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Edición 22 de Abril de 2016

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Diario Co Latino<br />

18<br />

REALIDAD NACIONAL<br />

El “vacío <strong>de</strong> autoridad”<br />

en la transición <strong>de</strong> postguerra (II)<br />

Viernes <strong>22</strong> <strong>de</strong> abril <strong>de</strong> <strong>2016</strong><br />

Luis Armando González<br />

E<br />

n lo que se refiere a la autoridad pública,<br />

la misma se había venido erosionando<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> los años setenta. La represión era<br />

brutal, ciertamente. Pero no sólo era ilegítima,<br />

sino ilegal en muchos sentidos. A su vez, era<br />

una autoridad incapaz <strong>de</strong> contener los <strong>de</strong>sbor<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> unas organizaciones populares, lo<br />

mismo que <strong>de</strong> unas organizaciones político-militares,<br />

cada vez más <strong>de</strong>safiantes y dispuestas<br />

a resistir la violencia estatal y paraestatal. En<br />

los años ochenta, se agudizó la pérdida <strong>de</strong><br />

legitimidad <strong>de</strong> la autoridad pública, al igual<br />

que su incapacidad para ejercerse no sólo en<br />

las zonas bajo control guerrillero, sino en el<br />

submundo <strong>de</strong>l crimen y la violencia que cobró<br />

vida en espacios urbanos (no necesariamente<br />

abatidos por la pobreza y la exclusión) <strong>de</strong> las<br />

principales ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l país, especialmente<br />

en San Salvador.<br />

Este submundo se fue afianzando a medida<br />

que la guerra civil se <strong>de</strong>sarrollaba. El Estado<br />

no sólo no le prestaba atención, sino que,<br />

en algunas <strong>de</strong> sus expresiones, lo toleraba<br />

y alentaba, como fue al caso <strong>de</strong>l comercio y<br />

consumo <strong>de</strong> drogas y alcohol, el tráfico <strong>de</strong> armas<br />

y el contrabando <strong>de</strong> vehículos. Individuos<br />

y grupos <strong>de</strong> distinta proce<strong>de</strong>ncia social –no<br />

faltaban quienes provenían <strong>de</strong> la clase media,<br />

aunque los sectores marginales urbanos eran<br />

los predominantes— comenzaron a realizar<br />

su vida en ese submundo <strong>de</strong>l crimen y <strong>de</strong> las<br />

prácticas violentas.<br />

Sólo como ilustración, en los años ochenta<br />

surgieron en distintos puntos <strong>de</strong> la capital<br />

bares, restaurantes y discotecas en los cuales<br />

lo normal no sólo era el consumo sin límites<br />

<strong>de</strong> alcohol y drogas, sino las peleas que en<br />

muchos casos incluían armas <strong>de</strong> fuego. También<br />

proliferaron los servicios <strong>de</strong> prostitución<br />

que se anunciaban en los periódicos más<br />

gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l país.<br />

Con el fin <strong>de</strong> la guerra civil, una <strong>de</strong> las principales<br />

apuestas para la construcción <strong>de</strong> un<br />

or<strong>de</strong>namiento <strong>de</strong>mocrático era la <strong>de</strong>sarticulación<br />

<strong>de</strong>l entramado represivo y autoritario<br />

que tanto dolor y muerte había causado<br />

entre la población civil prácticamente <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

1932. Dada la historia <strong>de</strong>l país, tenía pleno<br />

sentido el propósito <strong>de</strong> los Acuerdos <strong>de</strong> Paz:<br />

la construcción <strong>de</strong> un or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>mocrático pasaba<br />

por la superación <strong>de</strong>l autoritarismo. Y<br />

es que, en efecto, uno <strong>de</strong> los opuestos <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>mocracia es el autoritarismo; por tanto, si<br />

se quiere aquélla, hay que impedir que éste<br />

pueda recuperar cualquier terreno en la esfera<br />

política y cultural.<br />

El gran <strong>de</strong>safío eran superar la “autoridad autoritaria”,<br />

reemplazándola por una “autoridad<br />

<strong>de</strong>mocrática”. Dadas las dinámicas históricas<br />

<strong>de</strong>l país en materia <strong>de</strong> vio (Ver, entre otras investigaciones<br />

relevantes el estudio <strong>de</strong> Patricia<br />

Alvarenga. Cultura y ética <strong>de</strong> la violencia. El<br />

Salvador 1880-1932) y dadas las dinámicas <strong>de</strong><br />

la sociedad salvadoreña que emergía en la postguerra,<br />

el carácter <strong>de</strong> la autoridad <strong>de</strong>mocrática no<br />

tenía que ser en<strong>de</strong>ble; es <strong>de</strong>cir, lo <strong>de</strong>mocrático<br />

no tenía que <strong>de</strong>bilitar la dimensión <strong>de</strong> autoridad<br />

que se requería en el contexto particular <strong>de</strong> El<br />

Salvador en la postguerra. Dicho <strong>de</strong> otro modo,<br />

autoridad <strong>de</strong>mocrática no <strong>de</strong>bía significar ausencia<br />

<strong>de</strong> autoridad o autoridad disminuida en<br />

su capacidad <strong>de</strong> mantener el or<strong>de</strong>n social y <strong>de</strong><br />

contener los <strong>de</strong>sbor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> individuos y grupos<br />

cada vez menos dispuestos a autoncontrolarse<br />

y autolimitarse.<br />

Es válido preguntarse por cuáles son las diferencias<br />

existentes entre autoridad autoritaria y<br />

autoridad <strong>de</strong>mocrática. Pues bien, a simple vista<br />

se pue<strong>de</strong> creer que la principal diferencia estriba<br />

en que la primera contiene un componente <strong>de</strong><br />

fuerza (represivo, coercitivo) mientras que la<br />

segunda no lo posee. Sin embargo, cualquier<br />

tipo <strong>de</strong> autoridad <strong>de</strong>scansa en un componente<br />

<strong>de</strong> fuerza. Más bien, lo propio <strong>de</strong> una autoridad<br />

autoritaria es, en primer lugar, la discrecionalidad<br />

(arbitrariedad) no sólo en el uso <strong>de</strong> la fuerza, sino<br />

también <strong>de</strong> las leyes; en segundo lugar, la ausencia<br />

<strong>de</strong> límites y controles <strong>de</strong>l ejercicio <strong>de</strong> la fuerza<br />

y <strong>de</strong> la legalidad, emanadas <strong>de</strong> quienes controlan<br />

el po<strong>de</strong>r político; y en tercer lugar, <strong>de</strong>rivado <strong>de</strong><br />

ello, la falta <strong>de</strong> legitimidad <strong>de</strong> esa autoridad, a la<br />

luz <strong>de</strong> criterios <strong>de</strong> un Estado <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho. Y esos<br />

tres requisitos son los propios <strong>de</strong> una autoridad<br />

<strong>de</strong>mocrática: no es discrecional ni arbitraria, está<br />

sometida a controles institucionales y constitucionales,<br />

y en ese sentido es legítima. Ninguno <strong>de</strong><br />

esos tres requisitos supone que sea débil, laxa<br />

o impotente como autoridad o que lo sea en su<br />

dimensión coercitiva.<br />

De algún modo, en nuestro país, el poner el<br />

énfasis en la dimensión <strong>de</strong>mocrática, significó<br />

<strong>de</strong>bilitar la dimensión <strong>de</strong> autoridad, dando pie un<br />

“vacío <strong>de</strong> autoridad” que abrió espacios favorables<br />

para la proliferación <strong>de</strong> actitu<strong>de</strong>s y comportamientos<br />

que, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> afectar la convivencia social,<br />

estaban reñidos con las leyes vigentes en el país.<br />

El tiempo fue transcurriendo y, en esa medida,<br />

esas actitu<strong>de</strong>s y comportamientos se hicieron algo<br />

normal, siendo lo anormal exigir su erradicación<br />

(o comportarse <strong>de</strong> una manera distinta).<br />

El lema que dice que las “leyes están hechas para<br />

violarlas” se volvió un enunciado no sólo <strong>de</strong> grupos<br />

criminales que florecieron al amparo <strong>de</strong> ese vacío<br />

<strong>de</strong> autoridad (<strong>de</strong>mocrática), sino <strong>de</strong> ciudadanos<br />

aparentemente <strong>de</strong>centes que cotidianamente<br />

vieron cómo violar las leyes y abusar <strong>de</strong> los<br />

<strong>de</strong>más era lo que se esperaba <strong>de</strong> cada cual,<br />

en una país en don<strong>de</strong> la autoridad brillaba<br />

por ausencia. Eso es precisamente lo que<br />

sucedió en ámbito <strong>de</strong>l transporte público:<br />

empresarios, motoristas y cobradores convirtieron<br />

las calles y avenidas en coto exclusivo<br />

para sus abusos, violencia, violación <strong>de</strong> las<br />

leyes y negocios ilícitos. Para este sector,<br />

su violencia, <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, abusos y negocios<br />

se volvieron un “<strong>de</strong>recho”. Un <strong>de</strong>recho que<br />

se hizo realidad al amparo <strong>de</strong> una autoridad<br />

(institucionalidad) débil, tolerante y cómplice.<br />

En fin, los libros podrán <strong>de</strong>cir lo que quieran<br />

acerca <strong>de</strong> las posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> que una<br />

nación que sale <strong>de</strong> una guerra civil (y con<br />

antece<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> una fuerte cultura <strong>de</strong> la violencia),<br />

con una autoridad estatal disminuida<br />

o <strong>de</strong>bilitada en su capacidad <strong>de</strong> mantener<br />

el or<strong>de</strong>n y asegurar que los ciudadanos y<br />

ciudadanas respeten las leyes, pueda transitar<br />

or<strong>de</strong>nadamente hacia una convivencia<br />

pacífica (y hacia un Estado <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho). Es<br />

probable que haya por ahí alguna nación<br />

ejemplar que sí lo ha logrado.<br />

Pero, en el caso <strong>de</strong> El Salvador, el experimento<br />

no arroja un saldo positivo, tras 24<br />

años <strong>de</strong> haber terminado la guerra con unos<br />

Acuerdos <strong>de</strong> Paz. Ha llegado el momento<br />

<strong>de</strong> plantearnos el <strong>de</strong>safío <strong>de</strong> dar vida a una<br />

autoridad <strong>de</strong>mocrática plena, es <strong>de</strong>cir, una<br />

autoridad que sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>mocrática<br />

(y acor<strong>de</strong>, en ese sentido, con el respeto<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos humanos) no <strong>de</strong>je <strong>de</strong> ser<br />

autoridad: una autoridad robusta, eficaz y<br />

eficiente. Una autoridad capaz <strong>de</strong> asegurar<br />

una convivencia social en paz y respetuosa<br />

no sólo <strong>de</strong> las leyes, sino <strong>de</strong> la vida humana.<br />

“Con el fin <strong>de</strong> la guerra civil,<br />

una <strong>de</strong> las principales apuestas<br />

para la construcción <strong>de</strong><br />

un or<strong>de</strong>namiento <strong>de</strong>mocrático era<br />

la <strong>de</strong>sarticulación <strong>de</strong>l entramado<br />

represivo y<br />

autoritario que tanto dolor y muerte<br />

había causado<br />

entre la población civil<br />

prácticamente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1932”

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