NOVIEMBRE
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es la verdadera patria del sargento Steiner (James<br />
Coburn). Sin embargo, la película empieza, de algún<br />
modo, como termina Senderos de Gloria. La<br />
escena es eficaz. El sargento y sus hombres –una<br />
unidad del ejército alemán– bajan por la ladera<br />
de un bosque, ocultándose entre árboles. Acechan<br />
una posición rusa enemiga. Uno a uno caen los<br />
centinelas, estrangulados, apuñalados. El realismo<br />
es máximo. Luego lanzan varias granadas y<br />
ametrallan a los supervivientes de las explosiones.<br />
Una carnicería. Se apropian de las armas más<br />
útiles cuando uno de ellos saca a un ruso vivo del<br />
interior del refugio. Es un niño. Lo plantan delante<br />
del sargento y ambos se miran. El crío saca algo<br />
del bolsillo, resulta ser una armónica, la hace sonar<br />
mientras todos lo contemplan. La mirada azul<br />
y dura del sargento se abandona furtivamente a<br />
la ternura un instante, no más, porque la guerra<br />
no espera. Se llevan al crío con ellos. Ese pequeño<br />
ruso es el equivalente de la joven alemana de<br />
Senderos de Gloria. En ambos casos el enemigo es<br />
incorporado a la patria por la pureza de la música.<br />
En ambos, esa humanidad cobra un aspecto angelical:<br />
una bella joven, tímida, inmaculada; y un<br />
niño, inocencia pura. Ya sabemos cómo es Steiner,<br />
un soldado acostumbrado al horror de la guerra,<br />
eficaz, solvente, seguro. Pero le hemos visto mirar<br />
al crío con una mirada abierta a la comprensión,<br />
con inteligencia compasiva.<br />
La escena siguiente es inestimable. Llega el<br />
capitán Stransky al puesto de mando alemán, un<br />
frágil refugio que resiente las vibraciones de las<br />
bombas. Stransky (Maximilian Shell) pertenece<br />
a la aristocracia prusiana, es un Junker, un dato<br />
clave para la psicología política de la película. Entra<br />
en el refugio y se presenta al coronel Strauss<br />
(James Mason). La conversación es una sátira del<br />
heroísmo. Sentados, después de brindar por el fin<br />
de la guerra, pregunta Strauss: “Capitán, ¿por qué<br />
pidió que lo trasladaran aquí desde Francia?” La<br />
pregunta tiene todo el sentido porque el frente<br />
ruso es un infierno, como lo muestra la cara del<br />
otro capitán sentado a la mesa, agotado y enfermo,<br />
el capitán Kiesel (David Warner).<br />
“Quiero ganar la cruz de hierro”, responde<br />
Stransky, que acaba de peinarse el cabello en un<br />
lugar donde lo último en que uno piensa es en<br />
peinarse. ¡La cruz de hierro! La máxima condecoración<br />
por el heroísmo en la batalla.<br />
“Puedo darle una de las mías”, dice el coronel,<br />
hurgándose en el bolsillo. “No, no. Era una broma”,<br />
aclara después riendo y explica que su jefe<br />
en Francia también ironizó sobre su decisión:<br />
“Vaya, vaya y demuestre que es un héroe, idiota”,<br />
FOLIOS | EDICIÓN ESPECIAL | <strong>NOVIEMBRE</strong> DE 2016 | 59