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Revista de Estudiantes de Filosofía Universidad de Los Andes ISSN 2357-3805

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Cuarta Edición<br />

Noviembre 2015<br />

<strong>Revista</strong> <strong>de</strong> <strong>Estudiantes</strong> <strong>de</strong> <strong>Filosofía</strong><br />

<strong>Universidad</strong> <strong>de</strong> <strong>Los</strong> An<strong>de</strong>s<br />

<strong>ISSN</strong>: <strong>2357</strong>-<strong>3805</strong>


L a C i c u t a | 2<br />

<strong>Revista</strong> La Cicuta<br />

Segunda Edición<br />

Noviembre 2015<br />

<strong>Universidad</strong> <strong>de</strong> <strong>Los</strong> An<strong>de</strong>s<br />

Facultad <strong>de</strong> Ciencias Sociales<br />

Departamento <strong>de</strong> <strong>Filosofía</strong><br />

El equipo <strong>de</strong> <strong>Revista</strong> La Cicuta está conformado en<br />

su totalidad por estudiantes <strong>de</strong>l Departamento <strong>de</strong><br />

<strong>Filosofía</strong> <strong>de</strong> la <strong>Universidad</strong> <strong>de</strong> <strong>Los</strong> An<strong>de</strong>s, quienes han<br />

estado trabajando en pro <strong>de</strong> consolidar una herramienta<br />

<strong>de</strong> diálogo e interacción entre estudiantes <strong>de</strong> <strong>Filosofía</strong>,<br />

tanto <strong>de</strong>ntro como fuera <strong>de</strong> nuestra universidad.<br />

La revista es una iniciativa que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus orígenes<br />

respon<strong>de</strong> a un énfasis interdisciplinar, que se refleja<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> su mismo comité editorial. <strong>Estudiantes</strong> que, si bien<br />

están asociados al Departamento, exponen una<br />

pluralidad <strong>de</strong> perspectivas y <strong>de</strong> posiciones con respecto a<br />

la disciplina y a la manera <strong>de</strong> asumir el quehacer<br />

filosófico. Nuestro equipo incursiona en diversas áreas<br />

<strong>de</strong>l conocimiento, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el arte y la literatura hasta las<br />

Ciencias Sociales y Naturales.<br />

Es un proyecto que está diseñado para aprovechar<br />

al máximo su condición <strong>de</strong> revista virtual, por lo cual es<br />

por <strong>de</strong>finición un espacio dinámico, que piensa irse<br />

adaptando a las necesida<strong>de</strong>s y sugerencias <strong>de</strong> sus autores<br />

Dirección:<br />

Maria C. Castro<br />

y lectores.<br />

Comité <strong>de</strong> <strong>Revista</strong> La<br />

Cicuta:<br />

Angélica Cocomá<br />

Manuel Cortés<br />

Lucía Gallón<br />

Anna Garlatti-Venturini<br />

Juan Guevara<br />

Simón Jurado<br />

Germán López<br />

Johan Romero<br />

Camila Sabogal<br />

Alejandro Vesga<br />

Las i<strong>de</strong>as expuestas por los diferentes autores son <strong>de</strong> su<br />

entera responsabilidad; no respon<strong>de</strong>n en ninguna<br />

medida a la postura oficial <strong>de</strong> la <strong>Universidad</strong> <strong>de</strong> <strong>Los</strong><br />

An<strong>de</strong>s, ni <strong>de</strong> <strong>Revista</strong> La Cicuta como organización<br />

estudiantil.


L a C i c u t a | 3<br />

ÍNDICE<br />

EDITORIAL 4<br />

ARTÍCULOS 6<br />

¿QUÉ ES UN PREJUICIO? 7<br />

MARIA CAMILA CASTRO<br />

DIÓGENES DE APOLONIA: UN ECLÉCTICO CON VALOR 23<br />

FELIPE ZÁRATE<br />

PROPEDÉUTICA 38<br />

EL FUROR DIVINO EN LA FILOSOFÍA DE MARSILIO FICINO 39<br />

Marja Alcione Spencer Aguilar<br />

LETRAS 49<br />

CONCILIACIONES 50<br />

Pablo Espinosa Córdoba<br />

JUICIO FINAL 57<br />

DANIEL CASADO GALLEGOS<br />

MOMENTO ANTIERÓTICO 58<br />

CAROLINA GONZÁLEZ VÁSQUEZ


L a C i c u t a | 4<br />

Editorial<br />

Empecé a hacer parte <strong>de</strong>l equipo <strong>de</strong> <strong>Revista</strong> La Cicuta hace cerca <strong>de</strong> año y medio, y<br />

aunque haya poco tiempo y trabajo por montón, sé que también hay un equipo <strong>de</strong> calidad con<br />

el que puedo contar. He tenido la oportunidad <strong>de</strong> trabajar con las personas que se imaginaron<br />

este proyecto y que quedaron tan enganchados que hoy en día, incluso estando en Maestría,<br />

siguen trabajando en él. Estoy segura que todos están <strong>de</strong> acuerdo en que La Cicuta se ha ido<br />

convirtiendo, poco a poco y con mucho esfuerzo, en más <strong>de</strong> lo que se habrían podido<br />

imaginar.<br />

Me alegra po<strong>de</strong>r hablar <strong>de</strong> La Cicuta como una organización <strong>de</strong> estudiantes activa, que<br />

se preocupa no sólo por publicar juiciosamente sus números, sino también por incentivar la<br />

participación <strong>de</strong> los estudiantes en otros espacios, como la Muestra <strong>de</strong> <strong>Estudiantes</strong>, el Blog<br />

que recientemente hemos creado o los <strong>de</strong>bates esporádicos.<br />

A veces pensamos que el tiempo como estudiantes no nos alcanza para más, que todo<br />

se lo tenemos que <strong>de</strong>dicar a leer libros y artículos y luego a hacer trabajos… Pero no creo que<br />

ahí se que<strong>de</strong> la experiencia <strong>de</strong>l estudiante universitario, y mucho menos la <strong>de</strong>l estudiante <strong>de</strong><br />

filosofía. Estoy segura <strong>de</strong> que, aunque esto sea una consecuencia no prevista, he aprendido un<br />

montón <strong>de</strong> filosofía con el parche <strong>de</strong> La Cicuta. Es más, no sólo he aprendido contenido<br />

filosófico: he aprendido a discutir, a veces con sentido y a veces sólo porque sí; he aprendido<br />

a enfrascarme en discusiones, a darle vueltas a las i<strong>de</strong>as para po<strong>de</strong>r respon<strong>de</strong>rle al otro.<br />

Así que me alegra saber que La Cicuta es capaz <strong>de</strong> promover entre sus miembros, entre<br />

sus colaboradores allegados y entre los estudiantes en general un espacio para compartir, para<br />

preguntarle al otro en qué está pensando, por qué lo está pensando y por qué no más bien<br />

piensa esto otro, para interesarse por la discusión <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as. Las i<strong>de</strong>as no se pue<strong>de</strong>n quedar en


L a C i c u t a | 5<br />

las cabezas, ni en los ensayos; la capacidad <strong>de</strong> armar argumentos y <strong>de</strong> refutarlos tampoco.<br />

Ambas cosas están para ponerlas a circular.<br />

Quiero agra<strong>de</strong>cer a todo el equipo <strong>de</strong> La Cicuta su trabajo para sacar esta edición<br />

a<strong>de</strong>lante (y a Juan Val<strong>de</strong>z por suministrar todo el café necesario para las reuniones). Agra<strong>de</strong>zco<br />

especialmente a Catalina González, nuestra directora <strong>de</strong>l Departamento. Igualmente, a<br />

Alejandro Cortés y a Felipe Castañeda por su colaboración. También quiero dar un<br />

agra<strong>de</strong>cimiento especial a los árbitros invitados que nos apoyaron con el proceso <strong>de</strong> selección:<br />

Mathias Vollet Ph.D (Profesor <strong>de</strong> <strong>Filosofía</strong> en la <strong>Universidad</strong> <strong>de</strong> Mainz, Johannes Guttenberg),<br />

Camilo Ríos (Doctorando <strong>de</strong> la <strong>Universidad</strong> <strong>de</strong> Buenos Aires), Carlos Granada (Magíster en<br />

<strong>Filosofía</strong> <strong>de</strong> la <strong>Universidad</strong> <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s), Camilo Martínez (Filósofo y estudiante <strong>de</strong> Maestría<br />

en <strong>Filosofía</strong> <strong>de</strong> la <strong>Universidad</strong> <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s), Santiago Ospina (Filósofo y estudiante <strong>de</strong><br />

Maestría en Literatura <strong>de</strong> la <strong>Universidad</strong> <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s) y Laura Galán (Filósofa <strong>de</strong> la<br />

<strong>Universidad</strong> <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s). Así mismo, a los profesores <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento por seguir<br />

interesados en nuestro proyecto, a Lesly y a Sylvia por tenernos tanta paciencia y a los<br />

ponentes que han aceptado acompañarnos: Manuela Fernán<strong>de</strong>z, Tomas Barrero, Santiago<br />

Amaya, William Jiménez y José Andrés Forero.<br />

Maria Camila Castro<br />

Directora Editorial


L a C i c u t a | 6<br />

Artículos


¿Qué es un prejuicio?<br />

L a C i c u t a | 7<br />

María Camila Castro<br />

Estudiante <strong>de</strong> pregrado en <strong>Filosofía</strong> - <strong>Universidad</strong> <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s<br />

mc.castro10@unian<strong>de</strong>s.edu.co<br />

Abstract:<br />

En su libro Epistemic Injustice (2007) Miranda Fricker se concentra en nuestras<br />

prácticas epistémicas socialmente situadas y analiza nuestras prácticas a la luz <strong>de</strong> las<br />

relaciones <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r que existen entre las categorías sociales. Cuando consi<strong>de</strong>ramos nuestras<br />

prácticas epistémicas en el contexto social po<strong>de</strong>mos preguntarnos por el carácter ético <strong>de</strong><br />

éstas. En esta medida, el concepto principal que Fricker trabaja es el <strong>de</strong> injusticia. Ella<br />

i<strong>de</strong>ntifica un fenómeno social <strong>de</strong>nominado injusticia epistémica en el cual los prejuicios tienen<br />

un rol central. Me concentro en el problema que supone la caracterización epistemológica <strong>de</strong><br />

los prejuicios. La pregunta central es por su estatus epistemológico, en la medida en que<br />

intentemos resolverla podremos avanzar a la dimensión ética. Dependiendo <strong>de</strong>l status que se<br />

<strong>de</strong>termine para los prejuicios, podremos saber si un agente pue<strong>de</strong> o no ser responsable por<br />

éstos y en qué medida estos mismos pue<strong>de</strong>n o no ser modificados para evitar sus<br />

consecuencias perjudiciales. Mi estrategia será interpretar el concepto <strong>de</strong> prejuicio en Fricker<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el concepto <strong>de</strong> aliefs que propone Tamar Gendler y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la interpretación <strong>de</strong> las<br />

creencias disposicionales <strong>de</strong> Eric Schwitzgebel.<br />

Palabras Clave: injusticia epistémica – prejuicios – estatus - creencia disposicional - alief.


L a C i c u t a | 8<br />

La epistemología social es una rama <strong>de</strong> la filosofía que ha intentado corregir el sesgo<br />

individualista <strong>de</strong> la tradición epistemológica al evaluar nuestras actitu<strong>de</strong>s epistémicas a la luz<br />

<strong>de</strong> las interacciones sociales. En esta medida, su propósito es permitirnos una aproximación<br />

más a<strong>de</strong>cuada a nuestras experiencias como agentes <strong>de</strong> conocimiento. Al incluir el factor<br />

social <strong>de</strong>jamos <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> actitu<strong>de</strong>s epistémicas aisladas <strong>de</strong> la interacción social y<br />

empezamos a evaluar <strong>de</strong> qué manera ésta las afecta.<br />

Asimismo, Miranda Fricker en su libro Epistemic Injustice (2007) se concentra en<br />

nuestras prácticas epistémicas socialmente situadas. En él se abordan dichas prácticas a la luz<br />

<strong>de</strong> las relaciones <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r que existen entre las categorías sociales. Es más, cuando<br />

consi<strong>de</strong>ramos nuestras prácticas epistémicas en el contexto social po<strong>de</strong>mos preguntarnos por<br />

el carácter ético <strong>de</strong> éstas. La filosofía se ha concentrado en la caracterización positiva <strong>de</strong><br />

conceptos normativos. Des<strong>de</strong> Aristóteles y Platón hemos estado <strong>de</strong>finiendo conceptos como<br />

justicia como si fueran la norma <strong>de</strong>l actuar humano. Fricker quiere llamar la atención sobre la<br />

parte negativa <strong>de</strong> estos conceptos normativos, es <strong>de</strong>cir, se concentra en la caracterización <strong>de</strong><br />

conceptos como la injusticia. Este giro le parece fundamental porque muchas veces los<br />

conceptos que <strong>de</strong>scriben nuestros intercambios epistémicos no son los conceptos normativos<br />

positivos, la mayoría <strong>de</strong>l tiempo necesitamos <strong>de</strong> las caracterizaciones negativas para dar<br />

cuenta <strong>de</strong> nuestras prácticas socialmente situadas.<br />

La ten<strong>de</strong>ncia en la historia <strong>de</strong> la filosofía ha sido la <strong>de</strong> encargarse <strong>de</strong> hacer parecer que,<br />

por ejemplo, la injusticia es la excepción a la regla, aunque en nuestros intercambios<br />

testimoniales el concepto <strong>de</strong> injusticia cubre una gran cantidad <strong>de</strong> casos que se dan con alta<br />

frecuencia. Así, para el proyecto <strong>de</strong> Fricker es importante que abandonemos una concepción<br />

racional tan rígida <strong>de</strong> nosotros mismos como agentes epistémicos que cumplen con las<br />

exigentes condiciones <strong>de</strong> los conceptos normativos positivos y que, a<strong>de</strong>más, emprendamos la<br />

búsqueda <strong>de</strong> una caracterización más a<strong>de</strong>cuada <strong>de</strong> nuestras acciones como agentes<br />

epistémicos.<br />

El propósito <strong>de</strong> Fricker en su libro es renegociar los límites entre la epistemología y la<br />

ética para que ambas puedan dar cuenta <strong>de</strong> un fenómeno social que ella ha i<strong>de</strong>ntificado como<br />

“injusticia epistémica”. De aquí que el libro no esté especializado en ética o en epistemología.<br />

Gracias a esto queda un amplio campo <strong>de</strong> acción para <strong>de</strong>tallar y ajustar algunos elementos que<br />

Fricker trabaja. En este texto <strong>de</strong>seo concentrarme en el problema que supone la<br />

caracterización epistemológica <strong>de</strong> los prejuicios. La pregunta central es por su estatus; sólo en


L a C i c u t a | 9<br />

la medida en que intentemos resolverla podremos avanzar a la dimensión ética. En este or<strong>de</strong>n<br />

<strong>de</strong> i<strong>de</strong>as, podríamos saber, <strong>de</strong>pendiendo <strong>de</strong>l status que se <strong>de</strong>termine para los prejuicios, si un<br />

agente pue<strong>de</strong> o no ser responsable por éstos y en qué medida estos mismos pue<strong>de</strong>n o no ser<br />

modificados para evitar sus consecuencias perjudiciales.<br />

En la primera parte <strong>de</strong>l texto voy a presentar el concepto <strong>de</strong> injusticia epistémica <strong>de</strong><br />

Fricker para explicar cuál es el rol <strong>de</strong> los prejuicios en este fenómeno. A<strong>de</strong>más, haré un<br />

planteamiento general <strong>de</strong>l problema que supone la caracterización <strong>de</strong> los prejuicios en la<br />

evaluación moral <strong>de</strong> las personas. En la segunda parte mi estrategia será interpretar el<br />

concepto <strong>de</strong> prejuicio en Fricker <strong>de</strong>s<strong>de</strong> dos posibilida<strong>de</strong>s: primero, abordaré los prejuicios<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el concepto <strong>de</strong> aliefs que propone T. Gendler, segundo, trabajaré la posibilidad <strong>de</strong><br />

enten<strong>de</strong>r los prejuicios como creencias; en este caso intentaré incorporar la teoría<br />

disposicional. No busco ofrecer una solución, pero si traer algunas herramientas que permitan<br />

<strong>de</strong>tallar cuál es el estado <strong>de</strong> los prejuicios.<br />

1. Injusticia epistémica<br />

Antes <strong>de</strong> concentrarme en la caracterización <strong>de</strong> los prejuicios que Fricker hace, me voy<br />

a <strong>de</strong>tener en una breve explicación <strong>de</strong>l argumento que Fricker ofrece para postular el<br />

fenómeno social <strong>de</strong> la injusticia epistémica. Es importante enten<strong>de</strong>r las repercusiones sociales<br />

<strong>de</strong> los prejuicios, al igual que las condiciones sociales que los afectan, para evitar una<br />

caracterización epistémica aislada <strong>de</strong> éstos.<br />

1.1. El argumento general <strong>de</strong> Fricker<br />

A Fricker le interesa caracterizar algunas formas <strong>de</strong> injusticia, específicamente, dos<br />

formas <strong>de</strong> injusticia epistémica. El fenómeno que este tipo <strong>de</strong> injusticia <strong>de</strong>scribe es epistémico<br />

en la medida en que, con el trato injusto, se les hace un daño a las personas en tanto agentes<br />

<strong>de</strong> conocimiento. Fricker quiere <strong>de</strong>mostrar que el daño ético que se la hace a una persona al<br />

causarle una injusticia epistémica es una injusticia intrínseca. La capacidad <strong>de</strong> ser actores <strong>de</strong><br />

conocimiento es esencial para nuestra concepción <strong>de</strong>l valor humano. Así, cuando a una<br />

persona se le niega su capacidad cognitiva se le está <strong>de</strong>gradando como ser humano. Por si<br />

fuera poco, <strong>de</strong> estos efectos primarios <strong>de</strong> la injusticia se <strong>de</strong>rivan otras <strong>de</strong>sventajas que se<br />

pue<strong>de</strong>n rastrear en otros aspectos <strong>de</strong> la vida social. Más específicamente, lo que esto quiere<br />

<strong>de</strong>cir es que nos enfrentamos a un tipo <strong>de</strong> injusticia sistemática que incluso pue<strong>de</strong> afectar el


<strong>de</strong>sarrollo cognitivo <strong>de</strong> una agente <strong>de</strong> conocimiento.<br />

L a C i c u t a | 10<br />

La forma <strong>de</strong> injusticia epistémica que me interesa en este caso es la injusticia testimonial.<br />

Fricker <strong>de</strong>fine este fenómeno como los casos en los que, en un intercambio testimonial, un<br />

hablante recibe un déficit <strong>de</strong> credibilidad a causa <strong>de</strong> un prejuicio <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntidad por parte <strong>de</strong>l<br />

oyente. El juicio <strong>de</strong>l oyente, aquel que disminuye el nivel <strong>de</strong> credibilidad <strong>de</strong> su interlocutor,<br />

es un trato injusto en la medida en que está basado en un prejuicio. Fricker específica que el<br />

tipo <strong>de</strong> prejuicio con el que tratamos en este caso es un prejuicio <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntidad. Este es el que<br />

se dirige a las personas en tanto miembros <strong>de</strong> una categoría social y los rastrea a través <strong>de</strong><br />

distintos aspectos sociales (político, económico, laboral, etc.). Con esto, la autora quiere <strong>de</strong>cir<br />

que la pertenencia a una categoría social i<strong>de</strong>ntifica a estas personas en los ámbitos sociales en<br />

que se <strong>de</strong>senvuelven y es el factor que posibilita la discriminación sistemática.<br />

1.2. <strong>Los</strong> prejuicios y su mecanismo<br />

Este recuento general <strong>de</strong>l argumento <strong>de</strong> Fricker es suficiente para localizar el rol <strong>de</strong> los<br />

prejuicios en la injusticia testimonial. Ahora expondré en <strong>de</strong>talle el mecanismo por medio <strong>de</strong>l<br />

cual el prejuicio vicia el juicio <strong>de</strong> credibilidad que se hace acerca <strong>de</strong> un hablante. Esto me<br />

permitirá reconocer las características <strong>de</strong> los prejuicios que serán relevantes a la hora <strong>de</strong><br />

interpretarlos como aliefs o creencias disposicionales.<br />

La intromisión <strong>de</strong> los prejuicios en los juicios <strong>de</strong> credibilidad se da por medio <strong>de</strong> los<br />

estereotipos. Fricker le adjudica un sentido neutral a este término, se trata <strong>de</strong> una herramienta<br />

heurística 1 . <strong>Los</strong> estereotipos son asociaciones amplias entre un grupo social y uno o varios<br />

atributos (Fricker, 2007). De aquí que el estereotipo implique un compromiso con una<br />

generalización empírica sobre un grupo social. Nuestra interacción <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>, en gran parte,<br />

<strong>de</strong> la categorización social que hacemos <strong>de</strong> los hablantes, por eso son un mecanismo necesario<br />

y, a<strong>de</strong>más, muy útil, en la medida en que permiten la espontaneidad <strong>de</strong>l intercambio<br />

testimonial.<br />

Hasta este punto sólo me he referido a un elemento central <strong>de</strong> nuestros intercambios<br />

testimoniales. No he hablado <strong>de</strong> un elemento peyorativo para la credibilidad <strong>de</strong> un oyente.<br />

Ahora bien, un estereotipo pue<strong>de</strong> estar mediado por un prejuicio <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntidad y éste es el<br />

1<br />

Esto quiere <strong>de</strong>cir que facilitan nuestros intercambios epistémicos en la medida en que son un mecanismo <strong>de</strong><br />

clasificación que nos permite generar juicios <strong>de</strong> credibilidad sin necesidad <strong>de</strong> que llevemos a cabo una<br />

<strong>de</strong>liberación.


L a C i c u t a | 11<br />

elemento que resulta nocivo para el nivel <strong>de</strong> credibilidad que se le pue<strong>de</strong> dar a un interlocutor<br />

en un intercambio.<br />

Un prejuicio es un juicio que se sostiene sin tener en cuenta <strong>de</strong> manera a<strong>de</strong>cuada la<br />

evi<strong>de</strong>ncia. La culpabilidad epistémica <strong>de</strong> dicho estado viene dada por su no alineación con la<br />

evi<strong>de</strong>ncia y <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la resistencia a la evi<strong>de</strong>ncia hay una motivación afectiva. En palabras <strong>de</strong><br />

Fricker (2007): “Prejudices are judgements, which may have a positive or a negative valence, and<br />

which display some (typically, epistemically culpable) resistance to counter-evi<strong>de</strong>nce owing to<br />

some affective investment on the part of the subject” (p. 35). Esta es una <strong>de</strong>finición general <strong>de</strong>l<br />

prejuicio, pero en la medida en que aquel nos interesa como un factor que da lugar a la<br />

injusticia testimonial, <strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>tallar aún más la <strong>de</strong>finición. El tipo <strong>de</strong> prejuicios que<br />

disminuyen el nivel <strong>de</strong> credibilidad es el <strong>de</strong> los prejuicios negativos <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntidad. 2 El aporte<br />

afectivo negativo es específico a la motivación que genera la resistencia en este tipo <strong>de</strong><br />

prejuicios. Esto quiere <strong>de</strong>cir que producen un rechazo en el oyente ante algunas personas en<br />

tanto pertenecen a cierta categoría social. Si tenemos en cuenta estas especificaciones<br />

adicionales, po<strong>de</strong>mos formular una <strong>de</strong>finición a<strong>de</strong>cuada para los estereotipos prejuiciosos<br />

negativos <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntidad: “A wi<strong>de</strong>ly held disparaging association between a social group and one<br />

or more attributes, where this association embodies a generalization that displays some<br />

(typically, epistemically culpable) resistance to counter-evi<strong>de</strong>nce owing to an ethically bad<br />

affective investment.” (Fricker, 2007, p. 35).<br />

Vale la pena a esta altura resumir el mecanismo con el que los estereotipos prejuiciosos<br />

<strong>de</strong> los que he venido hablando influencian los intercambios testimoniales. Éstos afectan el<br />

juicio <strong>de</strong> credibilidad que un oyente hace <strong>de</strong> un hablante. En el día a día, cuando no nos<br />

<strong>de</strong>tenemos a hacer una <strong>de</strong>liberación <strong>de</strong> hasta qué punto <strong>de</strong>bemos confiar en nuestro<br />

interlocutor, lo que hay es una percepción. Dicha percepción esta mediada por estereotipos.<br />

Con esto quiero <strong>de</strong>cir que la percepción <strong>de</strong>l hablante se da a la luz <strong>de</strong> un conjunto <strong>de</strong><br />

supuestos 3 . Estos supuestos son los que nos permiten respon<strong>de</strong>r espontáneamente a la<br />

siguiente pregunta: ¿hasta qué punto este tipo <strong>de</strong> persona es fiable sobre este tipo <strong>de</strong> asuntos<br />

cuando me está hablando a mí? Ahora, cuando lo que media la percepción es un prejuicio,<br />

entonces ésta se distorsiona.<br />

2<br />

<strong>Los</strong> prejuicios también pue<strong>de</strong>n ser positivos, pero como la noción central en Fricker es la injusticia, me he<br />

concentrado en la caracterización <strong>de</strong>l tipo <strong>de</strong> prejuicios que dan lugar a la injusticia testimonial. Claro está que<br />

el propósito <strong>de</strong> este texto también <strong>de</strong>bería aplicar para la caracterización <strong>de</strong> estos prejuicios positivos en tanto<br />

seguimos hablando <strong>de</strong>l mismo tipo <strong>de</strong> juicios.<br />

3<br />

Estos supuestos son la categorización social que nos permite i<strong>de</strong>ntificar en qué momentos estamos frente a un<br />

interlocutor fiable. Son los estereotipos.


L a C i c u t a | 12<br />

1.2.1. La mediación doxástica en los prejuicios<br />

Ahora bien, Fricker distingue los casos <strong>de</strong> injusticia testimonial según si hay o no<br />

mediación doxástica en los prejuicios. Un caso <strong>de</strong> mediación es aquel en el que intervienen<br />

creencias prejuiciosas. El ejemplo con el que Fricker suele <strong>de</strong>mostrar los casos <strong>de</strong> injusticia<br />

testimonial pertenece a ésta manifestación. Es el juicio <strong>de</strong> Tom Robinson en la novela <strong>de</strong><br />

Harper Lee, To Kill a Mockingbird. La escena se da en 1935 en Alabama. Robinson, un hombre<br />

negro, es acusado <strong>de</strong> haber violado a una joven blanca. En realidad Robinson es inocente, lo<br />

que sucedió fue que la joven intento besarlo y su reacción fue huir <strong>de</strong>l lugar. La pugna en esta<br />

situación es entre los prejuicios raciales <strong>de</strong>l momento y la evi<strong>de</strong>ncia que <strong>de</strong>muestra su<br />

inocencia. La intervención <strong>de</strong> las creencias prejuiciosas <strong>de</strong>l contexto son las que <strong>de</strong>terminan<br />

la con<strong>de</strong>na <strong>de</strong> Robinson, ya que no están bien vistas algunas <strong>de</strong> las <strong>de</strong>claraciones que él da en<br />

tanto que expresan actitu<strong>de</strong>s y sentimientos ina<strong>de</strong>cuados <strong>de</strong> un hombre negro hacia una<br />

mujer blanca.<br />

El otro caso <strong>de</strong> mediación es más complejo e intrigante porque no se trata <strong>de</strong> la<br />

intervención <strong>de</strong> creencias. Lo que i<strong>de</strong>ntifica a estos casos es la inconsistencia entre las<br />

creencias y los estereotipos prejuiciosos <strong>de</strong> una persona. En esta medida el mecanismo que<br />

causa la injusticia testimonial se da <strong>de</strong> manera subrepticia. Según Fricker, es difícil vigilar<br />

estos prejuicios y aún más difícil filtrarlos para evitarlos en nuestras percepciones sociales<br />

(Fricker, 2007). En estos casos los estereotipos son imágenes. Cuando los caracterizamos <strong>de</strong><br />

esta manera po<strong>de</strong>mos enten<strong>de</strong>r mejor su intervención cuando no hay mediación doxástica. Si<br />

son imágenes, po<strong>de</strong>mos atribuirles un impacto visceral que una creencia con el mismo<br />

contenido no podría tener. Así, explicamos cómo es posible que intervengan en nuestros<br />

juicios a pesar <strong>de</strong> que nuestra atención no los active. Si el prejuicio fuera una creencia, este<br />

mecanismo tendría que explicarse acudiendo a creencias inconscientes.<br />

A este segundo caso Fricker lo llama internalización residual. Son casos en los que las<br />

creencias <strong>de</strong> una persona han cambiado, pero la persona sigue expresando cierta reticencia<br />

hacia ciertos grupos sociales porque retiene el impacto cognitivo <strong>de</strong> las creencias anteriores a<br />

pesar <strong>de</strong> sus creencias actuales. El ejemplo que utiliza Fricker es el <strong>de</strong> una feminista que creció<br />

en un contexto cargado <strong>de</strong> sesgos <strong>de</strong> género. Creció con creencias prejuiciosas, pero a lo largo<br />

<strong>de</strong> su vida se volvió una activista política a favor <strong>de</strong> la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> la igualdad <strong>de</strong> género. A<br />

pesar <strong>de</strong> ello, sus percepciones sociales no son <strong>de</strong>l todo acor<strong>de</strong>s con sus nuevas creencias


porque al escuchar candidatas políticas no las juzga como confiables.<br />

L a C i c u t a | 13<br />

2. Descripción general <strong>de</strong>l problema<br />

Quiero brevemente <strong>de</strong>scribir el problema al que Fricker se enfrenta. Es <strong>de</strong>cir, establecer<br />

el marco general que busco explicar acudiendo a los aliefs y a las creencias disposicionales.<br />

Una <strong>de</strong> las motivaciones para realizar la caracterización <strong>de</strong>l estado cognitivo <strong>de</strong> los prejuicios<br />

es tener herramientas para <strong>de</strong>terminar el carácter ético <strong>de</strong> las personas en quienes operan los<br />

prejuicios. Una manera general <strong>de</strong> plantear el problema es la siguiente: si lo que nos interesa<br />

saber para po<strong>de</strong>r evaluar moralmente las acciones <strong>de</strong> una persona es su parecer, entonces no<br />

todos los prejuicios la hacen moralmente reprochable. Para ponerlo <strong>de</strong> manera más concreta,<br />

el parecer <strong>de</strong> una persona son los juicios con los que ella explícitamente se compromete,<br />

aquello con lo que ha <strong>de</strong>cidido adquirir un compromiso cognitivo a pesar <strong>de</strong> que sus acciones<br />

no siempre lo <strong>de</strong>muestren. Por esta razón, el parecer nos pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir algo <strong>de</strong> la persona.<br />

Por otro lado, si bien tenemos escenarios en los que intervienen creencias prejuiciosas,<br />

Fricker también <strong>de</strong>termina casos <strong>de</strong> rezagos prejuiciosos. En las primeras, el parecer <strong>de</strong> una<br />

persona coinci<strong>de</strong>, explícitamente, con las creencias que tiene. En los segundos, los rezagos no<br />

coinci<strong>de</strong>n con su parecer. Si el parecer es aquello con lo que activamente nos comprometemos,<br />

entonces las acciones <strong>de</strong>l primer escenario reflejan quién es esa persona, mientras que en el<br />

segundo escenario las acciones no necesariamente nos muestran lo mismo. Sus acciones se<br />

pue<strong>de</strong>n explicar por un <strong>de</strong>sfase acci<strong>de</strong>ntal entre el parecer <strong>de</strong> la persona y los rezagos<br />

prejuiciosos que no quiere sostener voluntariamente.<br />

Tal vez esta manera <strong>de</strong> generalizar el problema no nos da suficientes herramientas para<br />

una evaluación moral exhaustiva 4 . A pesar <strong>de</strong> ello, sigue siendo importante mostrar que los<br />

distintos casos <strong>de</strong> prejuicios revelan estados cognitivos distintos y que, en esta medida, nos<br />

revelan distinciones entre las personas. Las creencias racistas y lo que Fricker llama rezagos<br />

4<br />

No sería a<strong>de</strong>cuado sostener que cada escenario conduce necesariamente a un juicio moral distinto, es <strong>de</strong>cir,<br />

que en quienes el parecer coinci<strong>de</strong> con las creencias i<strong>de</strong>ntificamos acciones reprochables y en quienes el parecer<br />

no coinci<strong>de</strong> con los rezagos no son reprochables. El primer escenario pue<strong>de</strong> seguir presentando casos en los que<br />

las acciones <strong>de</strong> injusticia testimonial son excusables en la medida en que la persona sostiene las creencias<br />

prejuiciosas por el contexto en el que está. En muchos casos, por ejemplo, en varios momentos históricos, no se<br />

contaba con elementos suficientes en el entorno inmediato para <strong>de</strong>terminar que una creencia estaba sosteniendo<br />

un juicio resistente a la evi<strong>de</strong>ncia. Pero uno podría seguir <strong>de</strong>tallando la evaluación <strong>de</strong> los casos y pensar que la<br />

evaluación moral <strong>de</strong>be estar localizada en las medidas que una persona toma para evitar mecanismos prejuiciosos<br />

en sus juicios. En otras palabras, incluso si la persona tiene rezagos, ésta pue<strong>de</strong> ser moralmente reprochable al<br />

ejercer injusticia testimonial si no ha hecho nada por controlarlos mediante las estrategias que permiten corregir<br />

dichas <strong>de</strong>sviaciones.


L a C i c u t a | 14<br />

racistas son distintos porque las primeras sí concuerdan con el parecer <strong>de</strong> la persona y los<br />

segundos no. Podríamos <strong>de</strong>cir que en el primer caso se ejerce injusticia epistémica con<br />

convicción mientras que en el segundo se ejerce acci<strong>de</strong>ntalmente.<br />

3. Prejuicios como aliefs<br />

Tamar Gendler introduce la noción <strong>de</strong> alief como la propensión a respon<strong>de</strong>r a un<br />

estímulo aparente <strong>de</strong> una manera particular (Gendler 2008b). Proponer este estado cognitivo<br />

tiene ante todo una utilidad explicativa porque nos permite dar cuenta <strong>de</strong> algunos fenómenos<br />

que a primera vista parecen no encajar en nuestra arquitectura cognitiva. Con esto me refiero<br />

a las reacciones inconscientes o automáticas.<br />

3.1. ¿Qué es un alief?<br />

Primero voy a citar la <strong>de</strong>finición <strong>de</strong> Gendler y, partiendo <strong>de</strong> allí, enumeraré y <strong>de</strong>sarrollaré<br />

las características más relevantes <strong>de</strong> los aliefs según mi propósito.<br />

A paradigmatic alief is a mental state with associatively linked content that is representational,<br />

affective and behavioral, and that is activated – consciously or nonconsciously- by features of<br />

the subject’s internal or ambient environment. Aliefs may be either occurent or dispositional.<br />

(Gendler, 2008a, p. 642)<br />

La mejor manera <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r un alief es mostrar un ejemplo en el que éste intervenga,<br />

usaré un ejemplo <strong>de</strong> Gendler. En el 2007 se inauguró una pasarela en forma <strong>de</strong> herradura en<br />

el Gran Cañón. La construcción atrae gran cantidad <strong>de</strong> turistas porque se encuentra<br />

suspendida a 1300m <strong>de</strong> altura y, al estar hecha <strong>de</strong> vidrio, permite que los visitantes, al caminar,<br />

vean el vacío. De esta forma, la atracción promete una verda<strong>de</strong>ra experiencia <strong>de</strong> vértigo. En<br />

estas condiciones la reacción <strong>de</strong> algunos visitantes es aferrarse a las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> vidrio <strong>de</strong> la<br />

pasarela y caminar dudosamente hasta el centro <strong>de</strong> la plataforma.<br />

Dicha reacción revela una pugna interna en la persona y por eso nos interesa <strong>de</strong>scribir<br />

su estado cognitivo. Las personas que logran caminar hasta el centro, explica Gendler, creen<br />

que la plataforma es segura (<strong>de</strong> lo contrario no estarían allí parados), pero si sólo tuvieran esta<br />

creencia entonces caminarían tranquilamente hasta el centro. El contenido <strong>de</strong>l alief es el que<br />

explica el <strong>de</strong>sajuste entre la creencia y el comportamiento <strong>de</strong> la persona: “The alief has roughly<br />

the following content: ‘Really high up, long long way down. Not a safe place to be! Get off!!’”


L a C i c u t a | 15<br />

(Gendler, 2008a, p. 635). Para ponerlo <strong>de</strong> manera general, los casos <strong>de</strong> <strong>de</strong>sajuste entre la<br />

creencia y el comportamiento se explican por la existencia <strong>de</strong> un alief que está en disonancia<br />

con una creencia. Con esto basta para enten<strong>de</strong>r por qué Gendler asegura que los aliefs nos<br />

ayudan a compren<strong>de</strong>r las relaciones entre elementos discordantes, permitiendo así<br />

compren<strong>de</strong>r las reacciones inconscientes y automáticas.<br />

3.2. Características <strong>de</strong>l alief<br />

La <strong>de</strong>finición contiene los elementos clave para la interpretación <strong>de</strong> los prejuicios. <strong>Los</strong><br />

aliefs son un estado mental asociativo, automático, a-racional, generador <strong>de</strong> acción y<br />

afectivamente cargado.<br />

• Asociativo:<br />

<strong>Los</strong> aliefs son patrones <strong>de</strong> respuesta que respon<strong>de</strong>n a patrones <strong>de</strong> costumbre grabados<br />

en la mente que se activan con estímulos. El tipo <strong>de</strong> contenido que asocian es<br />

representacional, afectivo y comportamental. Esto quiere <strong>de</strong>cir que relacionan la<br />

representación <strong>de</strong> un concepto, objeto o situación, un estado emocional y la activación <strong>de</strong> una<br />

reacción motora. <strong>Los</strong> tres elementos se pue<strong>de</strong>n i<strong>de</strong>ntificar en la enunciación <strong>de</strong>l contenido <strong>de</strong><br />

los aliefs: “Really high up, long long way down (representacional). Not a safe place to be!<br />

(afectivo) Get off!! (comportamental)” 5 (Gendler, 2008a, p. 635). Esta característica <strong>de</strong> los aliefs<br />

coinci<strong>de</strong> con el rasgo fundamental que le adjudicamos a los estereotipos prejuiciosos: son<br />

juicios que asocian una o varias características con una categoría social. Y este también es un<br />

patrón <strong>de</strong> repuesta en la medida en que funciona como el mecanismo que facilita la<br />

espontaneidad <strong>de</strong> nuestros intercambios testimoniales.<br />

• Automático:<br />

La activación <strong>de</strong> los aliefs no requiere <strong>de</strong>l consentimiento <strong>de</strong> la persona. Lo que activa el<br />

alief es un estímulo interno o <strong>de</strong>l ambiente. Este es justamente el mismo mecanismo con el<br />

que operan los estereotipos prejuiciosos en nuestros juicios <strong>de</strong> credibilidad ante un<br />

testimonio. Nosotros no solemos activar una <strong>de</strong>liberación consciente sobre el nivel <strong>de</strong><br />

credibilidad que <strong>de</strong>bemos adjudicar a un hablante. La mayoría <strong>de</strong>l tiempo lo que entra en<br />

5<br />

Yo he incluido los paréntesis para señalar en el ejemplo <strong>de</strong>l alief <strong>de</strong>l Gran Cañón los tipos <strong>de</strong> contenido que<br />

incluye la asociación.


L a C i c u t a | 16<br />

juego es la percepción que tenemos <strong>de</strong> este hablante. Dicha percepción, como ya vimos, está<br />

mediada por los estereotipos, asociaciones entre categorías sociales y una o más características<br />

que se activan automáticamente y nos permiten juzgar la credibilidad espontáneamente. Las<br />

asociaciones <strong>de</strong> los estereotipos prejuiciosos, al igual que las <strong>de</strong> los aliefs, se disparan<br />

automáticamente por un estímulo, sin necesidad <strong>de</strong> que la persona active conscientemente<br />

tal esquema cognitivo.<br />

• A-racional:<br />

Para Gendler, aunque los aliefs puedan ser laudables o reprochables, útiles o<br />

perjudiciales, en sí mismos no son racionales ni irracionales (Gendler, 2008b). Este es un<br />

aspecto <strong>de</strong> los aliefs que no concuerda con la caracterización que Fricker hace <strong>de</strong> los<br />

estereotipos prejuicios pues según ella estos son irracionales en tanto se resisten a la evi<strong>de</strong>ncia.<br />

Respecto a este punto, creo que ambas autoras se refieren a una misma característica: la no<br />

modificación <strong>de</strong>l contenido por medio <strong>de</strong> la evi<strong>de</strong>ncia, pero cada una la juzga <strong>de</strong> una manera<br />

distinta. Para Gendler esta resistencia no es racional ni irracional, para Fricker es irracional.<br />

El aspecto que me interesa y me es útil para la interpretación <strong>de</strong> los prejuicios como aliefs es<br />

la resistencia, no el juicio que hacemos <strong>de</strong> ella.<br />

• Generador <strong>de</strong> acción:<br />

<strong>Los</strong> aliefs tienen la capacidad <strong>de</strong> generar una inclinación comportamental en las<br />

personas. Esto explica por qué a ojos <strong>de</strong> un tercero es posible i<strong>de</strong>ntificar la pugna interna <strong>de</strong><br />

la persona que camina en la plataforma <strong>de</strong> vidrio. El alief activa en la persona la reacción a<br />

aferrarse <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s y una resistencia a continuar caminando. En paralelo con los<br />

estereotipos prejuiciosos, esta ten<strong>de</strong>ncia se expresa en la <strong>de</strong>flación <strong>de</strong> la confianza <strong>de</strong>l<br />

hablante. Esta disminución es la acción que el prejuicio, entendido como alief, activa.<br />

• Afectivamente cargado:<br />

Por último, el componente afectivo <strong>de</strong>l alief pue<strong>de</strong> rastrearse en los estereotipos<br />

prejuiciosos como la motivación afectiva que causa la resistencia a la evi<strong>de</strong>ncia. Gendler<br />

sostiene que estas características justifican la postulación <strong>de</strong> un estado cognitivo distinto a la<br />

creencia. La diferencia principal entre estos estados es la relación que cada uno tiene con la<br />

evi<strong>de</strong>ncia. En la medida en que no tienen la misma se da lugar a la disonancia entre una


L a C i c u t a | 17<br />

creencia y un alief. Las creencias <strong>de</strong>ben necesariamente ser receptivas a la evi<strong>de</strong>ncia que el<br />

mundo ofrece. Pero los aliefs no reaccionan a los cambios en el mundo, por lo tanto, cuando<br />

se presenta nueva evi<strong>de</strong>ncia las creencias <strong>de</strong> una persona pue<strong>de</strong>n cambiar a la vez que sus<br />

aliefs se mantienen estables. Así, una persona pue<strong>de</strong> cambiar sus creencias respecto a las<br />

capacida<strong>de</strong>s cognitivas <strong>de</strong> las personas <strong>de</strong>pendiendo <strong>de</strong> su raza. Sin embargo, aunque ahora<br />

ella crea que todos po<strong>de</strong>mos tener las mismas capacida<strong>de</strong>s, las asociaciones <strong>de</strong> su alief la llevan<br />

a relacionar la representación <strong>de</strong> una raza con un rechazo afectivo y la hacen proclive a<br />

disminuir el nivel <strong>de</strong> credibilidad que le adjudica a su interlocutor.<br />

Entonces los aliefs pue<strong>de</strong>n explicar uno <strong>de</strong> los casos <strong>de</strong> estereotipos prejuiciosos que<br />

Fricker ha i<strong>de</strong>ntificado, a saber, la internalización residual. Esto siempre y cuando haya una<br />

disonancia entre el alief y la creencia, como en el ejemplo que acabo <strong>de</strong> dar. Ahora, según<br />

Gendler, los aliefs no siempre están en <strong>de</strong>sacuerdo con las creencias. Es posible que creencias<br />

y aliefs coincidan, por lo que este caso nos podría servir para caracterizar los primeros<br />

escenarios <strong>de</strong> injusticia epistémica <strong>de</strong>scritos por Fricker, aquellos en los que el prejuicio es<br />

una creencia. Aunque la interpretación parece factible, no me <strong>de</strong>tendré en este punto porque,<br />

a pesar <strong>de</strong> que Gendler menciona la posibilidad <strong>de</strong> la concordancia entre los dos estados<br />

cognitivos, no da ejemplos ni <strong>de</strong>sarrolla estos casos. Por lo tanto, no estoy en capacidad <strong>de</strong> dar<br />

una <strong>de</strong>scripción juiciosa <strong>de</strong> estos casos. A pesar <strong>de</strong> esto, no <strong>de</strong>jo <strong>de</strong> reconocer que los aliefs<br />

pue<strong>de</strong>n ser una herramienta que nos permita enten<strong>de</strong>r lo que suce<strong>de</strong> a nivel cognitivo cuando<br />

nos enfrentamos a los prejuicios. En conclusión, los aliefs pue<strong>de</strong>n dar cuenta <strong>de</strong> los dos casos<br />

<strong>de</strong> prejuicios.<br />

3.3. Consecuencias <strong>de</strong> la aceptación <strong>de</strong> aliefs<br />

Gendler cree que los casos en los que i<strong>de</strong>ntifica la operación <strong>de</strong> un alief no pue<strong>de</strong>n ser<br />

explicados por medio <strong>de</strong> dos creencias. Este tipo <strong>de</strong> interpretaciones acu<strong>de</strong>n a la teoría<br />

disposicional <strong>de</strong> las creencias. Al refutar esta explicación, Gendler establece que la aceptación<br />

<strong>de</strong> aliefs nos lleva necesariamente a rechazar la teoría disposicional <strong>de</strong> la creencia.<br />

La interpretación <strong>de</strong>l caso <strong>de</strong>l Gran Cañón por medio <strong>de</strong> creencias sería la siguiente: la<br />

ten<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> una persona a caminar dubitativamente hacia el centro <strong>de</strong> la plataforma nos<br />

muestra que ella cree que está en peligro <strong>de</strong> caer. Pero su ten<strong>de</strong>ncia a permanecer parada y<br />

caminar hasta el centro <strong>de</strong> la plataforma nos muestra que la persona cree no estar en peligro


L a C i c u t a | 18<br />

<strong>de</strong> caer. Según Gendler, el comportamiento no nos revela la creencia <strong>de</strong> la persona porque, en<br />

la medida en que las creencias respon<strong>de</strong>n a la evi<strong>de</strong>ncia, sólo una <strong>de</strong> las dos ten<strong>de</strong>ncias pue<strong>de</strong><br />

estar siendo sensible a la evi<strong>de</strong>ncia.<br />

The man suspen<strong>de</strong>d in the cage believes that he is safe because if he were to gain evi<strong>de</strong>nce in<br />

the contrary, his attitu<strong>de</strong> would change accordingly. (…) One –and only one- of the two<br />

behavior-generating attitu<strong>de</strong>s can turn on a dime in this way, even in the face of apparent<br />

sensory evi<strong>de</strong>nce to the contrary. This gives reason to treat the two as not being on a par.<br />

(Gendler, 2008b, p. 566).<br />

Con este argumento Gendler concluye que si la nueva evi<strong>de</strong>ncia no genera un cambio en<br />

el comportamiento <strong>de</strong> la persona, esto es: o bien la persona tiembla <strong>de</strong> miedo o bien camina<br />

<strong>de</strong>cididamente hasta el centro <strong>de</strong> la plataforma; entonces, lo que explica el comportamiento<br />

es un alief y no una creencia. La nueva evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>bería <strong>de</strong>terminar un sólo comportamiento<br />

en la persona en la medida en que las creencias son sensibles a los cambios <strong>de</strong> evi<strong>de</strong>ncia. Así,<br />

si aceptamos la interpretación <strong>de</strong> los prejuicios como aliefs, <strong>de</strong>bemos rechazar una teoría<br />

disposicional <strong>de</strong> la creencia.<br />

4. Prejuicios como creencias disposicionales<br />

4.1. Argumento a favor <strong>de</strong> las creencia disposicionales<br />

Eric Schwitzgebel (2010) ofrece otra propuesta que sirve para interpretar los prejuicios.<br />

Él se compromete con una <strong>de</strong>finición disposicional <strong>de</strong> la creencia. A lo largo <strong>de</strong> esta sección<br />

trabajaré con la <strong>de</strong>finición general <strong>de</strong> que él da para las teorías disposicionales: “(…) accounts<br />

of belief (…) that equate believing with being disposed to act and react in various ways in various<br />

cirumstances (…)” (p. 533).<br />

Su <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> la teoría disposicional está basada en proponer una <strong>de</strong>scripción cuidadosa<br />

<strong>de</strong> las disposiciones <strong>de</strong> los personas para evitar una simplificación <strong>de</strong> la atribución o negación<br />

<strong>de</strong> las creencias. Es <strong>de</strong>cir, nos invita a disminuir los niveles <strong>de</strong> generalidad que atribuimos<br />

cuando hablamos <strong>de</strong> creencias. Su estrategia es <strong>de</strong>mostrar que sí es posible adjudicar creencias<br />

por medio <strong>de</strong> la disposición pero estableciendo que la expresión <strong>de</strong> la disposición se pue<strong>de</strong><br />

dar en distintos grados. Según Schwitzgebel, que las disposiciones se puedan ubicar en un<br />

espectro no implica que <strong>de</strong>bamos rechazar la suposición inicial <strong>de</strong> que creer algo es estar<br />

dispuesto a actuar <strong>de</strong> <strong>de</strong>terminada manera.


L a C i c u t a | 19<br />

La premisa <strong>de</strong> la que Schwitzgebel parte es que las afirmaciones respecto a las<br />

disposiciones se mantienen ceteris paribus. Es <strong>de</strong>cir, las condiciones en las que éstas se<br />

plantean pue<strong>de</strong>n ser refutables, pero, por lo general, éstas se mantienen. Así, aunque existan<br />

condiciones que excusen la expresión <strong>de</strong> todas las disposiciones correspondientes a una<br />

creencia, esto no implica que <strong>de</strong>bamos rechazar la adscripción <strong>de</strong> creencias por medio <strong>de</strong><br />

éstas. Esto último supondría una exigencia muy fuerte, según la cual alguien que crea que p,<br />

<strong>de</strong>be entonces cumplir con todas las expresiones disposicionales características <strong>de</strong> esa<br />

creencia en p. Schwitzgebel argumenta en pro <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> un espectro <strong>de</strong> casos entre<br />

la expresión <strong>de</strong> todas o ninguna <strong>de</strong> las disposiciones correspondientes a una creencia. Esto le<br />

permite concluir a favor <strong>de</strong> los casos intermedios en los que sólo se expresa una porción <strong>de</strong> las<br />

disposiciones.<br />

4.2. La interpretación <strong>de</strong> Schwitzgebel<br />

Fricker:<br />

A Schwitzgebel le interesa dar cuenta <strong>de</strong>l mismo problema que he planteado <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

The central empirical fact is this: A person may be absolutely persua<strong>de</strong>d of the truth of a<br />

proposition in the sense of reaching a sincere, unequivocal, unmitigated, unqualified,<br />

unhesitant judgment, and yet that judgment may fail to penetrate her entire dispositional<br />

structure. One may find oneself, against one’s will, unable to shuck old habits of thinking and<br />

reacting. One may even recognize in advance that these habits will persist, <strong>de</strong>spite one’s<br />

current sincere judgment which rationally requires their alteration. (Schwitzgebel, 2010, p.<br />

546) 6<br />

La distinción que plantea para enten<strong>de</strong>r los casos en que nuestras creencias no coinci<strong>de</strong>n<br />

con nuestros prejuicios es entre juicios y creencias. Recor<strong>de</strong>mos el caso <strong>de</strong> la feminista <strong>de</strong>l que<br />

Fricker habla para explicar los casos <strong>de</strong> residuo prejuicioso. Schwitzgebel lo interpretaría <strong>de</strong><br />

la siguiente manera: para el caso <strong>de</strong> la feminista, su juicio acerca <strong>de</strong> la igualdad <strong>de</strong> género<br />

difiere <strong>de</strong> sus disposiciones a actuar. No <strong>de</strong>bemos enten<strong>de</strong>r las creencias como aquello que<br />

admitimos 7 , sino que <strong>de</strong>bemos enten<strong>de</strong>rlas como nuestra estructura disposicional. En esta<br />

medida, lo que Schwitzgebel quiere <strong>de</strong>mostrar es que no <strong>de</strong>bemos pensar que <strong>de</strong> nuestros<br />

juicios se sigue directamente una creencia disposicional. Ajustar estos dos elementos requiere<br />

6<br />

Las itálicas son mías.<br />

7<br />

Si recordamos la sección dos, esto equivale a <strong>de</strong>cir que las creencias no correspon<strong>de</strong>n al parecer <strong>de</strong> una persona.


<strong>de</strong> esfuerzo.<br />

L a C i c u t a | 20<br />

Lo que la feminista admite no es una creencia, es un juicio. El juicio según el cual<br />

hombres y mujeres tienen las mismas capacida<strong>de</strong>s. Pero al ajuste <strong>de</strong> sus creencias con su juicio<br />

no es gratuito, alinear los dos elementos implica que hagamos el esfuerzo <strong>de</strong> “vivir a la altura”<br />

(Schwitzgebel, 2010, p. 547) <strong>de</strong> nuestros juicios. Aquello que admitimos (los juicios) tiene el<br />

carácter <strong>de</strong> un compromiso. Una vez nuestro juicio cambia, <strong>de</strong>bemos empren<strong>de</strong>r una autoregulación<br />

que nos permita cambiar nuestras disposiciones para que concuer<strong>de</strong>n con él: “Our<br />

morally most important beliefs, however, the ones that reflect our values, our commitments, our<br />

enduring ways of viewing the world – they’re not like this. They change slowly, painfully,<br />

effortfully.” (Schwitzgebel, 2010, p. 547). 8<br />

Lo que Gendler le atribuye a los aliefs, Schwitzgebel se lo atribuye a las creencias: una<br />

ten<strong>de</strong>ncia a actuar <strong>de</strong> <strong>de</strong>terminada manera. Así que Schwitzgebel también podría dar cuenta<br />

<strong>de</strong>l mecanismo <strong>de</strong> los prejuicios con su propuesta. <strong>Los</strong> rezagos prejuiciosos se dan porque <strong>de</strong><br />

los juicios no se sigue inmediatamente la reconfiguración <strong>de</strong> la estructura disposicional <strong>de</strong><br />

una persona:<br />

(…) if we settle ourselves comfortably with the thought that we believe correctly when we are<br />

merely disposed to judge correctly, we might fail to realize that we’re often steering quite wrong<br />

(…) so that our actions and reactions don’t reflect reality as we judge it to be. (Schwitzgebel,<br />

2010, p. 548)<br />

Con estas mismas herramientas también po<strong>de</strong>mos explicar los casos <strong>de</strong> creencias<br />

prejuiciosas. Aquí lo que tendríamos es una concordancia entre un juicio (negativo respecto a<br />

una categoría social) y una disposición a actuar.<br />

Schwitzgebel consi<strong>de</strong>ra que la división que Gendler hace entre aliefs y creencias es<br />

extremadamente artificial en la medida en que lo que está <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la distinción es la<br />

separación <strong>de</strong> un estado racional y sensible a la evi<strong>de</strong>ncia y un estado automático, asociativo<br />

y a-racional (Schwitzgebel, 2010, p. 539). Él consi<strong>de</strong>ra que nuestras respuestas habituales,<br />

automáticas y asociativas no necesariamente están divorciadas <strong>de</strong> nuestros mecanismos<br />

8<br />

Sé que el caso sigue siendo problemático porque no se específica que quiere <strong>de</strong>cir “‘vivir a la altura’ <strong>de</strong> nuestros<br />

juicios” (Schwitzgebel, 2010, p. 547). Uno pensaría que la feminista <strong>de</strong> la que estamos hablando ha cumplido con<br />

todas las condiciones que exige el compromiso <strong>de</strong> alinear su estructura disposicional con sus juicios. No me<br />

<strong>de</strong>tendré en esto porque sólo me interesa exponer la interpretación <strong>de</strong> Schwitzgebel, pero consi<strong>de</strong>ro que no se<br />

pue<strong>de</strong> pasar por alto este punto.


L a C i c u t a | 21<br />

racionales. Fricker podría darnos un elemento para argumentar a favor <strong>de</strong> esto en la medida<br />

en que los estereotipos son un mecanismo que facilita los juicios <strong>de</strong> credibilidad. Aquellos, a<br />

pesar <strong>de</strong> ser asociaciones automáticas, cumplen un papel fundamental en nuestra respuesta<br />

racional a los intercambios testimoniales.<br />

5. Conclusión<br />

Para concluir, quisiera retomar el planteamiento general que hice en la sección dos. La<br />

interpretación <strong>de</strong> la caracterización <strong>de</strong> los prejuicios <strong>de</strong> Fricker por medio <strong>de</strong> las propuestas<br />

<strong>de</strong> Gendler y Schwitzgebel ilumina la i<strong>de</strong>a que quise plantear sobre el parecer <strong>de</strong> una persona.<br />

Gendler, al distinguir entre aliefs y creencias, nos <strong>de</strong>muestra que los aliefs no dan cuenta<br />

<strong>de</strong> aquello con lo que una persona quiere comprometerse. <strong>Los</strong> aliefs no dan cuenta <strong>de</strong>l parecer<br />

<strong>de</strong> una persona. En esta medida, vemos por qué Fricker habla <strong>de</strong> la injusticia testimonial como<br />

un elemento problemático en nuestros intercambios epistémicos. Todos po<strong>de</strong>mos cometer<br />

injusticia testimonial aunque nuestro parecer no sea prejuicioso. Schwitzgebel nos lleva a la<br />

misma conclusión al <strong>de</strong>mostrar que, aunque nuestros juicios logren evitar impregnarse <strong>de</strong><br />

prejuicios, cambiar nuestro esquema disposicional requiere <strong>de</strong> tiempo. Po<strong>de</strong>mos seguir<br />

cometiendo injusticia testimonial aunque nuestro parecer no esté dando paso a una injusticia.<br />

La segunda conclusión que me interesa mencionar es que no hay nada distintivo a los<br />

prejuicios que los haga pertenecer necesariamente a un único estado cognitivo. Más<br />

específicamente, no hay nada en la <strong>de</strong>finición <strong>de</strong> un estereotipo que nos obligue a i<strong>de</strong>ntificarlo<br />

con un solo estado cognitivo. Esto pue<strong>de</strong> ser positivo en la medida en que <strong>de</strong>scubrimos que<br />

no estamos con<strong>de</strong>nados a resignarnos a actuar según nuestros prejuicios. Si éstos pue<strong>de</strong>n<br />

tomar distintos estados cognitivos, entonces, siempre y cuando queramos ser agentes<br />

epistémicos responsables, <strong>de</strong>bemos evitar que los prejuicios estén al nivel <strong>de</strong> nuestros aliefs<br />

(Gendler) o <strong>de</strong> nuestras creencias (Schwitzgebel).


Bibliografía:<br />

L a C i c u t a | 22<br />

FRICKER, M., 2007, Epistemic Injustice: Power & the Ethics of Knowing, Oxford: Oxford University<br />

Press.<br />

GENDLER, T., 2008a, “Alief and belief”, The Journal of Philosophy, 105(10): 634–663.<br />

__________. 2008b, “Alief in Action (and Reaction)”, Mind and Language, 23(5): 552–585.<br />

SCHWITZGEBEL, E., 2010, “Acting contrary to our professed beliefs, or the gulf between occurrent<br />

judgment and dispositional belief”, Pacific Philosophical Quarterly, 91: 531–553.


Diógenes <strong>de</strong> Apolonia: un ecléctico con valor<br />

L a C i c u t a | 23<br />

Felipe Zárate Guerrero<br />

Estudiante <strong>de</strong> pregrado en <strong>Filosofía</strong> - <strong>Universidad</strong> <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s<br />

f.zarate10@unian<strong>de</strong>s.edu.co<br />

Abstract:<br />

Este ensayo busca ofrecer una alternativa para repensar la figura <strong>de</strong> Diógenes <strong>de</strong><br />

Apolonia, quien a lo largo <strong>de</strong> los años ha sido <strong>de</strong>svalorado y subestimado por tratar <strong>de</strong><br />

armonizar diversas perspectivas filosóficas; perspectivas que, a los ojos <strong>de</strong> muchos, son<br />

incompatibles y que al mezclarse dan como resultado una amalgama intelectual mal formada<br />

que es insostenible <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio. El objetivo principal es brindar una alternativa según<br />

la cual el pensamiento <strong>de</strong> Diógenes sea sostenible. A la vez, trata <strong>de</strong> mostrar cuáles son los<br />

elementos que supuestamente son incompatibles, junto con el modo en el que son utilizados<br />

por el apoloniata para <strong>de</strong>sarrollar un pensamiento novedoso y exento <strong>de</strong> los problemas<br />

principales en los que cayeron sus antecesores. Para ello, se pasa por cinco temas centrales en<br />

el pensamiento <strong>de</strong>l apoloniata: El principio universal, la existencia <strong>de</strong>l vacío, la inmortalidad<br />

<strong>de</strong>l alma, la <strong>de</strong>fensa a la divinidad, y finalmente el movimiento <strong>de</strong> contrarios en la naturaleza<br />

y en el hombre mismo. Cada uno <strong>de</strong> estos temas no son exclusivos <strong>de</strong> Diógenes: están<br />

presentes en varios filósofos que lo precedieron. Sin embargo, la manera en la que él entien<strong>de</strong><br />

cada uno <strong>de</strong> los susodichos temas lo hace ser un filósofo original.<br />

Palabras Clave: Filósofos presocráticos - Diógenes <strong>de</strong> Apolonia – pitagóricos – Parméni<strong>de</strong>s –<br />

Anaxágoras - Anaxímenes.


L a C i c u t a | 24<br />

Diógenes <strong>de</strong> Apolonia ha sido, entre los filósofos antiguos, uno <strong>de</strong> los más<br />

<strong>de</strong>sprestigiados. Tradicionalmente se le ha consi<strong>de</strong>rado como un filósofo sin una afiliación<br />

filosófica concreta, con una motivación a indagar problemas físicos a partir <strong>de</strong> la mezcla <strong>de</strong><br />

varios pensamientos y doctrinas pre<strong>de</strong>cesoras que no siempre son compatibles entre sí.<br />

Dentro <strong>de</strong> las cosas que han contribuido para que se ganara tal <strong>de</strong>scrédito está el testimonio<br />

<strong>de</strong> Simplicio 9 en la física: “Y Diógenes <strong>de</strong> Apolonia, casi el más joven <strong>de</strong> cuantos se ocuparon<br />

<strong>de</strong> estas cuestiones (i.e., los estudios físicos), es ecléctico en la mayoría <strong>de</strong> sus escritos,<br />

siguiendo en algunos puntos a Anaxágoras y en otros a Leucipo” (DK 64 A 5).<br />

Lo que se ha propagado a raíz <strong>de</strong> afirmaciones como esta 10 , es el carácter ecléctico <strong>de</strong><br />

Diógenes. Así lo afirma André Laks en su artículo “Speculating about Diogenes of Apollonia”.<br />

Allí Laks sostiene que el rótulo <strong>de</strong> ecléctico se lo <strong>de</strong>bemos a tres hechos principales: primero,<br />

la manera en la que Teofrasto presenta el pensamiento <strong>de</strong>l apoloniata en su parte crítica <strong>de</strong>l<br />

De sensibus. Allí, en dos ocasiones, Teofrasto tilda las aseveraciones <strong>de</strong> Diógenes <strong>de</strong> ser bobas,<br />

tontas (euethés) y <strong>de</strong> ser poco originales. Segundo, la tradición <strong>de</strong> escritores posteriores a<br />

Teofrasto <strong>de</strong>spreció e ignoró el pensamiento <strong>de</strong> Diógenes, callando largamente sobre sus<br />

i<strong>de</strong>as, por consi<strong>de</strong>rarlo poco original y, en algún sentido, un híbrido nacido <strong>de</strong> Anaxágoras,<br />

Anaxímenes y Leucipo. Tercero, el <strong>de</strong>moledor artículo que publicó Diels hacia 1881 en don<strong>de</strong><br />

enmarcó a Diógenes como un “pensador ecléctico <strong>de</strong> segunda categoría” (Laks, 2008, pág.<br />

353).<br />

No obstante, para Laks, esta acusación es insustancial, pues la filosofía está todo el<br />

tiempo construyéndose y cada pensador siempre retoma algo <strong>de</strong> uno que lo precedió. Por lo<br />

tanto, <strong>de</strong>cir que Diógenes es un pensador nada original y <strong>de</strong> segunda categoría por haber<br />

heredado su pensamiento <strong>de</strong> varias tradiciones sin estar afiliado a ninguna en particular, es<br />

una acusación ridícula. Empero, la crítica <strong>de</strong> Teofrasto no se reduce únicamente a eso, pues<br />

también afirma que el problema <strong>de</strong> Diógenes consiste en tratar <strong>de</strong> juntar dos pensamientos<br />

totalmente incompatibles entre sí, a saber: el <strong>de</strong> Anaxágoras, a quien le <strong>de</strong>be su cosmogonía,<br />

y el <strong>de</strong> Leucipo, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> sacó su materialidad.<br />

9<br />

Escogí la traducción hecha por (Kirk & Raven, 1977) por encima <strong>de</strong> la traducción que Conrado Eggers<br />

Lan propone en la versión <strong>de</strong> Gredos <strong>de</strong> 1978, específicamente por su traducción <strong>de</strong>l participio «sympeforēmenōs»<br />

como: es ecléctico; en vez <strong>de</strong> la traducción que hace Eggers Lan a un adverbio: eclécticamente. Lo anterior en<br />

virtud <strong>de</strong> que el adverbio pue<strong>de</strong> llevar a confusiones en la medida en que se pue<strong>de</strong> pensar que no se señala a<br />

Diógenes como un ecléctico sino que son sus escritos los que fueron escritos así. La traducción original <strong>de</strong> Kirk<br />

& Raven dice: “Diogenes the Apolloniate, almost the youngest of those who occupied themselves with these matters<br />

(i.e. physical studies), wrote for the most part in an eclectic fashion, following Anaxagoras in some things and<br />

Leucippus in others.”<br />

10<br />

A pesar <strong>de</strong> que este fragmento está en Simplicio (Fís. 25, 1-3), allí él está reportando una sentencia anterior<br />

dicha por Teofrasto (Fís. op. Fr. 2).


L a C i c u t a | 25<br />

En el presente ensayo argumentaré en contra <strong>de</strong> la anterior afirmación. Para ello,<br />

mostraré que es posible interpretar la doctrina <strong>de</strong>l apoloniata como coherente si se toman en<br />

consi<strong>de</strong>ración dos puntos: por un lado, si se consi<strong>de</strong>ra que está entrelazando sistemas<br />

anteriores con el fin <strong>de</strong> evitar los problemas que cada uno <strong>de</strong> ellos tuvo que enfrentar. Y, por<br />

el otro, si se examina su pensamiento como yuxtapuesto a los intereses que guiaron la<br />

investigación pitagórica.<br />

Organizaré mi ensayo en cinco secciones, cada una <strong>de</strong> las cuales se pue<strong>de</strong> dividir en<br />

dos que están organizadas <strong>de</strong> la siguiente manera: en un primer momento expongo las tesis y<br />

temáticas que trabaja Diógenes junto con las <strong>de</strong> pensadores que le precedieron. Lo anterior<br />

con el fin <strong>de</strong> examinar posibles influencias <strong>de</strong> los segundos con respecto al primero. En un<br />

segundo momento, muestro en qué puntos se diferencian ambas figuras, y presento una<br />

posible explicación <strong>de</strong>l porqué Diógenes optó por no seguir en estas cuestiones, las teorías <strong>de</strong><br />

sus pre<strong>de</strong>cesores. Puesto que en algunas ocasiones es preferible comenzar examinando los<br />

puntos <strong>de</strong> diferencia antes que señalar las tesis <strong>de</strong>l apoloniata, <strong>Los</strong> momentos anteriormente<br />

<strong>de</strong>scritos no se dan necesariamente en ese or<strong>de</strong>n.<br />

Antes <strong>de</strong> empezar he <strong>de</strong> resaltar que a pesar <strong>de</strong> que mi propósito principal es encontrar<br />

las diferentes relaciones entre Diógenes y los pitagóricos, también busco encontrar vínculos<br />

entre otros presocráticos y nuestro apoloniata, pues como buen ecléctico, no examina una<br />

sino varias tradiciones para alimentar su propio pensamiento. Teniendo esto claro, he <strong>de</strong><br />

empezar <strong>de</strong>limitando los puntos temáticos convergentes entre Diógenes y el pitagorismo. Para<br />

ello, me apoyaré en un parangón realizado por Guthrie, en su Historia <strong>de</strong> la <strong>Filosofía</strong> Griega,<br />

entre un filósofo muy semejante a Diógenes y los pitagóricos: Alcmeón <strong>de</strong> Crotona. Poco se<br />

sabe <strong>de</strong> su vida, pero la tradición 11 afirma que fue médico, ecléctico y vivió alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l siglo<br />

VI a.C., justo igual que Diógenes. A partir <strong>de</strong> este enlace realizado por Guthrie entre Alcmeón<br />

y el pitagorismo, y <strong>de</strong>bido a la enorme cercanía entre las figuras <strong>de</strong> Diógenes y Alcmeón,<br />

planeo abstraer los temas convergentes entre ambos para examinar la figura <strong>de</strong> Diógenes<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> una perspectiva pitagórica.<br />

Dentro <strong>de</strong> las razones que da Guthrie 12 para llamar a Alcmeón pitagórico, caben resaltar<br />

11<br />

En (Guthrie, H.F.G. Vol I, 2004, pág. 323), Guthrie nos dice quiénes conforman dicha tradición: Jámbl., V.P. 104,<br />

267. Filop., De An., pág. 88. Hayduck., escol. Sobre Platón, Alc. I, 121 E. Simpl. (De An. 32.3).<br />

12<br />

Véase: (Guthrie, H.F.G. Vol I, 2004, pág. 323).


L a C i c u t a | 26<br />

tres: la creencia en la inmortalidad <strong>de</strong>l alma, el reconocimiento <strong>de</strong> la divinidad <strong>de</strong> las estrellas,<br />

es <strong>de</strong>cir, la relación con lo divino, y la creencia <strong>de</strong> que la naturaleza funciona a partir <strong>de</strong><br />

contrarios. Estas razones que muestran un vínculo entre Alcmeón y el pitagorismo pue<strong>de</strong>n ser<br />

igualmente aplicables a Diógenes y los pitagóricos. Lo anterior <strong>de</strong>bido a que Diógenes mismo<br />

creía en la inmortalidad <strong>de</strong>l alma 13 , reconocía la divinidad –e inteligencia- en el aire y, no sólo<br />

se mostraba conforme con la teoría <strong>de</strong> contrarios como funcionamiento <strong>de</strong> la naturaleza, sino<br />

que la practicaba en su quehacer médico. En este sentido, tanto Alcmeón como Diógenes<br />

comparten características semejantes en los ejes temáticos que investigan. Sin embargo, el<br />

objetivo <strong>de</strong>l presente ensayo no es mostrar una relación temática entre Diógenes y Alcmeón,<br />

tan sólo está usando sus puntos <strong>de</strong> convergencia para po<strong>de</strong>r entablar una conexión entre<br />

Diógenes y el pitagorismo. De hecho, adicional a los intereses compartidos entre Alcmeón y<br />

Diógenes, se añadirá una cuestión presente en todos los presocráticos: el cosmos.<br />

Específicamente, se tratará <strong>de</strong> relacionar la postura que tiene Diógenes con respecto al vacío<br />

en relación con la perspectiva pitagórica.<br />

1. Principio<br />

Empezaré por el Principio. Como ya lo señaló Eggers Lan 14 , hay un problema<br />

interpretativo al afirmar que Diógenes estaba interesado en <strong>de</strong>terminar el origen <strong>de</strong>l cosmos<br />

<strong>de</strong> la misma manera en la que lo estuvieron la mayoría <strong>de</strong> filósofos que lo precedieron,<br />

especialmente la escuela milesia. Dicha presentación <strong>de</strong> Diógenes la hace Aristóteles en<br />

Metafísica A:<br />

La mayoría <strong>de</strong> los primeros que filosofaron consi<strong>de</strong>raron que los únicos principios <strong>de</strong> todas las<br />

cosas eran <strong>de</strong> especie material […] Anaxímenes y Diógenes ponen al aire antes que al agua, y como<br />

aquel <strong>de</strong> entre los cuerpos simples que es principio máximo. (Met. I 3, 983b).<br />

Tal interpretación entra en choque con el testimonio <strong>de</strong> Simplicio 15 según el cual el<br />

principio para Diógenes es lo “intermedio entre el fuego y el aire” (Editorial Gredos, 1978, pág.<br />

31). La solución que Eggers propone es consi<strong>de</strong>rar a Diógenes como no interesado –<br />

inicialmente- en buscar un principio <strong>de</strong>l cosmos, sino que su interés parte <strong>de</strong>l estudio <strong>de</strong> las<br />

particularida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las criaturas vivientes. De este modo, es posible que su examen particular<br />

13<br />

Así lo constatan Aristóteles en: De anima I 2, 405a.; y Simplicio en Física 152. 16-153, 13.<br />

14<br />

Véase: (Editorial Gredos, 1978, págs. 17-21).<br />

15<br />

Véase: Simpl., Fís. 25, 1-13.


L a C i c u t a | 27<br />

<strong>de</strong> los animales y humanos lo hayan llevado a i<strong>de</strong>ntificar al aire como el principio <strong>de</strong> vida y a<br />

la respiración como el proceso vital por excelencia, por lo que posteriormente dio una<br />

explicación cosmológica <strong>de</strong>l aire como principio universal. De esta manera, la interpretación<br />

<strong>de</strong>l principio varía: por un lado, el aire es el principio <strong>de</strong> vida <strong>de</strong> los animales y humanos y, por<br />

el otro, el principio universal es el intermedio entre el aire y el fuego. Esta última cuestión ha<br />

sido un punto <strong>de</strong> discusión permanente entre los comentaristas <strong>de</strong> Diógenes. El fragmento 5<br />

es sobre el que versan las discrepancias entre unos y otros. Sin embargo, ésta será una cuestión<br />

<strong>de</strong> la que me ocuparé más a<strong>de</strong>lante cuando hable <strong>de</strong> las consi<strong>de</strong>raciones teológicas <strong>de</strong>l<br />

apoloniata.<br />

En lo que respecta a los Pitagóricos, he <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir con Kahn 16 que se fascinaron por la<br />

relación que hay entre los fenómenos celestes, la música y los números. Tal encanto por los<br />

números tiene su justificación en varios hallazgos <strong>de</strong> renombre en la historia <strong>de</strong> las<br />

matemáticas y <strong>de</strong> las ciencias en general, entre ellos: la caracterización e i<strong>de</strong>ntificación <strong>de</strong> los<br />

cinco sólidos regulares, la proporción numérica entre la cuerda <strong>de</strong> un instrumento y el sonido<br />

que produce (primera aproximación a las notas musicales), y cómo olvidar el famoso teorema<br />

<strong>de</strong> Pitágoras que halló la relación universal entre dos catetos con la hipotenusa <strong>de</strong> los<br />

triángulos rectángulos. Este encanto por las matemáticas y su relación con el mundo los llevó<br />

a ser muy acuciosos con respecto a la observación <strong>de</strong> la naturaleza.<br />

Se podría <strong>de</strong>cir que su examen sobre la naturaleza y la relación <strong>de</strong> ésta con los números<br />

los llevó racionalmente a postular y sostener que la Unidad es el principio <strong>de</strong> todas las cosas.<br />

Al respecto, Kahn 17 elabora un largo paralelismo entre el Filebo <strong>de</strong> Platón y la doctrina <strong>de</strong> la<br />

unidad pitagórica. En este punto, me interesa rescatar la postura pitagórica: “Ante todo el<br />

número Dos es formado por la acción <strong>de</strong>l Uno en la Diada, transformando una in<strong>de</strong>terminada<br />

cantidad o una vaga numerosidad en un número <strong>de</strong>finido” (Kahn, 2001, pág. 59) 18 . De aquí<br />

po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>ducir que el principio es el Uno o la Unidad, que al relacionarse con la Diada –que<br />

también se originó a partir <strong>de</strong>l Uno- forman el dos y así sucesivamente se crean los números.<br />

De éstos se formarán los puntos –que hoy enmarcamos en la dimensión cero, es <strong>de</strong>cir, no tiene<br />

dimensiones-. A<strong>de</strong>más, a partir <strong>de</strong> ellos se originan las líneas –que enmarcamos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la<br />

primera dimensión, es <strong>de</strong>cir, que poseen longitud-, <strong>de</strong> allí se forman las figuras planas –<br />

enmarcadas en la segunda dimensión con longitud y anchura- y, por último, se forman las<br />

16<br />

Véase: (Kahn, 2001, pág. 3).<br />

17<br />

Véase: (Kahn, 2001, pág. 58).<br />

18<br />

En el texto original: “First of all, the number Two is formed by the action of One on the Dyad, transforming<br />

in<strong>de</strong>terminate quantity or vague numerosity into a <strong>de</strong>finite number”.


L a C i c u t a | 28<br />

figuras sólidas –enmarcadas en tres dimensiones: anchura, longitud y profundidad-. De esta<br />

forma, llegamos a los objetos sensibles tridimensionales, don<strong>de</strong> pue<strong>de</strong>n surgir los cuatro<br />

elementos fundamentales.<br />

La exposición que acabo <strong>de</strong> hacer <strong>de</strong>l principio pitagórico muestra que los pitagóricos,<br />

por medio <strong>de</strong> un proceso inductivo, logran llegar <strong>de</strong> lo más particular, la unidad, a lo más<br />

general, el cosmos. Es <strong>de</strong>cir, por medio <strong>de</strong> un análisis que parte <strong>de</strong> lo más básico, fundamental<br />

y particular, llegan a una comprensión <strong>de</strong> lo más general. Un proceso similar ocurre en<br />

Diógenes. Como ya dije, parece ser que su interés por el examen <strong>de</strong>l cosmos inició con un<br />

análisis <strong>de</strong> las particularida<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> lo básico y <strong>de</strong> las individualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los seres vivos.<br />

Diógenes termina afirmando, a partir <strong>de</strong> su examen <strong>de</strong>l funcionamiento <strong>de</strong> los animales y las<br />

personas, que el principio vital e intelectivo <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> ellos resi<strong>de</strong> en el aire. Apoyándose<br />

en observaciones particulares, y motivado por intereses biológicos, el apoloniata pasa por un<br />

proceso inductivo por medio <strong>de</strong>l cual llega a consi<strong>de</strong>raciones cosmológicas. Tanto los<br />

pitagóricos como Diógenes encuentran algo que es común a todos los individuos y que se<br />

pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar como básico, primordial y prístino, a partir <strong>de</strong>l cual se pue<strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r la<br />

totalidad <strong>de</strong> las cosas, el cosmos.<br />

Soy consciente <strong>de</strong> que este paralelismo entre el procedimiento investigativo <strong>de</strong><br />

Diógenes y el pitagorismo no <strong>de</strong>muestra sino que el interés por el estudio <strong>de</strong> la naturaleza en<br />

el primero es semejante al proce<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l segundo. Sin embargo, haber mostrado dicha<br />

semejanza me permite afirmar –por lo menos en un punto- que el método <strong>de</strong> indagación <strong>de</strong><br />

Diógenes sigue a una <strong>de</strong> las tradiciones filosóficas con mayor trayectoria <strong>de</strong> la antigüedad. Así<br />

el punto <strong>de</strong> partida <strong>de</strong>l apoloniata parece ser prometedor y consistente.<br />

1.1. El vacío<br />

Una segunda filiación <strong>de</strong> Diógenes con el pitagorismo la encontramos en su respaldo a<br />

la existencia necesaria <strong>de</strong>l vacío. Según Guthrie 19 , en lo que atañe a su concepción monista,<br />

Diógenes va contra Empédocles quien había llevado el argumento <strong>de</strong> la pluralidad al límite al<br />

afirmar que “en todo hay una porción <strong>de</strong> todo” (2004, pág. 374). Para ello, Diógenes vuelve a<br />

la consi<strong>de</strong>ración parmení<strong>de</strong>a <strong>de</strong> lo que es, es, en la que se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong> una postura monista-<br />

19<br />

Véase: (Guthrie, H.F.G. Vol II, 2004, pág. 374).


L a C i c u t a | 29<br />

unitaria y no pluralista-infinita <strong>de</strong> la realidad. Sin embargo, al adoptar la postura <strong>de</strong>l eléata<br />

<strong>de</strong>be cuidarse <strong>de</strong> no caer en el problema <strong>de</strong>l no cambio y <strong>de</strong> la inmutabilidad, <strong>de</strong> modo que se<br />

apropia <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a, atribuida a Leucipo, <strong>de</strong>l vacío. Entre lo que es y el vacío surge la posibilidad<br />

<strong>de</strong>l cambio.<br />

Para enten<strong>de</strong>r en qué consiste el problema <strong>de</strong>l no cambio y cómo es que Diógenes logra<br />

evitarlo, he <strong>de</strong> hablar brevemente sobre Parméni<strong>de</strong>s, quien en primera instancia distinguía<br />

completamente al ser <strong>de</strong>l no ser. Según él, sólo po<strong>de</strong>mos llegar a pensar y a <strong>de</strong>cir sobre lo que<br />

es; mientras que lo que no es no se pue<strong>de</strong> ni pensar, ni conocer, ni expresar. Ahora, algo no<br />

pue<strong>de</strong> llegar a ser, en un sentido absoluto <strong>de</strong>l término, porque significaría que antes no era, y<br />

ahora es; y en rigor si algo no-es, es imposible que sea. En consecuencia, antes se podía <strong>de</strong>cir<br />

<strong>de</strong> ese algo: no-es; y ahora se dirá: es. Este cambio <strong>de</strong>l no-ser al ser es imposible para<br />

Parméni<strong>de</strong>s. De ahí que el ser sea imperece<strong>de</strong>ro, inengendrado e inmutable. Bajo estos<br />

postulados nos po<strong>de</strong>mos topar con varios problemas: I) ¿Cómo <strong>de</strong>be enten<strong>de</strong>rse “ser” y “noser”?<br />

Parece que siempre se habla en un sentido absoluto-existencial <strong>de</strong>l verbo, pero no<br />

siempre es claro. II) si lo que no-es no se pue<strong>de</strong> ni siquiera pensar, ni formular en palabras<br />

¿Por qué po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir que lo que no-es, no-es? III) ¿si sólo puedo <strong>de</strong>cir lo que es, esto<br />

significa que sólo puedo <strong>de</strong>cir verda<strong>de</strong>s? IV) ¿Cómo es posible que a pesar <strong>de</strong> que teóricamente<br />

se <strong>de</strong>muestre que el cambio es imposible, nosotros lo experimentemos?<br />

El modo en el que Diógenes esquiva estos problemas consiste, como ya se dijo, en<br />

adoptar la teoría <strong>de</strong>l vacío. En vez <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong>l no-ser, Diógenes hablará <strong>de</strong>l vacío. Así, a pesar<br />

<strong>de</strong> que acepta que lo que es, es, esto no significa que lo que es no pue<strong>de</strong> cambiar. De hecho,<br />

para Diógenes el mundo se forma como consecuencia <strong>de</strong> la rarefacción y con<strong>de</strong>nsación <strong>de</strong>l<br />

aire, es <strong>de</strong>cir, como consecuencia <strong>de</strong>l movimiento. El cambio surge <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> lo que es: aire y<br />

vacío. En medio <strong>de</strong> la interacción entre ambos las cosas se mueven, pero no por eso <strong>de</strong>jan <strong>de</strong><br />

ser. En este sentido, Diógenes siempre se está moviendo en el plano <strong>de</strong> lo que es, y no tiene<br />

necesidad <strong>de</strong> pensar o hablar sobre lo que no-es.<br />

A este respecto, he <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l vacío no nace en Diógenes. Guthrie, afirma<br />

que la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l vacío que es sostenida por el apoloniata proviene <strong>de</strong> Leucipo, pero omite la<br />

posibilidad <strong>de</strong> que Diógenes se haya apoyado en teorías pitagóricas, las cuales también<br />

afirman la existencia <strong>de</strong>l vacío (kenós). Po<strong>de</strong>mos constatar esto con el testimonio Aristotélico,<br />

quien afirma en la Física (Fís., Δ 6, 213 b 22):


L a C i c u t a | 30<br />

<strong>Los</strong> pitagóricos sostuvieron también que existe el vacío (…) El vacío <strong>de</strong>fine la naturaleza <strong>de</strong> las<br />

cosas, como si fuera un cierto elemento separador y <strong>de</strong>limitador <strong>de</strong> los términos sucesivos en una<br />

serie. Esto acontece primeramente en los números, pues el vacío distingue su naturaleza. (DK 58<br />

B 30).<br />

Po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir –junto con toda la tradición 20 -, que cuando Diógenes se apropió <strong>de</strong>l<br />

vacío estaba siguiendo los lineamientos <strong>de</strong> Leucipo, o bien se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los conceptos<br />

cosmogónicos más importantes <strong>de</strong> los pitagóricos. Opto por la segunda opción en virtud <strong>de</strong><br />

que la introducción <strong>de</strong>l vacío en la cosmogonía pitagórica es una <strong>de</strong> las afirmaciones más<br />

compartidas entre los estudiosos <strong>de</strong> la filosofía antigua 21 , mientras que la existencia <strong>de</strong>l<br />

personaje llamado Leucipo todavía está sometida a controversias. En caso <strong>de</strong> que se logre<br />

<strong>de</strong>terminar que Leucipo no existió, sino que fue una construcción ficticia, creada con el fin <strong>de</strong><br />

dar un pretexto para la fundamentación <strong>de</strong> una escuela –la atomista-, entonces la afirmación<br />

<strong>de</strong> que Diógenes adoptó el vacío <strong>de</strong> Leucipo carecería <strong>de</strong> sentido 22 .<br />

Lo anterior <strong>de</strong>muestra una vez más la posible filiación pitagórica <strong>de</strong> Diógenes <strong>de</strong><br />

Apolonia y también nos muestra que, a pesar <strong>de</strong> que adopta teorías pre<strong>de</strong>cesoras, logra<br />

superar los conflictos en los que éstas cayeron por medio <strong>de</strong> la ampliación –no contradictoria<br />

sino superadora- <strong>de</strong> su doctrina. Hago referencia, por supuesto, a la manera en que adoptó la<br />

tesis parmení<strong>de</strong>a, conjugándola con el vacío pitagórico consiguiendo así un blindaje ante las<br />

críticas en las que cayó la escuela eléata.<br />

2. Inmortalidad <strong>de</strong>l alma<br />

En lo concerniente a la teoría <strong>de</strong> la inmortalidad <strong>de</strong>l alma, para los pitagóricos y para<br />

Diógenes el alma es inmortal. No obstante, hay algo en lo que podrían discrepar y es en lo que<br />

concierne al movimiento <strong>de</strong> las cosas causado por el alma. Dentro <strong>de</strong>l estudio <strong>de</strong>l pitagorismo<br />

hay una discusión entre, si el alma es principio <strong>de</strong> movimiento, o si no lo es. El problema surge<br />

principalmente con el testimonio que da Aristóteles en De ánima. Allí nos dice que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

los pitagóricos algunos “han afirmado que el alma se i<strong>de</strong>ntifica con las motas en suspensión<br />

en el aire, si bien otros han afirmado que es aquello que mueve a éstas” (Arist., Del alma I 2,<br />

405a). De este modo, habrían dos maneras <strong>de</strong> concebir el principio motor <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l<br />

20<br />

Con tradición quiero <strong>de</strong>cir seguir a Simplicio, a Teofrasto y al mismo Guthrie.<br />

21<br />

Véase especialmente (Guthrie, H.F.G. Vol I, 2004, págs 266 & 278) y (Burnet, 1920, pág. 77).<br />

22<br />

Para mayor información sobre la discusión referente a la existencia <strong>de</strong> Leucipo, revisar el artículo “Leucippus´s<br />

atomism” en (Graham, 2008).


L a C i c u t a | 31<br />

pitagorismo: o bien éste se i<strong>de</strong>ntifica con el alma, o bien con el aire. En este sentido el<br />

pitagorismo tendría una división interna a la hora <strong>de</strong> explicar cuál es el principio motor, y<br />

puesto que hemos dicho que Diógenes está adoptando en su teoría el principio motor<br />

pitagórico, cabe entonces preguntarse ¿Cuál <strong>de</strong> los dos principios es el que está adoptando?<br />

¿El aire? ¿El alma? La respuesta que Diógenes da es brillante: tanto el aire como el alma son<br />

el principio motor. Para <strong>de</strong>cirlo con total claridad, para Diógenes: alma es aire 23 . Es por eso<br />

que la pregunta por cuál es grupo <strong>de</strong> pitagóricos al que está afiliado Diógenes es irrelevante,<br />

ya que al haber i<strong>de</strong>ntificado al aire con el alma parece que está optando por reunir las dos<br />

maneras pitagóricas <strong>de</strong> concebir el principio motor.<br />

Sin embargo, no sería preciso tratar <strong>de</strong> fijar una postura pitagórica <strong>de</strong> Diógenes, en este<br />

aspecto sería forzar mucho el argumento, pues los pitagóricos no son los únicos en afirmar la<br />

inmortalidad <strong>de</strong>l alma, casi todos los filósofos antiguos dieron su consentimiento en este<br />

punto. Es más una creencia comúnmente aceptada entre los presocráticos que la innovadora<br />

postura <strong>de</strong> alguno en particular. Aun así es interesante observar cómo es que Diógenes se<br />

nutre <strong>de</strong> concepciones que llevó a que el pitagorismo se dividiera en dos posibles respuestas.<br />

Resulta revelador que Diógenes haya unificado la postura pitagórica, pues muestra una vez<br />

más que su habilidad para encontrar la manera <strong>de</strong> unificar posturas que antes eran, si bien no<br />

contrarias, por lo menos diferentes.<br />

De cara a este tema, Guthrie 24 nos dice que para los pitagóricos el alma es inmortal y<br />

que no se diferencian <strong>de</strong> los milesios cuando afirman que el mundo está lleno <strong>de</strong> almas; <strong>de</strong><br />

hecho hay almas vagando en el mundo. También resalta que era muy antigua la creencia <strong>de</strong><br />

que el alma tenía la misma naturaleza que el aire. De hecho, psyché –el término griego para<br />

alma- se traduce muchas veces como aliento vital. En el caso <strong>de</strong> Diógenes el alma es el arché<br />

–término griego para origen- <strong>de</strong> la naturaleza y <strong>de</strong> la vida; en él tienen origen todas las cosas<br />

y todas las cosas vivas lo están por él.<br />

3. Teología<br />

Para Diógenes el aire es el principio <strong>de</strong> vida y en este sentido es equiparable al alma. Sin<br />

embargo, el aire es mucho más que eso, pues al ser arché <strong>de</strong> todo cuanto hay es omnipresente<br />

23<br />

Véase el testimonio <strong>de</strong> Aristóteles en Del alma I 2, 405ª y <strong>de</strong> Simpl., Fís. 152, 16-153, 13.<br />

24<br />

Véase: (Guthrie, H.F.G. Vol I, 2004, pág. 192).


L a C i c u t a | 32<br />

y omnisciente. Guthrie 25 explica estos dos últimos puntos haciendo la relación con<br />

Anaxímenes y con Anaxágoras. Del primero acoge la omnipresencia <strong>de</strong>l aire, pues aun cuando<br />

veamos tierra o agua, hay aire. Tanto el agua como la tierra son modos <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>l aire y para<br />

sostenerlo se basa en la rarefacción y con<strong>de</strong>nsación <strong>de</strong>l mismo. Ambas formas <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>l aire<br />

surgen <strong>de</strong> la interacción entre aire y fuego y, con ello, el resultado <strong>de</strong> dicha interacción sería<br />

lo intermedio entre uno y otro. Así pues, el aire pue<strong>de</strong> presentarse tanto en forma sólida como<br />

en forma líquida, y aun así seguir siendo el mismo aire. Este aporte se lo po<strong>de</strong>mos atribuir a<br />

Anaxímenes, el cual fue retomado por Diógenes.<br />

La segunda característica se la <strong>de</strong>bemos al nous <strong>de</strong> Anaxágoras. Empero, Diógenes logra<br />

evadir un problema en el que caía Anaxágoras y que correspon<strong>de</strong> al “distanciamiento <strong>de</strong>l<br />

Intelecto respecto <strong>de</strong>l mundo” (Guthrie II, 2004, pág. 376). Hasta don<strong>de</strong> se tiene información,<br />

Anaxágoras no pudo resolver la cuestión referente al involucramiento <strong>de</strong>l nous en el mundo<br />

sin que éste <strong>de</strong>jara <strong>de</strong> ser puro, pues necesitaba mezclarse con el resto <strong>de</strong> las cosas para darles<br />

intelección, pero, a su vez, no podía porque sólo él en estado puro posibilitaba tal intelección.<br />

Diógenes supo librarse <strong>de</strong> esto al i<strong>de</strong>ntificar el po<strong>de</strong>r cognoscitivo <strong>de</strong>l nous anaxagóreo en el<br />

aire. Éste, evi<strong>de</strong>ntemente, penetra en todas las cosas sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser aire. Una vez más vemos<br />

cómo Diógenes logra apropiarse <strong>de</strong> una teoría pre<strong>de</strong>cesora, superando un obstáculo que su<br />

antecesor no pudo resolver. Así termina sosteniendo que el aire es alma en tanto que es<br />

principio <strong>de</strong> cognición como principio vital.<br />

Al reunir estos aspectos nos quedamos con un aire que está presente en todas las cosas,<br />

que las crea a todas y que a su vez es principio <strong>de</strong> vida y <strong>de</strong> cognición. En últimas, Diógenes<br />

nos propone una nueva concepción <strong>de</strong> dios. Un dios que comparte características comunes a<br />

otros dioses presocráticos, en tanto que es eterno, perfecto, puro y omnipresente, pero que a<br />

su vez tiene elementos sumamente novedosos, pues es un dios que no sólo es principio <strong>de</strong><br />

cognición sino que, al ser i<strong>de</strong>ntificado con el aire, es material y está presente entre nosotros y<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> nosotros. Es por esto que Cicerón afirma en De natura <strong>de</strong>orum, “el aire al cual<br />

Diógenes <strong>de</strong> Apolonia consi<strong>de</strong>ra un Dios” [Cic., De nat. Deor. I 12, 29.] Las cualida<strong>de</strong>s divinas<br />

<strong>de</strong>l aire son las mismas que tradicionalmente se le atribuyen a un dios. Diógenes habla <strong>de</strong> uno<br />

sólo dios que se encuentra en todas partes, incluso en el interior <strong>de</strong> las criaturas vivientes,<br />

don<strong>de</strong> en ellas es el alma, el aliento vital. Por esto Teofrasto nos dice en De sensibus que “el<br />

aire interior percibe, pues es una pequeña parte <strong>de</strong>l dios” [Teofr., De Sens, 42]. El alma, en<br />

tanto aliento vital, garantiza la relación directa <strong>de</strong>l mundo con el aire en sentido universal.<br />

25<br />

Véase (Guthrie, H.F.G. Vol I, 2004, pág. 376).


L a C i c u t a | 33<br />

Como ya vimos, esta caracterización <strong>de</strong>l aire logra superar un problema que Anaxágoras tenía<br />

a la hora <strong>de</strong> relacionar la universalidad con la particularidad <strong>de</strong>l intelecto.<br />

4. Hombre<br />

Es más fácil empezar este punto con los pitagóricos, pues el interés por el hombre se<br />

evi<strong>de</strong>ncia en sus famosos preceptos <strong>de</strong> comportamiento que Diógenes Laercio (D.L., VIII 17)<br />

expone en la sección <strong>de</strong>dicada a Pitágoras. El interés por el cuidado <strong>de</strong> sí (epiméleia eatou)<br />

para conseguir que el alma salga <strong>de</strong>l ciclo <strong>de</strong> transmigración es una i<strong>de</strong>a altamente conocida<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los círculos pitagóricos. Guthrie nos expone esta i<strong>de</strong>a 26 diciendo que para los<br />

pitagóricos las almas individuales <strong>de</strong>bían lograr alcanzar la pureza perfecta y llegar al alma<br />

universal. Para eso, la vida humana tenía un fin y era limpiarla <strong>de</strong> imperfecciones, borrar las<br />

manchas. Durante el tiempo <strong>de</strong> la transmigración el alma estaba impura y el hombre sabio<br />

sabía que tenía que limpiarla.<br />

Sobre este asunto, Gomperz (2000, págs. 170-172) señala que Pitágoras pudo haber<br />

heredado pensamientos provenientes <strong>de</strong> diferentes lugares: Egipto, Persia, India etc. Con esto<br />

quiere señalar que la i<strong>de</strong>a básica <strong>de</strong> la transmigración <strong>de</strong>l alma no es un invento griego. Sin<br />

embargo, el hecho <strong>de</strong> que no fuera una i<strong>de</strong>a con cuna griega no significa que lo que se sigue<br />

<strong>de</strong> ésta no pudiera ser originalmente griego. Me refiero a los ya mencionados preceptos<br />

pitagóricos para el cuidado <strong>de</strong> sí. Era muy importante hacer las cosas según estos lineamientos<br />

<strong>de</strong> conductas en aras <strong>de</strong> mantener cierta armonía y <strong>de</strong> propulsar la pureza <strong>de</strong>l alma.<br />

Por ello, los pitagóricos se interesaron en el cuerpo humano, tanto en medicina como<br />

en ética. Algunos <strong>de</strong> los que posiblemente fueron pitagóricos también eran médicos<br />

reconocidos; entre éstos basta nombrar a Empédocles y a Alcmeón 27 . La relación pitagórica<br />

con la medicina data <strong>de</strong> la propuesta pitagórica <strong>de</strong> los diez principios contrarios. Antes <strong>de</strong><br />

explicarla la expondré tal y como Aristóteles lo hace en Metafísica A (Met. A 5, 986 a 22):<br />

26<br />

Véase: (Guthrie, H.F.G. Vol II, 2004, pág. 198).<br />

27<br />

Estoy tomando por sentada la filiación pitagórica que Guthrie expone <strong>de</strong> Alcmeón en (Guthrie, H.F.G. Vol I,<br />

2004, pág. 323)


L a C i c u t a | 34<br />

límite ilimitado<br />

impar par<br />

uno múltiple<br />

<strong>de</strong>recho izquierdo<br />

masculino femenino<br />

estático dinámico<br />

<strong>de</strong>recho curvo<br />

luz oscuridad<br />

bueno malo<br />

cuadrado oblongo<br />

Según la interpretación que Kahn 28 hace <strong>de</strong> la tabla, ésta tiene un origen arcaico que<br />

es posterior a Espeusipo. Se basa, principalmente, en la ausencia <strong>de</strong> los principios <strong>de</strong> la Unidad<br />

y la Diada <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la tabla y en la aleatoriedad aparente en la que se intercalan los principios<br />

morales, con los materiales y los matemáticos. En contraposición Kirk, Raven y Schofield 29<br />

consi<strong>de</strong>ran que Aristóteles traiciona la vaguedad con relación a la antigüedad <strong>de</strong> la tabla, al<br />

sugerir la afinidad <strong>de</strong> la misma con el uso <strong>de</strong> los opuestos por Alcmeón <strong>de</strong> Crotona, siendo<br />

éste activo hacia principios <strong>de</strong>l Siglo V a.C.<br />

Dentro <strong>de</strong> la discusión que estamos proponiendo, es importantísima esta relación <strong>de</strong> los diez<br />

opuestos pitagóricos con la medicina, porque Diógenes <strong>de</strong> Apolonia era un médico, o, por lo<br />

menos, así lo <strong>de</strong>ja entrever el testimonio que Teofrasto nos da <strong>de</strong> Diógenes en De sensibus 30 .<br />

Allí se lo muestra con un interés máximo en investigar la fisionomía humana y en <strong>de</strong>terminar<br />

<strong>de</strong> qué manera sentimos y porqué. Ahora bien, si es cierto que Alcmeón tuvo cierta filiación<br />

con los pitagóricos y Diógenes es here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la tradición médica <strong>de</strong>l crotonense, entonces en<br />

Diógenes po<strong>de</strong>mos encontrar ciertos vestigios <strong>de</strong>l pensamiento pitagórico. Tal herencia se<br />

evi<strong>de</strong>ncia plenamente en la implementación <strong>de</strong> remedios que buscan equilibrar el cuerpo<br />

humano, basándose, precisamente, en un principio <strong>de</strong> equivalencia <strong>de</strong> opuestos. Éste consistía<br />

en regular los humores <strong>de</strong>l cuerpo por medio <strong>de</strong> la aplicación <strong>de</strong> contrarios, así, si el paciente<br />

estaba ardiendo en fiebre lo correcto era lavarle la cabeza con agua fría. Si tenía una<br />

pigmentación epidérmica pálida, entonces había que alimentarlo con frutos rojos etc. La i<strong>de</strong>a<br />

era lograr un equilibrio en el cuerpo estabilizando los principios constitutivos <strong>de</strong>l mismo. Éstos<br />

28<br />

Véase: (2001, págs. 65-66)<br />

29<br />

Véase: (Kirk, Raven, & M.Schofield, 2008, pág. 441).<br />

30<br />

Véase (Teofr., De sens. 43)


L a C i c u t a | 35<br />

principios constitutivos, nos dice Gomperz, eran “«lo caliente» y «lo frío», «lo seco» y «lo<br />

húmedo»” (2000, pág. 340). Empero no se tomaban <strong>de</strong> modo literal, sino más bien como unas<br />

“abstracciones revestidas <strong>de</strong> realidad” (Gomperz, 2000, pág. 340) con las que procedían los<br />

primeros médicos para empezar a proponer curas.<br />

Sólo conociendo muy bien el cuerpo y su funcionamiento se podía aspirar a ser un buen<br />

médico. Diógenes, entonces, habría <strong>de</strong> tener éste conocimiento y, <strong>de</strong> este modo, es plausible<br />

afirmar nuevamente que su interés biológico fue anterior al interés cosmológico, pero en su<br />

conjunto constituye un todo en el conocimiento. Guthrie nos lo dice claramente “El estudio<br />

<strong>de</strong>l cuerpo humano era aún sólo una parte <strong>de</strong> la filosofía consi<strong>de</strong>rada como un todo” (2004,<br />

pág. 326). Su doctrina no se quedaba meramente en el campo <strong>de</strong> la medicina, en la fisiología<br />

o en la cosmogonía, así como el estudio <strong>de</strong> los pitagóricos no se centraba solamente en la<br />

música, la cosmogonía o las matemáticas. El conocimiento venía en conjunto y lo que se<br />

pretendía encontrar eran lazos vinculantes entre un área <strong>de</strong>l conocimiento con otra.<br />

5. Conclusiones<br />

Con lo dicho hasta acá po<strong>de</strong>mos concluir diciendo: primero, la crítica <strong>de</strong> Teofrasto a<br />

Diógenes <strong>de</strong> Apolonia presupone que este último adoptó su teoría <strong>de</strong>l vacío por cuenta <strong>de</strong><br />

Leucipo, cuando existe la posibilidad <strong>de</strong> que se haya basado no en Leucipo sino en los<br />

pitagóricos. Si este es el caso, Diógenes no está tratando <strong>de</strong> conciliar dos doctrinas que son<br />

incompatibles, sino que está ampliando su visión cosmológica adoptando una teoría antigua,<br />

integrándola con el resultado <strong>de</strong> su propia doctrina, a saber: juntar la teoría <strong>de</strong> Anaxágoras<br />

<strong>de</strong>l nous con el principio <strong>de</strong> Anaxímenes.<br />

Segundo, los postulados <strong>de</strong> Diógenes son here<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> Parméni<strong>de</strong>s, en lo referente a<br />

la apropiación <strong>de</strong>l postulado lo que es, es, <strong>de</strong> Pitágoras la afirmación <strong>de</strong>l vacío, <strong>de</strong> Anaxágoras<br />

con respecto al principio <strong>de</strong> intelección, <strong>de</strong> Anaxímenes el principio cosmogónico y <strong>de</strong><br />

Alcmeón los principios en medicina. Especialmente, se pue<strong>de</strong> evi<strong>de</strong>nciar cierta filiación con<br />

el pitagorismo en lo que respecta a su noción <strong>de</strong>l vacío y en el uso que hace <strong>de</strong> la teoría <strong>de</strong><br />

los principios opuestos en el campo <strong>de</strong> la medicina.<br />

Tercero, las críticas que se le pue<strong>de</strong> hacer a cada uno <strong>de</strong> los anteriores filósofos por<br />

separado no recaen en Diógenes. Se necesitarían nuevas críticas e i<strong>de</strong>ntificar nuevos<br />

problemas para atacar al sistema <strong>de</strong>l apoloniata. Por ejemplo, en lo referente al problema <strong>de</strong><br />

la inmutabilidad <strong>de</strong>l sistema <strong>de</strong> Parméni<strong>de</strong>s, Diógenes lo supera agregándole el vacío, pues


L a C i c u t a | 36<br />

las cosas que son no <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> ser, sino que el vacío, que es algo, irrumpe en ellas y las pue<strong>de</strong><br />

modificar. En lo que concierne al problema <strong>de</strong> la relación con la intelección <strong>de</strong> los seres<br />

particulares con el nous universal <strong>de</strong> Anaxágoras, Diógenes lo soluciona ubicando el po<strong>de</strong>r<br />

intelectivo en su principio cosmogónico: el aire. Éste es omnisciente y omnipresente,<br />

a<strong>de</strong>más, se encuentra <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> las criaturas vivientes en forma <strong>de</strong> aliento vital o alma.<br />

Cuarto, pue<strong>de</strong> que Diógenes sea un ecléctico, si por ecléctico se le llama a aquella<br />

persona que no tiene una incorporación a un sistema filosófico en concreto, pero no por eso<br />

su pensamiento carece <strong>de</strong> valor o sus postulados son bobos. Todo lo contrario, su sistema<br />

logra reunir lo mejor <strong>de</strong> cada doctrina <strong>de</strong> su tiempo, para conglomerarlo en un sistema<br />

filosófico robusto, que tiene la ventaja <strong>de</strong> esquivar los problemas con los que se enfrenta<br />

cada una <strong>de</strong> estas doctrinas.


L a C i c u t a | 37<br />

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Propedéutica<br />

L a L C a i C c u i c t u a t | a 40 | 39


El furor divino en la filosofía <strong>de</strong> Marsilio Ficino<br />

L a C i c u t a | 39<br />

Marja Alcione Spencer Aguilar<br />

Egresada <strong>de</strong> <strong>Filosofía</strong> y Letras - <strong>Universidad</strong> Nacional Autónoma <strong>de</strong> México<br />

marjibarargi@gmail.com<br />

Abstract:<br />

El presente trabajo <strong>de</strong>scribe el furor divino <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> la filosofía <strong>de</strong><br />

Marsilio Ficino, principalmente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comentario que hizo sobre El Banquete <strong>de</strong> Platón,<br />

que se titula Sobre el Amor. El concepto <strong>de</strong>l furor divino abarca los temas <strong>de</strong>l amor platónico,<br />

la poesía y los estados por los cuales el alma pasa para finalmente sufrir o pa<strong>de</strong>cer el furor<br />

poético por medio <strong>de</strong>l cual acce<strong>de</strong> al conocimiento <strong>de</strong> Dios. Para hablar sobre el concepto <strong>de</strong>l<br />

furor divino comienzo con el mito platónico <strong>de</strong> la caída <strong>de</strong>l alma, <strong>de</strong>spués explico que el furor<br />

divino es el medio por el que el alma pue<strong>de</strong> regresar con Dios, continúo con la explicación <strong>de</strong><br />

que la locura divina <strong>de</strong> la que habla Platón en el Fedro es retomada por Ficino para elaborar<br />

sus i<strong>de</strong>as sobre el furor divino y termino hablando <strong>de</strong> la importancia que tiene la poíesis<br />

(poesía) en la manifestación <strong>de</strong> dicho furor.<br />

Palabras Clave: furor – locura – poesía – alma - eros.


L a C i c u t a | 40<br />

Marsilio Ficino nació en Italia y vivió <strong>de</strong> 1433 a 1499. Fue humanista y filósofo, pero<br />

también fue instruido en medicina; <strong>de</strong> ésta última recibió conocimientos <strong>de</strong> su padre Diotifice,<br />

quien era el médico particular <strong>de</strong> los Medici. Cosme De’ Medici notó el gran talento <strong>de</strong>l joven<br />

Ficino y <strong>de</strong>cidió ser su mecenas; bajo su cuidado Ficino tradujo al latín varios textos <strong>de</strong><br />

exponentes importantes <strong>de</strong> la filosofía, como Porfirio, Dionisio Aeropagita y todo el Corpus<br />

Hermeticum. Sin embargo, Ficino siempre estuvo interesado en la difusión <strong>de</strong> la filosofía<br />

platónica y, para su suerte, Cosme, por el año 1452, le encomendó traducir la obra completa<br />

<strong>de</strong> Platón, la cual hizo con gran disposición. La labor <strong>de</strong> traducción <strong>de</strong> la obra platónica<br />

comenzó en 1462, cuando Cosme instituyó la Aca<strong>de</strong>mia Florentina en la villa <strong>de</strong> Careggi. En<br />

1474, con ayuda <strong>de</strong> su amigo y discípulo Lorenzo “el magnífico”, Ficino instauró la nueva<br />

Aca<strong>de</strong>mia Platónica (cf. Ficino, 1994, p. 9). 31 Las reuniones <strong>de</strong> la Aca<strong>de</strong>mia Platónica consistían<br />

en discutir sobre temas relacionados con la filosofía <strong>de</strong> Platón, y tenían una tradición<br />

recuperada <strong>de</strong> la costumbre helenística en la que se rememoraba el aniversario <strong>de</strong>l nacimiento<br />

<strong>de</strong> Platón con Banquetes, en los cuales se discutía sobre el amor divino (cf. Azara, 1993, p.<br />

XXIX). 32<br />

Para comenzar a hablar sobre el furor divino y sus efectos, me parece pertinente recordar<br />

antes el mito platónico sobre la caída <strong>de</strong>l alma que Ficino retoma <strong>de</strong> Plotino: el alma es<br />

con<strong>de</strong>nada a vivir en la tierra encerrada en un cuerpo como castigo por alguna falta que<br />

cometió cuando habitaba el cielo, así cae <strong>de</strong>l seno luminoso <strong>de</strong> Dios para terminar en la<br />

penumbra <strong>de</strong> la materia <strong>de</strong> la región mundana. A través <strong>de</strong> su caída pasa por cuatro regiones<br />

celestes: la mente angélica, el alma cósmica, los cuerpos celestes y los cuerpos materiales. De<br />

acuerdo con Plotino el alma tiene un recubrimiento llamado pneuma, el cual a medida <strong>de</strong> que<br />

el alma <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> por las cuatro regiones se cubre <strong>de</strong> impurezas que le ocasionan <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nes<br />

como el <strong>de</strong>seo, el placer, el miedo y el dolor. Por otra parte Dios se preocupa por salvar al alma<br />

y le otorga la posibilidad <strong>de</strong> regresar al seno divino por medio <strong>de</strong>l restablecimiento originario<br />

<strong>de</strong> sus faculta<strong>de</strong>s anímicas (cf. Azara, 1993, pp. LVII- LVIII).<br />

La salvación <strong>de</strong>l alma <strong>de</strong>l hombre consiste en el retorno a la verdad divina, es <strong>de</strong>cir, al<br />

conocimiento <strong>de</strong> la sabiduría eterna <strong>de</strong> Dios, pero ¿cuál es el medio para que el alma vuelva<br />

31<br />

<strong>Los</strong> datos sobre la vida <strong>de</strong> Marsilio Ficino son retomados <strong>de</strong> la “Nota Bibliográfica” que Mariapía Lamberti<br />

introdujo en la edición <strong>de</strong> Sobre el amor. Comentarios al Banquete <strong>de</strong> Platón publicada por la UNAM en la<br />

colección Nuestros Clásicos.<br />

32<br />

“Era más bien un grupo <strong>de</strong> entusiastas <strong>de</strong>l pensamiento platónico, que recuperaron la costumbre helenística<br />

<strong>de</strong> celebrar el cumpleaños <strong>de</strong> Platón con un banquete, durante el cual se discutía informalmente sobre el<br />

concepto platónico <strong>de</strong>l amor divino al que, junto con el amor cortés medieval, convirtieron en el tema <strong>de</strong> moda<br />

<strong>de</strong> finales <strong>de</strong>l Renacimiento”. Azara, p. XXIX.


al seno <strong>de</strong> Dios? La respuesta es el furor divino:<br />

L a C i c u t a | 41<br />

Así pues, el furor divino es, a la vez, una consecuencia y la causa <strong>de</strong>l regreso místico <strong>de</strong>l alma al<br />

seno <strong>de</strong> Dios, que tiene lugar durante momentos <strong>de</strong> rapto. <strong>Los</strong> distintos estados <strong>de</strong> furor por los<br />

que va pasando el alma generan primero la producción erótica <strong>de</strong> hijos, luego la composición <strong>de</strong><br />

poemas, el don temporal <strong>de</strong> la profecía y finalmente la unión con Dios . (Azara, 1993, p. LV).<br />

La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> furor divino utilizada por Ficino en su filosofía es retomada y elaborada a<br />

partir <strong>de</strong>l concepto <strong>de</strong> locura <strong>de</strong>l Fedro <strong>de</strong> Platón, don<strong>de</strong> Sócrates dice que la locura es<br />

producida cuando un hombre es invadido por la divinidad. Se podría afirmar que este tipo <strong>de</strong><br />

locura es el más gran<strong>de</strong> don que se pueda recibir, pues el hombre al servir como habitáculo<br />

<strong>de</strong> la divinidad se convierte en receptor <strong>de</strong> la sabiduría que ésta le transmite y, a partir <strong>de</strong><br />

esto, se pue<strong>de</strong>n obtener los mayores bienes (cf. Fedro, 244 b, d). Sin embargo, es preciso<br />

aclarar que la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> locura <strong>de</strong> la que habla Sócrates no nace <strong>de</strong> una sola <strong>de</strong>finición, sino <strong>de</strong><br />

un conjunto <strong>de</strong> conceptos que tratan sobre ella <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las diferentes formas <strong>de</strong> manifestación<br />

que la constituyen. En principio existen dos tipos <strong>de</strong> locura: “una producida por enfermeda<strong>de</strong>s<br />

humanas, y otra por un trastorno divino en las costumbres usuales” (Fedro, 265 b), <strong>de</strong> éstas<br />

Sócrates consi<strong>de</strong>ra que la locura <strong>de</strong> origen divino es la correcta, pues afirma que: “los mayores<br />

bienes nos vienen por la locura, si es concedida por don divino” (Fedro, 244 d). Asimismo, la<br />

locura <strong>de</strong> origen divino tiene cuatro formas distintas <strong>de</strong> manifestarse: “Sócr.- Y a la locura<br />

divina, la dividimos en cuatro partes, relacionadas con cuatro dioses, y adjudicamos la<br />

inspiración profética a Apolo, a Diónisos la iniciática, a las Musas la poética, y una cuarta a<br />

Afrodita y Eros, la locura amorosa, que dijimos era, la mejor” (Fedro, 265 b). Todos estos tipos<br />

<strong>de</strong> locura con sus formas <strong>de</strong> manifestarse dieron origen al concepto <strong>de</strong>l furor divino que Ficino<br />

utiliza en su filosofía.<br />

Por otro lado, el furor poético ocupa un lugar primordial en la filosofía <strong>de</strong> Ficino, puesto<br />

que forma parte <strong>de</strong> las cuatro fases <strong>de</strong>l éxtasis <strong>de</strong>l furor divino: amor, poesía, adivinación y<br />

misterio, pero también se le consi<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> gran importancia como fuente <strong>de</strong> sabiduría cuando<br />

el filósofo-poeta lo sufre <strong>de</strong> manera aislada, separado <strong>de</strong> los otros furores. En ambos casos, al<br />

final, el resultado es la creación <strong>de</strong> versos (cf. Azara, 1993, pp. LVI-LVII). En otras palabras,<br />

“[e]l furor, que en estricto sentido platónico-ficiniano era un don o una gracia temporal, se<br />

convertía en un don a permanente disposición <strong>de</strong>l poeta” (Azara, 1993, p. LXIX).<br />

Cuando Ficino se apropia <strong>de</strong>l concepto, afirma que el furor divino se presenta como un<br />

arrebato inducido en el poeta que lo obliga a cantar y pronunciar versos sin ninguna


L a C i c u t a | 42<br />

preparación previa, sin ningún estudio <strong>de</strong> la técnica. La divinidad escoge precisamente a<br />

hombres que no <strong>de</strong>staquen en el arte <strong>de</strong> la composición, para que no quepa duda sobre la<br />

autoría divina. No obstante, el poeta <strong>de</strong>bía tener cierta voluntad para ser raptado y para<br />

ayudar a la divinidad en el proceso <strong>de</strong> su propia salvación (cf. Azara, 1993, pp. LII-LIII y LXIV).<br />

Sin embargo, para Platón el hombre raptado casi siempre era ignorante y carecía <strong>de</strong><br />

conocimiento sobre las reglas <strong>de</strong> la técnica. Por lo tanto, la diferencia entre los conceptos<br />

radica en que en Ficino el poeta obtiene una recompensa y en Platón no:<br />

En el primer caso [el <strong>de</strong> Platón], el poeta no ganaba nada. Era escogido como portavoz <strong>de</strong> una<br />

Verdad que le rebasaba y no entendía. El poema era un modo <strong>de</strong> augurio in<strong>de</strong>scifrable, cuyo<br />

sentido sólo podían <strong>de</strong>svelar los hombres <strong>de</strong> religión y los filósofos. Mientras que en el segundo<br />

caso [el <strong>de</strong> Ficino], el poema «divino» culmina el proceso <strong>de</strong> ascesis, y quien gana no es la<br />

humanidad en abstracto, ilustrada por la voz <strong>de</strong>l poeta poseído, sino el poeta individual que se<br />

salva personalmente. El poeta, el hombre <strong>de</strong> religión y el filósofo son una misma persona (Azara,<br />

1993, p. LXXIV).<br />

En la filosofía ficiniana el filósofo-poeta encuentra la salvación gracias al furor divino,<br />

pues con el arrebato que le produce la locura <strong>de</strong>scubre el camino que lo lleva <strong>de</strong> vuelta al<br />

origen. La poesía como medio expresivo <strong>de</strong> la locura le da los medios para recuperar o<br />

recordar la esencia <strong>de</strong> su ser originario, ya que a través <strong>de</strong>l lenguaje poético se hace posible la<br />

comunicación con lo divino. El filósofo-poeta recobra la memoria gracias al recuerdo <strong>de</strong> la<br />

manifestación divina que la poesía le evoca y es a partir <strong>de</strong> esta reminiscencia que comienza<br />

el camino <strong>de</strong> ascenso. 33 Ahora el alma <strong>de</strong>l hombre es capaz <strong>de</strong> conocer y <strong>de</strong> crearse a sí misma,<br />

pues ha <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> ser en potencia para convertirse en acto gracias a la metamorfosis que<br />

produce el acto poético <strong>de</strong>l furor divino. En este punto resulta conveniente retomar la<br />

acepción que Diotima da en el Banquete <strong>de</strong> Poíesis, es <strong>de</strong>cir creación: dice que todo lo que<br />

pasa <strong>de</strong>l no ser al ser es creación, incluso los trabajos realizados en las artes y por los artífices<br />

son llamados creaciones (cf. Banquete, 205 c). Se comienza a vislumbrar la importancia y el<br />

lugar que la poesía y el furor poético ocupaban en la filosofía ficiniana. ¿Qué es lo que crea la<br />

poesía y el poeta en la filosofía platónica <strong>de</strong> Ficino? La libertad y la <strong>de</strong>terminación propia <strong>de</strong>l<br />

33<br />

Para «ver» a Dios es preciso subir los escalones <strong>de</strong> una ascensión que es a un mismo tiempo reconquista y<br />

regeneración interior, un «renacimiento». En consecuencia, el filosofar ficiniano es completa y exclusivamente<br />

una invitación a ver con los ojos <strong>de</strong>l alma el alma <strong>de</strong> las cosas; una exhortación al amor a través <strong>de</strong>l relato <strong>de</strong> una<br />

experiencia personal a imitar; una instigación a sumergirse en las profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la propia alma porque todo<br />

<strong>de</strong>viene mucho más claro en el seno <strong>de</strong> la luz interior. De ahí un proce<strong>de</strong>r <strong>de</strong> figuras reduciendo la corpulencia<br />

<strong>de</strong>l dato empírico al refinamiento <strong>de</strong> una bella imagen, aunque traduciendo siempre lo abstracto con lo concreto,<br />

lo estático y muerto con lo vivo y personal. Garin, p. 152.


L a C i c u t a | 43<br />

hombre, su autonomía; el poeta es el artífice <strong>de</strong> su propio <strong>de</strong>stino. La poesía se convierte en<br />

el camino que conduce al filósofo a la recuperación <strong>de</strong> su forma originaria. La poesía en la<br />

filosofía ficiniana es un furor divino que permite al hombre convertirse en creador, según<br />

afirma Pedro Azara:<br />

…sobre el concepto <strong>de</strong> furor divino, se quiere mostrar que gracias a la recuperación <strong>de</strong> dicha<br />

noción, el hombre <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> ser un «saco lleno <strong>de</strong> inmundicias y excrementos» […] y se convirtió<br />

en un po<strong>de</strong>roso <strong>de</strong>scubridor y dominador <strong>de</strong> nuevos mundos, así como el creador en y <strong>de</strong> un<br />

mundo hasta entonces inexistente: el universo <strong>de</strong> la fantasía artística.<br />

(Azara, 1993, p. XIII).<br />

El gran responsable <strong>de</strong> que el hombre busque la salvación es el Amor, ya que sin él no<br />

existiría el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> recobrar la unidad perdida; él es quien evoca, en el poeta-filósofo, el<br />

recuerdo <strong>de</strong>l bien olvidado. Cuando el semblante <strong>de</strong> lo divino penetra en el corazón <strong>de</strong>l<br />

hombre se produce el enamoramiento, ahora el filósofo-poeta gasta sus días en la búsqueda<br />

<strong>de</strong>l bien anhelado. Su aspecto ya no es el mismo, se ve pálido, se vuelve melancólico y<br />

meditabundo. Parece que ha muerto en vida, pues ha perdido el interés por las cosas que lo<br />

ro<strong>de</strong>an, no come, no duerme, no habla, solamente sueña y mira hacia arriba. El <strong>de</strong>lirio lo ha<br />

esclavizado, nos dice María Zambrano:<br />

Hay un <strong>de</strong>lirio divino que es el amor. ¿Cómo al llegar aquí, no sintió Platón la necesidad <strong>de</strong><br />

justificar a los poetas como hombres esclavizados por este <strong>de</strong>lirio? Delirio <strong>de</strong>l amor que ejerce<br />

la misma función que la violencia filosófica. Mediante él, el hombre queda arrebatado, suspenso,<br />

en éxtasis, según los místicos habían <strong>de</strong> repetir durante siglos, innumerablemente. (Zambrano,<br />

1996, p. 67)<br />

Es comprensible, entonces, que Ficino creara y practicara toda una doctrina guiada por<br />

el amor, don<strong>de</strong> su concepto principal fuera el amor platónico. Dicho concepto hace referencia<br />

a las i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> eros que Platón presenta en el Banquete y que más a<strong>de</strong>lante Ficino replantea y<br />

presenta en el comentario que hace sobre esta misma obra, como el amor divino <strong>de</strong> un ser<br />

humano por otro, sin embargo, dicho amor sólo es la representación <strong>de</strong>l amor que el alma<br />

siente por la divinidad, puesto que el fin último y verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo es Dios. Pero este <strong>de</strong>seo<br />

solamente es <strong>de</strong>spertado por el reflejo <strong>de</strong>l resplandor <strong>de</strong> la belleza. De acuerdo con la teoría<br />

<strong>de</strong>l amor platónico la belleza externa <strong>de</strong> las cosas es la flor <strong>de</strong> la bondad, pues la belleza refleja<br />

la virtud que se encuentra en el interior <strong>de</strong> cada ser, y esa virtud es la bondad:


L a C i c u t a | 44<br />

En todas estas cosas la perfección <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro produce la perfección <strong>de</strong> afuera; y aquélla se llama<br />

bondad; ésta belleza. Por esto afirmamos que la belleza es la flor <strong>de</strong> la bondad. Y por los<br />

atractivos <strong>de</strong> esta flor, que actúan como señuelos, la bondad que está <strong>de</strong>ntro escondida atrae a<br />

los circunstantes. Pero como el conocimiento <strong>de</strong> nuestra mente se origina en los sentidos, nunca<br />

enten<strong>de</strong>ríamos ni apeteceríamos la bondad escondida <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> las cosas, si no fuésemos<br />

llevados hacia ella por los indicios <strong>de</strong> la belleza exterior; y en esto se revela la admirable utilidad<br />

<strong>de</strong> la belleza y <strong>de</strong>l amor, que es su compañero. (Ficino, 1994, p. 74).<br />

Por tanto, mientras la bondad exista en el alma, la belleza iluminará el semblante <strong>de</strong>l<br />

cuerpo que la contiene. Por otra parte, también es importante tener en cuenta que el eros<br />

platónico se ve realizado cuando se da el verda<strong>de</strong>ro conocimiento, el cual consiste en ver a la<br />

belleza en sí misma y no como un símbolo, pues en la filosofía platónica se consi<strong>de</strong>ra que el<br />

mundo material está conformado por simulacros que sólo participan y <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a<br />

originaria, en la cual resi<strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra belleza divina: la bondad.<br />

El amor siempre está al acecho <strong>de</strong> la belleza, pues ésta atrae al amante y produce en él<br />

el recuerdo <strong>de</strong>l semblante divino. De acuerdo con Platón Eros es un daímon 34 que se<br />

encuentra entre lo divino y lo mortal, es el vínculo que une a los dioses y los hombres, pues:<br />

“Interpreta y comunica a los dioses las cosas <strong>de</strong> los hombres y a los hombres las <strong>de</strong> los dioses<br />

[…] al estar en medio <strong>de</strong> unos y otros llena el espacio entre ambos, <strong>de</strong> suerte que el todo queda<br />

unido consigo mismo como un continuo” (Banqute, 202 b). Así Eros (amor) es el punto mágico<br />

en don<strong>de</strong> se cumple la unión <strong>de</strong> los contrarios (hombre-Dios). Es el <strong>de</strong>stello <strong>de</strong> luz que<br />

permite al amante vislumbrar al amado en la obscuridad:<br />

Es, en verdad, como si el ser verda<strong>de</strong>ro y oculto <strong>de</strong>jara verse por un <strong>de</strong>sgarrón <strong>de</strong>l velo que lo<br />

cubre. Por eso es posible partir, para esta nueva ascensión, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la belleza visible. Es lo único<br />

visible en que po<strong>de</strong>mos apoyarnos. Mas para <strong>de</strong>jarlo enseguida por la belleza una. […]Comienza<br />

<strong>de</strong> esta manera la escala <strong>de</strong>l amor a través <strong>de</strong> la belleza, más <strong>de</strong>sprendida <strong>de</strong> la particularidad <strong>de</strong><br />

un cuerpo . (Zambrano, 1996, p. 65).<br />

¿Qué efectos sufre el alma cuando recuerda la belleza única al verla reflejada en la<br />

belleza <strong>de</strong> los cuerpos? El alma <strong>de</strong>spierta <strong>de</strong>l profundo sueño en el que había caído <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />

forma parte <strong>de</strong> la materia humana, pues <strong>de</strong> manera casi instintiva entra en contacto con Dios<br />

y es a partir <strong>de</strong> este momento que no pue<strong>de</strong> evitar sentirse inflamada por el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong><br />

34<br />

“Diotima: llamó <strong>de</strong>monio al Amor. Puesto que, como los <strong>de</strong>monios son espíritus que median entre los celestes<br />

y los terrenales, así el amor se coloca en medio entre la belleza y su falta”. Ficino, p. 104.


L a C i c u t a | 45<br />

abandonar el cuerpo humano y ascen<strong>de</strong>r hacía el seno divino, su original morada (cf. Azara,<br />

p. 1993, XLI). El alma se <strong>de</strong>spoja <strong>de</strong>l velo que la mantenía adormilada gracias al entendimiento<br />

que se da cuando la vista interior, es <strong>de</strong>cir, la espiritual, pue<strong>de</strong> ver la belleza en sí misma y no<br />

como un símbolo. En este punto es pertinente citar un fragmento que Pedro Azara retoma<br />

<strong>de</strong>l Tratado que Ficino le <strong>de</strong>dica a Lorenzo <strong>de</strong> Medicis en don<strong>de</strong> habla sobre la locura poética:<br />

Dicha locura <strong>de</strong>spierta al cuerpo <strong>de</strong>l sueño y le impone la vigilia <strong>de</strong> la mente, lo saca <strong>de</strong> las<br />

tinieblas <strong>de</strong> la ignorancia y lo porta hacia la luz, lo sustrae <strong>de</strong> la muerte y lo encamina a la vida,<br />

<strong>de</strong>l olvido leteo lo reclama para que recuer<strong>de</strong> lo divino, y por último lo estimula, aguijonea, y<br />

enar<strong>de</strong>ce para que exprese mediante versos todo aquello que contempla y presente. (como se<br />

cita en Azara, 1993, p. 39).<br />

El objeto <strong>de</strong> conocimiento <strong>de</strong>l filósofo-poeta se concibe mediante un proceso espiritual<br />

como el furor divino, don<strong>de</strong> los hijos que procrea son paridos por el alma. Del <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> la<br />

contemplación surge el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> la generación. En el Banquete Platón afirmaba que la<br />

generación sólo podía surgir <strong>de</strong>l amor por lo bello, porque lo bello es todo lo que está lleno<br />

<strong>de</strong> virtud. El hombre que se ha vuelto esclavo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>lirio divino <strong>de</strong>sea la eterna posesión <strong>de</strong>l<br />

bien, por tanto ama la inmortalidad. Es entonces cuando se pue<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r la importancia<br />

<strong>de</strong> la generación <strong>de</strong>l poeta. A través <strong>de</strong> sus creaciones el hombre trascien<strong>de</strong> la mortalidad para<br />

llegar a lo eterno, pues lo mortal se conserva inmortal en la procreación, la generación y el<br />

cambio. Cada nueva generación representa la procreación <strong>de</strong> la generación anterior, lo viejo<br />

le ce<strong>de</strong> lugar a lo nuevo, pero lo nuevo es memoria <strong>de</strong> lo viejo. Gracias al morir renaciendo el<br />

hombre <strong>de</strong>viene inmortal:<br />

De este modo se conservan las cosas que en el alma y en el cuerpo son mutables. No porque<br />

ellas sean siempre precisamente las mismas (porque esta característica es propia <strong>de</strong> las cosas<br />

divinas), sino porque lo que parte <strong>de</strong>ja nuevo sucesor semejante a él. Mediante este remedio las<br />

cosas mortales se vuelven semejantes a las inmortales. Así pues, en una y otra parte <strong>de</strong>l alma<br />

(tanto en la que tiene que conocer, como en la que tiene que sostener el cuerpo) se genera el<br />

Amor <strong>de</strong> engendrar para conservar vida perpetua. (Ficino, 1994, pp. 134-135).<br />

Es por eso que la poesía es tan importante para la parte <strong>de</strong>l alma que quiere conocer,<br />

porque ella nos ayuda a recordar lo que olvidamos, los conceptos y las imágenes que nos<br />

presenta nos ponen <strong>de</strong> nuevo en contacto con la esencia divina. Las visiones espirituales que


L a C i c u t a | 46<br />

nos brinda la poesía nos permiten volver a ver, con el ojo <strong>de</strong>l intelecto, 35 la verda<strong>de</strong>ra cualidad<br />

<strong>de</strong>l ser. Gracias a la memoria <strong>de</strong> la poesía po<strong>de</strong>mos acce<strong>de</strong>r al eterno retorno <strong>de</strong>l recuerdo <strong>de</strong><br />

Dios.<br />

Así es como el filósofo-poeta logra su cometido, el conocimiento <strong>de</strong> Dios. Tal vez no lo<br />

logra conocer en su completitud, por su naturaleza finita, pero a través <strong>de</strong> este camino <strong>de</strong><br />

ascenso el hombre logra el retorno a la fuente originaria. Retornar es recordar y recordar es<br />

conocer. El camino que dirige al hombre hacia Dios es el autoconocimiento <strong>de</strong> sí, pues el<br />

proceso poético sólo se lleva a cabo mediante la creación <strong>de</strong>l propio ser. Dios se afirma en el<br />

hombre y el hombre se afirma en Dios, pues para po<strong>de</strong>r hacer visible lo invisible tiene que<br />

haber unión entre los contrarios (Hombre-Dios). El poeta hace visible lo invisible gracias a la<br />

creación. La poesía es el vestigio <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> un ser supremo que hace posible la<br />

realización <strong>de</strong>l ser. El hombre necesita <strong>de</strong> Dios para ser y Dios necesita <strong>de</strong>l hombre para ser<br />

visible.<br />

Así, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tratar sobre los temas <strong>de</strong>l alma, el amor y la poesía, elementos tan<br />

importantes en la filosofía ficiniana, po<strong>de</strong>mos corroborar por qué Ficino retoma la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l<br />

furor divino y en especial <strong>de</strong>l furor poético tratado, anteriormente, por Platón bajo el nombre<br />

<strong>de</strong> locura. Recor<strong>de</strong>mos que en un principio se hablaba <strong>de</strong> por qué el alma buscaba la salvación,<br />

pues había sufrido una caída <strong>de</strong> lo celestial a lo terrenal y, ahora, sufría pesarosa por encontrar<br />

el regreso al origen divino. Al actuar y converger el alma, el amor y la poesía en un mismo<br />

propósito, se hace posible la manifestación y el efecto <strong>de</strong>l furor divino, el cual se expresa en<br />

la salvación <strong>de</strong>l hombre, que no es otra cosa que la salvación <strong>de</strong>l alma como retorno a la<br />

verdad divina, al conocimiento <strong>de</strong> la sabiduría eterna <strong>de</strong> Dios ¿Cuál es el medio para volver al<br />

seno <strong>de</strong> Dios? La respuesta es el furor divino:<br />

Por tanto, cuando Dios se preocupaba <strong>de</strong> salvar nuestra alma, <strong>de</strong>bía restablecer el primitivo<br />

estado <strong>de</strong> pureza y <strong>de</strong> armonía entre las distintas faculta<strong>de</strong>s anímicas, limpiando el pneuma<br />

quemando escorias. Tal era la misión <strong>de</strong> los cuatro furores: se producían en el momento en que<br />

el alma volvía a atravesar en sentido inverso cada región <strong>de</strong>l cielo y gracias a su fuego purificador<br />

restablecían parcelas <strong>de</strong> la unidad perdida. (Azara, 1993, pp. LVII-LVIII).<br />

35<br />

“Las imágenes concebidas en este lugar (la imaginación), las conserva la memoria. Y por esto a menudo el ojo<br />

<strong>de</strong>l intelecto se ve incitado a contemplar las i<strong>de</strong>as universales <strong>de</strong> todas las cosas, que en sí ya contiene. Y por esto<br />

el alma, mientras contempla con el sentido a un cierto hombre, y lo concibe comúnmente también con el<br />

intelecto la naturaleza y <strong>de</strong>finición común a todos los hombres”. Ficino, p. 112.


L a C i c u t a | 47<br />

Como conclusión queda por <strong>de</strong>cir que la aca<strong>de</strong>mia platónica, dirigida por Ficino,<br />

subsumió en su filosofía la nueva forma <strong>de</strong> ver el mundo, promovida por el movimiento<br />

humanista. En dicha visión el hombre aparece no como un “simple saco lleno <strong>de</strong> inmundicia”<br />

(Azara, 1993, p. XIII), sino, más bien, como el dueño <strong>de</strong> su propio <strong>de</strong>stino. El hombre se ha<br />

vuelto capaz <strong>de</strong> confrontar el avenir voluble <strong>de</strong> la fortuna, pues ha aprendido a ser el artífice<br />

<strong>de</strong> su propio <strong>de</strong>stino. Sus mejores dones son la voluntad y la inteligencia, los cuales lo han<br />

hecho acreedor <strong>de</strong> una famosa dignidad. Para él ya no existe más la oposición entre el cuerpo<br />

y el alma, ahora tiene el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> encontrar el equilibrio que le permite la realización más<br />

extensa <strong>de</strong> todas sus potencialida<strong>de</strong>s. Su mejor hazaña es la <strong>de</strong> serenar sus impulsos e<br />

instintos y educar el dominio <strong>de</strong> sus faculta<strong>de</strong>s racionales (cf. Baldi). Al fin se conoce a sí<br />

mismo, es <strong>de</strong>terminación <strong>de</strong> sí mismo. Ha conquistado su autonomía.


Bibliografía:<br />

L a C i c u t a | 48<br />

AZARA, P. (1993). Sobre el furor divino y otros textos. España: Anthropos.<br />

BALDI, G., Giusso, M., Razetti, G. (1993). Dal testo alla storia dalla storia al testo. Vol. II. Tomo<br />

Primo. “Dal Rinascimento all’età <strong>de</strong>lla Controriforma”. Torino: Sigla: TS.<br />

FICINO, M. (1994). Sobre el Amor. Comentarios al Banquete <strong>de</strong> Platón. México: Nuestros Clásicos,<br />

UNAM.<br />

GARIN, E. (1981). La revolución cultural <strong>de</strong>l Renacimiento. Barcelona: Grijalbo.<br />

PLATÓN. (2010). Banquete. España: Gredos.<br />

_______. (2010). Fedro. Madrid: Istmo.<br />

ZAMBRANO, M. (1996). <strong>Filosofía</strong> y Poesía. México: FCE.


L a C i c u t a | 49<br />

Letras


Conciliaciones<br />

L a C i c u t a | 50<br />

Pablo Espinosa Córdoba<br />

<strong>Universidad</strong> <strong>de</strong> <strong>Los</strong> An<strong>de</strong>s<br />

p.espinosa10@unian<strong>de</strong>s.edu.co<br />

Me han contado <strong>de</strong> muchas cegueras: unas blancas, negras, otras como un lento atar<strong>de</strong>cer;<br />

cegueras horrendas y tranquilas, parciales y totales. Es otra manera más <strong>de</strong> estar en el mundo.<br />

Me han contado también hace unos días que algunos físicos creen que el universo es un<br />

holograma. Que las tres dimensiones, o más bien, la tercera <strong>de</strong> las dimensiones no es más que<br />

una proyección <strong>de</strong> un universo bidimensional. Me ha contado mi doctor, hace unos años, que<br />

me iba a quedar ciego, y me preguntaba si me tocaría el blanco, el negro o el crepúsculo. En fin,<br />

si me tocarían los colores o las formas.<br />

Para quien no está ciego, el mundo en tres dimensiones tiene sentido: se tiene una i<strong>de</strong>a<br />

<strong>de</strong> la extensión, el color y la profundidad <strong>de</strong> las cosas. Un ciego pue<strong>de</strong> prescindir <strong>de</strong> esas<br />

maravillosas invenciones. Cuando me quedé ciego, estaba acostumbrado a una realidad con<br />

volumen; luego entendí que <strong>de</strong>bía adaptarme al juego <strong>de</strong> la bidimensionalidad. No quiero<br />

<strong>de</strong>cir que no sienta los relieves, como cuando palpo lento la cara <strong>de</strong> alguien que quiero,<br />

encontrando las asperezas, midiendo la distancia entre sus cejas arqueadas e imaginando la<br />

forma <strong>de</strong> una sonrisa que dibujo con mis <strong>de</strong>dos. <strong>Los</strong> relieves están ahí pero no cobran<br />

importancia cuando la luz los hace aparecer. El mundo, mi realidad, es un continuo<br />

bidimensional <strong>de</strong> misterios táctiles. No sé, no me atrevo a <strong>de</strong>cir que en algún sentido vea más<br />

que otros por compren<strong>de</strong>r que la tercera dimensión es solo un añadido visual, pero podría<br />

compren<strong>de</strong>r por qué un universo en dos dimensiones es un universo tangiblemente real.<br />

Yo jugaba como los físicos a engañar la vista; yo era fotógrafo. Trataba <strong>de</strong> capturar la<br />

tridimensionalidad en una imagen <strong>de</strong>sposeída <strong>de</strong> su relieve. No <strong>de</strong>bía pues preten<strong>de</strong>r capturar<br />

la inmensidad <strong>de</strong> un paisaje en un marco –pequeño o gran<strong>de</strong>– cuyo contenido era un pedazo<br />

robado al tiempo, pero <strong>de</strong>spojado <strong>de</strong>l espacio que es su hermano.<br />

Cuando quedé ciego no me alarmé, pues sabía que ocurriría eventualmente, pero tuve<br />

que replantear el curso <strong>de</strong> una vida que creía armada. Sabía que per<strong>de</strong>ría mi trabajo y<br />

<strong>de</strong>dicarme a otro oficio en un momento en que pensaba que lo único que podía hacer era<br />

tomar fotos, tomar un trozo <strong>de</strong> mundo y engañar a los espectadores, mostrándoles mi universo<br />

–un engaño crudo y real–, era para mí imposible.


L a C i c u t a | 51<br />

Comencé a tomar fotos cuando mi padre compró una cámara para inmortalizar las<br />

ocasiones dignas <strong>de</strong> ser legadas a la posteridad: cuando mi hermana cumplió un año, en<br />

víspera <strong>de</strong> golpe <strong>de</strong> Estado; cuando mi abuela hizo una reunión en su casa para toda la familia;<br />

cuando gané un concurso <strong>de</strong> natación en el colegio… Un día, cuando mi padre cumplió treinta<br />

años en la empresa, me encomendó la tarea <strong>de</strong> tomar las fotos. “Que no vayan a quedar<br />

movidas y cuidadito con dañar la cámara”, ‘tranquilo papá que yo tengo cuidado”. Así, <strong>de</strong>jé el<br />

agua <strong>de</strong> las piscinas por el cuarto oscuro que, pienso ahora, son dos formas más <strong>de</strong> la ceguera.<br />

Para un ciego <strong>de</strong> ceguera adquirida, las premoniciones <strong>de</strong> su <strong>de</strong>stino se anuncian como en una<br />

tragedia cuyo <strong>de</strong>senlace paradójico no es visible sino hasta que aparece <strong>de</strong>scarnadamente, con<br />

Edipos sacándose los ojos y Tiresias que ven, porque la sombra y su comprensión también son<br />

condiciones para la sabiduría.<br />

A los catorce años tomé la llave <strong>de</strong>l armario don<strong>de</strong> mi padre guardaba la cámara, la saqué<br />

<strong>de</strong> su estuche y pasando mis <strong>de</strong>dos sobre las letras plateadas, murmuré bajito “LE-I-KA”. Me<br />

aventuré a las calles con afán <strong>de</strong> reportero <strong>de</strong> guerra pero con intenciones <strong>de</strong> sabihondo<br />

adolescente. Todavía conservo en mi memoria esa primera imagen, pilar <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>sobediencia.<br />

Se trataba <strong>de</strong> una bandada <strong>de</strong> palomas que revoloteaba alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> una casa colonial. La casa<br />

ya no existe y las palomas seguramente tampoco; queda aquel recuerdo como la arena <strong>de</strong> los<br />

tiempos irrecuperables.<br />

Por esa época también comencé a escribir impulsado por mi madre, que <strong>de</strong>cía que habría<br />

sido escritora <strong>de</strong> no ser por la intransigencia <strong>de</strong> <strong>de</strong> mi abuelo. <strong>Los</strong> hijos son a veces el reflejo<br />

<strong>de</strong> las frustraciones <strong>de</strong> sus padres; fue así como poco a poco me acerqué al reportaje <strong>de</strong><br />

noticias. Fui contratado por un periódico regional para escribir noticias <strong>de</strong> poco interés, <strong>de</strong><br />

esas que aparecen junto a las páginas <strong>de</strong> ocio y al crucigrama <strong>de</strong> los domingos que tanto le<br />

gustaba a mi abuela completar <strong>de</strong> manera rigurosa, como cuando rezaba el Rosario o iba a<br />

misa <strong>de</strong> doce todos los domingos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía años.<br />

Cuando el cansancio me lo permitía, salía a tomar, a robar esos trozos <strong>de</strong> tiempo que a<br />

mí me gustaban, y hacerlos así con un ‘click’ <strong>de</strong> la cámara. Pero el nicho <strong>de</strong>l arte es <strong>de</strong> difícil<br />

acceso, y no había quién me comprara las fotos. Para ese entonces, mi padre había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong><br />

trabajar a causa <strong>de</strong> una enfermedad neuro<strong>de</strong>generativa y era yo quien <strong>de</strong>bía traer el pan a la<br />

mesa. La enfermedad <strong>de</strong> mi padre fue fulminante, y al poco tiempo su presencia se fue<br />

<strong>de</strong>svaneciendo <strong>de</strong> la casa. Lo primero que me or<strong>de</strong>naron tirar fue la Leika, esa que había


L a C i c u t a | 52<br />

tomado sin permiso siete años antes. La muerte <strong>de</strong> mi padre fue en algún sentido la muerte<br />

<strong>de</strong>l gusto por mi oficio. Y así, <strong>de</strong>sanimado, las fotos que tomaba se marchitaban con él.<br />

Debido a la situación económica por la que pasábamos no solo nosotros sino varias<br />

familias <strong>de</strong>l barrio a causa <strong>de</strong> las medidas <strong>de</strong> austeridad que el gobierno había implantado, y<br />

por una extraña necesidad <strong>de</strong> cumplirle a mi madre o a lo que habría sido, tuve que continuar<br />

escribiendo para aquel periódico. Me <strong>de</strong>dicaba sin embargo cada vez más a mis fotos. Siempre<br />

me gustó retratar a las aves, <strong>de</strong> pronto porque sentía que podía eternizar el instante <strong>de</strong> su<br />

vuelo, esa libertad que trata justamente <strong>de</strong> aprovechar el espacio en todas sus dimensiones,<br />

en toda su vacuidad.<br />

Mi madre se fue perdiendo en la soledad y abandonó sus quehaceres creativos, esas<br />

activida<strong>de</strong>s tan contrarias a las i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> mi abuelo. La vena <strong>de</strong> artistas que había surgido<br />

antaño en mi familia se achicaba hasta el último aliento. Pensaba entonces que todo <strong>de</strong>be<br />

tener un final. La eternidad es una invención <strong>de</strong> quienes creyeron en la posibilidad <strong>de</strong> un<br />

horizonte quizá más humano, más hermoso y más inmaculado. Enterraría a mi familia como<br />

a mi precoz pasión por la fotografía, como acabó mi madre con sus ganas <strong>de</strong> vivir luego <strong>de</strong> la<br />

muerte <strong>de</strong> mi padre, cuyo nombre ya no invoco.<br />

Para mi sorpresa, me encomendaron hacer un reportaje acerca <strong>de</strong> la exposición <strong>de</strong> un<br />

conocido fotógrafo que se encontraba en la ciudad. Se trataba <strong>de</strong> una entrega con motivo <strong>de</strong><br />

la apertura <strong>de</strong> la sección <strong>de</strong> cultura en el periódico. Cuando llegué a la galería arrinconada en<br />

don<strong>de</strong> se exhibían las fotos, sentí entre emoción y angustia <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r al fin reportar algo que<br />

no estuviera impreso en la misma página que el horóscopo. El editor me otorgó dos páginas<br />

enteras para po<strong>de</strong>r contar lo que las fotos me dijeran, eso sí, a condición <strong>de</strong> que el producto<br />

final quedara impecable.<br />

Todas las fotos <strong>de</strong> la exposición –unas veinte– eran en blanco y negro. Entre los marcos,<br />

figuras y enfoques parecía existir una flui<strong>de</strong>z colorida pero metafísica: el flujo <strong>de</strong> grises y luces<br />

en movimiento, rostros y cicatrices que a pesar <strong>de</strong> su morbi<strong>de</strong>z exudaban cierta belleza que<br />

solo es conseguida cuando se <strong>de</strong>tiene en ese tiempo.<br />

La cara <strong>de</strong> una anciana atrajo mi atención: pu<strong>de</strong> palpar sus arrugas, sus cejas, su mirada<br />

que fue alguna vez, seguramente, luz para alguien querido. O, quién sabe, tal vez su vida fue<br />

grisácea y solitaria y ciega como sus ojos. Comprendí en ese momento, aunque sin saberlo,


L a C i c u t a | 53<br />

que cuando se es ciego también pue<strong>de</strong> tocarse el mundo <strong>de</strong> otras maneras. Recuerdo aún esa<br />

imagen intemporal que existe en mi memoria, solo que hoy ya no es una impresión común y<br />

corriente sino una invitación a que esta tierra no es únicamente para los vi<strong>de</strong>ntes.<br />

“Esta es la que más me gusta, ¿ya vio el resto <strong>de</strong> las fotos?”, “No, acabo <strong>de</strong> llegar, pero me<br />

gusta mucho, creo que me recuerda a mi abuela… será por el crucifijo que lleva colgado” Iría<br />

a ser <strong>de</strong>spués una premonición <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino que vivo o que me vive. “Mi abuelita también era<br />

muy católica”, me respondió la mujer que me habló cuando me acerqué al retrato, el tercero<br />

<strong>de</strong> la pared izquierda, dispuesto linealmente junto con otras seis fotos, como formando un<br />

tren sobre rieles invisibles. “¿Cómo se llama?”, “¿Yo, o la foto?”. La pregunta era válida, pues<br />

éramos <strong>de</strong>sconocidos sin querer. “Usted”, “Silvia, mucho gusto ¿qué lo trae por aquí?” Le dije<br />

que <strong>de</strong>bía hacer un reportaje sobre la exposición, aunque no <strong>de</strong>seaba revelarle el nombre <strong>de</strong>l<br />

periódico para el que trabajaba; habría sido una sentencia <strong>de</strong> muerte. “¿Y usted qué hace?”,<br />

“soy curadora… mucho gusto”.<br />

A medida que corría a lo largo <strong>de</strong> las fotos como montado en ese tren inmaterial,<br />

comencé a notar la paradoja, si pue<strong>de</strong> ser llamada así, que un director mostraría en un<br />

documental futuro. Cuando fui al cine, podía oír solamente, rellenando las imágenes con<br />

aquellas que alcancé a palpar esa tar<strong>de</strong> a mis veintiséis años, el mismo año en que mi visión –<br />

por cierto siempre <strong>de</strong>fectuosa– comenzó a empeorar notablemente.<br />

Las fotos como irreconciliables caras <strong>de</strong> la misma humanidad, mostraban la naturaleza<br />

<strong>de</strong> otras latitu<strong>de</strong>s junto con las experiencias miserables <strong>de</strong> la guerra, las quemaduras y la<br />

sangre. Esos dos elementos ineludibles que nos constituyen y nos enclaustran en la historia<br />

colectiva, don<strong>de</strong> todos somos a la vez creadores y <strong>de</strong>structores, eran explorados en<br />

profundidad por esas fotos, que podrían ser reportes, autorretratos o confirmaciones <strong>de</strong> que<br />

lo uno está siempre en lo <strong>de</strong>más, pero <strong>de</strong> manera incomprensible, en el espacio entre lo visible<br />

y lo invisible.<br />

Apenas <strong>de</strong>cidí volverme a casa y sentarme a escribir, me topé con Silvia a la salida.<br />

Hablaba con un hombre calvo, algo alto. Vislumbré, ya <strong>de</strong> noche, que hablaban en otro idioma<br />

no muy lejano <strong>de</strong>l español, y noté que aquel hombre <strong>de</strong>bía tratarse <strong>de</strong>l mismísimo<br />

protagonista <strong>de</strong> mi crónica (vine a confirmar esto inmediatamente <strong>de</strong>spués, cuando vi atrás<br />

<strong>de</strong> él el retrato <strong>de</strong> tamaño <strong>de</strong>scarado que presentaba su nombre y el <strong>de</strong> la exhibición). Como<br />

un buen reportero y asemejándome tal vez a un buitre, me acerqué sin cavilaciones, como


L a C i c u t a | 54<br />

husmeando en primeramente, y luego haciéndome un lugar para marcar mi presencia y<br />

entablar finalmente una conversación con el venerable fotógrafo.<br />

“¿Silvia?” La llamé con un gesto torpe. Se volteó y miró <strong>de</strong> reojo, como castigándome por<br />

la intromisión. Me acerqué aún más y, como si antes no hubiera visto, cambió la expresión <strong>de</strong><br />

su cara, don<strong>de</strong> se dibujó una sonrisa amical. “Ah, ¿qué tal le pareció?”, “Excelente, creo que<br />

tendré mucho <strong>de</strong> qué hablar”. Al percatarme <strong>de</strong> que no le había contado a qué me <strong>de</strong>dicaba,<br />

y <strong>de</strong> que tendría que confesárselo, le dije: “Eh… soy fotógrafo, bueno, soy reportero pero en<br />

verdad le <strong>de</strong>dico mi tiempo a la fotografía”. Silvia miraba divertida mi franqueza, aun<br />

apreciando la torpeza <strong>de</strong> mis palabras. Yo para mentir solo tenía éxito con mi cámara.<br />

El hombre que se encontraba a nuestro lado me preguntó que cómo eran las fotos que<br />

tomaba, en fin, <strong>de</strong> qué me gustaba apropiarme. Me apresuré a <strong>de</strong>cirle que me gustaban las<br />

aves, una respuesta pobre. Pensé que se reirían con el silencio, ese silencio que se petrifica en<br />

un instante que parece eterno <strong>de</strong>bido a palabras inconvenientes. La conversación no obstante<br />

continuó un rato más y Silvia me invitó a su galería. Me dijo que si lo <strong>de</strong>seaba, podía llevar<br />

conmigo algunas <strong>de</strong> mis impresiones para que ella las viera.<br />

Una semana <strong>de</strong>spués ya estaba impreso mi artículo, impecable e incrustado una y mil<br />

veces en los manojos <strong>de</strong> periódicos que se distribuían por la ciudad antes <strong>de</strong>l alba. Dos páginas<br />

completas y a color, aunque no fuera necesario, serían leídas y <strong>de</strong>scartadas en los rincones <strong>de</strong><br />

las calles y las alcantarillas masticarían los papeles periódicos mojados, aplastados por los<br />

transeúntes. Guardé mientras tanto mi serenidad esperando la llamada <strong>de</strong> Silvia para acordar<br />

una cita en su galería.<br />

Fue en esa semana <strong>de</strong> julio cuando salí sordo <strong>de</strong> la cita anual con el oftalmólogo. Como<br />

si no fuera nada grave, me anunció que mi <strong>de</strong>terioro ocular era estrepitoso: “se <strong>de</strong>be a una<br />

condición congénita, que supongo usted sabe que pa<strong>de</strong>ce, pero su caso empeoró mucho más<br />

rápido <strong>de</strong> lo esperado”. De pronto las imágenes tan queridas por mí, asentadas en mi cabeza<br />

y entretenidas por mi imaginación, tomaron un matiz <strong>de</strong>svaído; se <strong>de</strong>spintaban <strong>de</strong> nuevo las<br />

fotos, esas que conformaban mi vida hasta entonces, memoria mía y sin embargo aguada,<br />

memoria a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>shacerse y a ser <strong>de</strong>jada atrás, perdida como las formas que <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong><br />

ver.<br />

Se recortaron mis anhelos <strong>de</strong> repente –<strong>de</strong> tener una vida <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l periodismo– pues


L a C i c u t a | 55<br />

sabía que no sería uno <strong>de</strong> esos ciegos sabios que conoce la literatura. Caminé hasta mi casa<br />

con los ojos entreabiertos, sin las gafas puestas y, <strong>de</strong>satinados mis pasos, sentí esa infame<br />

compañía que llaman vida.<br />

¿Qué motivo habría <strong>de</strong> tener ahora para presentar mis fotos ante Silvia? Las imágenes,<br />

<strong>de</strong>spojadas <strong>de</strong>l ojo que las engendraron, quedarían huérfanas. No podría darlas a conocer pues<br />

sufrirían como yo <strong>de</strong> una ceguera imbatible; sería un ocaso visual que terminaría en<br />

impresiones veladas, arrebatadas <strong>de</strong> sus pobres dos dimensiones y en último término<br />

relegadas a la nada. Como mi visión agobiada que se sumía en el crepúsculo, mi vida, ese<br />

pliego representado por estos pedazos robados al tiempo, por esa increada y ya perecida<br />

bandada <strong>de</strong> palomas, se entorpecía como <strong>de</strong>saprendiendo sus pasos.<br />

No fui a la galería personalmente; en su lugar envié media docena <strong>de</strong> fotos con la<br />

esperanza <strong>de</strong> recibir respuesta <strong>de</strong> Silvia, una respuesta que no alcanzaría a leer con los ojos<br />

que no me alcanzaron. Fue entonces cuando me di cuenta <strong>de</strong> que no hay un fondo <strong>de</strong> las cosas,<br />

que éstas son infinitas cuando se traspasa su velo visible. El terreno <strong>de</strong> lo invisible es lóbrego<br />

para el sentido humano y éste estaría <strong>de</strong>stinado a encontrarme. Con el paso <strong>de</strong> los días, el<br />

tiempo que enfriaba las hojas enfriaba mi visión también, hasta que aquel otoño se me escapó<br />

al <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ver las hojas secas <strong>de</strong>l acacio que <strong>de</strong>saparecía <strong>de</strong> mi ventana. ¿Habría <strong>de</strong>saparecido<br />

también su imagen?<br />

A costa <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> nuevo me acostumbré al braille como vehículo para compren<strong>de</strong>r<br />

las formas <strong>de</strong>scubiertas –como en la caverna– que me <strong>de</strong>paraba el futuro. Una tar<strong>de</strong>, palpando<br />

el nuevo universo que a mi tacto aparecía, me topé con el estuche <strong>de</strong> la vieja cámara, que<br />

nunca tiré como me había dicho mi madre hacía muchos años. Lo abrí sigiloso, como si aún<br />

<strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>ciera las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> mis padres, y sentí <strong>de</strong> nuevo la inscripción que seguramente era<br />

plateada, LE-I-KA. La cargué con un rollo como añorando la reaparición <strong>de</strong>l pasado, y armado<br />

con mi bastón, mis gafas <strong>de</strong> ciego y la máquina ladrona <strong>de</strong>l tiempo, salí a la calle. Me <strong>de</strong>tuve<br />

en la plaza que quedaba a dos cuadras a la izquierda <strong>de</strong> mi casa y me posé en una banca,<br />

adivinando el carácter <strong>de</strong> la luz <strong>de</strong> aquella tar<strong>de</strong>, ¿estaría gris el día? Preparé la cámara y<br />

encuadré lo que sonaba como una bandada <strong>de</strong> palomas revoloteando, seguramente<br />

dirigiéndose hasta los balaústres coloniales <strong>de</strong> las casas contiguas a la plaza.<br />

Silvia me cuenta ahora que me vio ese día sentado en la plaza, y que extrañada por mi<br />

presencia espectral, se <strong>de</strong>jó robar por mi cámara, por mí, para confirmar que no soñaba. Y me


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cuenta, con mis fotos en sus manos, que salió linda y con una sonrisa en su cara, sus cejas<br />

como arqueadas. Me dijo que la foto no es blanca o negra sino <strong>de</strong> colores, como los colores<br />

imposibles que ahora recuerdo.


Juicio Final<br />

L a C i c u t a | 57<br />

Daniel Casado Gallegos<br />

<strong>Universidad</strong> Nacional Autónoma <strong>de</strong> México<br />

daniel_casg@hotmail.com<br />

I<br />

¿Contener?, ¿liberar? Estaba claro, la solución era matarlas. No podía <strong>de</strong>jarlas libres ni<br />

tolerar rebeliones: el libre albedrío le provocaba náuseas. Debía or<strong>de</strong>nar el mundo, evitar una<br />

catástrofe. Iracundo, sepultado, <strong>de</strong>lirante, irremediablemente dominado miró sus manos<br />

cadavéricas y temblorosas; sobre la hoja, las criaturas <strong>de</strong>stripadas bajo la pluma fuente.<br />

II<br />

Eran tan repulsivas que intentó matarlas: envió la peste, plagas, tinieblas y un diluvio,<br />

pero fue insuficiente. No había nada más que hacer con ellas. Debían morir bajo sus propios<br />

términos. Ansioso, miró las pequeñas manos alcanzar el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la hoja y salir <strong>de</strong>l papel; a<br />

las criaturas caer sobre el concreto y <strong>de</strong>stripar sus cuerpos al impacto.<br />

III<br />

La lucha fue inevitable. Su <strong>de</strong>streza sugería preparación previa. – ¡Estrategas! –<br />

concluyó. ¿Ejecutar un contraataque? Demasiado tar<strong>de</strong>. Debió prever las consecuencias.<br />

Debió escribir sobre hadas, olvidar el apocalipsis. Miró, entonces, a los jinetes aproximarse y<br />

empuñar sus espadas; aterrado, sintió el acero hundirse en su piel <strong>de</strong>stripando su vientre.


Momento antierótico<br />

L a C i c u t a | 58<br />

Carolina González Vásquez<br />

<strong>Universidad</strong> <strong>de</strong>l Valle<br />

carolinag316@gmail.com<br />

Hay hombres que son humo. Cuando se acercan a mi pelvis, <strong>de</strong>svanecen. Su sudor no moja.<br />

Sus gemidos son mudos. Sólo veo una sombra frenética, y arriba, telarañas adornando el techo.


L a C i c u t a | 59<br />

<strong>Revista</strong> La Cicuta<br />

Cuarta Edición<br />

Noviembre 2015<br />

<strong>Universidad</strong> <strong>de</strong> <strong>Los</strong> An<strong>de</strong>s<br />

Facultad <strong>de</strong> Ciencias Sociales<br />

Departamento <strong>de</strong> <strong>Filosofía</strong><br />

El comité editorial agra<strong>de</strong>ce a todas las personas que estuvieron directa e indirectamente<br />

involucradas en la cuarta edición <strong>de</strong> este proyecto. Un especial agra<strong>de</strong>cimiento a la<br />

directora Catalina González, y a todos los profesores <strong>de</strong>l Departamento <strong>de</strong> <strong>Filosofía</strong> por<br />

su apoyo, paciencia, y ante todo por compartir con afabilidad sus certezas e<br />

incertidumbres. Igualmente a nuestros colegas estudiantes que son siempre más que un<br />

bastión <strong>de</strong> apoyo moral. A todos aquellos que están presentes como autores, lectores,<br />

consultores, y ante todo amigos: Gracias.<br />

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