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Edición No 16

El arte es siempre el arte de lo absurdo, pues en lo inconsciente y tenebroso de lo humano es donde se expresan los elementos artísticos como símbolos de valor onírico...

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LA VISITA DE OSMAN<br />

Mi padre vino a visitarnos hoy. La última vez que lo vi fue el día que terminé el<br />

Bachillerato. Él no estaba invitado a la graduación y no sé si vio la ceremonia, pero a la salida,<br />

cuando mi madre me dejó para ir a saludar a mis profesores, se me acercó y me dijo que<br />

estaba orgulloso de mí. <strong>No</strong> volví a tener noticias de él en los años siguientes, aunque recuerdo la<br />

impresión de que quien había ido a verme: era apenas un amigo de la familia. Hoy pensé lo<br />

mismo cuando se sentó a la mesa. Mi madre lo vio estacionar desde la ventana. Venía en un Dacia<br />

1310, diferente al Renault 12 de toda la vida. “Un progreso, al menos” dijo mi madre. A pesar de<br />

que tres días antes la había llamado anunciando su visita a mediodía, lo que era una manera de<br />

decir que esperaba que almorzáramos juntos, mi madre apenas preparó café, compró queso en la<br />

tienda y uno de esos ponqués ramo que vienen precortados en seis piezas, y puso sobre la mesa<br />

una fuente con frutas que nadie tocó. Mi padre no nos miró mientras se explicaba. Dijo que a lo<br />

mejor tenía un cáncer, aunque no podía estar seguro hasta no tener los resultados de los exámenes.<br />

“De la biopsia. Lo que me hicieron fue una biopsia” continuó mientras sacaba del<br />

bolsillo de su camisa un paquete de marlboro rojo, le daba un golpe por debajo con la palma<br />

y encendía un cigarrillo.<br />

Mi madre lo había visto hacer el mismo gesto desde siempre. “Si no es cáncer (y aquí<br />

intentó dispersar el humo con la mano) ha de ser otra cosa. Ya no me queda mucho, pero<br />

el tiempo que me queda intentaré ser buen padre con ustedes”<br />

Hasta ahora pienso en lo fácil que le fue utilizar la palabra “Padre” que yo uso<br />

ahora sólo con propósitos narrativos, porque en casa, y desde de que mi madre claudicó en<br />

su idea de que, a pesar de todo le dijéramos papá, le decíamos “Osman” u “Osman Federico”<br />

si acaso había necesidad de ser específico para no confundirlo con los demás osmanes de la<br />

familia, yo entre ellos.<br />

“Esas cosas que deben hacer los padres” repitió Osman “<strong>No</strong> sé si la salud me dé para<br />

visitarlos, pero los llamaré seguido. Es fijo que los llamaré seguido”.<br />

La visita duró casi una hora más en la que Osman nos contó del viaje que haría<br />

a la Costa “los viejos recogemos los pasos” dijo “ustedes lo entenderán algún día” dijo “yo quiero<br />

que, si no pueden verme de otra forma al menos me vean como un amigo” Cuando lo<br />

acompañamos a la puerta, vi que ninguno de los cuatro cafés había sido bebido hasta<br />

el final y que la cuchara con la que debíamos poner el azúcar estaba seca y limpia<br />

al lado de la tacita plástica del Tía que había existido desde, no sé, tiempos inmemoriales.

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