</strong>bía resucitado.Ellos no es que no creían, como los saduceos, en la resurrecciónde los muertos, sino que no se lo <strong>ha</strong>bían plan<strong>te</strong>ado porque noentraba en su horizon<strong>te</strong>. Era una de las cosas en las que se <strong>ha</strong>bíaestrellado la proclama de Jesús. Ahora, que les era proclamadopor las mujeres, re<strong>fe</strong>rido al crucificado, no sabían qué pensar.No podían decir sí o no porque no podían pensarlo.En esto, el propio Jesús se les dejó ver lleno de la gloria de Dios.Al verlo con sus llagas, al ver que era, sin duda, el crucificado,pero vivo y trasformado, penetrado por la gloria de Dios, sellenaron de alegría. Ya estaba resuelto el impasse: la cruz <strong>ha</strong>bíasido la culminación de la misión y la consumación de la personade Jesús. Dios no lo <strong>ha</strong>bía <strong>salvado</strong> de morir sino de la muer<strong>te</strong>,del seno de la muer<strong>te</strong>, ya que, si lo hubiera <strong>salvado</strong> de morir,no lo <strong>ha</strong>bría <strong>salvado</strong> sino que le <strong>ha</strong>bría dado una tregua, o, si lehubiera arrebatado del mundo a su seno, lo <strong>ha</strong>bría <strong>salvado</strong> de losseres humanos, de ellos, y ni Jesús, ni su padre, querían a Jesússolo, sino como primogénito de los hermanos. La resurrección78


era la última palabra de Dios sobre Jesús y sobre su misión: enél, el primogénito, toda la humanidad y toda la creación estabanya en la comunidad divina; en Jesús <strong>ha</strong>bía comenzado el reino deDios que acabaría cuando, vencida ya la muer<strong>te</strong>, Jesús entregueel reino al Padre y Dios sea todo en todos.Las apariciones fueron encuentros de <strong>fe</strong>. Jesús, recreado porDios en su seno, con su misma gloria, con su mismo peso, consu misma densidad de ser, no puede ser visto por ojos mortalescon una relación de sujeto a objeto; primero, porque Jesús no esya un ser de es<strong>te</strong> mundo y no está, por tanto, en el horizon<strong>te</strong> delo visible, y, segundo, porque quien fuera capaz de verlo desde símismo <strong>te</strong>ndría que <strong>te</strong>ner su mismo grado de ser. Por eso Jesússe les dejó ver, es decir, los capacitó para que lo vieran. La <strong>fe</strong>de Jesús en ellos, esa relación gratuita que <strong>ha</strong>bía <strong>te</strong>nido siemprecon ellos, ahora, en su nuevo estadio de humanidad gloriosa,capacitó a los discípulos para que se abrieran a él y él se lesmostrara a su <strong>fe</strong>.Como se ve, <strong>ha</strong>blar de un encuentro de <strong>fe</strong> no es <strong>ha</strong>blar de algomeramen<strong>te</strong> in<strong>te</strong>rno, en el sentido de que sucede solo dentrodel propio individuo; es, por el contrario, re<strong>fe</strong>rirse a la relaciónpropiamen<strong>te</strong> in<strong>te</strong>rpersonal, ya que la relación de <strong>fe</strong> es la relaciónestrictamen<strong>te</strong> in<strong>te</strong>rpersonal: relacionarse desde la autorrevelacióndel otro. Entre seres de es<strong>te</strong> mundo, que <strong>ha</strong>bitamos en el mismohorizon<strong>te</strong>, coexis<strong>te</strong>n la relación de sujeto a objeto y la relaciónde persona a persona, y la pregunta es cuál prevalece. En el casode las apariciones de Jesús resucitado, ya no se da la primeraposibilidad, porque Jesús está en Dios y no es ya un ser de es<strong>te</strong>mundo; por eso, solo cabe con él la relación de <strong>fe</strong>.79


Para el <strong>te</strong>ma que nos ocupa, <strong>ha</strong>y que <strong>te</strong>ner en cuenta que lasapariciones no son algo secundario respecto de la resurrección:un modo de informar de ella a sus amigos. Por el contrario, ellasforman par<strong>te</strong> de la resurrección. En e<strong>fe</strong>cto, la muer<strong>te</strong> de Jesúses, como vimos, la consumación de su relación de <strong>fe</strong>, tanto consu Padre como con nosotros. Como nos lleva en su corazón yno quiere ser <strong>salvado</strong> de nosotros, su Padre no puede arrebatarlode es<strong>te</strong> mundo y llevárselo a su seno. Como no puede <strong>ha</strong>cernada, Jesús tiene que morir sin ver la actuación <strong>salvado</strong>ra desu Padre, sin signos; tiene que morir remitido, lleno de <strong>fe</strong>, a suactuación después de la muer<strong>te</strong>. Jesús muere, pues, consumandosu <strong>fe</strong> en su Padre y en nosotros. Muere como nuestro hermano.Si su Padre resucita a nuestro hermano, la aparición a los quese <strong>ha</strong>n quedado huérfanos, sin el hermano mayor que era lavida de su vida, es un aspecto esencial de su resurrección. Si notiene ningún hermano, el Padre no <strong>ha</strong> resucitado al hermano.Las apariciones son la constitución definitiva de esa fra<strong>te</strong>rnidaden Cristo. Por eso un aspecto fundamental de ellas es el envíodel espíritu de hijos, que nos constituye en hijos en el Hijoy hermanos en el hermano universal. Así los capacita paraexpandir esa fra<strong>te</strong>rnidad universal.16. Dichosos los que creen sin <strong>ha</strong>ber visto (Jn. 20, 29) 16Tomás no estaba reunido cuando Jesús se apareció a suscompañeros. Ellos le daban <strong>te</strong>stimonio de que lo <strong>ha</strong>bían vistoresucitado, pero él no los creía. Se <strong>ha</strong>bía quedado tan impactadopor la conciencia de que Jesús <strong>ha</strong>bía muerto como crucificado,que les aseguró que no creería <strong>ha</strong>sta que no viera las llagas de16 Ma<strong>te</strong>os-Barreto, oc, 873-882; Léon-Dufour, oc, IV, 199-206, 215; Brown, oc, XIII-XXI, 1363-1370; Barret, oc, 875-876.80


la tortura y no metiera el dedo por el agujero de los clavos y lamano por la hendidura del lanzazo en el costado. A la semanase apareció de nuevo Jesús, les dio la paz y dirigiéndose a Tomásle dijo que hiciera lo que <strong>ha</strong>bía dicho para asegurarse de queDios lo <strong>ha</strong>bía resucitado. Pero él, echándose a sus pies, con<strong>fe</strong>só:“Señor mío y Dios mío. Jesús le dijo: ‘<strong>ha</strong>s creído porque me <strong>ha</strong>svisto. Dichosos los que, sin ver, crean’”.Si, como hemos visto en la vida de Jesús, tanto en sus paisanos,en los je<strong>fe</strong>s, en los mismos discípulos, como en el dignatariorico, cuesta tanto creer en él viendo lo que Jesús decía y <strong>ha</strong>cía¿cómo podremos creer sin verlo?Es posible creer a las personas sin ver, ni conocer aquello delo que tratan. Eso es lo que <strong>ha</strong>cemos normalmen<strong>te</strong>: lo queconocemos por nuestra propia experiencia es muchísimo menosque aquello a lo que damos crédito por lo que nos dice gen<strong>te</strong> queconsideramos <strong>fe</strong><strong>ha</strong>cien<strong>te</strong>. Casi todo lo sabemos de es<strong>te</strong> modo:por la <strong>fe</strong> que damos a otros, a través de libros, de la <strong>te</strong>levisión, dein<strong>te</strong>rnet, de lo que nos cuentan de viva voz. Sin creer a otros nopodríamos vivir. A unos creemos más, a otros menos, a unos lescreemos una cosa, a otros otra, damos más crédito o retiramosnuestra confianza, pero siempre, en un grado variable, creemos.Ahora bien, eso es creer a las personas, pero ¿se puede creeren ellas sin una experiencia íntima a través de la cual se <strong>ha</strong>yacomprobado que son <strong>fe</strong><strong>ha</strong>cien<strong>te</strong>s? ¿Puede creer un hijo en sumamá, sin esa experiencia diaria en la que experimenta su amorconstan<strong>te</strong>? ¿Puede creer un varón en una mujer <strong>ha</strong>sta el punto de<strong>ha</strong>cerla su esposa, sin ese contacto íntimo prolongado? ¿Puedenunas personas llegar a <strong>ha</strong>cerse amigos del alma de manera que81


se entreguen mutuamen<strong>te</strong>, sin experimentar cada uno que laamistad es sólida, que el amigo es confiable?¿Cómo puede decir el Resucitado: dichosos quienes crean sin<strong>ha</strong>ber visto? ¿No es eso creer a ciegas? ¿Es eso humano? ¿Es,siquiera, posible?Creer en el sentido fuer<strong>te</strong> que lo dice Jesús, creer en él comoel enviado último y absoluto de Dios, como nuestro <strong>salvado</strong>r,como la vida de nuestra vida, no es posible solo porque alguiennos <strong>ha</strong>ble de él, aunque nos <strong>ha</strong>ble muy bonito. Y si alguiencree de ese modo es que está encantado y, por tanto, de algúnmodo enajenado, y de esa manera no se puede creer ya que nosería una entrega conscien<strong>te</strong> y libre, sino bajo el influjo de esasugestión, que tiene algo de ilusoria, al menos en el sentido deque no contiene la realidad a la que <strong>ha</strong>ce re<strong>fe</strong>rencia, sino solouna re<strong>fe</strong>rencia fascinan<strong>te</strong>; eso, en el caso de que todo lo que digasobre la persona sea verdad.La re<strong>fe</strong>rencia a Jesús, que nos <strong>ha</strong>ce una persona, puede ser unimpulso para ponernos en contacto con él, pero no sustituyeal contacto. Por ejemplo, cuando Andrés se encontró con suhermano Simón después de <strong>ha</strong>ber estado con Jesús, estaba tancon<strong>te</strong>nto, que dio <strong>te</strong>stimonio de él; pero no pre<strong>te</strong>ndió que seconvenciera por sus palabras. Por eso le añadió: “ven y lo verás”.Pero, si ahora no puede decirse eso porque Jesús no está aquí,si está en el seno del Padre ¿cómo vamos a <strong>te</strong>ner el contactopersonal indispensable para entregarnos en <strong>fe</strong> a él?Para aclararnos del proceso que conduce a la <strong>fe</strong> después de laresurrección y, cuando ya no se dan las apariciones iniciales que82


desataron el proceso, vamos a poner el caso de los apóstolescuando empiezan a proclamar a Jesús en Jerusalén o cuandoPedro y Juan dan <strong>te</strong>stimonio de Jesús an<strong>te</strong> el sanedrín. Mientrasvivía Jesús, todos los <strong>ha</strong>bían visto alrededor de Jesús comocomparsas, pero infatuados por su cercanía a Jesús, creyéndosecon una densidad humana que no <strong>te</strong>nían. Estaban ilusionados,encantados, y, como vimos, Jesús no fue capaz de sacarlosde su engaño, porque esa vida en la intimidad del Mesías, lesresultaba muy emocionan<strong>te</strong>. Pero cuando apresaron a Jesús, seesfumó su prestancia. Pedro, que seguía pensando que la <strong>te</strong>nía,tuvo que sufrir en carne propia la decepción de <strong>ha</strong>berlo negadocuando llegó la hora de la verdad. Así pues, los de Jerusalény, en particular los je<strong>fe</strong>s, sabían de la poca consis<strong>te</strong>ncia de losdiscípulos.Y de pronto los ven <strong>ha</strong>blar con la misma prestancia del maestro.Era un cambio tan cualitativo, los dejó tan admirados, que cuandodijeron que se debía a que <strong>ha</strong>bían visto a Jesús, resucitado porDios, no les pidieron pruebas, porque suficien<strong>te</strong> prueba era unatrasformación tan positiva. Lo mismo sucedió a los sanedritas:cuando los oyeron <strong>ha</strong>blar, se quedaron tan admirados, que loshicieron salir y se pusieron a cavilar qué iban a <strong>ha</strong>cer con esoshombres que eran idiotas, es decir, a<strong>te</strong>nidos a su vida particular,e iletrados, y, sin embargo, les <strong>ha</strong>blaban de “tú a tú”, razonabley <strong>fe</strong><strong>ha</strong>cien<strong>te</strong>men<strong>te</strong>, como si tuviesen incorporado a su maestro.¿Qué significan estas escenas? Que los que se convier<strong>te</strong>n enJerusalén lo <strong>ha</strong>cen, no solo ni principalmen<strong>te</strong> por el <strong>te</strong>stimonioverbal de los apóstoles, sino por percibir en ellos el espíritu desu maestro. Y por la misma razón no los castigan los sanedritas.Ahora bien, pueden percibirlo porque también actúa en ellos.83


Eso significa que el <strong>te</strong>stimonio cristiano solo es <strong>fe</strong><strong>ha</strong>cien<strong>te</strong>cuando lo da alguien con el mismo espíritu de Jesús, con elespíritu de Jesús resucitado, y cuando la persona que escuc<strong>ha</strong> seabre al mismo espíritu.Es cierto que, como <strong>ha</strong>bía dicho Jesús, creemos sin ver; pero no,sin la experiencia de su espíritu. Hay, pues, una discontinuidad:nosotros no vemos al resucitado, mejor dicho, el resucitado nose deja ver; ya no <strong>ha</strong>y apariciones. Eso es lo que quiere destacaresa bienaventuranza que Jesús proclama para nosotros. Pero <strong>ha</strong>ytambién una continuidad de fondo: el espíritu entregado, queforma par<strong>te</strong> de la Pascua, que no es, pues, una consecuencia dela resurrección, sino que forma par<strong>te</strong> de ella. O, si se prefiere, laPascua, que es un acon<strong>te</strong>cimiento unitario, tiene tres lenguajesque enfatizan tres aspectos conectados: la resurrección, quealude a la recreación de Jesús por par<strong>te</strong> del Padre con su mismagloria; la exaltación, que indica la subida para sentarse a sudiestra, es decir, su condición de Señor de cielos y tierra; y elenvío del espíritu para proseguir su misión de <strong>ha</strong>cer de es<strong>te</strong>mundo, que asesina a los enviados de Dios, el mundo fra<strong>te</strong>rnode las hijas e hijos de Dios.Se da, pues, <strong>fe</strong> al <strong>te</strong>stimonio, si el <strong>te</strong>stigo está movido porel mismo espíritu de Jesús y si el que escuc<strong>ha</strong> se abre a lamoción del espíritu. La <strong>fe</strong> en Jesús no se propaga en base aoperativos propagandísticos o a la compulsión de fanáticoso fundamentalistas o entusiastas. De ese modo se provocanadhesiones a un grupo y a su re<strong>fe</strong>ren<strong>te</strong> mítico; pero no <strong>fe</strong>, quees un encuentro de libertades, de libertades liberadas y que, portanto, solo puede acon<strong>te</strong>cer an<strong>te</strong> el <strong>te</strong>stimonio razonable de un<strong>te</strong>stigo vivo de Jesús, es decir, animado por su mismo espíritu,un espíritu, hemos venido insistiendo desde el comienzo, que84


no se impone por su insis<strong>te</strong>ncia mac<strong>ha</strong>cona ni, en el extremoopuesto, por cualidades eximias, sino por su calidad humana,trasciende por su humanidad consumada.Los sacramentos de JesúsHemos asentado que la posibilidad actual de <strong>fe</strong> está ligada a laproclamación de Jesús que llevan a cabo <strong>te</strong>stigos, imbuidos de sumismo espíritu. Esta posibilidad se concreta cuando el que escuc<strong>ha</strong>,escuc<strong>ha</strong> con <strong>fe</strong>, <strong>fe</strong> posibilitada, no silo por el espíritu que impulsa alos <strong>te</strong>stigos sino por secundar los oyen<strong>te</strong>s al movimiento del espíritu,que también alienta en ellos.Esto es lo básico; pero además, complementariamen<strong>te</strong>, exis<strong>te</strong>n hoypresencias simbólicas de Jesús, que demandan nuestra <strong>fe</strong> y a las quepodemos y debemos dar <strong>fe</strong>. Vamos a explicar esta posibilidad abiertapara los que no convivimos con él mientras anduvo en nuestra tierra.Actualmen<strong>te</strong> no vemos a Jesús porque, como dijo el ángel a lasmujeres, “no está aquí”. Vive, resucitado, en la comunidad divina.Pero sí exis<strong>te</strong>n sacramentos de su presencia. Los sacramentos sonpresencia real en la ausencia real: como no está en su persona, estárealmen<strong>te</strong> en el sacramento. En eso consis<strong>te</strong> esa presencia que hemoscalificado de simbólica. Por tanto, además de la presencia del espírituen los <strong>te</strong>stigos, sí nos podemos relacionar en <strong>fe</strong> realmen<strong>te</strong> con él,presen<strong>te</strong> en sus sacramentos.Los sacramentos de Jesús (no <strong>ha</strong>blamos de los de la Iglesia) soncuatro y están orgánicamen<strong>te</strong> imbricados. El primero tiene uncarác<strong>te</strong>r absoluto y a<strong>te</strong>mático, es decir, que es independien<strong>te</strong> de laconciencia que se <strong>te</strong>nga sobre él. Jesús es servido o dejado de servir85


en los pobres. Y de servirlo o no servirlo en ellos depende la suer<strong>te</strong>e<strong>te</strong>rna. Al ser a<strong>te</strong>mático no implica <strong>fe</strong> explícita; aunque la relación deservicio sí tiene que implicar la <strong>fe</strong> en aquellos a quienes se sirve: si,de hecho, se sirve en ellos a Jesucristo, se los tiene que servir comoa personas y no como a clien<strong>te</strong>s en el sentido romano: necesitadosa los que se da para <strong>ha</strong>cerlos dependien<strong>te</strong>s. O sea, que, al ser unsacramento a<strong>te</strong>mático, la <strong>fe</strong>, necesaria en todo caso, se ejerce aquícon los mismos pobres, lo que implica que la a<strong>te</strong>nción <strong>ha</strong> de serpersonalizadora, lo que no equivale a cálida, ya que el tono cálidopuede ser una táctica para en<strong>fe</strong>udar más a fondo, que entraña unaenorme falta de respeto, aunque el implicado no lo no<strong>te</strong> y esté, por elcontrario, entusiasmado, como también puede estarlo, al menos <strong>ha</strong>stacierto punto, el entusiasmador.El segundo sacramento alude a las relaciones que constituyen alpueblo de Dios en cuerpo de Cristo: él está en medio de los discípulosmisioneros; no en medio como un lugar, ya hemos dicho que no estáaquí, sino en lo que los media. Está entre los convocados, enviados.Así pues, si entre ellos no <strong>ha</strong>y relaciones constituyen<strong>te</strong>s porque estánen el mismo lugar, pero cada quien anda buscando lo suyo, no se <strong>ha</strong>cepresen<strong>te</strong> Jesús, ya que son las relaciones las que lo <strong>ha</strong>cen presen<strong>te</strong>.Pero no cualquier relación: solo las que construyen la fra<strong>te</strong>rnidad delas hijas e hijos de Dios. Por eso quedan excluidas las relaciones nomutuas, las relaciones verticales, las fundamentalistas, ya que en todasellas el vínculo no es la fra<strong>te</strong>rnidad; como también las corporativas,porque la fra<strong>te</strong>rnidad es de carne y sangre, ya que es cerrada, no, la delas hijas e hijos de Dios.En es<strong>te</strong> segundo sacramento también entran todas las relacionessocietales que contribuyen a <strong>ha</strong>cer de es<strong>te</strong> mundo, el mundo fra<strong>te</strong>rnode las hijas e hijos de Dios porque también son ellas relaciones enel nombre de Jesús, que no se restringe a su nombre propio, sino86


a la causa del reinado (que es la acogida de Dios, que en Jesús seacerca como padre de todos y nos <strong>ha</strong>ce a todos sus hijos y, por tanto,hermanos entre nosotros) como único camino <strong>ha</strong>cia el reino.En es<strong>te</strong> sacramento la <strong>fe</strong> en Jesús se ejercita como <strong>fe</strong> en los demásdesde el espíritu de Jesús. Si uno quiere salirse con la suya o solobusca lo que le in<strong>te</strong>resa, no <strong>ha</strong>ce presen<strong>te</strong> a Jesús en las relaciones conlos hermanos.El <strong>te</strong>rcer sacramento es la presencia real de Jesús como maestro,cuando los discípulos abiertos a los pobres y convocados comocondiscípulos fra<strong>te</strong>rnos, escuc<strong>ha</strong>n la palabra, sobre todo, losevangelios, como discípulos, más aún, como condiscípulos, es decir,no tratando de que los evangelios convaliden sus propias <strong>te</strong>sis yopciones vitales, sino abriéndose a lo que nos quiera decir el maestroen ellos, para dirigir por ellos la vida. Es lo que hemos tratado de <strong>ha</strong>cera lo largo de esta presentación, que, por eso, está abierta a lo que senos pueda argüir que es cosec<strong>ha</strong> propia y no escuc<strong>ha</strong> obedien<strong>te</strong> a lapalabra que es el señor Jesús.Es<strong>te</strong> sacramento es el <strong>te</strong>soro escondido de muc<strong>ha</strong>s comunidadescristianas populares, en nuestra América, en las que nunca faltagen<strong>te</strong> no popular solidaria con ellos, y también de las comunidadescristianas de solidarios.Ahora bien, la perspectiva discipular exige un método: como losevangelios son de otra época y de otra cultura, es preciso gastar nopoco tiempo en trasladarse a ellos para ver qué quieren decir. Nose puede comenzar por qué me dicen a mí, qué me <strong>ha</strong> llamado laa<strong>te</strong>nción. Con es<strong>te</strong> método uno se dice a sí mismo lo que quiere oírcon el espejo de la lectura. Hay que <strong>ha</strong>cer el esfuerzo, en el que insis<strong>te</strong>Ignacio en sus Ejercicios espirituales, de <strong>ha</strong>cerse presen<strong>te</strong> a la escena y87


para lograrlo no se puede proyectar sobre ella nuestro horizon<strong>te</strong>,nuestra mentalidad, nuestras valoraciones. Hay que <strong>ha</strong>cerse cargo delo que sucedía en aquel tiempo y en aquel lugar. En eso consis<strong>te</strong> la<strong>fe</strong>: en abrirse, en escuc<strong>ha</strong>r, en no querer proyectarnos sino en darlugar. Esa es la actitud de <strong>fe</strong>, la actitud discipular, imprescindible paracon<strong>te</strong>mplar los evangelios y toda la Biblia, que, para nosotros, <strong>ha</strong> deser con<strong>te</strong>mplada desde ellos.El cuarto sacramento es la culminación de los otros tres, pero lo esporque los contiene; en caso contrario, ni siquiera es sacramento.Es la cena del señor: Jesús se <strong>ha</strong>ce realmen<strong>te</strong> presen<strong>te</strong> en el pan yen el vino cuando la comunidad que se lleva mutuamen<strong>te</strong> y estáestructuralmen<strong>te</strong> abierta a los pobres y <strong>ha</strong> escuc<strong>ha</strong>do discipularmen<strong>te</strong>la palabra, acepta alimentarse del cuerpo del Señor (de su persona) yde su sangre (de su vida), para que, viviendo de ella, <strong>ha</strong>ga lo mismo,es decir, para que sea capaz y quiera <strong>ha</strong>cer lo mismo que el Señor: dara otros esa vida y esa persona que <strong>ha</strong> recibido, como único modo depermanecer en él.Como decimos después de <strong>ha</strong>cer memoria de él, después de repetirsu invitación: “és<strong>te</strong> es el sacramento de nuestra <strong>fe</strong>”. Dar <strong>fe</strong> es aceptarque, viviendo del Señor, que se nos entrega realmen<strong>te</strong>, vamos a sercapaces de <strong>ha</strong>cer lo mismo: proseguir su historia <strong>ha</strong>sta que venga.Con esto creemos <strong>ha</strong>ber presentado el panorama de lo que significala <strong>fe</strong> en Jesús de Nazaret, según los santos evangelios, que, como diceel Concilio, son la fuen<strong>te</strong> de la proclamación y de la vida cristiana:“es menes<strong>te</strong>r que toda la predicación eclesiástica, así como la religióncristiana misma, se nutra y rija por la Sagrada Escritura” (Dei Verbum21). Nuestro mayor deseo es que la presentación <strong>ha</strong>ya con<strong>te</strong>nido algodel mismo espíritu del propio Jesús, con el que se escribieron.88


Dr. Pedro Trigo, S. J.Biografía* 1Sacerdo<strong>te</strong> jesuita de origen español,nacionalizado venezolano. Es licenciadoen Filosofía por la <strong>Universidad</strong> Católicade Quito, Ecuador (1966) y doctor enTeología (1980).Desde 1974 per<strong>te</strong>nece al Centro Gumilla (Centro de Investigacióny Acción Social de la Compañía de Jesús en Venezuela, fundadoen 1969), donde <strong>ha</strong> sido director en varias ocasiones y miembrodel consejo de redacción de la revista SIC. De 2000 a 2005,participó como experto en el Concilio Plenario Venezolano,que se celebró en Caracas, Venezuela. Actualmen<strong>te</strong> es pro<strong>fe</strong>sorde Teología y Filosofía latinoamericana en Caracas, Venezuela,animador de grupos cristianos populares, residiendo en unazona popular, entregado a la vida consagrada en Venezuela.Ingresa a la Compañía de Jesús donde vio la opción de extraerde los Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola, la “opcióncristiana y opción obrera”.A los 17 años se encuentra en Venezuela, donde, con sus propiaspalabras: “se me presentó en verdad como el nuevo mundo.”Un mundo en el que pudo “apreciar la vitalidad creativa delos barrios en formación” de Venezuela. En 1980, elabora su<strong>te</strong>sis doctoral acerca de la institución eclesiástica en la novelalatinoamericana. Además de constatar que: “más importan<strong>te</strong>que saber si Dios exis<strong>te</strong> es preguntarnos por nuestra idea de él”.* Fuen<strong>te</strong> de fotografía: http://www.djibnet.com/photo/pedro+trigo/pedro-trigosj-2332151292.html89


Pos<strong>te</strong>riormen<strong>te</strong> se desplaza a Quito, Ecuador, donde estudiafilosofía: “oraba in<strong>te</strong>nsamen<strong>te</strong> pidiendo no desviarme dela verdad.” Es así como leyendo a Karl Rahner, S. J. vio laposibilidad de “pensar el cristianismo” y ser fiel en el Siglo XX.De 1964 a 1966 tuvo un encuentro decisivo con Mons. LeonidasProaño, sintiéndose desde entonces comprometido con el tipode Iglesia y de pastoral que él representó: dos realidades en lasque se <strong>te</strong>nía al indígena como sujeto.Desde esta experiencia es su encuentro con el Concilio VaticanoII: “Captábamos que la hojarasca acumulada con los siglosopacaba lo radicalmen<strong>te</strong> evangélico y que <strong>ha</strong>bía que botar a labasura casi todo lo que <strong>ha</strong>bía para que reluciera lo de Jesús.” Odicho de otra forma, cayó en la cuenta de <strong>ha</strong>ber vivido en uncristianismo construido por los an<strong>te</strong>pasados y que ahora se lespedía creatividad; cristianismo, es vivir y experimentar según elEspíritu Santo. Y esto pedía pasar de la “antigua espiritualidad”a que: “Si Dios era nuestro padre, relacionarnos con él eraquererle y <strong>te</strong>nerle confianza, en definitiva, descansar en él.”Experiencia espiritual que no generaba angustia, ni inhibía, sinoque llevaba a asumirla con responsabilidad para la misión.Lo que no se captó en ese momento era la “densidad de loestructural, lo institucional de lo societario”, junto con elchoque del desarrollo in<strong>te</strong>gral con el precio de la justiciaestructural, siendo rec<strong>ha</strong>zada esta última, junto a dichos cambiosestructurales.En el Centro Gumilla se <strong>ha</strong> carac<strong>te</strong>rizado por <strong>ha</strong>cer un trabajoin<strong>te</strong>rdisciplinar del que<strong>ha</strong>cer <strong>te</strong>ológico, y la proyección delmismo en encuentros, con<strong>fe</strong>rencias, artículos, propuestas,90


observaciones críticas y proyectos. Es así como lo histórico,antropológico, económico, social y religioso se relacionan conel con<strong>te</strong>nido de lo político.En 1972 tuvo lugar el encuentro en El Escorial, para los agen<strong>te</strong>sque compartían opciones fundamentales en América Latina. Yen 1973 trabajó con Gustavo Gutiérrez, en Lima, Perú.Para el presen<strong>te</strong> Siglo XXI, el padre Trigo nos insis<strong>te</strong> en quese debe recuperar a Dios y, el carác<strong>te</strong>r científico de la <strong>te</strong>ologíadebe en<strong>te</strong>nderse dentro de esta dimensión religiosa. Es<strong>te</strong> trabajosupone parresía.Es autor de más de cincuenta libros y artículos de <strong>te</strong>ología,<strong>ha</strong>biendo desarrollado una in<strong>te</strong>nsa actividad como articulistasobre <strong>te</strong>mas como <strong>te</strong>ología latinoamericana, cristología, filosofíay li<strong>te</strong>ratura hispana, que permanen<strong>te</strong>men<strong>te</strong> se difunden en revistasespecializadas in<strong>te</strong>rnacionales. De manera continua lleva supalabra autorizada a los escenarios académicos más prestigiososde Europa y Latinoamérica en calidad de con<strong>fe</strong>rencista invitado,exponiendo <strong>te</strong>mas sobre Teología de la Liberación. Es uno delos <strong>te</strong>ólogos latinoamericanos más reconocidos de la actualidad.Entre sus publicaciones cabe destacar: Narrativa de un continen<strong>te</strong>en transformación (1976); Arguedas: mito, historia y religión (1982);Cristianismo e historia en la novela mexicana (1987); Creación e historiaen el proceso de liberación (1988); Salmos de vida y fidelidad (1998);Pueblo e Iglesia en la novela Hijo de Hombre (1989); Salmos del evangelio(1994); Consagrados al Dios de la vida (1995); Una constituyen<strong>te</strong> paranuestra Iglesia (2000); La cultura del barrio (Caracas, UCAB-Gumilla,2004); Dar y ganar la vida (Bilbao, Mensajero, 2005); ¿Ha muerto la91


Teología de la Liberación? (Bogotá, PUJ, 2005 y Bilbao, Mensajeros,2006); El cristianismo como comunidad y las comunidades cristianas(Miami, Convivium Press, 2008). Sus últimas participaciones enobras colectivas, Pedro Casaldáliga / Homenaje de amigos (NuevaUtopía, Madrid, 2008, p. 153-185); Programa de formación política yciudadana (CPAL, Río de Janeiro, 2009, p. 183-198).92


Esta publicación fue impresa en los talleres gráficosde Magna Terra editores, en el mes de enero de 2013.La edición consta de 350 ejemplares enpapel bond antique 80 gramos.

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