cielo, de la curación? Así parece de buenas a primeras; pero,si seguimos <strong>ha</strong>ciéndonos cargo de la situación de la mujer,<strong>te</strong>ndremos que convenir que, si Jesús no hubiera provocado esacon<strong>fe</strong>sión, cuando ella empiece a ir a la sinagoga y a salir de suenclaustramiento y mezclarse con todos y ellos le pregun<strong>te</strong>n porqué ese cambio, qué le <strong>ha</strong>bía pasado, ella ¿va a “ec<strong>ha</strong>r el cuento”a cada uno? Y además ¿le van a creer? ¿No quedaría la sospec<strong>ha</strong>de si aún subsis<strong>te</strong> el mal? Jesús, conscien<strong>te</strong> de esa dificultad, loque hizo, al provocar la con<strong>fe</strong>sión, es que la gen<strong>te</strong> se en<strong>te</strong>re deun mal ya pasado, superado por la fuerza de Dios. Jesús, siempretan a<strong>te</strong>nto a lo concreto.Pero hizo mucho más: quiso que la mujer apareciera no solocomo sanada por él sino como coautora de su trasformaciónpersonal. Por eso la despidió diciendo: “tu <strong>fe</strong> <strong>te</strong> <strong>ha</strong> <strong>salvado</strong>: ve<strong>te</strong>en paz”. Para la mujer, toda llena de agradecimiento a Dios y aJesús, oír que era su <strong>fe</strong> la que la <strong>ha</strong>bía <strong>salvado</strong>; que no era solodestinataria de esa bendición de Dios sino también coautora, eratan excesivo, que le daba más alegría que la propia curación. Yera cierto: Jesús <strong>ha</strong>bía estimulado esa <strong>fe</strong>; pero era ella la que <strong>ha</strong>bíarespondido personalmen<strong>te</strong> a la incitación a la <strong>fe</strong> esperanzadaque provenía de la persona de Jesús. La <strong>fe</strong> como un encuentroprogresivo, como un proceso personalizador, que inicia Jesús yque, si es secundado por la persona, lleva a una trasformacióntotal. Ésa es la enseñanza de la escena.Lo que hizo Jesús fue presentarla en sociedad como bendecidapor Dios y como una mujer que se <strong>ha</strong> abierto personalmen<strong>te</strong>para que esa bendición <strong>fe</strong>cunde su vida. Por eso, cuando Jesússiguió con Jairo <strong>ha</strong>cia su casa, todos la <strong>fe</strong>licitarían y propagaríanla noticia. Ya ella no solo estaba curada, sino rein<strong>te</strong>grada a lasociedad con honra y parabienes de todos.21
5. La <strong>fe</strong> del centurión en Jesús como dispensadorplenipo<strong>te</strong>nciario del poder benéfico de Dios (Lc. 7, 1-10) 5El centurión romano de Cafarnaúm, obviamen<strong>te</strong> pagano,<strong>te</strong>niendo un criado muy en<strong>fe</strong>rmo y sabiendo la presencia de Jesúsen la ciudad, le envía una embajada para instarle a que lo cure. Alser informado de que Jesús se dirige <strong>ha</strong>cia su casa, le encarga decirque no entre para que no se contamine; porque, además, cree queno <strong>ha</strong>ce falta su presencia para que cure a su criado, porque siél, aunque es subordinado, manda a los que tiene bajo su mandoy le obedecen, cuánto más podrá mandar Jesús a la fiebre quesalga del criado. Jesús se admira de su <strong>fe</strong>, que él <strong>ha</strong> suscitado.Analicemos la escena.Es cierto que los romanos <strong>ha</strong>bían conquistado la tierra prometidadesbancando a las legítimas autoridades, que man<strong>te</strong>nían fuerzasde ocupación para asegurar el control y que cobraban pesadostributos. Tenían la política de apoyarse en las éli<strong>te</strong>s locales parain<strong>te</strong>rnalizar el control y, en general, man<strong>te</strong>nían el orden de cosaspactado: el Derecho Romano. Pero eran durísimos a la hora dereprimir cualquier alboroto que supusiera poner en entredichosu dominio. Por eso, las fuerzas de ocupación eran vistas comolo que eran. Sobre todo, los nacionalistas religiosos las miraríancon odio.Sin embargo, las ca<strong>te</strong>gorías sociales no de<strong>te</strong>rminan a las personasy, por eso, en concreto, podía <strong>ha</strong>ber ocupan<strong>te</strong>s romanos que no seportaran como tales, sino humanamen<strong>te</strong> e, incluso, con simpatía<strong>ha</strong>cia lo específico de ese pueblo, en ese caso, su religión. La5 Fitzmyer, oc, 627-639; Bovon, oc, 469-501; Bonnard, oc, 179-181; Luz, Evangelio segúnsan Ma<strong>te</strong>o II. Sígueme, Salamanca, 2001, 31-38; Grilli-Langner, oc, 203-208; Pagola, oc,Lucas, 117-124.22
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