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NOVIEMBRE

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Aquí está el<br />

meollo filosófico<br />

de la película:<br />

la ética de<br />

los caballeros<br />

frente a la de los<br />

meros hombres<br />

asilvestrados,<br />

la aristocracia<br />

frente a la<br />

bestialidad, el<br />

honor frente a<br />

la vulgaridad<br />

democrática<br />

la élite. Me refiero a Senderos de Gloria (Kubrick, EUA, 1957) y a La cruz<br />

de hierro (Peckinpah, Reino Unido-Alemania Occidental, 1977): Primera<br />

y Segunda guerra mundial, respectivamente. Dos películas bélicas<br />

que forman parte de la mejor cultura cinematográfica antimilitarista.<br />

Ambas descubren las mismas vergüenzas a las élites sociales que<br />

ocupan el mando militar: bajeza, cobardía, crueldad. Por el contrario,<br />

la verdadera nobleza queda del lado plebeyo y popular, aunque también<br />

se delatan miserias morales entre la baja oficialidad. Cobardes<br />

hay en todos los lados y la guerra es un escenario perfecto para que<br />

cada cual retrate su condición humana.<br />

El planteamiento de Senderos de gloria queda expuesto en sus<br />

primeros minutos. Corre también el año 1916, el frente está estabilizado<br />

en trincheras desde el Canal de la Mancha hasta la frontera<br />

suiza. El general Broulard (Adolphe Menjou), del alto Estado Mayor<br />

francés, visita el regimiento 701. El cuartel es en realidad un suntuoso<br />

palacio dieciochesco. 1 Allí lo espera el general Mireau, encarnado<br />

por George Macready. Sin dilación, el primero va al grano. Quiere encomendarle<br />

una misión: tomar la colina de las hormigas, punto clave<br />

de las posiciones alemanas. Debe hacerlo en dos días, misión de todo<br />

punto imposible, y así se lo hace ver Mireau. La contestación parece<br />

firme y honrada. Pero Monsieur Broulard es más sutil y decide tañer<br />

la cuerda de la ambición ajena: le explica que tomar la colina podría<br />

suponerle un ascenso y una medalla más. La cuerda responde, suena<br />

la música egocéntrica y el general Mireau casi de inmediato se olvida<br />

de los ocho mil soldados a su cargo, a más de la mitad de los cuales<br />

mandará a una muerte segura. Ya solo le importa su medalla y en<br />

nada parará para tenerla. Incluso ordena disparar contra los mismos<br />

1 Es el Schleissheim Palace de Baviera, en donde se filma casi toda la película.

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